Berlanga, gran cineasta español, retrata la España franquista de los 50 en una brillante sátira.  Un pequeño pueblo de Castilla, al ser alertado sobre una visita inminente de diplomáticos estadounidenses, comienza los preparativos para impresionarlos, con la esperanza de obtener beneficios bajo el Plan Marshall. Entonces redecoran el pueblo según el estilo andaluz y ensayan bailes de flamenco, para dar la imagen que creen que los yanquis tienen de España. La futura prosperidad se ve reflejada en el sueño de un campesino, en el cual los yanquis, mostrados como los reyes magos, sobrevuelan su campo y lanzan un tractor atado a un paracaídas.

Llegado el día de la visita  la caravana en la que venían los estadounidenses pasa a toda prisa por el pueblo sin detenerse. Los residentes tienen que retirar las decoraciones y pagar los gastos con sus pertenencias personales. El alcalde, medio sordo, les da un discurso antológico: “Como alcalde vuestro que soy os debo una explicación, y esa explicación que os debo os la voy a pagar»

Como si el tiempo no pasara, Macri recibe al jefe de la misión del FMI para la Argentina, Roberto Cardarelli.  El propósito de la misión será constatar que el gobierno cumple con las metas comprometidas en el acuerdo y así desembolsar el 15 de septiembre unos US$ 3.000 millones. Esta será la primera revisión, de una larga serie, de las metas que Argentina se comprometió: un déficit fiscal primario de $148.000 millones, un aumento de las reservas netas internacionales de US$ 5.500 millones y una tasa de inflación para 2018 del 27%, con un tope del 32%

La llegada de “la misión” del FMI coincide con una nueva crisis cambiaria, que llevó el dólar a superar los $30, luego de la pausa de julio.

Para enfrentarla, el Banco Central sube nuevamente su tasa de política monetaria, esta vez al 45%, prometiendo mantenerla hasta octubre. Para dimensionar la magnitud de la crisis, recordemos que los anteriores cambios se produjeron el 3 de mayo, al elevarla al 33,25% y el 4 de mayo al llevarla al 40%, cuando el volcán ya había entrado en erupción. En paralelo el riesgo país dio un nuevo salto superando los 700 puntos, y el BCRA dispuso subastar 500 millones de dólares el martes 14/8, día de vencimiento de las Lebacs. Y si bien ese día solo se vendieron 200 millones, el miércoles tuvo que entregar 800 millones, conteniendo a medias una nueva escalada.

La incertidumbre ya es parte del paisaje: la Bolsa juega un sube y baja sin pausa, y desde abril, todos los datos del relevamiento de expectativas de mercado (REM) mensual del Banco Central vienen en ascenso, menos el crecimiento, que se derrumbó.

Cada REM recoge las expectativas de los grandes bancos y consultoras nacionales e internacionales sobre la inflación, el crecimiento, la tasa de interés y el valor del dólar. La inflación pronosticada a principios de abril para 2018 era 22%, subiendo en cada encuesta hasta ubicarse en la de fin de julio en casi 32%, lo mismo que la tasa de interés, del 24% al 35%.

Mientras en abril se esperaba un crecimiento del 2,5% para 2018, esto se transformó a una tasa negativa del 0,3%, y la recuperación esperada para 2019 del 3,2% se redujo a un modesto 1,5%. En tres años de mandato, el mejor equipo de los últimos 50 años estaría logrando reducir el PBI en 2 puntos.

Mientras en abril se esperaba un dólar mayorista para diciembre de 2018 en $ 22, en mayo de $ 27, en junio  de $ 30,3 y en julio de $ 30,5 ya podemos decir que estos números se quedaron muy cortos: los “analistas” se dejaron llevar con el respiro de julio que ya tocó a su fin. Ni hablar de un dólar a diciembre de 2019 de $ 36, como pronosticaban hace 15 días.

En paralelo, Caputo-Dujovne venían informando (decir negociando es una exageración, ya que supondría algún tironeo) al FMI como llevar adelante lo acordado en el stand-by: reducir la bomba de las LEBACS, deuda de cortísimo plazo de más de 1 billón de pesos que han generado intereses por más de 20.000 millones de dólares a sus poseedores entre 2016 y 2017.

Uno de los objetivos claves del acuerdo con el Fondo es “sanear” el patrimonio del Banco Central, mediante la reducción progresiva de las Lebacs, del actual 10% del PBI al 7% en setiembre de 2018, el 5,5% en diciembre y 3,5% para mayo de 2021: el FMI no quiere que sus dólares terminen en un agujero negro, porque como todo préstamo, espera cobrarlo. Además, el Banco Central debía deshacerse de los hasta ahora papelitos en su poder llamados Letras Intransferibles y cobrárselos al gobierno.

Pero el “ancla” del programa es el brutal achicamiento del déficit fiscal: ajustar sueldos, jubilaciones, tarifas, y obra pública. Sin esto, no hay artilugio que valga.  Claro que las medidas que se toman no son neutrales: enfrentar al inflación y el dólar con la baja de salario y la suba de la tasa de interés a niveles altísimos desembocaron en una recesión incipiente;  en junio la producción manufacturera cayó un 8% contra junio de 2017, con picos del 11% en la industria automotriz, 17% en el neumático y 10% en metalmecánica.

Echale la culpa a Turquía

El quiebre de la posibilidad “gradualista” y la disparada del dólar en abril tomo por sorpresa a Macri y sus ministros. Recordemos una de las proyecciones del  Presupuesto 2018:

Tabla 1.3 establecía estos precios para el dólar

Promedio anual2018201920202021
Tipo de cambio nominal $/USD19,320,421,221,9

 

Entonces, replicados como loros por los grandes medios, le echaron la culpa “al mundo”, producto de la suba de la tasa de interés de la Fed y el fortalecimiento del dólar, algo fuera de control. Ahora, la responsable de esta nueva sacudida sería Turquía, y su grave crisis externa, que habría originado una corrida contra los países emergentes, provocando la salida masiva de inversores de esos países y sus bonos, entre ellos de Argentina.

¿Pero no fue su latiguillo de campaña que “volvíamos al mundo”, y entonces a la “lluvia de inversiones”? ¿En qué mundo estaban pensado? Sin duda, en el que empieza en Panamá y termina en Luxemburgo, paraísos fiscales de sus fortunas y de sus empresas.

Porque este mundo globalizado es el que nos pasa la cuenta, pero no solo a nosotros. Según un texto de economistas de la Reserva Federal de San Francisco titulado “¿Nos recuperaremos alguna vez?”, diez años después de lo que llaman la “Gran Recesión”  la economía de EEUU permanece significativamente más chica que lo que debiera ser basada en la tendencia de crecimiento anterior a la crisis. El tamaño de la perdida sugiere que es improbable que el nivel de la producción vuelva al nivel de la tendencia anterior a la crisis, y esto representa una pérdida de valor actual de ingresos de por vida de alrededor de U$S 70.000 para cada norteamericano (1).

Concluyen que las perturbaciones del mercado financiero pueden tener grandes costos en términos de bienestar social al causar pérdidas persistentes en el nivel del PIB, por lo que “la búsqueda de formas de prevenir o contener futuras crisis financieras es una prioridad importante de investigación y política.”

Pues bien, todo esto fue ignorado olímpicamente por Macri: un endeudamiento masivo, la entrada de capitales golondrinas y la bicicleta financiera fue practicada alegremente, durante dos años, en un mundo de fantasía.

Ahora, al aumentar el costo de los préstamos, los países con más dependencia de los mismos, se ven en graves problemas. Turquía encabeza la lista en estos momentos, agravado por su disputa política con EEUU, de quien fue un histórico servidor.  Muestra un déficit masivo de cuenta corriente (comercio y pagos) con otros países, un alto nivel de deuda en relación a su PBI, la más alta entre las “economías emergentes”, mientras que sus reservas internacionales para respaldar el valor de la lira y cubrir los reembolsos son solo el 12% del PBI. Los números de Turquía están al rojo vivo, al igual que los de Argentina, lo que ha llevado a muchos a preguntarse si se avecina una nueva “crisis de la deuda”.

 

Ajustando el Acuerdo

Macri y Dujovne jugaron todo a la carta salvadora del FMI, transformándonos en su mayor deudor. El acuerdo, al margen de capítulos literarios como impulsar la igualdad de género y proteger a los más vulnerables, y de expresiones de deseos como “restaurar la confianza del mercado” también era de carácter “precautorio” (15.000 millones de entrega inmediata y 35.000 millones eventualmente disponibles sujetos a revisiones trimestrales, en cuotas de U$S 3.000 millones), anclado en la meta de eliminar el déficit fiscal para 2020.

Llegado la primer revisión en setiembre, sobre números al 30 de junio, lo precautorio se transformó en cuestión de vida o muerte para el gobierno: esto es que el FMI desembolse las cuotas trimestrales, la próxima a vencer el 15 de setiembre.

No solo esto, sino que las famosas “metas” comprometidas se encuentran ya peligrosamente cerca de sus límites para 2018: inflación en 32%, aumento de U$S 5.500 millones en reservas netas del BCRA, y un crecimiento del 0,4% del PBI: en el caso de incumplimiento, debe lograr una posterior aprobación del Fondo para continuar cobrando las cuotas.

Peor aún, nos acercamos también a lo que el acuerdo define como un escenario adverso, en que la deuda del gobierno permanece sustentable, pero no con alta probabilidad.

Ese escenario adverso estaría dado si cambios en las finanzas globales perturbaran la esperada vuelta a la “confianza del mercado”, afectando la tasa de renovación de la deuda, generando una mayor devaluación a la esperada, reduciendo la demanda de activos en pesos y hubiera recesión en 2018(-1,3%), todo lo que provocaría un aumento de la relación deuda/ PBI.

La corrida, sin embargo, puso blanco sobre negro que lo central para el FMI es el ajuste: todo lo demás es revisable. Si de la primera entrega de 7.500 millones para el Banco Central, este debía destinar 5.500 millones a aumentar sus reservas y continúa el déficit comercial, al BCRA le quedaban solo 2.000 millones de dólares para intervenir en el mercado cambiario: y en dos días, el 14 y 15 de agosto, quemó 1.000 millones

Pero inmediatamente salió el FMI a respaldar las últimas medidas, esto es, a aflojar con el uso de las reservas. Es que el esquema inicial previsto  para desarmar la montaña de las Lebacs era que el Tesoro (el gobierno)  emitiera deuda y usara esos fondos para recomprar Letras Intransferibles que adeuda al BCRA; como esos pesos desaparecerían del “mercado”, el mismo “mercado” necesitaría los pesos y la única manera de conseguirlos sería vendiéndole las Lebacs al Banco Central; y así habría menos Lebacs, la misma cantidad de pesos, y la deuda del Banco de corto plazo (Lebacs) se transformaría en deuda a más largo plazo del Tesoro.   La fantasía, escrita hace dos meses, era que hacia mayo de 2021 el Tesoro le pagaba 25.000 millones de dólares, y con ellos el BCRA compraba Lebacs quedó sepultada. El gobierno excluyo a los bancos de las compras de Lebacs y ahora les ofrece otros títulos. Como si cambiando el collar se acabara la rabia.

Pero lo más importante es que la disparada del dólar obligó a nuevos recortes, anunciados por Dujovne el martes 14: reducir los reintegros a las exportaciones, suspender durante 6 meses la rebaja progresiva de las retenciones a la exportación de aceites y harinas de sojas, y la eliminación del Fondo Sojero, que implicaba que parte de la recaudación de las retenciones fuera a las provincias y municipios. Esto supone un ahorro total de $15.500 millones para 2018 y $67.500 millones para 2019. Lo destacable es que lo relativo a las retenciones de soja estaba previstas para 2019, lo que muestra también como se le están acabando los márgenes al gobierno, y que la soga del FMI es bien corta: te aflojo un poco el uso de las reservas pero apurame el ajuste.

Si en “Bienvenido, Míster Marshall” se depositaba una confianza ilusoria en los salvadores yanquis y estos ni siquiera paraban en el pueblo en cuestión, dejando al alcalde balbuceando, aquí también Macri pretendió mostrar al FMI y el Acuerdo y su ajuste como los salvadores de la economía argentina. La diferencia es que aquí no van a pasar de largo, dejando solo una nube de polvo. Cada “consulta”, cada misión de control, cada medida, serán un golpe a los trabajadores.  Si la clase trabajadora no interviene ahora para defender su salario, su empleo, y sus condiciones de vida, y el gobierno logra estabilizar la economía, o por lo menos evitar el colapso, le habrá propinado un fuerte golpe y tal vez salga de su laberinto. No es en 2019 donde se juega la suerte de Macri, es en medio de esta crisis, que va a empeorar con el avance de la recesión, donde se lo puede derrotar, con la movilización y la lucha. El camino del 18 de diciembre está abierto.

 

Notas:

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