A medida del FMI: El gobierno apuesta al ajuste inflacionario

Recortes, devaluación e inflación: el gobierno y el FMI preparan un 2022 de fuerte ajuste. Repasamos las principales claves del presupuesto que comienza a debatirse en el Congreso.

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Mientras en lo que va 2021 la inflación acumulada ya llega al 45,4%, quebrando la segunda meta que Martín Guzmán «corrigió» y llevó a un 45,1%, luego de que la previsión inicial -29%- fuera superada ya en mitad de año, la discusión por el presupuesto 2022 llegó al Congreso Nacional. El gobierno busca aprobarlo este jueves.

No será una discusión más. Si en nuestro país los proyectos de presupuesto son ya de por sí un dibujo, el del año que viene es como si a Martín Guzmán le hubiera dado un atacazo artístico.

Es que el presupuesto 2022 cuenta con la particularidad de que será el presupuesto que exprese y ejecute el plan que el gobierno acuerde con el Fondo Monetario Internacional. Es decir, se trata de un presupuesto de ajuste, que no contempla pagos al FMI (es decir, el gobierno da por descontado un acuerdo con el organismo), pero que aun así prevé una reducción del déficit.

Y el mecanismo clave mediante el cual el gobierno planea lograr esto es usando la inflación a su favor. El Proyecto defendido por Guzmán prevé que la inflación para todo 2022 será de un extremadamente optimista 33%, es decir, más de 12 puntos por debajo de la que terminará siendo este año.

Pero dicho número tiene muy pocos sustentos en la realidad. En primer lugar, porque el propio gobierno alimentará la suba de precios a través de dos mecanismos clave: aumento de tarifas y devaluación del tipo de cambio.

Ajuste inflacionario

En lo concerniente a tarifas, ya es un secreto a voces que el gobierno tiene preparada la famosa «segmentación» mediante la cual aumentará las tarifas de los servicios públicos. Se trata de una de las exigencias prácticamente innegociables por parte del Fondo Monetario. No se sabe, por ahora, como ejecutará de manera concreta los aumentos, pero es un hecho que llegarán y tendrán su correspondiente impacto en la inflación. Pero también en el (mal) humor social. Recordemos que los aumentos de tarifas abrió una de las primeras crisis políticas en el gobierno de Mauricio Macri.

Aunque el gobierno se llene la boca con la «segmentación», argumentando que los aumentos afectarán solo a los que más tienen, lo cierto es que la reducción de subsidios será generalizada y llegará incluso al transporte público, implicando una suba en el boleto de trenes y colectivos y golpeando así el bolsillo de los trabajadores. Otro de los ítems que no conocerá de segmentación serán los aumentos de combustible, otro factor que alimenta la inflación en todos los rubros de la economía.

El otro elemento clave del presupuesto tiene que ver con la proyección en el tipo de cambio y la política cambiaria. La letra del proyecto prevé una devaluación de un 30% aproximadamente, llevando el tipo de cambio oficial arriba de los $131 para diciembre de 2022. Si durante este año el BCRA convalidó una devaluación de un 1% por mes, ahora ese ritmo se acelerará a cerca de un 3%, una política que ya empezó a aplicarse sin necesidad de esperar la aprobación del parlamento. Aun así, es probable que el gobierno recurra quizás no a un shock, pero sí a una «devaluación controlada» en enero o febrero alla Kicillof en el año 2014.

Esto también está en estrecha relación con las exigencias del Fondo, que pide bajar la brecha entre el dólar oficial y las demás cotizaciones. Según los primeros trascendidos del acuerdo que se apresta a firmar el gobierno, habrá algún tipo de relajamiento al cepo al dólar, una medida que, de confirmarse y teniendo en cuenta la frágil situación de las reservas del BCRA, no puede sino redundar en devaluación. Y ya hay sobrada experiencia en nuestro país de que eso significa más inflación.

Sobre la base de todo esto y partiendo del piso de lo que será casi un 50% de inflación este año, la meta del 33% proyectada por Guzmán está lejos de ser un optimismo ingenuo. Se trata de la confirmación de una estrategia que intentará hacer pasar el ajuste por esa forma impersonal que hace que el ajuste «se haga solo», la vía inflacionaria. Pero en el dibujo de Guzmán todavía hay lugar para la irrupción creativa del artista.

Ajuste a secas

Con todo, los enormes condicionamientos a la política económica que implicará el acuerdo con el FMI no pueden ser dejados sin más a la suerte del automatismo económico. Y es que el Presupuesto 2022 no sólo prepara el ajuste inflacionario: también recurre al ajuste liso y llano.

Acá es donde entra el tema déficit fiscal. Si este año el gobierno sobrecumplirá la meta reduciendo el déficit a un 4%, el año que viene prevé reducirlo, como mínimo, a un 3,3%, según indica el proyecto. Pero el FMI exige que la baja sea más agresiva.

Los gastos primarios que proyecta el Ministerio de Economía para todo el presupuesto 2022 representarán un 20,3% del PBI, es decir, 1,5 puntos menos que este año. La baja está relacionada principalmente con subsidios energéticos y programas sociales. Respecto a esto, en su último comunicado el FMI desempolvó un clásico de los programas neoliberales: los programas sociales «focalizados», es decir, restringir el universo de personas que reciben algún tipo de asistencia económica por parte del Estado.

Otro ítem de primera importancia es nada menos que el de educación. En ese rubro, el gobierno ensaya aplicar un recorte liso y llano, sobre todo en lo concerniente a las Universidades, que están bajo la órbita de Nación, a diferencia de los demás niveles. El ajuste pretende ser de un 6,2% nominal con respecto al presupuesto de este año. Aunque el gobierno prometió que «corregirá el error» (?) durante las modificaciones que se le hagan al Proyecto ahora que se está debatiendo en la Comisión de Presupuesto.

En el ámbito de la salud, y con el riesgo real de una nueva oleada de contagios de Covid-19, el presupuesto prevé un aumento nominal de apenas un 5,4% respecto del 2021, es decir, un recorte brutal en términos reales. En el área de políticas de género, el recorte es de un escandaloso 39% menor ¡en términos nominales!, es decir, una caída real de más de la mitad con respecto a este año, que dicho sea de paso, su partida fue subejecutada en apenas un 71%.

Por último, mientras Guzmán pasa la tijera por todos estos rubros, hay un ítem que no sufre ajuste: el pago a los servicios de deuda. Si bien, como dijimos, el presupuesto no contempla pagos al FMI (algo que de todos modos habrá que ver, ya que el primer desembolso con el Fondo debería ser en enero, es decir, mañana, y todavía no hay acuerdo) sí está contemplado que los pagos de intereses de deuda externa eleven su peso en el gasto total del presupuesto de un 7,1% a un 8%. En total, y excluyendo la deuda intraestatal, el proyecto prevé pagar unos U$S 8.800 millones durante 2022, al mismo tiempo que se recortará el gasto en salud, educación, y se dará vía libre a la inflación. No hace falta ser crítico de arte para saber interpretar el dibujo de Guzmán.

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