La segunda candidata a diputada por detrás de Milei será Victoria Villarruel, una referente del discurso negacionista y pro-dictadura en la Argentina. Es autora de dos libros que niegan el genocidio de Estado: «Los llaman jóvenes idealistas» y «Los otros muertos: víctimas civiles del terrorismo guerrillero de los 70».

Villarruel se considera defensora de «valores fundamentales como la familia, la libertad, el derecho a la vida» al igual que el referente anti – derechos Gómez Centurión. Es abiertamente simpatizante de agrupaciones tales como la española Vox, que reivindica la dictadura franquista.

El cuarto puesto en la boleta lo tiene María Fernanda Araujo, que preside la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas y dirige la seccional porteña de NOS, el partido del ex – milico Gómez Centurión. Este útlimo, que participó de los alzamientos carapintadas y tuvo un puesto en la Aduana bajo gestión de Macri, le dió su apoyo público a Milei para las legislativas de este año.

Si faltaba algún elemento para hacer caer la supuesta defensa de «las libertades individuales» promulgada por Milei, ha de ser el anuncio de estas candidaturas abiertamente fascistas. Bajo un discurso supuestamente «liberal» o «libertario», Milei ha agrupado en torno suyo a los referentes de lo más reaccionario de la escena política argentina. Son aquellos sectores que, durante los últimos cuarenta años, han sostenido el relato de la última dictadura como una respuesta a la supuesta «amenaza terrorista» de los grupos guerrilleros existentes en los ’70 y reivindicado los delitos de lesa humanidad perpetrados por los gobiernos militares.

Se trata de referentes que, lejos de poder presentarse a elecciones, deberían estar presos por seguir reproduciendo un discurso pro – genocidio que la sociedad argentina ha condenado tanto en lo discursivo como en lo político, conquistando la condena efectiva para muchos de los culpables de crímenes contra los Derechos Humanos. La candidatura de personajes como estos no es, como claman los liberales, una forma de ejercicio de la «libertad de expresión». Sino, justamente, un peligro para las libertades democráticas como tales, en tanto dichos candidatos encarnan un programa político que pretende atropellar los derechos democráticos de las mayorías populares.