Brasil: una coyuntura electoral y política indefinida

Convocan a movilizar masivamente los próximos 11 de agosto y 7 de septiembre para derrotar las amenazas golpistas de Bolsonaro.

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Traducción del portugués Luz Licht

Sin las masas en las calles no hay garantías contra el golpismo y contra los ajustes post elecciones del próximo gobierno. En este 11A y en las demás luchas, vení con la «Bancada Anticapitalista» (Tribuna Anticapitalista), con la Juventud del ¡Ya Basta!, con las Vermelhas y con Socialismo o Barbarie a constituir una columna combativa, independiente y anticapitalista como parte de la construcción de un frente de izquierda socialista.

La última encuesta de intención de voto del instituto Data Folha marca un escenario de estabilidad en la carrera presidencial con Lula (PT) al frente seguido de Bolsonaro (PL). En general, mientras Bolsonaro gana puntos entre mujeres, los más pobres, nordestinos y evangélicos, Lula avanza entre hombres, negros y los más ricos.

Lo primero a destacar es que en relación a la intención de voto, Lula tiene un 47%, Bolsonaro un 29%, Ciro (PDT) 8% y Tebet (MDB) 2%. Así, Lula aparece con 18 puntos frente al segundo candidato. En relación a los votos válidos, Lula tiene un 52% – tenía un 53% en la encuesta anterior – Bolsonaro un 32% y Ciro 9%. Según la encuesta de PoderData, Bolsonaro tiene un 50% de rechazo y Lula un 37%, siendo el candidato menos rechazado hasta ahora. En esta encuesta, Lula vio su nivel de rechazo reducido en un 1 punto y Bolsonaro en 2 puntos en relación a la encuesta anterior de este instituto.

De acuerdo con el aporte de la encuesta del Estadão, que marca la media de las encuestas de varios institutos, del 29 al 30 de julio, Lula tuvo una reducción de la intención de votos poco significativa que fue de 46% a 45%, una diferencia de 15 a 14 puntos. Considerando también que el 71% de los electores afirma que están totalmente decididos sobre a quién votar, según DataFolha, existe una tendencia hacia la estabilización.

Además de esa miríada de números, entran en escena otros factores que precisan ser considerados para que nuestro análisis no sea unilateral y pueda estar abierto a las posibles dinámicas de la realidad. El gobierno viene tomando una serie de medidas de carácter institucional y no-institucional que, depende de cómo se perciban entre la población y de la lucha política que tenga lugar hasta las elecciones, puede tener repercusión en las intenciones de voto, haciendo a Bolsonaro oscilar positivamente y mejorar el escenario para sus intenciones golpistas.

El gran problema en un escenario como este es que los dirigentes del movimiento de masas – Lula y su burocracia – apuestan contra la movilización en las calles para repeler al golpismo porque apelan siempre a las salidas por arriba y negociadas con los patrones y sus representantes. Es justamente para destrabar los bloqueos a la acción del movimiento de masas que tienen que actuar todas las organizaciones socialistas independientes Principalmente tras la traición del PSOL a la independencia de clase, a la lucha directa de las masas y la construcción de una alternativa a izquierda del lulismo al entrar en la fórmula de conciliación de clases Lula-Alckmin.

La “Ola rosa” influye en Brasil, pero no resuelve todo 

Tenemos una coyuntura político-electoral en América Latina que después de una ola reaccionaria continental ha llevado el péndulo político más al centro. El ejemplo más reciente es el de la elección y asunción de Gustavo Petro en Colombia, un ex-guerrillero del M-19, primer político de izquierda en asumir el gobierno de este país.

Con la victoria de Petro ya tenemos 12 países de América Latina donde la izquierda amplia ganó las elecciones, si Lula gana en octubre pasamos a 13 países de un total de 20 de la región, inclusive en los que están entre las mayores economías. Pero la llamada “ola rosa”, con el péndulo político llevando al gobierno a formaciones de centro, puede encontrar en una posible elección de Lula su punto cúlmine y pasar a cambiar de signo a partir del próximo año con las elecciones argentinas de 2023.

Eso puede ocurrir porque estas formaciones de centro izquierda, en verdad, amplios frentes políticos de conciliación de clases, obtienen victorias en América Latina con la experiencia de las masas con el neoliberalismo de los años 90, pero la crisis económica al alcanzar la región a partir de 2012 hizo que esas formaciones pierdan sustentación política y sean sustituidas por formaciones políticas ultra reaccionarias a partir de entonces.

En los últimos años, con la prolongada caída de las commodities, estanflación y regresión en todos los niveles, hubo un retorno del progresismo, sin embargo, este sufre con las dificultades estructurales de América Latina y con el estancamiento post-pandemia agravado por la guerra en Ucrania. Obviamente que los gobiernos burgueses de conciliación de clases de los países dependientes no toman ninguna medida para superar la dependencia y mucho menos hacen reformas profundas– económicas o políticas. Al contrario, esta “ola rosa” al preservar los intereses burgueses es aún menos capaz de tomar medidas progresistas, tendiendo así a conformarse como gobiernos aún más al centro, más liberal-sociales que social-liberales como ocurrió en la primera ola a comienzos del siglo XXI.

La crisis del neoliberalismo hizo estallar olas de indignación llevando a gobiernos burgueses progresistas. Con la crisis económica y los límites del progresismo tuvo lugar una ola reaccionaria que llevó al poder a gobiernos de derecha y extrema derecha en América Latina. Más recientemente, la rápida experiencia con los gobiernos de derecha y toda la regresión trajo la ola rosa que puede, a partir de la elección de Lula, estar llegando a su fin. Gabriel Boric (Chile) con 5 meses de mandato ya tiene índices bajísimos de popularidad – un 35% de aprobación – y Alberto Fernández (Argentina) tendrá dificultades para ser reelegido en las elecciones del próximo año.

En este escenario, el péndulo político aún está en el centro, pero sufre una polarización a derecha, o sea, con formaciones de derecha y de extrema derecha que son suplantadas por formaciones y gobiernos de conciliación de clases que no resuelven los problemas vitales de los explotados y oprimidos. La lucha directa de las masas es imprescindible para cambiar la correlación de fuerzas y superar el eterno retorno a las condiciones estructurales de explotación y opresión.

La lucha en las calles es decisiva para una salida independiente

Pese a esta dinámica mundial del péndulo político más al centro y el cuadro general de polarización electoral por arriba, Bolsonaro y el bolsonarismo tienen iniciativas políticas y base social para intentar revertir el resultado – realidad que sólo podremos tener más definida en las próximas semanas. Además de eso, cuenta con el cretinismo parlamentario del PT, del PSOL (al entrar con armas y bagajes en la fórmula de conciliación de clases Lula-Alckmin dejo de tener un papel de impulsor de la lucha directa) y de la mayoría de las direcciones del movimiento de masas, que apuestan todas las fichas al voto y desarman a la clase y los oprimidos para la lucha.

Sin tocar un real de los más ricos, el gobierno tiene en el PLP 18, que limita el ICMS (Impuesto relativo a la Circulación de Mercancías, un impuesto estadual) sobre los combustibles, y en la PEC 15, que aumenta el valor del Auxilio Brasil de R$ 400 a R$ 600 hasta diciembre, instrumental institucional para intentar reducir la inflación y aminorar la penuria de los más pobres para achicar la diferencia de intenciones de voto con Lula. Pero el bolsonarismo también se vale de los métodos no-institucionales para hacer política, como es el caso de la campaña internacional de mentiras sobre las urnas electrónicas, utilizando la estructura del gobierno y del ejército, el asesinato de opositores, la amenaza y coerción directa de figuras de la izquierda y una serie de acciones para intentar imponer el miedo y la desmovilización y ser el único actor en las calles – escenario perfecto para crear el clima golpista para rechazar el resultado de las urnas, imponer otra votación…

A partir de la reunión del gobierno con los embajadores para atacar las urnas electrónicas, hubo una reacción al golpismo de parte de la clase dominante a través de la carta del Largo San Francisco y de la carta de la FIESP (Federación de Industrias del Estado de San Pablo). Bolsonaro está más aislado en el escenario internacional y no tiene el apoyo de la mayoría de la burguesía hoy para una aventura golpista el 2 de octubre. El problema es que no podemos detener un proceso golpista confiando en la clase dominante y en las instituciones del estado burgués. Ante una agitación descontrolada en las calles, la división de las fuerzas armadas, de la burguesía, del Congreso, de la opinión pública, gana quien tiene más peso en las calles. Así, para nada está determinado que no tenga capacidad de movilización, apoyo de sectores de la burguesía y de las fuerzas armadas para intentar alguna aventura en el sentido de mellar el proceso electoral si consigue construir condiciones más favorables.

En tanto, en el mejor de los casos, si Bolsonaro pierde las elecciones, el próximo gobierno – Lula-Alckmin – será un gobierno burgués que va a gobernar al servicio de la burguesía, no hará reformas estructurales progresivas y tendrá muy poco margen para una política de compensación social con la crisis prolongada que vivimos. En verdad, será un gobierno que tienda a preparar las condiciones para el retorno de la derecha o del bolsonarismo al poder, como fue el gobierno de Dilma.

Ciertamente Bolsonaro es una amenaza directa a los derechos democráticos y tenemos como tarea número 1 derrotarlo en las calles y en las urnas, pero no podemos rendirnos ante el campo burgués como hizo el PSOL. Desde el punto de vista inmediato, ingresar en esta alianza burguesa de conciliación de clases  – ahora con el presidente del PSOL como candidato a vice Senador de Márcio França – es una ruptura abierta con la independencia política de clase y produce una disolución político-táctica inmediata que tiene duras consecuencias estratégicas. El PSOL deja de cumplir el papel de movilizar y exigir ante el inmovilismo de las direcciones burocráticas del movimiento de masas, lo que lleva a la parálisis cuando es fundamental estar en las calles en el actual escenario. Esta ruptura de la independencia de clase también produce la liquidación del PSOL como alternativa histórica al PT, para dar al movimiento obrero y de masas una dirección ante el desafío de cambiar la correlación de fuerzas y luchar por la transición al socialismo. O sea, es la traición a la estrategia de dotar al movimiento de masas de una dirección a la altura de sus desafíos históricos.

Es preciso tomar en serio las provocaciones golpistas, a las cuales tenemos que derrotar como tarea central. Pero, como opción a Bolsonaro, el lulismo con el apoyo del PSOL está construyendo una concertación nacional burguesa para que se pueda volver a la “normalidad” perdida que en nada beneficia a la clase trabajadora. Por esa razón, la izquierda socialista tiene una responsabilidad transcendental en la actual coyuntura. Precisa desenvolver una línea táctica volcada a la independencia de clase, a las estrategias de movilización autónoma de los explotados y oprimidos y a las tácticas de unidad de acción y de frente de izquierda para impulsar y organizar la lucha desde las bases. O sea, toda una línea política que el PSOL traicionó al ingresar en la fórmula Lula-Alckmin.

Todos los partidos y organizaciones de la izquierda socialista deben combinar la táctica electoral con la de la lucha directa, o mejor dicho, la táctica electoral debe estar al servicio, en primer lugar, del enfrentamiento al bolsonarismo y, en segundo lugar, de cualquier salida burguesa para la crisis. Para eso, las candidaturas de la izquierda socialista y sus organizaciones políticas tienen que construir inmediatamente un frente de izquierda. Pese a las diferencias políticas, Vera Lúcia (Polo), Sofia Manzano (PCB) y Leonardo Péricles (UP), no pueden perder más tiempo y junto a sus organizaciones deben realizar un encuentro para trazar un plan de luchas común, de movilización y de exigencia – y denuncias – desde la base para que Lula, el PT, la CUT y las direcciones de todos los aparatos de masas encaren la necesidad de enfrentar al bolsonarismo en las calles – único método efectivo para derrotar al golpismo y luchar por una salida obrera y de los oprimidos ante la crisis.

Las movilizaciones del día 11 de agosto, del 7 de septiembre y todas las luchas importantes deben contar con un bloque común de la izquierda socialista para la lucha unitaria para derrotar al golpismo bolsonarista y por un programa anticapitalista para combatir el hambre, la carestía, el desempleo y la violencia. Al mismo tiempo, es precisa la independencia política respecto a la burguesía y la burocracia para que podamos construir una alternativa estratégica ante la conciliación lulista. Este 11A sumate con la Bancada Anticapitalista, con la Juventud del ¡Ya Basta!, con las Vermelhas y con Socialismo o Barbarie a conformar una columna combativa, independiente y anticapitalista.

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