La Patagonia rebelde

Hay momentos específicos de la lucha de clases en que los trabajadores son quienes ponen las condiciones. Sobrepasando las barreras y las trabas burocráticas, apoyados en sus métodos democráticos y asamblearios, reconocen la fuerza de su unidad y se elevan, de último orejón del tarro, a fuerza social transformadora, a amenaza de patada en el culo para el gerente o gobernador de turno, a poder real de los explotados y oprimidos.

0
182
Elefantes

Los pulcros trajes de los funcionarios, los altos edificios del poder judicial y político con sus columnas grecoromanas, los cómodos sillones de cuero negro de las oficinas de los ministros y gerentes, son un recordatorio permanente de quién corta la torta en esta sociedad dividida en clases.

Cuando el obrero tiene la suerte de ser recibido (previa petición por mesa de entrada, oficina de derechos humanos, trámites burocráticos mediante) con su ropa de trabajo, sus manos callosas y sus borceguíes pisando los relucientes pisos de las oficinas, todo está determinado para hacerlo sentir mínimo, insignificante, desubicado.

Sin embargo, hay momentos específicos de la lucha de clases en que los trabajadores son quienes ponen las condiciones. Incluso los hay en los que han puesto sus botas de trabajo sobre la mesa de los «honorables» funcionarios. Sobrepasando las barreras y las trabas burocráticas, apoyados en sus métodos democráticos y asamblearios, reconocen la fuerza de su unidad y se elevan, de último orejón del tarro, a fuerza social transformadora, a amenaza de patada en el culo para el gerente o gobernador de turno, a poder real de los explotados y oprimidos.

Alcides Christiansen cuenta que, cuando dirigió la UOCRA Neuquén (en lo que fue uno de los procesos más importantes del sindicalismo revolucionario en la Argentina) el obrero de la construcción sentía que por primera vez tenía la posibilidad de hacerse valer. Lejos de lo acostumbrado en las negociaciones, la patronal y los funcionarios estaban obligados a bajarse del pedestal, mirar a los ojos a los trabajadores y hablar de frente. Ahora la voz que temblaba insegura era la del burgués, las palabras podían tener consecuencias, pues había miles de trabajadores convencidos de lo que valían y dispuestos a la lucha.

Algo de esa investidura de dignidad de clase han incorporado los autoconvocados de la salud en Neuquén. Para muestra, está la última negociación con el gobierno provincial. Los trabajadores arrancaron la mesa de negociación y pusieron el horario para recibir a los funcionarios.

A las 18hs, al límite horario impuesto por «los elefantes», los representantes del gobierno llegaron a la negociación. Tuvieron que hablar cara a cara, en una ronda de sillas, a los representantes de la primera línea de lucha contra el Covid-19, quienes día a día ganan el apoyo de la comunidad y quienes tienen paralizada ni más ni menos que la producción de la segunda reserva más importante de petróleo y gas no convencional del mundo (Vaca Muerta).

Cuando el gobierno balbuceó que la propuesta miserable eran 40.000 pesos en cuatro cuotas como sumas no remunerativas (no van al básico), los trabajadores se pararon y se fueron. No iban a aceptar pan para hoy y hambre para mañana. Cuando la fuerza de la clase se pone en movimiento y los trabajadores comienzan a tener conciencia de su poder, no los arreglan por chauchas y palitos.

Alberto Fernández intentó ayer tirar una «soga» a los dirigentes de ATE de todo el país que no logran contener los reclamos del personal de salud. Anunció un bono miserable de 6.500 pesos para el personal de salud en todo el país. El ofrecimiento sostiene a los dirigentes de la burocracia como la soga sostiene al ahorcado. A pesar de la insuficiencia de este otorgamiento, el hecho de que Fernández, que busca moverse lo menos posible del déficit fiscal fijado en el presupuesto (de ajuste) 2021 haya otorgado ese bono, es un subproducto de la lucha de la primera línea en Neuquén y todo el país. En la misma sintonía, el gobierno provincial dice que las exigencias de los trabajadores son «imposibles de cumplir», mientras mantiene a los estatales con salarios de miseria y se embolsa regalías multimillonarias de la extracción de petróleo y gas.

La firmeza de la lucha de los elefantes sorprende, pero no es casual. Se explica por la combinación de varios elementos que le dan una centralidad estratégica a este sector de trabajadores en la coyuntura nacional. En primer lugar, es la emergencia de un sector social protagonista de la lucha contra la pandemia, que ha trabajado abnegadamente por salvar vidas bajo muchísima presión, de manera voluntarista y heroica, sobreponiéndose a todas las adversidades como la falta de insumos, los problemas edilicios y salarios de miseria. Este sector se planta por sus derechos en momentos en que la gestión capitalista de la pandemia hace agua por todos lados, exacerbando los aspectos más perversos del sistema. Lucrando con el desfinanciamiento de la salud, y exponiendo a los trabajadores al contagio para mantener la ganancia capitalista, en el peor momento del impacto de la segunda ola.

El desborde a una burocracia sindical que acordó a nivel nacional «paz» con el gobierno mientras la inflación se desencaja y deja atrás a los aumentos completamente insuficientes, genera las condiciones para que esta vanguardia represente no sólo a los trabajadores de salud de todo el país, sino al conjunto de la clase obrera. Por eso los medios de comunicación oficialistas y opositores se niegan rotundamente a difundir esta lucha. Más que al Covid, tienen miedo a la propagación del virus de la lucha de clases.

La organización en las asambleas «interhospitalarias» (verdaderos órganos democráticos de la rebelión en salud) y la solidaridad del pueblo de la provincia, que entiende la lucha como la defensa incondicional de la salud pública y el acceso de los trabajadores a la misma, amenaza con convertir el conflicto en una verdadera pueblada. Se han visto a trabajadores rurales a caballo asistir a los piquetes, así como a vecinos y organizaciones de todo tipo, entre las cuales se destaca la izquierda apoyando los cortes y movilizaciones. Hubo ruidazos y campañas solidarias de juntada de alimentos e insumos que interpelaron a enormes sectores de la comunidad, que llevaron miles de donaciones a los hospitales de cada localidad para apoyar la lucha.

Pero hay otro aspecto que no es para menospreciar y que hace a la radicalidad del conflicto. Los elefantes están bloqueando hace quince días los accesos a Vaca Muerta, representando pérdidas millonarias para un sector poderosísimo de la burguesía nacional (e incluso internacional). Empresarios que tienen acciones en los principales medios de comunicación, que están estrechamente ligados al gobierno de turno, y que incluso han abierto carreras en las universidades para formar profesionales que justifiquen académicamente sus negocios contaminantes.

Estos capitalistas se desesperan por imponer, represión mediante, la liberación de las rutas petroleras. Chillan por el desabastecimiento de combustible que se está viviendo en la provincia. Derraman lágrimas de cocodrilo y hablan de la falta de gas que habrá de cara al invierno. Los medios (no los de izquierda, claro) difunden en su primera plana sus reclamos. En realidad, lloran por sus pérdidas millonarias y por no poder imponer su voluntad sobre la de los firmes trabajadores que defienden su dignidad hasta las últimas consecuencias.

La tenacidad de la los elefantes por la defensa de sus reivindicaciones, enfrentando a los capitalistas y al gobierno, es una muestra más del poder de la clase obrera una vez que toma conciencia de su fuerza. Cuando los socialistas propagandizamos nuestro programa no siempre tenemos la suerte de ser acompañados por un amplio sector social que se ponga en movimiento exigiéndolo con la lucha en las calles. La pelea por el triunfo de los elefantes es parte de la pulseada por una gestión de la pandemia en defensa del pueblo trabajador frente a la voracidad capitalista, que pone la ganancia por encima de la vida, restringiendo patentes de las vacunas, lucrando con la salud, obstaculizando su resolución definitiva.

Anoche, una durísima tormenta azotó la provincia. Las calles de la ciudad de Neuquén se inundaron y estaban difíciles de transitar. El vendaval dejó postales que ilustran los dos frentes de lucha de la primera línea. Por un lado, los fuertísimos vientos agitando las carpas instaladas en las decenas de cortes de ruta sostenidos por los trabajadores de salud, que no flaquearon y siguen firmes contra viento y marea. Por el otro, las enfermeras y enfermeros escurriendo el agua del hospital provincial de Neuquén, completamente inundado fruto de la desidia y desinversión estatal. La lucha de los trabajadores de la primera línea sigue firme frente a todas las adversidades. Que yo sepa, ninguna tormenta ha logrado derribar a un elefante.

Sumate a la discusión dejando un comentario:

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí