La geopolítica del trumpismo

XX Conferencia de la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie, Buenos Aires, 22, 23, 24, 25 de febrero de 2025.

Texto apenas editado del informe dado ayer por Roberto Sáenz en la apertura de la Conferencia Internacional de nuestra corriente con la participación de delegados de Francia, Brasil, Costa Rica, EE.UU. y la Argentina en la previa al V Campamento Internacional de nuestra corriente 

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Hay dos grandes hechos políticos internacionales, de dimensiones distintas pero ambos significativos. El primero es la llegada de Trump a la presidencia de EE.UU.; lo que llega es un Trump con un perfil más definido que en su mandato anterior y, más allá del estilo siempre bravucón, mucho más asertivo. Es la representación simbólica de un conjunto de modificaciones que han ocurrido en la esfera política y geopolítica internacional; Trump no sólo es un motor, también una representación de la llegada a un “nuevo mundo”.

Paralelamente, a un nivel distinto, lógicamente, pero también como encarnación extrema del mundo nuevo en el que entramos, ocurre el fenómeno de Gaza, que impacta “simbólicamente” en la opinión pública mundial, no sólo por las amenazas de Trump y Netanyahu, sino por la escenificación de la guerra civil, de las leyes sangrientas de la guerra civil, que está expresando Hamas. Y defendemos eso aunque no apoyamos políticamente a Hamas, porque así es la guerra civil.[1]

Hay varias guerras, está Ucrania y el Congo, pero desde el punto de vista simbólico, la “escenificación” –muy real– que Hamas hace de la guerra civil es también muy contemporánea, propia del mundo en el que estamos entrando, y marca un quiebre con la etapa anterior de consenso, democracia burguesa y dominio del centro político; por eso aparece como una cosa extremadamente disruptiva.[2] No son nuestros métodos en el sentido de su ideología, ni nuestro programa, claro está, pero en relación a tomar rehenes, por ejemplo, estamos a favor: son las leyes de la guerra civil.

Entonces hay, como se dice ahora, un pulso mundial en la coyuntura internacional, que está muy ligado a Trump y Netanyahu y lo que vaya a ocurrir los próximos días en Gaza. Más que en Ucrania, porque este pulso en Palestina es un pulso feroz.[3]

Esto tiene un peso específico distinto, no es lo mismo Trump que Hamas, pero el mundo de “Trump 2025” es un mundo que confirma la caracterización de que entramos en una nueva etapa internacional, una etapa de disrupción. En la búsqueda de un nuevo ordenamiento político, geopolítico y económico y de las relaciones de fuerzas, es un mundo más brutal, donde las relaciones de fuerzas entre Estados –y las relaciones entre las clases– se empiezan a expresar de manera más feroz, más directa.

Nosotros hicimos esa definición descriptiva de etapa de crisis, guerras, reacción, barbarie y revoluciones, y deberíamos agregar colonización y guerra civil, y lo que está pasando ante nuestros ojos es la segunda era de los extremos de nuestra contemporaneidad. La primera era de los extremos fue la de 1914-1945; después hubo boom capitalista en occidente, revoluciones anticapitalistas, descolonización; luego vivimos el periodo del “apaciguamiento”, la mediación, la democracia burguesa, la década de gloria de EE.UU. en los 90. Después hubo quiebres con la crisis del 2008, el ascenso de China, la pandemia. Y ahora hay una nueva realidad que es importante ver qué nombre se le pone.

Todo el mundo en el marxismo ve que hay una nueva realidad. Qué nombre se le pone no es ingenuo, y hay varias polémicas. Hay compañeros marxistas de nivel, como Alex Callinicos, que sacó un libro llamado Una nueva era de las catástrofes, y efectivamente hay una situación de catástrofes en varios planos incluyendo el ecológico. Pero en la primera era de los extremos se miraron frente a frente la barbarie y la revolución, revolución y contrarrevolución. Y es muy factible que en la era que estamos viviendo, a escala corregida y aumentada, también se miren la cara revolución y contrarrevolución.

La definición no es ingenua ni puramente desinteresada: una era de las catástrofes, per sé, simplemente, te aplasta, es para ponerse a llorar. El libro de Callinicos habla de lo que todo el mundo habla, y el tema es cómo hablar de lo que no se habla. En la Argentina también, un joven “intelectual”, Martín Mosquera, saca un artículo en Jacobin donde se pregunta “qué nombre le ponemos a la derrota en la Argentina” (sic): ¿para qué sirve eso?, ¿no es mejor pensar cómo hacemos para evitar una derrota en la Argentina?[4] Otro ejemplo es el del papá de Mosquera, Valerio Arcary en Brasil: titula un artículo suyo “nunca estuvimos peor”… Gracias Valerio, es una gran ayuda para construir un marxismo militante. Todos sus títulos son así, en el mandelismo ocurre algo parecido aunque hay matices.[5] Son definiciones que, metodológicamente, nada tienen que ver con el marxismo revolucionario. El método del marxismo revolucionario obviamente es interesado, y hasta en las peores circunstancias busca puntos de apoyo para la acción (es interesante a este respecto el diálogo de Trotsky con C.R.L. James en 1939 a propósito de por qué al movimiento de la nueva IV Internacional le costaba tanto crecer en aquella época).

Arcary afirma que “estamos peor que en los años 30”… ¡pará! ¿Vos sabes lo que fueron los años 30? Guerra civil en España, revolución y derrota en Alemania, colectivización forzosa, campos de concentración y de exterminio… ¡pará un poco![6] Así, ninguna cosa tiene medida. La nueva era de los extremos en la que estamos entrando no tiene todavía esos niveles de barbarie ni, lamentablemente, esos niveles de revolución (amén de que no tiene una resultante tampoco, recién comienza, de ahí que sea vicioso y derrotista hablar de que estaríamos “peor” que en ese periodo, visto como un hecho consumado).

Es obvio que la nueva ala política que tomó el mando en el imperialismo en EE.UU., y que también tiene expresiones políticas en el ascenso de la extrema derecha en otros países, busca un rediseño del orden capitalista internacional y de las relaciones de clases, políticas, etc., que difícilmente pase sin sangre. Por ejemplo, la masacre que preparan en Gaza, donde tienen que matar a dos millones de personas para transformarla en una “Riviera de Medio Oriente” como bravuconamente la llamó Trump: ¿eso va a pasar así nomás?

En este nuevo periodo, los factores subjetivos están por detrás, eso es así. Pero los factores objetivos son de un peso tal que nos reenvían a la definición de Lenin en 1915, cuando en plena Primera Guerra Mundial dijo que se abría una situación revolucionaria, la famosa reversibilidad dialéctica.[7] Hoy no hay revoluciones todavía, la coyuntura es categóricamente adversa; no es un momento en el cual las rebeliones populares o las revoluciones equilibren la cancha. Pero la primera era de los extremos también se abrió con una derrota, porque la Primera Guerra Mundial fue una derrota histórica del movimiento obrero europeo, que después se revirtió con la Revolución Rusa.

Creo que los tiempos son distintos (a priori, más lentos); esta nueva etapa se abre con una iniciativa de las fuerzas de extrema derecha, más preventiva porque no hay fuerzas de masas que estén a la izquierda; es como una reafirmación feroz del capitalismo.

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Segunda definición: la llegada de Trump es una declaración de guerra a los explotados y oprimidos del mundo: trabajadores, trabajadoras, movimientos de mujeres y lgbt, pueblos colonizados, inmigrantes, movimientos ecológicos, a todos. Y también es un cuestionamiento al orden internacional que rige desde Yalta y Postdam (salida de la IIGM). Es una especie de bonapartismo internacional que expresa un intento de rediseñar el mundo y sus relaciones de clase a gusto y piaccere del sector imperialista que Trump representa; también expresa a otras fuerzas políticas de extrema derecha que se han fortalecido, lo que Macron llama la “nueva internacional reaccionaria” –el fascismo y el nazismo eran internacionalistas a su manera, hubo brigadas de combate de fuerzas fascistas de España y Francia en el frente oriental, combatiendo al “comunismo”–. Entonces, Trump hace su declaración de guerra, y hay que ver hasta dónde llega, separar las bravuconadas de lo real.

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Lo tercero, muy estructural e importante, es que hay un cambio de carril en el tipo de imperialismo que domina el mundo. El tipo de imperialismo que venía dominando hasta ahora, el orden neoliberal, que venía en crisis desde 2008, quedó a la defensiva.

El orden liberal clásico, de 1870 a 1914, estaba dominado por Inglaterra, que en aquella época era una potencia librecambista porque tenía una ventaja comparativa. Superada la guerra franco-prusiana, no hubo guerras, hubo crecimiento del capitalismo, emergió el imperialismo como forma económico-política; un orden de estabilidad relativa del mundo, una Pax inglesa podríamos llamarla.

El orden (neo)liberal, más globalizado, se abrió a fin de los 70 y reprodujo en cierto modo el orden liberal, el libre mercado atacó de nuevo. Tuvo su apogeo en los 90, y dio lugar a obras de intelectuales como Toni Negri, típico impresionista posmoderno, que decía que éste era un “orden descentrado”, donde no había Estados. Europa dejó de invertir en armamentos, por ejemplo. Es un imperialismo que patalea y llora pero no tiene cómo defenderse; un “imperialismo posmoderno”. Cuando empezó la guerra en Ucrania, en Alemania los medios se quejaban que los soldados del ejército no tenían ni cordones para las botas…

Ese carril imperialista democrático-burgués entró en crisis, y se pasó a otro carril, mucho más visible ahora que en la primera presidencia de Trump, cuando parecía más aislacionista. Ahora no es aislacionista: dice “¿vos querés Ucrania y vos querés Taiwán? Está genial: ¿a mí qué me dan?”. Hay analistas que afirman que es todo para contener a China, lo cual parecería lógico, pero no sabemos si es así; más bien parece que se sientan los grandes “machos” y se reparten el mundo: abren un “nuevo juego”.[8]

Es otra lógica además, que tiene cosas conceptuales profundas. Desde el marxismo decimos que está el mercado mundial globalizado (más globalizado que nunca bajo el neoliberalismo) pero el capitalismo no puede superar las fronteras nacionales, la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones entre Estados. Bueno, la territorialización es el retorno del Estado, es el imperio de la política sobre la economía. Se vuelve a un estilo de imperio tradicional. El imperialismo que conocimos en las últimas décadas era desterritorializado, con exportación de capitales, deslocalización industrial, cadenas globales de abastecimientos, etc., esto es otra cosa.

Cuando EE.UU. vio que estaba llegando tarde al reparto del mundo a finales del siglo XIX, se comió lo que quedaba del imperio español. Después de perder Latinoamérica, a España le quedaba Cuba, Filipinas, Puerto Rico, y McKinley, el presidente de EE.UU. en ese momento (1897/1901), los conquistó. Filipinas pasó a ser un protectorado norteamericano, Cuba también. Theodore Roosevelt, que lo sucede, se suma a la lógica territorial. Esa lógica fue la que caracterizó también al nazismo y a Japón: estamos aislados y no tenemos recursos naturales, entonces buscamos “espacio vital” (Lebensraum); en el caso de los nazis era hacia el Este, hacia la URSS, y en el caso de Japón hacia el Pacífico.

Es un tipo de imperialismo territorializado, proteccionista, bonapartista, colonial, reaccionario antimoderno. Hay un neoliberalismo de explotación “woke”, como Zapatero en España: reformas neoliberales y reconocimiento del matrimonio igualitario; todo eso está en cuestión, y todas las corrientes políticas ligadas a eso están pasmadas, no entienden qué está pasando. Es como en el juego de la silla: se sentó Trump, se sentó Putin, se sentó Xi Jinping, y cuando se van a sentar ellos no hay más sillas donde sentarse.

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Entonces, vuelve un Trump mucho más radicalizado, que por supuesto se choca con factores mediadores. Pero creo que lo primero que están preparando es una masacre brutal en Gaza, porque no pudieron derrotar a Hamas; todos los días Netanyahu hace discursos de venganza. Tiene el contrapeso de los familiares que quieren que todos los rehenes sean liberados, y Hamas sabe que si liberan a todos los van a masacrar. Hoy termina la primera fase y la segunda fase no se sabe cuándo se va a discutir, y es probable que no haya ninguna. Estos días hubo una nueva ola de ofensiva sionista reaccionaria asquerosa internacional.

Se abrió un pulso. ¿Qué quiere decir? Que se abrió una cosa parecida a la que se abrió con Milei en la Argentina aunque mucho más dramática, un pulso entre las manifestaciones de voluntad y los hechos materiales.

Se abrió un pulso en el terreno político con los inmigrantes, donde hubo manifestaciones de vanguardia, profesores y profesoras diciendo “en esta escuela no entra la ICE”, todo un pulso donde está metida la Justicia más que el Partido Demócrata. Pero también había miedo en la comunidad inmigrante.

Se abrió un pulso con Ucrania. Hoy los medios afirman que Trump no quiere que esté Zelensky sentado en la mesa. Da la impresión de que en Ucrania sí hay desmoralización y desgaste, no es una población como la palestina, no está radicalizada.

Se abrió un pulso con Gaza, pero ahí sí hay radicalización.

Se abrió un pulso con Panamá. Parece un chiste, pero depende de qué negociación haya. También con Groenlandia.

Es un pulso en tres niveles: político, geopolítico y económico. El geopolítico es bastante claro: te quedás con el pedazo de Ucrania que tenés, pero ¿a cambio de qué? Lo que dijo Trump sobre Ucrania es un salvajismo: “queremos el 50% de los recursos naturales”, un saqueo peor que el de las colonias, falta que diga “queremos volver a la esclavitud”. Pero ese no es el negocio; uno de los “cambios” es que ni China ni Rusia se meten en Gaza, y EE.UU. se hace cargo de la “Riviera de Medio Oriente”; delirante.

Pero eso es insuficiente. ¿A cambio de qué otra cosa? Para mí es un juego que incluye a Xi Jinping; Pierre Rouset dice que Musk declaró que está a favor de darle Taiwán a China; ¿a cambio de qué? Es un derrumbe total del viejo orden: te doy Taiwán pero entonces me quedo con Groenlandia

En Europa se dice que “esto es Munich”, refiriéndose al tratado de Munich de 1938 donde Chamberlain y Daladier le aceptan a Hitler todas las conquistas territoriales en la zona alemana de la ex Checoslovaquia (los llamados sudetes). Es una mirada muy desde Europa, pero parece que los potenciales acuerdos fueran a costa de Europa: no tenés armas, jodete.

“A cambio de qué” es la discusión en el pulso sobre Ucrania. Munich del 38 fue pura capitulación, pero Chamberlain y Daladier no tienen nada que ver con Trump, querían evitar la guerra porque estaba todavía el trauma de la Primera Guerra Mundial. Esto es otra cosa: hay una negociación secreta por otra cosa, donde Putin podría decirle a Trump, “no te preocupes, yo en tu Hinterland no me meto”, entonces nos levantamos un día y resulta que llegaron las tropas yanquis a Panamá, y Putin y Xi Jinping se callan la boca.

Entonces, ¿cuál es la estrategia?, ¿girar al sudeste asiático, al Pacífico? No se sabe, puede ser otra, repartámonos el mundo de otra manera. Es intuitivo lo que les digo porque la otra parte de la negociación no la sabemos; es una negociación secreta, y ya ratificaron que Ucrania no está invitada; es un escándalo.

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Hay un pulso de Trump y la extrema derecha con la lucha de clases también. Hoy Musk apoyó de nuevo a la AfD, “la única alternativa para Alemania es la AfD”. El principal apoyo de Milei es Trump. Ayer Banon hizo de nuevo el saludo nazi, y el segundo de Le Pen se retiró: Le Pen y Meloni están muy normalizadas. Empezó a haber marchas en EE.UU. contra las medidas de Musk de despidos en el Estado, que todavía no pasaron porque están judicializados, como el DNU en la Argentina.

Si hay un pulso es que hay vida, y es un pulso de polarización social y de clases. Tampoco creo que Hamas no se dé cuenta de que los van a querer arrasar, y que no esté aprovechando el tiempo de la tregua para aprovisionarse, hacer de vuelta los túneles, etc.; además Hamas no tiene adónde irse, porque ya dijeron que los quieren destruir, y no les queda otra que ganar tiempo y prepararse para el choque.

La situación en Gaza es de guerra civil; eso se resuelve con más sangre (ya hay 70.000 asesinados y 110.000 gravemente heridos). En Ucrania no sé, me parece que no, porque el enfrentamiento se militarizó demasiado y la gente está harta. No veo a los ucranianos insurreccionándose contra la entrega del país.

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Hay discusiones teóricas que se reactualizan. Primero, volvió la historia, en el sentido de que vuelven las comparaciones con lo que está pasando hoy. Por ejemplo, el debate sobre el imperialismo era aburrido, inactual; ¿qué era el imperialismo?: el FMI. Hoy el imperialismo es una bota que te quiere aplastar, se reparten países, se remilitariza el mundo, se transforma en actual el debate, entonces a ver qué decía Lenin, qué decía Rosa, es actual, no para las calendas griegas.[9]

Por ejemplo, el acuerdo de Munich del 38, de los que están acá en la reunión, ¿quién recuerda qué fue? El relato del reparto de Europa oriental entre Churchill y Stalin en Moscú a finales de 1944, ¿todos lo conocen? Se reparten Grecia, Yugoslavia, el resto de los Balcanes y el Mariscal Tito se levantó contra eso y rompió con la URSS. Vuelven las comparaciones con un periodo distinto del que vivíamos, cuando las cosas se decidían por relaciones de fuerzas desnudas. Bueno ahora va a ser lo mismo reloaded.

Vuelve otra discusión, que es la dialéctica entre guerra, revolución y guerra civil. En Gaza hay elementos de guerra civil, no es una guerra a secas porque es totalmente asimétrica. La acción de Hamas tiene cosas que repudiamos, pero tiene también elementos de guerra civil legítima de autodefensa. La guerra civil es así, ojo por ojo, diente por diente; ¿dónde está la escuela de guerra civil hoy en el mundo?, en Gaza. Tiene esas leyes la guerra civil, como las del Código de Hamurabi de 1756 antes de Cristo, el principio de reciprocidad. Con la modernidad la codificación cambió, la justicia no es retributiva sino –supuestamente– reparadora; pero en la guerra civil no rige eso. Pueden leer el debate de Trotsky con Serge (Su moral y la nuestra); Serge era un alma buena, pero estaba totalmente equivocado: “por encima de todo la vida humana”, y no es así, por encima de todo está la lucha de clases, si no, te fusilan (Sussi Weisman tiene una buena biografía sobre Serge donde queda “desnudo” en relación a esta ubicación y otras de finales de los años 30).[10]

Si ocupan militarmente Panamá, no va a ser tan fácil. Panamá tiene mucha tradición antiimperialista. Los yanquis ya estuvieron en Centroamérica con William Walker y los filibusteros, intentando una intervención territorial, y los fusilaron.

También hay un debate teórico sobre cómo se miden las relaciones de fuerzas. ¿Se miden sólo desde el punto de vista superestructural electoral o hay un espesor más complejo entre lo que se ve y lo que no se ve, entre lo objetivo y lo subjetivo? Cuando decimos que hay reservas estamos enfrentándonos también con los “apologistas de la derrota”; no hay el mismo esfuerzo por descular la barbarie que por descular la revolución. Nosotros seguimos con la idea del reinicio de la experiencia histórica, y que por arriba las cosas se ven muy difíciles, pero por abajo hay puntos de apoyo para la acción debajo de cada “baldosa”.

¿En qué medida, si las formaciones de extrema derecha ganan, van a empezar a surgir formaciones antifascistas en Europa? Acá el antifascismo es una chantada, es el frente con el peronismo, el “antifascismo” es votar a Cristina… El fascismo, antes que nada, es un movimiento de masas extraparlamentario. Ahora llaman “fascismo” a cualquier cosa. ¿Cuántas fuerzas fascistas extraparlamentarias hay en el mundo? Kevin Anderson dice que Trump tiene un movimiento fascista pero “lo tiene escondido”… Las tropas de asalto del fascismo no eran clandestinas, eran cientos de miles de personas, ¿adónde las iban a esconder?

A la extrema derecha la podés denunciar como fascista o fascistoide, pero hay que saber de qué estamos hablando, porque las relaciones de fuerzas hay que medirlas al milímetro, no desconocer los peligros pero tampoco exagerarlos porque así le cedés el terreno al enemigo (creemos recordar que Tanuro alerta sobre esto).

Por supuesto hay regímenes súper autoritarios y reaccionarios, pero son más bien fuerzas estatizadas, aunque pueden cuestionar el régimen político, atención. Algunas fuerzas sí tienen base de masas explícita, como el bolsonarismo en Brasil, que moviliza mucha gente, Milei no junta ni mil personas.

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Hay otro elemento del cual se habla menos. Hay un problema de dirección muy grave, porque hay una bancarrota terrible de lo que podríamos llamar la “socialdemocracia”, una bancarrota/desmoralización. Mientras las fuerzas de derecha son parlamentarias y extraparlamentarias aunque no tengan formaciones fascistas, la socialdemocracia internacional, el PT, el kirchnerismo, no movilizan a nadie, sólo actúan en las instituciones.

Además están sin brújula: ¿qué orden reivindican? Porque ya no hay manera de volver al orden anterior; el mundo se les impuso. Las tres potencias son EE.UU., Rusia y China, y Europa no tiene armas. Son fuerzas adaptadas al orden anterior, no giran al nacionalismo burgués, mucho menos al anticapitalismo.

Igual tenemos una dificultad, la vanguardia de masas progre es posibilista, no es anticapitalista (existe un anticapitalismo difuso entre la juventud de los Estados Unidos, por ejemplo, pero le falta madurar). Mientras la extrema derecha se está radicalizando, las fuerzas socialdemócratas son cada vez más light.

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Hay pulsos que hablan de las fuerzas que conocemos: movimiento de masas, movimiento de mujeres, Gaza. Hay marchas contra la AfD en Alemania, pero no alcanza con marchas pacíficas para enfrentar a la AfD, que no está tan normalizada como Le Pen. Hace falta sangre. No podemos producir sangre solos, pero por ejemplo en Argentina, donde el GBA es el far west, hay una descomposición terrible acumulada por el kirchnerismo agravada por el mileidismo, les roban las motos a los repartidores y las llevan a las villas. Hubo un grupo de repartidores que juntaron coraje, se organizaron, se metieron en la villa sin armas, y empezaron a gritar “devuelvan la moto”, y al rato en una esquina apareció la moto. Eso, aunque parezca muy chiquito, es una acción independiente, y ya lo hicieron dos veces. Al Sitrarepa lo invitaron a la televisión, y estamos yendo a defender esas acciones, con los cuidados del caso: la salida no es individual, es colectiva, y los compañeros se organizaron para recuperar su herramienta de trabajo. Eso va en contra del régimen político, porque es tomar las cosas en nuestras manos. El Estado es cómplice de los chorros, la policía les decía que la moto “no iba a aparecer nunca”, que ya la habrían “desguazado”. Hicieron la experiencia con la policía y después se metieron a la villa.

En el pulso van a surgir fuerzas, es materialista; lo que dicen los apologistas de la derrota no es materialista. Van a surgir fuerzas hasta por el reino de la necesidad, te quedás sin moto y te quedás sin vida, tenés que mantener a tus hijos.

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Líneas de delimitación: estamos por la independencia de clases y no por la conciliación de clases. Frente único obrero sí, frente antifascista no.

Pleitesía al régimen político no, acción independiente sí. Ninguna confianza en los parlamentos.

Grupos de autodefensa antifascista, sí.

Marcha rutinaria de las velas y el silencio, no. Cortar la ruta, sí.

La corriente tiene que estar a la extrema izquierda de los desarrollos reales.

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Hay un doble juego que es el peso del acontecimiento. Se considera que un acontecimiento es algo “secundario” en el marco de la larga duración. Pero hay otros intelectuales que te dicen que la larga duración es una dialéctica marcada por cortes, una definición que está en Lenin y Stephen Jay Gould que prácticamente lo copia de él: el desarrollo puntuado. Lenin dice que hay una vieja teoría de la evolución y una nueva, que está marcada por cortes, guerras, catástrofes, revolución (el texto sobre Marx para el diccionario Gramar, 1914).[11]

Trump refleja que ya cambió la estructura del mundo, no del mundo material pero sí la estructura política y geopolítica mundial. Marca un quiebre, ya cambió, ya estamos en otro mundo. Expresa en el terreno superestructural el peso del acontecimiento, es ya una nueva cristalización.

Primero es el peso, el volumen del acontecimiento, porque el acontecimiento tiene su volumen si es la gota que rebalsa el vaso (cambio en calidad). Trump es la personificación de la emergencia de una nueva etapa mundial; el viejo mundo no está más, y es una utopía reaccionaria volver al viejo mundo. Por eso están tan mal las corrientes socialdemócratas, porque no se puede volver al viejo mundo.

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¿Quién crea a quién? ¿El nuevo mundo creó a Trump o Trump crea al nuevo mundo? Primero el mundo creó a Trump, y después Trump trata de crear el “nuevo mundo”. No es que Rusia ni China derrotaron a EE.UU., nadie dice eso, ni que China es más fuerte militarmente que EE.UU.; especialistas en China como Pierre Rousset afirman lo contrario, que EE.UU. sigue primero en la carrera militar.

Pierre Rousset también dice que es falso que EE.UU. haya perdido la guerra tecnológica, aunque efectivamente haya una reacción de Trump frente al avance cualitativo de China.

Las tendencias agregadas del mundo plantean otro juego; Trump dice que la manera de resolver el problema de la acumulación capitalista, del crecimiento mediocre, es apropiarse directamente de la renta, apropiación directa de territorios, de porciones del globo (hay que reestudiar la teoría de la renta “geográfica” en Marx para entender esto).[12] Entonces se desata una guerra por el reparto del mundo, por los recursos naturales, por la renta minera, agraria, hidrocarburífera, cibernética, aeroespacial, etc.

Trump parece querer ir a una negociación, pero la puja interimperialista no está saldada. En la vieja lógica del imperialismo Ucrania era esencial; en la nueva lógica, es inesencial. En la nueva lógica del imperialismo lo importante es el hinterland (el espacio cercano). Por eso quiere repartirse el mundo con Putin y Xi Jinping sin guerra, quiere el premio Nobel de la paz… A Putin le dice “te doy Ucrania”, ¿y Putin qué le da? Lo que quiere es territorio, y que no lo jodan. A China le dice que se vaya de los países árabes y le da Taiwán pero con esto no alcanza. ¿Qué más quiere Trump?

Las circunstancias encontraron el personaje perfecto, un personaje transaccional que abre un nuevo juego. Y eso hace estallar la política mundial, porque este nuevo juego no se veía desde hace mucho tiempo (desde la posguerra). Las fronteras eran incuestionables en el viejo mundo, el del pacto de Yalta y Postdam. Ahora viene el tipo y dice “ya no hay más fronteras, discutamos todo de vuelta”.

Lógicamente acá falta un “pequeño” factor en la ecuación, y es que en el medio hay millones de personas. Es lo que le dice Churchill a Stalin cuando se reparten Europa en la servilleta. Churchill le pregunta a Stalin si quiere que rompa la servilleta para que no queden evidencias de ese sucio acuerdo: “¿No le parece que es muy cínico que nos repartamos millones de personas en una servilleta?” Y Stalin dice “No, quédese con la servilleta”…

En el medio están las masas, entonces hay como un doble pulso. Uno es cómo se van a repartir el mundo. El otro es Gaza, que es un movimiento de masas. Entonces, cuando recién empieza un pulso, aunque empiece por la vía reaccionaria, dar una definición derrotista es ridículo, es como tirar la toalla en el primer round (¡que malos boxeadores serían los Arcary o los Mosquera que en el mundo hay! ¡tipos que no conocen el barro, que no han puesto los pies en él!). El pueblo palestino no hubiera logrado el triunfo que logró con la tregua, que aunque sea “efímero” tiene moralmente mucho peso, si hubiera tirado la toalla.[13]

El tercer problema, en el nuevo mundo Europa parece estúpida, no estaba preparada para este mundo, es como la socialdemocracia.

Es un mundo tan nuevo que pueden surgir guerrillas, más terrorismo; hubo muchos eventos de terrorismo individual en varios países europeos en estos días. Hay una tendencia a la brutalización de la vida política, y hay que estar preparados para eso.

Hay una tendencia que expresa Trump que es a la explotación por saqueo, de fuerza de trabajo precaria, de recursos naturales, y hay un pulso también por la conquista del espacio por saqueo. Porque no hay más regulaciones, hay una tendencia a privatizar los emprendimientos.

El escepticismo es no ver a las masas que están en medio de todo eso. Invadir Panamá es un delirio, es factible que se ponga de pie toda América latina. Si desembarca en el Canal de Panamá va a haber movilizaciones de masas en toda América latina.

Groenlandia es más fácil porque hay muy poca población. Y cómo está cerca del Ártico que se está descongelando, hay muchos recursos naturales. Puede ser parte de una transacción y puede que Dinamarca tenga que doblar el espinazo.

12

El lío que tenemos con el movimiento de masas es, primero, que las dirigen las direcciones tradicionales; segundo, que no están para nada a tono con el mundo, están en el carril anterior, y el mundo cambió de carril; tercero, que el trotskismo está mal, porque las condiciones no son fáciles; aunque hay un montón de posibilidades para desarrollarse, las condiciones no son las mejores. Por eso existen todo este tipo de sectas, desde los derrotistas hasta gente como el PTS, en cuyos análisis no hay cortes, es todo lo mismo, “el mismo mundo de siempre”…

La coyuntura es adversa porque todavía no hay respuesta a la altura de los ataques. Pero hay un espesor social, hay vida, hay multitud de organizaciones y multitud de relaciones de fuerzas. Por eso está mal Arcary que sólo ve a Lula y a Bolsonaro y se pone a llorar. Hay una microfísica del poder (Foucault) que no está resuelta para nada; son capas geológicas de relaciones de fuerzas: sociedad civil, recursos judiciales, chicos que salen de la escuela y se van a movilizar en LA en defensa de los migrantes, de todo, pero para ver eso hay que ser militante, meter los pies en el barro, no ser puramente intelectual que ve las cosas desde una torre de marfil (es feo decirlo, pero hay un problema de clase en esto).

La geopolítica es una porquería, porque te hace ver sólo la “macrofísica del poder”, las relaciones entre Estados, que aparecen como reemplazando a la lucha de clases, a la política, y a nivel de la macrofísica no se ven las masas, no se ve el nexo guerra, revolución, guerra civil; pero hay una microfísica que está presente (parece que nadie se acuerda de la definición de Lenin de transformar la guerra mundial en guerra civil).[14]

Ahora se vienen elementos de guerra civil en la lucha de clases, no es lo mismo que la rebelión popular, es otra cosa. Todavía son muy incipientes, y estamos hablando de ser la “extrema izquierda” de los procesos de lucha, no de cualquier cosa, ojo; ultraizquierda no, “extrema izquierda” en el sentido francés, estar ubicados en el ala izquierda.

Tampoco estamos diciendo que frente único no; pero para luchar, no para capitular. Está el modelo de Trotsky de frente único contra el fascismo de los años 30, y el modelo de Rosa de huelga de masas, que surge más espontáneamente desde abajo. ¿Cuál es el modelo que se aplica? En la década del 30 la socialdemocracia era una fuerza de masas a la que el Partido Comunista le podía disputar la base; ahora las relaciones de fuerzas son muy malas. En la Argentina nos va mejor cuando hay un público que sí quiere pelear, te escucha y salís. Cuando vamos al frente único es más difícil, porque no es para luchar. Lamentablemente, el frente único no está funcionando, porque no quieren pelear y no tenemos la envergadura para obligarlos.

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Hay que saber buscar los lugares donde se concentra la vanguardia, porque en lo descentralizado cagamos, las masas nos quedan demasiado grandes. Todavía sufrimos la corriente bajante, que sigue siendo más fuerte que la ascendente. Nos paramos desde el punto de vista generacional, político, teórico, etc., en la corriente ascendente, pero es débil todavía esa corriente por la crisis de alternativa.

En la Argentina también hay un pulso. Milei es un idiota, pero es el portaestandarte de la burguesía para un país extractivista, lo quieren hacer mierda al país, y si derrotan a la clase obrera vamos a sufrir. En el mundo también, si Trump rediseña el mundo a su gusto y piaccere y se impone, va a haber un retroceso en la lucha de clases.

Entramos en una nueva época de barbarie y revolución que es mejor que “acorte sus tiempos”, porque no llega el planeta; hay una carrera de velocidades también. Hay un elemento catastrófico actuando, es real eso. Trump dijo “perforar, perforar, perforar”, y dio a entender que podría reformar la Constitución para quedarse. Río de Janeiro ya tiene 60 grados, ¿cuánto puede crecer la temperatura?

Entramos en la nueva era de los extremos con una corriente que está bien políticamente pero que numéricamente todavía es limitada, evidentemente; la construcción no es fácil, pero con la cabeza bien ordenada podemos hacer historia.


[1] Hamas es una de las pocas direcciones del movimiento de masas, de un movimiento de masas como el Palestino, que saca hoy en día “los pies del plato” y que ya está impactando con corrientes como los núcleos maoístas que comienzan a aparecer aquí o allá, entre otros.

[2] La representación de la entrega de los cadáveres de la familia Bibas son, si se quiere bajo formas jihadistas, la expresión misma de la guerra civil.

[3] No aparece un movimiento de vanguardia de masas que apoye por la izquierda la causa ucraniana y se entiende por su emblocamiento con la OTAN. Sin embargo, el “pulso ucraniano” está impactando de lleno en la política europea.

[4] La etapa reaccionaria bajo Javier Milei es difícil, pero hablar ya de derrota es un insulto a la inteligencia marxista. No acaba de empezar el año y ya hemos tenido dos crisis políticas del mileidismo: la situación pos discurso de Davos y la marcha del 1F y, ahora, el escándalo cripto.

[5] Nos llamó la atención un reciente artículo de Daniel Tanuro que coloca ciertas mediaciones a los análisis más impresionistas de la llegada de Trump 2.0.

[6] Los invitamos a leer nuestro reciente artículo “Auschwitz: Marxismo y Holocausto”, en izquierda web.

[7] Hablamos de esto en nuestra intervención en la última edición de Historial Materialism en Londres, en noviembre pasado: “Sobre Lenin, Hegel y la dialéctica del siglo XXI”.

[8] Se sientan en la mesa los nuevos “tres grandes” sólo que ahora China reemplaza a Gran Bretaña.

[9] El concepto de actualidad en Hegel, si mal no recordamos, era algo por el estilo: algo que tiene presencia, que está presente.

[10] Desnudo para nosotros porque Weisman defiende a Serge contra Trotsky.

[11] Un texto rupturista de Lenin con la tradición de la II Internacional porque arranca su análisis por la dialéctica.

[12] Remitimos a nuestro “La rebelión de las 4 x 4” aunque nuestro ámbito de aplicación era el campo argentino.

[13] El artículo de Jacobin sobre la tregua en Gaza es repugnante.

[14] Corrientes como el PTS también se mueven demasiado en el terreno de la “macrofísica” (se sobreentiende, en los análisis; sus masas siempre son mudas, no existe la preocupación por la subjetividad, no existe balance del estalinismo, son anticapitalistas pero no socialistas).

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