La carta que publicó Cristina Fernández de Kirchner el pasado 16 de mayo dio por cerrada de manera definitiva la posibilidad de que sea candidata en las próximas elecciones.

Si bien ya había manifestado su negativa en otras dos oportunidades, la inédita escasez de opciones electorales competitivas con la que cuenta el peronismo hizo que parte de la dirigencia insista con la idea. Ella ya había pedido, en diciembre pasado, que algún otro dirigente «tome el bastón de mariscal». Los dirigentes le contestaron cantando «Cristina presidenta». Ella debió re-re-renunciar a su candidatura para dejarlo en claro. Ahora, en el peronismo todos se miran entre sí sin saber muy bien qué hacer.

A pesar de no decir nada nuevo que no le hayamos escuchado antes, la carta tiene cierto interés, además, porque revela la forma de pensar de la vicepresidenta apropósito de la realidad del país. En parte por lo que la carta efectivamente dice, pero en parte importante también por lo que calla.

La tesis fundamental del texto: que la crisis Argentina se desató en 2016 luego del gigantesco endeudamiento del gobierno de Macri, con Fondo Monetario Internacional incluido. De hecho, CFK da cuenta las consecuencias nefastas del acuerdo con el organismo: «La historia que siguió es la misma de siempre con el Fondo en nuestro país: interviene, toma el timón de la economía argentina, impone su programa económico y se dispara otra vez el proceso inflacionario sin control en la Argentina».

Inclusive toma nota de las consecuencias políticas de haber sostenido dicho acuerdo: «no es casual que ninguno de los dos presidentes que aceptaron el programa del FMI conserve aptitud electoral», refiriéndose a Mauricio Macri y a su propio elegido, Alberto Fernández. Uno no logró ser reelegido y el otro ni siquiera llegó a competir.

Sin embargo, en este punto es donde queda demostrada la hipocresía y hasta el cinismo de la autora del texto: primero, porque denuncia al acuerdo e incluso al «daño» político que haber mantenido el acuerdo le hizo a su propio gobierno, ¡pero en ningún momento de los cuatro años de mandato de Fernández se la escuchó decir que había que romper con el Fondo!

No sólo antes, sino tampoco ahora. El diagnóstico sobre las consecuencias del plan del FMI puede ser muy bonito, pero de nada sirve y es hasta cínico quedarse en la «denuncia» sino se propone un verdadero plan alternativo, que evidentemente comienza por la ruptura de dicho acuerdo.

Esta es la razón de fondo -y no la «proscripción»- por la que a pesar de la falta de opciones electorales en el peronismo Cristina se haya puesto firme en decir ‘no’ a los que clamaban por su candidatura. No hay, ni en Cristina ni en el peronismo, un verdadero plan alternativo al acuerdo con el Fondo. Es lo que demuestra que, luego del desastre de Macri, el gobierno del Frente de Todos continuó alineado con el organismo.

La vicepresidenta apenas pide en su carta que el peronismo «elabore un plan», pero desentendiéndose ella misma de la cuestión, y sin dar definiciones sobre cuál sería dicho plan.

Ahora, el juego que quedó abierto entre los distintos sectores del peronismo sobre quien será el candidato a presidente alcanza, por momentos, el carácter anecdótico. La verdadera cuestión será cual es la política que adopte el Frente de Todos para encarar un eventual nuevo gobierno. Lo que es seguro es que ni el peronismo, ni el macrismo, ni Milei cuestionarán el acuerdo de ajuste y entrega al que estamos sometidos con el FMI. En la figura de Cristina muchos trabajadores ven reflejados sus intereses y las causas populares. Pero antes que eso es una defensora del sistema. Y el FMI es el sistema.