Basta mirar la tapa de cualquier periódico para percibir que ingresamos en un nuevo momento de la lucha de clases, que, además de ser más duro y sangriento, también contiene el potencial retorno de las revoluciones sociales en el siglo XXI.
La brutalidad de la nueva etapa y sus tendencias hacia los extremos, ya está provocando fenómenos disruptivos y radicalizados por abajo. Como solemos decir en nuestra corriente, la sociedad es un cuerpo vivo que reacciona ante los ataques.
Por ello, en los diarios ya no figuran solamente las bravuconas de Trump o la brutalidad genocida de Netanyahu; ahora, también aparecen las noticias de la “generación Z” (con la bandera del “Sombrero de Paja”) tumbando gobiernos autoritarios y corruptos, o la histórica huelga en Italia en solidaridad con un pueblo colonizado y bajo un genocidio.
En este texto repasaremos las principales coordenadas políticas de la situación internacional, trazando una diagonal entre los elementos de tipo estructural con otros de índole más coyuntural. Por último, puntearemos algunos ejes o criterios que consideramos fundamentales para ordenar la intervención militante en el actual momento.
1- La era de la combustión
Antes de entrar en los detalles de la coyuntura, es pertinente echar una mirada sobre el panorama general, con tal de capturar las coordenadas globales para comprender el mundo en el que estamos parados.
Tal como señalamos en otros artículos, a lo largo de los últimos años se acentuaron todas las contradicciones latentes en el capitalismo del siglo XXI (ver Una lucha de clases más radicalizada). Por donde sea que se le mire, el “orden mundial” presenta numerosas “líneas de falla” que minan su legitimidad.
De hecho, “crisis” es la primera palabra que se nos viene a la mente cuando pensamos en el estado de la economía, la ecología, el trabajo o la política internacional, por citar algunos ejemplos. Esto, indefectiblemente, genera una situación de constante inestabilidad, la cual se potencia por la interacción entre esas crisis, ya que cada una se retroalimenta con la otra. Es lo que muchos analistas catalogan como una crisis multidimensional o “policrisis” del capitalismo (ver La policrisis, de nuevo).
En este marco general, en un texto reciente de nuestra corriente se indica que ingresamos en una “era de la combustión”, esto es, un mundo en el que se rompió el equilibrio internacional e impera un “caos sin orden a la vista”. Atrás quedó la etapa del “orden consensual hegemónico” y, en contraposición, actualmente las potencias imperialistas se pelean como “matones” por el reparto de territorios para expoliar:
“(…) al imperialismo de la globalización se le impuso otro tipo de imperialismo, que es el de la territorialización. Al capitalismo del plusvalor relativo se le impuso otra lógica, por decirlo redondamente, la del plusvalor absoluto. Al capitalismo de la acumulación específicamente capitalista (es decir, sin elementos extraeconómicos) se le impone, o se le agrega, la «acumulación primitiva» (la acumulación por medios violentos, por ejemplo, por la apropiación de territorios, como diría Marx en su teoría de la renta agraria y minera, de porciones de la atmósfera e incluso del cosmos). Al capitalismo de la explotación se le agrega el de la expoliación, de los recursos naturales y de los seres humanos.” (SÁENZ, 2025).
A raíz de esto, la etapa actual se caracteriza por la agudización de los conflictos geopolíticos y el retorno del imperialismo de la territorialización. La carrera armamentista, la lucha por la configuración de esferas de influencia -o “espacios vitales”- y el recurso a la fuerza militar para resolver las disputas, son algunas manifestaciones de ello.
Se trata de un “capitalismo de la finitud”, dentro del cual las burguesías imperialistas y sus socias menores (sub-imperialistas o potencias regionales) evalúan que no hay espacio para el crecimiento y, por tanto, la depredación de los recursos existentes es la mejor forma de mantener o mejorar su posición. En otras palabras, se reabrió una nueva repartición del planeta manu militari.
En el tránsito hacia este “nuevo mundo”, cada vez se pasa con más facilidad de la brutalidad de las palabras a la brutalidad de los hechos. La barbarie y la reacción son fenómenos cada vez más visibles, de lo cual el genocidio en Gaza es el acontecimiento más ilustrativo. Junto con esto, las instituciones que regimentaron el sistema capitalista desde la segunda posguerra mundial, están debilitadas o en franca decadencia. Por ejemplo, la Organización Mundial del Comercio en los hechos perdió su capacidad de arbitraje del comercio internacional desde el 2 de abril, cuando Trump anunció su guerra arancelaria en el marco del “Día de la Liberación”.
Lo anterior no tiene que interpretarse en clave determinista o catastrofista, pues el capitalismo no se va derrumbar de forma inercial[1]. Tampoco debe emplearse para justificar enfoques derrotistas y unilaterales, en los cuales se sobredimensionan los factores adversos para justificar la capitulación y el posibilismo[2]. Por el contrario, deber servirnos para comprender algo muy importante: cuando el viejo orden entra en crisis, se recrudece la batalla política por delinear los contornos de lo nuevo que está por emerger.
En otras palabras, el signo político de lo venidero se definirá en la lucha de clases. Es necesario ampliar la mirada y, tal como hiciera Lenin en medio de la Primera Guerra Mundial, aprender a identificar en un escenario adverso los puntos de apoyo para la acción revolucionaria. El mundo es más rico de lo que parece al ver lo noticiarios o leer los periódicos, saturados con las pugnas geopolíticas por arriba. Aunque la polarización es asimétrica y el polo reaccionario es el dominante a nivel internacional, también hay vida por abajo y la lucha de clases continúa.
La reversibilidad dialéctica está inscrita como una potencialidad en la actual etapa de la lucha de clases. Los golpes reaccionarios y autoritarios pueden desencadenar respuestas por abajo en un sentido contrario. Las situaciones de ruptura y crisis como la actual, también son el momento donde tienen lugar los cambios de calidad, es decir, donde pueden surgir las nuevas revoluciones sociales del siglo XXI.
La brutalidad y la barbarie no quedan permanente sin respuesta. Las sociedades son “cuerpos vivos”, compuestas mayoritariamente por personas explotadas y oprimidas que, en determinado punto del camino, resisten los ataques y exigen mejores condiciones de vida. De hecho, el genocidio en Gaza es un ejemplo de eso, dado que la barbarie planificada del sionismo desató un repudio mundial que se materializó en una nueva ola de movilizaciones en solidaridad con el pueblo palestino y contra la ocupación colonial de Israel (algo que ya está aconteciendo, como veremos más adelante).
2- Trump-Netanyahu: el eje de la extrema derecha con muchos claroscuros
Si lugar a dudas, la emergencia de la extrema derecha es uno de los rasgos más disruptivos en la situación internacional. El gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil (2018-2022), fue un adelanto de esto. Pero el proceso de “extrema derechización” pegó un salto en calidad con la segunda administración de Donald Trump en los Estados Unidos, la cual convergió con la versión más radicalizada del sionismo bajo el gabinete fascista que encabeza Netanyahu.
Ambos pasaron a conformar el “eje” de la extrema derecha internacional (no excento de tensiones en su relación) y, en consecuencia, son la “mano visible” de la nueva geopolítica mundial, sustentada en una lógica cada vez más territorial y militarizada. En otras palabras, Trump y Netanyahu se comportan como verdaderos «matones de barrio», o, mejor dicho, como terroristas de Estado, que hacen valer sus intereses en el mundo mediante el uso de la fuerza militar.
En torno a este dúo gravitan otros aliados menores. Es el caso de Milei en la Argentina, aunque claramente es el eslabón más débil de la cadena, al grado de que hasta ahora no pudo aplicar a fondo su plan de ajuste y, en los últimos meses, su gobierno entró en una espiral de crisis y escándalos por sonados casas de corrupción, además de que sufrió derrotas en las calles y duros reveses en el Congreso. Inclusive, recientemente el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, tuvo que salir a socorrer a Milei para evitar que se hundiera.
Aunque el presidente argentino salió victorioso en las votaciones de octubre, esto se debió principalmente al papel traidor que desempeñó el peronismo como «mariscal de la derrota», pues jugó a perder la elección, dado que no presentó ningún programa alternativo y se limitó a plantear «frenar a Milei» (ver Argentina: el país de la inestabilidad infinita).
Por otra parte, la situación tampoco es fácil para los líderes de la extrema derecha. Trump, por ejemplo, sufrió una derrota parcial en Los Ángeles hace unos meses, cuando una semi rebelión popular de la población latina lo obligó a retroceder –temporalmente- con las redadas racistas y xenófobas de ICE en dicho estado (ver La batalla de Los Ángeles: la “raza” se planta contra la Casa Blanca).
Igualmente, las encuestas comienzan a mostrar un desgaste de su gestión, algo que puede ser un mal augurio para las elecciones de medio término del próximo año. De acuerdo al sondeo realizado por Reuters/Ipsos entre el 19 y 21 de setiembre, el magnate obtuvo una aprobación del 41% de los encuestados (un 1% menos que a principios de mes), mientras que la desaprobación alcanzó el 58%.
Al desglosar los números, se desprende que la principal preocupación es la situación económica, pues un 54% opinó que estaba en el camino equivocado. Es un tema sensible, dado que Trump se presentó como el candidato que iba a dinamizar la economía que, durante la administración Biden, tuvo un desempeño mediocre. Por ejemplo, el crecimiento del empleo fue raquítico en agosto y, por tal motivo, la tasa de desempleó subió al 4,3% (el nivel más alto en los últimos cuatro años), en gran medida como consecuencia de la guerra comercial que impulsó la Casa Blanca.
Con relación a la política migratoria, el estudio de opinión reveló que obtuvo un 42% de aprobación (era del 50% en febrero), siendo el rubro mejor valorado de su gestión. En todo caso, es un tema que genera mucha polarización, pues un 53% lo desaprueba y en las últimas semanas aumentaron los ataques contra las instalaciones de ICE en varios estados.
En todo caso, es innegable que la actual administración estadounidense intenta avanzar con el cercenamiento de las libertades democráticas y el endurecimiento del régimen político. Denota una tendencia autoritaria, con ataques sistemáticos contra la libertad de pensamiento y la investigación científica en las universidades, así como la instrumentalización de la justicia para perseguir a sus rivales políticos u opositores.
De igual manera, Trump hizo de la militarización uno de los pilares de su segunda administración. En un artículo reciente, The Economist destacó que las tropas desplegadas en Washington DC para “combatir” el crimen, en realidad están ubicadas en algunas de las zonas más seguras de la capital estadounidense y, por tanto, se dedican a recoger basura o tomarse selfies con los turistas que lo solicitan.
No obstante, su sola presencia representa un hecho disruptivo, pues contradice la tradición del país de restringir el uso de las fuerzas armadas internamente. Trump “está poniendo a prueba los límites de la ley, la moral de las fuerzas armadas y una tradición de apoyo bipartidista a esa institución, una de las más respetadas de Estados Unidos”.
Junto con esto, desde agosto la Casa Blanca realizó varios ataques militares en el Caribe, como parte de su campaña de provocaciones y amenazas contra el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, al que acusa de liderar una red internacional de narcotráfico. Al momento de escribir esta nota, son 43 las personas asesinadas en diez ataques del ejército estadounidense contra embarcaciones sospechosas de transportar drogas hacia los Estados Unidos.
Como apuntamos en varias publicaciones, estas agresiones constituyen actos de terrorismo de Estado. Trump se arroga el derecho de asesinar a los latinoamericanos que acusa de “narcoterroristas”, una figura que inventó para justificar el uso de la fuerza militar sin consultar al Congreso estadounidense. Es un accionar imperialista y racista, con el cual le pasa por encima a los procedimientos elementales del derecho burgués, como el beneficio de la duda (nadie es culpable hasta que se pruebe lo contrario) o el derecho a un juicio justo.
A criterio de los analistas, esto confirma que la Casa Blanca está implementando un giro de la estrategia de defensa, cuyo foco pasó de Europa y Asia para concentrarse en el hemisferio norte, América Latina y en la seguridad interna.
Por otra parte, Trump realizó un “gesto hegemónico” con su mediación para que Israel y Hamas firmaran un cese al fuego. En otra nota de Izquierda Web se analizan los pormenores de dicho plan; en nuestro caso, solamente queremos destacar que el presidente estadounidense se distanció parcialmente de la lógica internista del movimiento MAGA y desplegó energías para mediar en un conflicto internacional, tratando de posicionar a Estados Unidos como una potencia que puede ordenar la casa y que obtuvo el respaldo de prácticamente todo el –resquebrajado- establishment imperialista con su “acuerdo de paz”.
En el caso de Israel, es un proyecto de Estado colonial que carga con una enorme crisis de legitimidad a nivel internacional. El genocidio le costó caro y, como apuntan varios especialistas, el sionismo ya gastó todo el “crédito del Holocausto” con el que se presentaba como una eterna víctima para justificar la colonización y segregación del pueblo palestino.
Ahora, por el contrario, es visto como el victimario y perdió el apoyo de enormes sectores de la población judía a nivel internacional, inclusive en los Estados Unidos. Israel se convirtió en un Estado paria, una ubicación de la cual le costará una o dos generaciones recuperarse, si es que lo consigue hacer, dado que la ocupación sionista continúa y vendrán nuevos episodios de violencia colonial (y resistencia anticolonial palestina e internacional).
La geopolítica del trumpismo (secundada por Israel como potencia regional) refleja un retorno a la lógica de la territorialización imperialista con áreas de influencia. El accionar de Trump se asemeja a la de un aprendiz de brujo que, de forma caótica y atropellada, intenta cambiar abruptamente el orden de las cosas; quiere configurar un mundo nuevo a imagen y semejanza de sus anhelos políticos.
3- La plaza contra el palacio
En marzo pasado, en un artículo en el que analizamos el estallido social contra el gobierno de Erdogan en Turquía, nos cuestionamos si estaba en curso una nueva ola de rebeliones populares a nivel internacional, en esta ocasión con epicentro en Europa del Este y Asia. No nos interesa brindar una respuesta taxativa, pero sí dar cuenta de que en el último año se acumularon elementos que apuntan en esa dirección.
En agosto de 2024, por ejemplo, la juventud protagonizó una rebelión popular en Bangladesh que derribó al gobierno autoritario encabezado por la otrora primera ministra Sheik Hasina. Igualmente, en diciembre de ese mismo año, fracasó el intento de auto-golpe de Estado en Corea del Sur, debido a las multitudinarias movilizaciones espontáneas que provocaron la salida del presidente ultraderechista Yoon Suk-yeol.
Asimismo, en Serbia, el movimiento estudiantil protagonizó una serie de movilizaciones históricas contra el gobierno autoritario de Aleksandar Vučić, a lo cual se suman las multitudinarias protestas en Hungría contra los ataques reaccionarios de Orban a la población LGBTQ+.
En el Cono Sur latinoamericano, el gobierno de Milei en la Argentina perdió el control de las calles en varias ocasiones en lo que va del año. En Buenos Aires, capital del país, se realizaron varias marchas multitudinarias en contra de sus ataques reaccionarios (1F y 24M), así como una jornada en solidaridad con los jubilados que tuvo elementos de desborde y enfrentamientos con la policía (12F).
En el caso de Brasil, el 21 de setiembre se realizaron varias movilizaciones multitudinarias contra el proyecto para amnistiar a Bolsonaro y los acusados de participar en la trama golpista del 8 de enero de 2022. Es un dato de enorme trascendencia, dado que durante los últimos años los bolsonaristas monopolizaron las calles del gigante sudamericano, lo cual fue facilitado por la política de contención y conciliación de clases del lulismo[3]. También, en este país se desarrolla un rico proceso de organización de los repartidores de aplicaciones, del cual nuestra corriente hace parte orgánica y juega un rol de codirección en el proceso.
Por último, pero no menos importante, en las últimas semanas trascendió el fenómeno de la “Generación Z”, debido a la simultaneidad de varios estallidos sociales y movilizaciones protagonizados por jóvenes que nacieron entre finales de los años noventa e inicios de 2010. De acuerdo a las investigaciones sociodemográficas, comparten varios rasgos en común, como el hecho de que son los primeros nativos digitales al cien por ciento (es decir, crecieron con el celular en la mano) y las redes sociales son su principal fuente de información.
Además, comparten el “descontento Z”, una expresión que fue acuñada para dar cuenta de sus problemas sociales, como la precarización laboral, los bajos salarios y el elevado costo de las viviendas y los alquileres, una combinación cuya resultante es un aumento en la edad de emancipación.
La generación Z fue la protagonista de las rebeliones y estallidos populares en Nepal, Indonesia, Marruecos y Madagascar, donde masivamente salieron a enfrentar a sus gobiernos y la corrupción. Un dato curioso, es que en todos estos casos (así como en movilizaciones en otros lugares del mundo), los jóvenes ondearon la bandera del anime One Piece, la cual se transformó en un símbolo de resistencia.
Este detalle no debe pasar desapercibido, dado que refleja las tendencias hacia la internacionalización de las luchas, lo cual suele procesarse con símbolos/signos de resistencia. El pañuelo verde de la lucha por el aborto legal en Argentina o la bandera Palestina, son otros dos ejemplos de esto.
Como apuntamos previamente, la reversibilidad dialéctica está inscrita como una potencialidad en la actual etapa de la lucha de clases. Los golpes reaccionarios pueden desencadenar respuestas radicales por abajo. Una lección que la izquierda revolucionaria tiene que tener presente para ubicarse en el mundo actual y no incurrir en análisis unilaterales que, inevitablemente, conducen al pesimismo y al escepticismo con respecto a la lucha de clases (ver Sobre Lenin, Hegel y la dialéctica del siglo XXI de Roberto Sáenz para profundizar en el tema).
4- La huelga italiana por Palestina y el retorno de la utopía
Por otra parte, la huelga general por Gaza del pasado 3 de octubre en Italia, puede ser considerada como un acontecimiento de dimensiones históricas y, por tal motivo, optamos por abordarla con especificidad.
Fue una jornada de masas protagonizada por la clase trabajadora y la juventud estudiantil de uno de los principales países de Europa Occidental (epicentro histórico del imperialismo), en repudio al genocidio perpetrado por Israel contra un pueblo colonizado en Medio Oriente. Según las estimaciones de los organizadores, el movimiento contó con el respaldo de un 60% de las bases sindicales y, además, movilizó a más de dos millones de personas que participaron de las marchas, los cortes de rutas y ocupaciones de estaciones de trenes. El movimiento fue particularmente fuerte entre los trabajadores y trabajadoras de centros educativos, fábricas metalúrgicas, logística industrial, muelles y del transporte público.
Estos números dan cuenta de la envergadura cuantitativa del movimiento, pero no alcanzan para calificarlo como histórico. Para ello, es necesario sumar un aspecto de orden cualitativo que deja en claro su novedad: se trató de una huelga política (no economicista), masiva, disruptiva e internacionalista.
Fue una acción de masas a partir de la unidad obrero-estudiantil, motorizada por la solidaridad con un pueblo oprimido. Parte de una ubicación universalista e internacionalista ante los problemas mundiales, lo cual representa una contra-tendencia (y un desafío radical por la izquierda) al particularismo provinciano y el nativismo xenófobo de la extrema derecha.
Por este motivo, afirmamos que representó un retorno de la utopía a la lucha de clases. Al respecto de esto, nos pareció muy aguda la reflexión de la huelga que realizó Andrea Rizzi, corresponsal de asuntos globales para el diario El País de España, el cual no puede ser acusado de “marxista”:
“Una huelga por Gaza es algo diferente. Es algo que viene a elevar la antorcha de las utopías. Quedaron sepultadas décadas de supuesto fin de la historia, de reformismos rácanos, de realismos cínicos, de individualismos patéticos, de redes supuestamente sociales y efectivamente fragmentadoras, de partidismo de vuelo gallináceo. No es baladí que la gran protesta italiana haya sido movilizada por los viejos sindicatos, símbolos de mecanismos de intermediación, de conexiones humanas y tangibles, de redes solidarias de resistencia. Ellos también cometieron errores, pero, aunque debilitados, ahí siguen, y pueden activar cosas así” (RIZZI, 2025).
Asimismo, es fundamental analizar la forma en que se construyó este movimiento, el cual denota un proceso gradual de politización y concientización en la vanguardia obrera italiana, la cual convergió con el repudio mundial contra la barbarie sionista en Gaza.
Esto fue explícito el pasado 22 de septiembre, cuando se llevó a cabo otra gran huelga bajo el lema “Bloqueemos todo con Palestina en el corazón”, que, según informó la prensa internacional, se extendió por más de ochenta ciudades en solidaridad con la flotilla humanitaria Global Sumud y para exigirle al gobierno de Meloni que reconociera al Estado palestino. En Roma, la capital del país mediterráneo, se reporta que hubo una marcha de cien mil personas ese día.
La huelga de setiembre fue organizada por la “Unione Sindicale di Base” (USB), un sindicato de base que es abiertamente crítico de las federaciones gremiales tradicionales y burocráticas. El USB hizo sintagma con un creciente movimiento de solidaridad con Palestina, dentro del cual hay muchos trabajadores y jóvenes migrantes de países árabes, así como estudiantes universitarios y secundarios italianos.
Dado el enorme apoyo a la causa palestina entre las bases sindicales, la burocracia sindical de la Confederazione Generale Italiana del Lavoro (CGIL, la más grande de país) trató de maniobrar llamando a último minuto a una huelga para el 19 de setiembre, con el objetivo de vaciar la convocatoria de la USB programada para tres días después. Dichosamente, el tiro le salió por la culata, pues las bases sindicales no cayeron en la trampa y optaron por responder a la convocatoria de la USB.
Además del éxito de la huelga de setiembre, el movimiento de solidaridad con Palestina se fortaleció tras el ataque de drones sionistas que recibió la flotilla humanitaria el 1° de octubre. Al saberse la noticia, se produjeron movilizaciones espontáneas en varias ciudades del país, anunciando que la jornada del 3 de octubre sería aún mayor. Fue tanta la presión, que la CGIL tuvo que sumarse a la convocatoria de la USB, un síntoma de que la burocracia sindical fue desbordada por la izquierda.
También, la huelga retó a la primera ministra Giorgia Meloni, la cual encabeza un gobierno de derecha nostálgico del «mussolinismo» y que figura entre los principales aliados internacionales del sionismo. De hecho, Italia es el tercer mayor vendedor de armas a Israel, tan solo superado por los Estados Unidos y Alemania. Ante el aumento de las protestas en solidaridad por Palestina, Meloni endureció las leyes para sancionar penalmente la protesta social, incluyendo las manifestaciones contra la guerra y el rearmamento.
Por todo lo anterior, insistimos en calificar de histórica la huelga del 3 de octubre, cuyo eje central fue luchar contra el genocidio en Palestina con métodos disruptivos, desbordando por la izquierda a la burocracia sindical y las amenzas represivas del Estado burgués.
Un criterio similar es el que expresa Josh Lees, un militante de izquierda australiano que participó de la huelga y escribió una crónica bastante sugerente del movimiento, al cual calificó como un “mar infinito de humanidad”:
“La huelga general del 3 de octubre es un logro increíble y quizás sin precedentes. Una huelga puramente política y general, llevada a cabo con una participación masiva y activa, como resultado de un movimiento creciente desde abajo, que fue declarada ilegal por el Gobierno italiano, sin ningún apoyo real por parte de la oposición oficial del establishment político; y todo ello por una causa internacional que aparentemente no afecta directamente a los trabajadores italianos. Y no se trata de cualquier causa internacional, sino de la de los palestinos, un pueblo sistemáticamente demonizado y deshumanizado como terroristas islámicos.” (LESS, 2025).
En un artículo anterior, nos referimos a Gaza como un acontecimiento histórico que, además de contener la brutalidad propia de todo genocidio, también parecía señalizar la apertura de una “nueva era de los extremos” en el siglo XXI, es decir, del enfrentamiento cara a cara entre la revolución con la contrarrevolución. Pues bien, la huelga general por Palestina en Italia es el reverso utópico y revolucionario del genocidio; es una respuesta por la izquierda, disruptiva, internacionalista y con centralidad de la clase obrera a la barbarie planificada que comete el colonialismo sionista con la complicidad del imperialismo.
Daniel Bensaïd, en referencia al concepto de utopía postulado por Ernst Bloch, recordaba que todos los movimientos de liberación son guiados por una «voluntad utópica” que actuaba sobre el “campo de la esperanza”, con la perspectiva de conquistar un “no-todavía”, es decir, construir un nuevo mundo libre de la explotación y opresión del presente:
“Entonces, la categoría de lo Utópico posee pues, junto a su sentido habitual y precisamente despreciativo, este otro sentido que, lejos de ser necesariamente abstracto o desviarse del mundo, está preocupado centralmente en el mundo: en el del rebasamiento de la marcha natural de los acontecimientos.” (BENSAÏD, 2008).
En resumen, la huelga por Gaza en Italia nos recordó aquella frase icónica de mayo del 68: “La beauté est dans la rue” (“La belleza está en las calles”).
Un mundo en combustión, pero también en disputa
La brutalidad de la nueva etapa y sus tendencias hacia los extremos, puede generar el retorno de las revoluciones en el siglo XXI, un escenario para el cual nos corresponde fortalecer nuestra militancia y, llegado el caso, estar a la altura del desafío histórico.
A continuación, enumeramos algunas tareas y criterios político-metodológicos fundamentales para afrontar los desafíos colocados por la nueva etapa:
1- No sobrestimar ni subestimar a la extrema derecha. La nueva etapa es más agresiva y sangrienta, pero hay que asumir los desafíos de la lucha política con serenidad y apoyándose en las herramientas del marxismo revolucionario. No hay monstruos invencibles ante los cuales se justifique rendir las banderas de la independencia de clase (Valerio Arcary dixit), ni tampoco se deben banalizar los peligros caracterizándolos como “gatitos mimosos” inofensivos, con lo cual se desarma a la militancia y la vanguardia (Bregman dixit).
Nos parece apropiado el «método» que postulara Gramsci para momentos de tanta intensidad histórica e intensificación de la lucha de clases como los actuales: “El pesimismo del intelecto, el optimismo de la voluntad”, esto es, reconocer y analizar con total honestidad las situaciones adversas, pero sin perder la esperanza/perspectiva de que se puede luchar para transformar la realidad en favor de los explotados y oprimidos.
2- Tomar a fondo las consignas y luchas democráticas, articulándolas como parte de un programa anticapitalista de la clase trabajadora y los demás sectores explotados y oprimidos. Las corrientes de izquierda economicistas no logran comprender a fondo la nueva etapa y, por ende, sus programas se tornan estrechos y sectarios.
Entre las principales consignas democráticas internacionales del momento, podemos listar las siguientes:
a) Basta ya de genocidio en Gaza. Por una Palestina única, laica, democrática, no racista y socialista.
b) Defensa de los migrantes en los Estados Unidos. Basta ya de las redadas racistas y xenófobas del gobierno de Trump.
c) Cárcel para Bolsonaro y todos los implicados en la trama golpista.
d) Defensa del aborto legal, el matrimonio igualitario y los derechos de las personas trans, conquistas democráticas que la extrema derecha ataca como parte de su proyecto de sociedad retrógrada y anti-moderna.
e) Apoyo a la organización sindical de base de los trabajadores de empresas de aplicaciones, un sector central de la nueva clase obrera que está sometida a terribles condiciones de explotación y precarización laboral. Su organización es clave para el desarrollo de la lucha de clases en el siglo XXI (como ya se expresó en las rebeliones en Asia), en lo cual nuestra corriente internacional apuesta y realiza un enorme esfuerzo militante. El SiTraRepA en la Argentina, «Entregadores Unidos Pela Base» en Brasil (con un papel de codirección en varios «breques» o paros masivos en ese país) y la organización del Congreso Internacional de Trabajadores por Plataformas, son reflejo de ese esfuerzo militante.
f) No al despliegue militar y las amenazas del imperialismo estadounidense contra Venezuela. Nos colocamos del lado del pueblo venezolano en la defensa de su soberanía nacional y el derecho a autodeterminarse. Esto lo hacemos sin brindar ningún apoyo político al gobierno autoritario y burgués de Maduro, al mismo tiempo que denunciamos a la oposición burguesa pro-imperialista que apoya una posible intervención militar estadounidense.
3- Tener astucia para desarrollar la unidad de acción o frentes únicos para impulsar las luchas, sobre todo entre los escalones intermedios de las agrupaciones tradicionales. Los ataques reaccionarios de la nueva etapa van a generar (o, mejor dicho, ya lo están haciendo) la indignación entre amplios sectores de los explotados y oprimidos, lo cual abre espacios para impulsar la movilización y dirigir o codirigir esas experiencias de movilización.
Al mismo tiempo, no se debe perder de vista que son un campo de disputa de tendencias donde hay que hacer valer los intereses de la construcción partidaria ante otras corrientes políticas. Unidad para luchar, pero manteniendo la identidad política de nuestros partidos y agrupaciones.
4- Luchar por la independencia de clase, no caer en el campismo. Para orientarse en medio de este mundo tan convulso desde el punto de vista geopolítico y no sucumbir ante las presiones campistas (pro-chinas, pro-rusas o pro-iraníes, por ejemplo), hay que tener a mano la brújula de clase, es decir, fundar nuestros análisis y políticas a partir de los intereses propios de la lucha de clases y no desde la lógica de los Estados en disputa. Solamente así es posible reafirmar la independencia de clase.
5- Es fundamental asumir con seriedad el estudio y la elaboración marxista, así como la difusión de las ideas anticapitalistas. En un mundo en combustión, se reabre la pelea por el futuro y, desde nuestra parte, queremos que sea anticapitalista y socialista.
Pero es imposible relanzar el marxismo revolucionario sin realizar a fondo un balance serio sobre el estalinismo y la derrota de la revolución en el siglo XX. También, es fundamental estudiar a fondo los nuevos problemas internacionales y los desarrollos de la lucha de clases.
Por otra parte, las corrientes que no tienen solidez estratégica ni elaboración propia, cristalizan en un doctrinarismo sin perspectiva histórica y constructiva alguna. ¡La lucha de clases no tiene piedad de los perezosos mentales![4]
Por este motivo, nuestra corriente dedica muchas de sus energías a la elaboración, como demuestra la obra El marxismo y la transición socialista de Roberto Sáenz, que ya fue publicada en español por la editorial Prometeo y, en los próximos meses, será lanzada en inglés por la editorial Brill y en portugués por la Boitempo.
Fuentes
ARTAVIA, Víctor. 2024. Una lucha de clases más radicalizada, un desafío redoblado para la izquierda revolucionaria. En https://izquierdaweb.com/una-lucha-de-clases-mas-radicalizada-un-desafio-redoblado-para-la-izquierda-revolucionaria/ (Consultado el 10 de octubre de 2025)
BAMBERY, Chris. 2009. The ’Hot Autumn‘ of 1969: when Italy erupted. En https://socialistworker.co.uk/in-depth/the-hot-autumn-of-1969-when-italy-erupted/ (Consultado el 9 de octubre de 2025).
BENSAÏD, Daniel. 2008. Utopía y mesianismo. Bloch, Benjamin y el sentido de lo virtual. En https://vientosur.info/utopia-y-mesianismo-bloch-benjamin-y-el-sentido-de-lo-virtual/ (Consultado el 11 de octubre de 2025).
FANCELLI, Uriã. 2025. A democracia americana em queda no abismo. En https://piaui.folha.uol.com.br/a-democracia-americana-em-queda-no-abismo/ (Consultado el 8 de octubre de 2025).
LEES, Josh. 2025. Italy’s general strike shows the WAY forward. En https://redflag.org.au/article/italys-general-strike-shows-the-way-forward (Consultado el 8 de octubre de 2025).
MAZZA, Luigi. 2025. Trump enfim cruzou a linha?. En https://piaui.folha.uol.com.br/trump-enfim-cruzou-a-linha/ (Consultado el 8 de octubre de 2025).
MÚÑOZ, Rosa. 2025. Quién es y por qué protesta la Generación Z en Latinoamérica. En https://www.dw.com/es/generaci%C3%B3n-z-en-am%C3%A9rica-latina-qui%C3%A9nes-son-d%C3%B3nde-c%C3%B3mo-y-por-qu%C3%A9-protestan/a-74107231 (Consultado el 10 de cotbure de 2025).
NEGRI, Antonio. 2021. Historia de un comunista. Buenos Aires: Tinta Limón.
PRADELLA, Lucia. Eyewitness from Italy’s general strike for Palestine. En https://socialistworker.co.uk/palestine-2023/eyewitness-from-italys-general-strike-for-palestine/ (Consultado el 9 de octubre de 2025).
RIZZI, Andrea. 2025. Italia y Gaza: un despertar utópico contra los señores de la noche. En https://elpais.com/opinion/2025-10-04/italia-y-gaza-un-despertar-utopico-contra-los-senores-de-la-noche.html (Consultado el 8 de octubre de 2025).
ROBERTS, Michael. 2023. La policrisis, de nuevo. En https://www.sinpermiso.info/textos/la-policrisis-de-nuevo (Consultado el 11 de octubre de 2025).
SÁENZ, Roberto. 2025. La era de la «combustión». En https://izquierdaweb.com/la-era-de-la-combustion/ (Consultado el 18 de setiembre de 2025).
THOMAS, Mark L. Fascism’s return to Italy? The meaning of the Fratelli d’Italia. En https://isj.org.uk/the-fratelli-ditalia/ (Consultado el 8 de octubre de 2025).
[1] El catastrofismo es una pésima escuela política, de la cual el Partido Obrero argentino hacía gala abiertamente (ver En defensa del catastrofismo) y, en parte, explica su crisis como corriente política sin ninguna perspectiva histórica. Es una es una “herencia acrítica” de ciertas tendencias del trotskismo de posguerra, las cuales sostenían una visión teleológica de la historia y la lucha de clases, según la cual el proceso histórico se movía en un sentido inexorable hacia el socialismo, por lo que la bancarrota del sistema estaba siempre a la vuelta de la esquina (ver Crítica a las concepciones teóricas del Partido Obrero de José Luis Rojo).
[2] Esto es patente en los artículos de Valerio Arcary, dirigente de la corriente Resistencia del PSOL en Brasil. La constante en este autor es tomar unilateralmente un dato/problema real, la emergencia de la extrema derecha, para justificar su capitulación a la frente amplia con la burguesía que encabeza Lula. Arcary es un ideólogo del etapismo tardío, que, para el caso brasilero, sostiene que primero hay que derrotar al bolsonarismo y, después de eso, ajustar cuentas con la conciliación de clases del lulismo si las condiciones objetivas se prestan para ello: «No hay forma de superar al lulismo sin primero derrotar al bolsonarismo y sin que se produzca un auge de la lucha de masas.» (ver La larga marcha de la izquierda brasileña).
[3] Dicho esto, no deja de ser escandaloso el sectarismo estéril del MRT, grupo del PTS en Brasil, que se rehusó durante años a exigir la prisión para Bolsonaro y los golpistas del 8 de enero de 2022, alegando que era una consigna que generaba confianza en el poder judicial. Además, no llamaron a marchar el 21 de setiembre y, para disimular, mandaron grupitos de tres o cuatro personas a volantear en los actos masivos contra la extrema derecha bolsonarista. Un descalabro total de la Fracción Trotskista, cuya principal figura del PTS en Argentina, Myriam Bregman, fue abogada en el caso de Julio López y pedía la prisión perpetua para Miguel Etchecolatz.
[4] El caso más reciente que comprueba esto es el derrumbe del PSTU de Brasil y, colateralmente, de lo que restaba de la LIT. La LIT llegó a ser una de las principales corrientes trotskistas y, todavía a inicios del siglo, tuvo “cinco minutos” de éxito. Pero no tardó en pagar su falta de visión histórica, pues quedó atrapada en la década del ochenta del siglo XX y no hizo el menor esfuerzo por pensar el mundo actual. La falta de balance estratégico del estalinismo combinado con un doctrinarismo de bajísimo nivel teórico, los hico incurrir en error tras error.




