El delirio del "Día de la Liberación"

La guerra arancelaria de Trump agudiza las contradicciones del capitalismo del siglo XXI

Este 2 de abril marca un punto de inflexión en las relaciones internacionales. Trump anunció un ataque multidireccional hacia unos 60 países, a los cuales les pretende aplicar un “arancel recíproco” de 10% o más.

La nueva guerra arancelaria es un evento sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, con un efecto multiplicador (económico y político) al provenir de la primera potencia mundial. Más allá del golpe comercial, en el mediano plazo las principales consecuencias de estas medidas se verán en el plano político y geopolítico.

Los países que se verán afectados incluyen a las principales economías del planeta y, muchas de ellas, son aliados tradicionales de Estados Unidos. Como mínimo, Trump impuso una tarifa de 10% a las importaciones de los países con los que Estados Unidos no tiene déficit comercial, y otros diferenciados para todos los demás, como China (34%) o la Unión Europea (20%). En la región, Nicaragua enfrentará una tasa de 18%.

Por su parte, México y Canadá, de momento, estarían por fuera de esta ronda, aunque ya enfrentan arremetidas previas. Por otro lado, todos los automóviles fabricados en el extranjero pasarán a pagar un 25%, golpeando a los fabricantes chinos, alemanes y japoneses.

El método Trump de “negociación”

Trump tiene una forma característica de “negociación”: el llamado “método Trump”, que no es más que un panfleto de un pseudo gurú de los negocios, devenido en una de las personas más peligrosas del planeta por el poder de decisión de su cargo y lo oscilante de sus decisiones.

Esta forma ejecutiva de gestión dura tiene por objetivo sacar ventaja al menor costo posible. Se plantea ambiciones grandes y audaces que desafían lo que parecía ser inalterable. Para esto utiliza el apalancamiento, es decir, encontrar la manera para hacer que la otra parte necesite el trato más de lo que él lo requiere y aprovecha la presión del tiempo, la impaciencia del otro, para ser utilizada a favor propio.

Es evidente que ese estilo de hacer negocios lo está replicando en su manejo del aparato gubernamental y en las relaciones con otros Estados. En el primer caso, se ve con los intentos de cierre de departamentos (ministerios) u otras dependencias, la imposición de Elon Musk como una especie de superministro que tiene injerencia en todas las entidades federales en pos de “maximizar” la eficiencia, lo cual hasta el momento simplemente quiere decir cerrar, desfinanciar y despedir. Una receta clásica de ajuste, con el agravante de que es ejecutado por medio de un magnate que nadie votó para esa tarea instalado a dedo por el presidente.

En cuanto al segundo plano, las matonadas que dispara a diestra y siniestra (de las cuales muchas no se llegan a materializar o lo hacen de una forma más comedida) tienen como fin, más que alcanzar lo que dice abiertamente (el elemento que “asusta” por sus disparates), lograr acuerdos para que los otros gobiernos cedan en aspectos medulares como la seguridad.

Al respecto, México es el caso paradigmático, adoptando una postura conciliadora con la intención de lograr un trato preferente, para lo cual ha cumplido a cabalidad todas las demandas de Trump, como el reforzamiento de la frontera con 10 mil efectivos de la Guardia Nacional que, en los hechos, hacen el papel de guardafronteras en favor de los Estados Unidos.

Marcelo Yunes, en un artículo publicado recientemente en Izquierda Web, señala que “Trump tiene la iniciativa y obliga al resto a estar a la defensiva o a actuar como simple reacción” (ver Hacia nuevos y mayores choques entre bloques, entre naciones… y entre clases). Eso es justamente lo que se vio en esta ocasión; todo el mundo a la expectativa de sus anuncios para decidir cómo proceder. Ha sustituido la diplomacia por la amenaza arancelaria, esgrimiendo impuestos como una especie de arma para conseguir que otros países se plieguen a sus objetivos.

Los aranceles trumpistas

Ya durante su primera presidencia, la puja arancelaria fue uno de los elementos centrales en la relación de Trump con el mundo, aunque en ese momento estaba más dirigida a sus vecinos norteamericanos y China. Veamos algunos ejemplos.

Impuso un arancel de 25% al acero y del 10% al aluminio importado, medida que afectó principalmente a estos países y la Unión Europea. Esta última también se vio fuertemente afectada por el establecimiento de aranceles de hasta 25% al vino, quesos y productos agrícolas, justificado en los “subsidios ilegales” a Airbus. Además, India y Turquía recibieron golpes al eliminarse los beneficios arancelarios bajo el Sistema Generalizado de Preferencias (SGP).

Por mucho, China fue la más atacada con cuatro rondas de tributos en represalia por supuestas “prácticas comerciales desleales y robo de propiedad intelectual”. La primera impuso un 25% a US$34 mil millones en bienes chinos, incluyendo maquinaria y productos electrónicos. La segunda fue una ampliación a US$16 mil millones en bienes adicionales. La tercera ronda impuso montos entre el 10% y el 25% a otros US$200 mil millones en productos como muebles, textiles y alimentos. Finalmente, se impuso un 15% sobre US$120 mil millones, afectando ropa, calzado y tecnología de consumo.

Como resultado de estas medidas, Trump logró que los países del T-MEC tomarán acciones para evitar el «dumping» de metales desde terceros países a través de México y Canadá, con lo cual lograron que se les eliminaran los aranceles al acero y el aluminio. Por su parte, de China se obtuvo un compromiso de compra de más productos agrícolas estadounidenses, para bajar del 15% al 7.5% los impuestos de la fase 1, lo cual benefició a bienes chinos valorados en US$120 mil millones. Mientras que de la Unión Europea simplemente se acordó suspender nuevos aranceles relacionados con la disputa Boeing-Airbus.

Ya en su segundo mandato, Trump arremetió desde el primer momento con el tema arancelario. Previamente al “Día de la Liberación”, ya había aplicado varios aranceles, en la misma línea de su primera administración (el gobierno de Biden había retrocedido con algunos).

Inicialmente, anunció la imposición de un 25% a todos los bienes que ingresen desde México y Canadá, aunque, tras varios aplazamientos, excluyó los bienes contemplados en el T-MEC. Además, grabó con un 20% adicional los productos chinos y, con un 25% suplementario, las importaciones de acero y aluminio (por ejemplo, si su procedencia es china el impuesto asciende a 45%).

Además, amenazó a los países que le compren petróleo o gas a Venezuela con que se les aplicarán aranceles extras de 25%, con lo cual los posibles afectados incluyen principalmente China e India por la dimensión de sus transacciones. Este mandato no solo es repudiable por ser un intento de bloqueo comercial al país sudamericano, sino que también es sumamente hipócrita, debido a que el propio Estados Unidos es uno de los principales compradores de estas materias venezolanas.

Make America Wealthy Again

El evento en el que Trump comunicó sus nuevas medidas arancelarias fue nombrado Make America Wealthy Again (hacer a Estados Unidos rico de nuevo).

La segunda administración de Trump expresa un giro en la política del imperialismo estadounidense que, preocupado por el retroceso de su poder ante el avance de China, contraataca para reposicionarse mediante el control de los que considera sus espacios de influencia.

Como se apuntó en otros análisis publicados en Izquierda Web, la geopolítica del trumpismo refleja un retorno a la lógica de la territorialización imperialista, la cual se contrapone al consenso neoliberal del libre comercio sin restricciones, pues implica “el retorno del Estado, es el imperio de la política sobre la economía. Se vuelve a un estilo de imperio tradicional. El imperialismo que conocimos en las últimas décadas era desterritorializado, con exportación de capitales, deslocalización industrial, cadenas globales de abastecimientos, etc., esto es otra cosa” (ver La geopolítica del trumpismo de Roberto Sáenz).

Este lema, y el tradicional MAGA, dan cuenta de la lucha interimperialista con China por la hegemonía mundial y, de la mano, el proceso de deterioro comercial y económico de Estados Unidos como potencia. A pesar de que, en última instancia, el objetivo de los aranceles es dinamizar la economía, tratando de hacer más atractivo para el empresariado invertir en suelo estadounidense en lugar de en otros lugares, el resultado (después de un pico inicial) es lo opuesto.

Lo anterior se debe a que la “mejora” en la competitividad es artificial, pues se produce a base de ponerle trabas a los otros. Esto no puede ser de otra forma, ya que no hay una inversión estructural en el desarrollo de los medios de producción para revertir el retroceso que viene desde hace unos 40 años.

No hay que confundir las cosas: las medidas proteccionistas han servido y sirven en gran medida a muchos países para alcanzar niveles de desarrollo que la competencia irrestricta no les permitiría. Pero no es el caso de Estados Unidos, porque la política proteccionista sirve, precisamente, para «proteger» la producción nacional de las ventajas competitivas que tienen las grandes potencias. Y Estados Unidos no solamente ya es una gran potencia, es la principal del mundo desde hace casi un siglo. Los crecientes problemas económicos de Estados Unidos no se deben a ninguna desventaja en la economía internacional. El diagnóstico de que todos se aprovecharon de la globalización a costa de la potencia que la encabezó es delirante.

A manera de ejemplo, los resultados económicos de las tasas aplicadas en el primer mandato son reveladoras. Las medidas proteccionistas, inicial y momentáneamente, impulsaron algunas industrias locales como la siderúrgica, pero, en contraparte, el aumento de costos afectó sectores como la manufactura y el comercio minorista. De hecho, para el caso de la guerra comercial con China, se estima que redujo el crecimiento del PIB de Estados Unidos entre 0.3 y 0.5 puntos porcentuales entre 2018 y 2019, según el FMI.

El déficit comercial de Estados Unidos aumentó en ese período, alcanzando US$678,700 millones en 2020, el más alto desde 2008. Esto a pesar de que se redujeron las importaciones chinas. Esto implicó redireccionar los mercados de abastecimiento y, por tanto, aumentaron desde otros países como Vietnam y México, con lo cual la balanza comercial continuó mostrando un déficit en cuenta corriente debido a la marcada dependencia de bienes importados (aspecto que matizamos más abajo).

En otro aspecto, el peso de estas medidas lo cargó (como es la norma) la clase trabajadora, ya que el empresariado simplemente trasladó los costos al precio final. Las medidas adoptadas encarecieron los productos importados, como electrónicos, electrodomésticos y materiales industriales, con lo cual se redujo el poder adquisitivo de los consumidores. Esto en un país que, como ya quedó anotado, depende muchísimo de las importaciones es un dato sensible. De hecho, la Reserva Federal de Nueva York estimó que la inflación aumentó en ciertos sectores, con un costo estimado de US$900 por hogar anualmente.

Asimismo, Trump “justifica” el uso de los aranceles como represalia contra los “otros” que se aprovecharon de los Estados Unidos, a los cuales responsabiliza por la decadencia estadounidense. Esta narrativa le puede servir (temporalmente) para agradar a una población que reciente no poder alcanzar el “sueño americano”; una clase trabajadora que se ve precarizada o desempleada en un país que está cada vez más dedicada al capital ficticio (inversiones bursátiles) que al real (industria).

De acuerdo con El País, un informante de alto rango acepta que “los aranceles recíprocos” son un engaño: “el modelo se basa en el concepto de que el déficit comercial que tenemos con un país determinado es la suma de todas las prácticas comerciales desleales, la suma de las trampas” (ver Trump declara la guerra comercial al mundo con un arancel universal del 10%…).

De esta forma, Trump sencillamente dice que «nuestros contribuyentes han sido estafados durante más de 50 años, pero eso no va a ocurrir nunca más». Lo cual esconde que la mayoría de países en el mundo tiene un intercambio desigual negativo con Estados Unidos, la mayoría son explotados y expoliados por el imperialismo estadounidense. Si bien el déficit comercial en 2024 fue de US$1,2 billones, se compensa con las exportaciones de cuentas de capital y financieras, es decir, las exportaciones de servicios que presentan un superávit por US$1,1 billones.

El consenso neoliberal en cuestión

Yunes caracteriza al gobierno estadounidense de la siguiente forma: “hemos visto que uno de los sellos de Trump 2.0 es que no da por sentada ninguna alianza estratégica, mucho menos táctica, ni siquiera con los socios históricos de EEUU” (ver Hacia nuevos y mayores choques entre bloques, entre naciones… y entre clases). Agregamos que otro de sus sellos es empeñar el terreno ideológico en aras de sus objetivos. Trump no repara en quemar puentes tras su paso.

Además de las consecuencias económicas y comerciales ya señaladas, el otro perdedor es la idea del librecambismo neoliberal. Este es un pilar del capitalismo globalizado actual. Es un consenso (en términos de la burguesía) que los aranceles producen precios más altos, menos opciones de compra, represalias y no logran beneficiar a largo plazo a las industrias que pretende proteger. Trump no repara en esto y describe a los aranceles como «la palabra más hermosa del diccionario».

Al respecto, recientemente la BBC tituló que “los aranceles de Trump pueden poner en riesgo la era del libre comercio que impera desde el fin de la Segunda Guerra Mundial” (bbc.com). Aunque, como tal, en realidad se terminó de convertir en la norma en la era del «Consenso de Washington». Lo cual está en sintonía con el análisis de la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie de ruptura de los consensos que sostenían el mundo hasta este momento.

Trump está manoseando las reglas del juego, lo cual no es bien recibido por la mayoría de las burguesías nacionales y las bolsas de valores: “Los futuros del Dow Jones cayeron más de 900 puntos al anochecer, o 2,19%; mientras que los futuros del S&P 500 perdieron 3,38% y los futuros vinculados al Nasdaq 100 cayeron 4,28%. La caída de los futuros fue generalizada, con acciones de Apple, Nike y Walmart —empresas con cadenas de suministro que cruzan el mundo— todas cayendo” (ver Conclusiones de los aranceles del «Día de la Liberación» de Trump). Al mismo tiempo, la BBC alerta: “todavía no sabemos hasta dónde será capaz de llegar, pero si lo que ya está sobre la mesa se cumple, elevaría los aranceles promedio a su nivel más alto desde la década de 1940, lo que marcaría un nuevo capítulo para el comercio global” (bbc.com).

Para Estados Unidos las políticas impulsadas por Trump son un tiro en el pie, ya que tras un breve momento de “triunfo” viene el golpe en la pared de las consecuencias tanto internas como externas. Sin duda alguna el efecto más duradero de estas medidas es la percepción de que Estados Unidos no es confiable, no importa si se es amigo o enemigo, en cualquier momento se puede tener la cabeza en la picota.

Yunes asevera que “El bloque de “Occidente” sigue liderado por EEUU, pero las fisuras con Europa, como vimos, son cada vez más profundas, a la vez que asoman nuevas alianzas” (izquierdaweb.com). Para muestra un botón: esta semana, Japón y Corea del Sur, aliados históricos e incuestionables de Estados Unidos, alcanzaron un primer convenio para avanzar en un “acuerdo de libre comercio” con China (ver Acuerdo entre China, Japón y Corea del Sur para contrarrestar las tarifas de Trump en izquierdaweb.com).

Las medidas anunciadas evidentemente no se quedan sin respuesta y, posiblemente, en los próximos días se publiquen medidas de contra respuesta por parte de los países afectados. Ya de previo, Canadá impuso tasas de importación por miles de millones de dólares, Europa amenazó con gravar bienes por US$28 mil millones y China impuso un 15%, principalmente a los productos agrícolas. Un conflicto arancelario está a la orden del día y dependiendo del desarrollo de los acontecimientos (en medio de un mundo convulso y en reorganización) pueden soplar los vientos a puertos inciertos.

En esta batalla en la que las represalias van y vienen, los principales perjudicados es la clase trabajadora de todos los países, que deben asumir el costo de los juegos por arriba. Está claro que la guerra de aranceles de Trump no es una solución a los problemas estructurales del imperialismo norteamericano, sino una medida defensiva que va incrementar las tensiones inter-imperialistas. Es decir, no eliminan las contradicciones del sistema, sino que pueden agravarse al generar represalias comerciales, encarecer los bienes y debilitar el comercio internacional, lo que puede desembocar en nuevas crisis y conflictos económicos.

 

El cuestionamiento al modelo comercial (capitalista) actual se está dando principalmente por derecha y en formato conservador, en el marco de un aumento de los conflictos por la hegemonía imperialista en el mundo. Esa grieta hay que aprovecharla desde la izquierda revolucionaria: hay que explotar la idea de la posibilidad de una perspectiva contraria, una opción anticapitalista ante el desastre económico, social y ambiental actual.

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