Se realizó en la Facultad de Filosofía y Letras-UBA en el marco de la vigilia que antecedía a la movilización de más de un millón de personas en todo el país que hizo temblar a Milei.
El conversatorio contó con la participación de Laila Camagni, nieta de Silvia Ana María Gatto, quien fue estudiante de FFyL y desaparecida en 1975 por la Triple A; y de Alejandro Leiva, trabajador nodocente de Filo que nos contó su experiencia en la militancia antirrepresiva, el funcionamiento de las fuerzas de seguridad y su presencia en los barrios populares, como así también el acompañamiento a las familias víctimas del gatillo fácil. También se sumaron al conversatorio Orlando Rivero, miembro de la Comisión Interna Nodocente de la facultad, y Briana Neibert, estudiante de Geografía, que acercó su experiencia escolar dentro de un colegio que era dirigido por un genocida de la última dictadura cívico-militar y que fue juzgado hace pocas semanas. Intervinieron también familiares de detenidos-desaparecidos de la dictadura como quienes han sufrido la violencia policial en distintos grados de experiencia.
El conversatorio atravesó distintas temáticas, desde la lucha anticapitalista de la juventud de los ’70 que reivindicamos y el terrorismo de Estado, hasta el accionar represivo de las fuerzas de seguridad en democracia y el protocolo antiprotesta de Bullrich y Milei hoy.
Las distintas intervenciones nos permitieron arribar a una pregunta que fue la centralidad del conversatorio y que hace a la conclusión de este: ¿cuál es el rol de las fuerzas represivas del Estado a lo largo de la historia? Las llamadas “fuerzas de seguridad” fueron y son herramientas del Estado burgués utilizadas para mantener un estado de cosas, el status quo de una sociedad con un sector minoritario capitalista-empresarial que concentra el poder económico y político y una gran masa de explotados y oprimidos, de trabajadores y trabajadoras.
Cuando las relaciones sociales del capitalismo se ven cuestionadas, la burguesía, desde el aparato del Estado envía a sus fuerzas represivas a “poner orden” (orden del sistema capitalista) y así romper las acciones de movilización y protesta construidas desde abajo. Lo vimos en la dictadura, cuando ante la radicalidad de la lucha de clases, la burguesía argentina y el imperialismo impusieron gobiernos dictatoriales que ejercieron el terror y llevaron adelante una política de persecución y exterminio hacia la militancia revolucionaria. Y lo vemos hoy en día, con los casos de gatillo fácil, con la presencia de las distintas fuerzas en las marchas de los movimientos sociales ejerciendo una represión brutal, como así también en las protestas contra el desmantelamiento del INCAA en el Gaumont y en las jornadas que lograron tirar abajo la Ley Ómnibus.
Pero hay un aspecto el cual el gobierno de Milei no contempla en su intento de imponer un régimen bonapartista que roza los límites de la institucionalidad de la democracia parlamentaria burguesa en el país del “Nunca Más”: la masividad de las movilizaciones construidas desde abajo, que irrumpen en las calles y que incluso desbordan a las burocracias sindicales, bajo un reclamo tan genuino y concreto como la defensa de un derecho conquistado como lo es la educación pública, y como lo fueron también el 8 y 24 de marzo.
El martes 23 de abril realizamos un conversatorio con excelentes intervenciones que nos permiten concluir que la única forma de enfrentar la sumisión de la clase trabajadora y los sectores populares que el sistema capitalista quiere imponer a través de las fuerzas represivas del Estado, es con inmensas movilizaciones en las calles y con organización política de izquierda e independiente, con la lucha por los derechos democráticos, anticapitalista y socialista en el centro del programa.
