"La Revolución del Monzón"

Bangladesh: la juventud derribó a Sheik Hasina y cuestiona al régimen

La eyectada primera ministra había sido apodada la "Dama de Hierro de Asia" por su aparente inmunidad política y por sus métodos dictatoriales. Esta vez no alcanzó con represión para suprimir la movilización de la juventud bangladesí.

El histórico proceso de movilización juvenil que inició un mes atrás culminó con la implosión del gobierno de Hasina. Tras 15 años de un gobierno con rasgos dictatoriales, la premier bangladesí dimitió este lunes cuando una movilización masiva de tintes insurreccionales pedía su cabeza a las puertas del Palacio de Bangabhaban («La Casa de Bengala»).

Hasina anunció su renuncia desde el aire, mientras escapaba cobardemente en un helicóptero militar. La eyectada primera ministra había sido apodada la «Dama de Hierro de Asia» por su aparente inmunidad política y por sus métodos dictatoriales. Esta vez no alcanzó con represión para suprimir la movilización de la juventud bangladesí.

La juventud no retrocede

El proceso comenzó con una consigna particular: que caiga la antipopular Ley de Cupos que permitía un manejo discrecional y corrupto de la plantilla de trabajadores del Estado. En una economía marcada por condiciones de ultra explotación laboral y desempleo estructural, el trabajo estatal es la única salida posible para miles de estudiantes universitarios.

Cada año, unos 400.000 graduados compiten por 3.000 puestos de trabajo en los exámenes de admisión. Sheik Hasina buscaba acaparar un 30% de esos puestos para designaciones a dedo desde el Ejecutivo.

Pero lo que comenzó como un reclamo particular se transformó en un desafío frontal al poder del gobierno en el transcurso de pocas semanas. El habitual estilo provocador de la ahora ex primera ministra no hizo más que exacerbar el odio que llevaba años cocinándose en las masas bangladesíes. Sheik Hasina lanzó acusaciones de «terrorismo» contra los estudiantes y desató una represión asesina que combinó ataques paramilitares de la «Liga Chattra» (la «juventud» de choque de la Liga Awami de Hasina) con las balas de la policía.

Incluso cuando el Tribunal Supremo de Bangladesh dio de baja la Ley de Cupos (un vano intento por descomprimir la situación), Hasina intensificó la represión. Se dictó el Estado de Sitio en todo el país y se procedió a realizar detenciones ilegales y torturas contra militantes estudiantiles. Las razzias contra los estudiantes insurrectos se repitieron varias semanas en los campus de las universidades.

Dos semanas atrás, dábamos cuenta del estado de ánimo reinante en las universidades, a pesar de la represión:

«Muchos [estudiantes] esperan que se unan a las protestas las trabajadoras de la confección [textil] que ocupan un lugar estratégico, ya que el país vive de las exportaciones de prendas de vestir. Por eso Fahim, estudiante de la Universidad de Dhaka reflexiona que ‘este movimiento está despertando a todos los oprimidos del país, se han unido los estudiantes secundarios’ y son cada vez más los sectores de trabajadores que están comenzando a participar. ‘El Gobierno nos teme, por eso no reprime con tanta fuerza. Para nosotros esto no tiene vuelta atrás, es una revolución o morir de hambre‘».

Una rebelión popular con protagonismo juvenil y de la clase trabajadora precarizada

Ya en ese momento era claro que la pelea de la juventud se ubicó como un reclamo general de la población explotada contra la matriz semi colonial y profundamente anti democrática del Estado bangladesí. «De fondo, el reclamo estudiantil apuntaba contra el problema del empleo en Bangladesh, un país pequeño en superficie pero con 170 millones de habitantes, de los cuales la mitad vive bajo pobreza extrema, que sufre los ciclones anuales junto a epidemias de enfermedades como dengue o cólera» (Nueva Sociedad, 6/8/2024).

El factor clave en la caída de Hasina fueron los trabajadores del sector textil

El triunfo de los estudiantes llegó cuando se concretaron sus esperanzas en el despertar de la clase trabajadora textil. La inmensa movilización con métodos huelguísticos de la juventud (que llegó a paralizar la economía urbana durante una semana entera) empujó a la huelga a miles de trabajadores y, sobre todo, trabajadoras textiles y de otros rubros de trabajadores precarizados. La heroica resistencia juvenil a la represión asesina de Hasina se fortaleció con la actividad radicalizada de sectores fabriles.

«El factor clave en la caída de Hasina fueron los trabajadores del sector textil […]. Los bloqueos extendidos en el tiempo, los cortes en las principales rutas y la caída de internet y las comunicaciones habían golpeado duramente a la frágil cadena de suministro de la industria textil just in time, de la cual depende 80% de las exportaciones del país. El sector advirtió que en pocos días se registraron pérdidas por 58 millones de dólares.

Cientos de fábricas cerraron sus puertas por miedo a ser vandalizadas, ya que varias fueron incendiadas. Además, reconocen el temor de que sus trabajadoras se unan al movimiento de protesta y se afecte aún más la producción. Desde la Central Sindical de Trabajadores de la Confección de Bangladesh (GWTUC, por sus siglas en inglés), la activista Ferdewsi Rahman afirmó que se habían comenzado a unir miles de trabajadoras textiles a las protestas, donde ya estaban participando diversos sectores de artistas, intelectuales y profesores.

El ingreso de este sector clave fue lo que dio el golpe de gracia. Desde 2013 venían protagonizando protestas y huelgas por mejoras salariales. Tras los años de pandemia, el movimiento huelguístico había vuelto a la carga por una mejora durante 2023, desgastando al gobierno desde ese momento» (Nueva Sociedad, 6/8/2024). 

Las escenas de la última semana en las calles de Daca, la capital, dejaron claro que los sectores masivos movilizados estaban dispuestos a llevar el enfrentamiento con Hasina hasta el final. «Los combates fueron sangrientos y fue fundamental la solidaridad de trabajadores callejeros como los choferes de rickshaw (unos taxis de tres ruedas a tracción humana), que transportaron a los heridos. Entre las imágenes más escalofriantes está la del activista Abu Sayed, que se paró desarmado frente a una columna de policías con los abrazos abiertos y fue fusilado a quemarropa«.

La caída de Sheik Hasina

Ni la mediación de Tribunal Supremo ni las masacres del gobierno lograron frenar el ímpetu de la movilización. El último domingo, la represión alcanzó un pico de mortalidad con 94 muertos a manos del Ejército y de los grupos de choque de la Liga Chatra, que ocupó las calles de la capital con armas de fuego. La consigna de justicia por los protestantes asesinados ocupó el lugar central de los reclamos y radicalizó los métodos de los movilizados. Los estudiantes derribaron decenas de estatuas de Sheik Mujibur, padre de Sheik Hasina y símbolo del poder dinástico de los Sheik. En respuesta a la represión, la juventud adelantó la Marcha a Dhaka para el día lunes y convocó la organización de Comités de Lucha y Resistencia por barrio.

Este tipo de comité está arraigado en las tradiciones de lucha de la juventud bangladesí. Algunos analistas rastrean organismos similares que se pusieron en pie para resistir la ocupación genocida del imperio británico en los ’40, en la lucha por el reconocimiento de la lengua bengalí durante la ocupación pakistaní en la década del ’50, en la guerra de independencia de 1971 y durante la resistencia a la dictadura militar en 1990.

El lunes, otras 99 personas fueron asesinadas por la represión, dejando un saldo total por encima de los 400 muertos desde el inicio de las protestas. Pero ya era tarde para el gobierno de Hasina.

La furia desbordó el control de las fuerzas represivas. Durante el día lunes fueron tomadas, quemadas y saqueadas comisarías en distintas ciudades del país. Varios edificios de la Liga Awami y del gobierno fueron quemados o tomados por los manifestantes. En la capital, la policía abandonó las comisarías y se refugió cobardemente en el Cuartel Central temiendo que las masas hicieran justicia por mano propia contra los asesinos de sus compañeros. El asalto a los represores culminó con una cantidad de efectivos heridos y (según el gobierno) unos 14 policías muertos.

Ese parece haber sido el punto de quiebre. El ejército le soltó la mano al gobierno y, según informes de distintos medios, se negó a avanzar (nuevamente) sobre los manifestantes. La violencia policial y militar ya se había demostrado impotente para sofocar la rebelión.

Así se terminaron dos décadas de poder para la Dama de Hierro de Asia. En la tarde del lunes, Hasina escapó en un helicóptero de la residencia de Bangabhaban. Miles de manifestantes tomaron el edificio y procedieron a destruir toda imagen de la familia Sheik, además de poner en uso las lujos instalaciones de la residencia. Las imágenes de los protestantes cómodamente acostados en los lechos de la residencia o cargando objetos lujosos recordó la rebelión de la cercana Sri Lanka, en 2022.

Vacilaciones de un régimen en crisis

Para ese momento, al resto del aparato político y la burguesía bangladesí le quedó claro que Sheik Hasina era un peso muerto insalvable para el régimen político. El presidente y los altos mandos militares anunciaron la conformación de un «gobierno provisional» encabezado por el Ejército. El régimen medía la posibilidad de una dictadura descarnada para pacificar el país.

Pero esa posibilidad parece haber durado poco. Este martes, los referentes del movimiento estudiantil le dieron un ultimátum al presidente. «El presidente dijo ayer que disolvería el Parlamento inmediatamente, pero vemos que, a pesar de la sublevación, el Parlamento de la fascista Hasina sigue en pie. Si no se anuncia la disolución del Parlamento antes de las 15:00 horas, nos veremos obligados a endurecer nuestro programa» declaraban en un video difundido por las redes sociales.

No hicieron falta más que un par de horas para que el presidente se convenciera de su impotencia y anunciara la disolución del parlamento.

Este martes las calles continúan marcadas por la presencia militar, pero no se registraron (hasta el momento) nuevos actos represivos. La presión de la rebelión expone la falta de puntos de apoyo para el poder del régimen, que no parece tener una vía clara para la transición institucional. Y la juventud no parece dispuesta a volver tranquilamente a sus casas, como si nada hubiera pasado.

Luego del anuncio de disolución del parlamento, los estudiantes hicieron pública su intención de tener parte en la toma de decisiones para la transición: «Hemos propuesto el nombre de Muhammad Yunus [Premio Nobel de la Paz y perseguido por Hasina] con su consentimiento, ahora bien, si de entre los diputados sale otra persona, no lo permitiremos» declaró un referente estudiantil.

Ante la presión, el presidente se reunió con al aparato de los partidos del régimen y declaró sus intenciones de recibir las demandas de los estudiantes. Pero la juventud no parece tan fácil de cooptar.

Un académico bangladesí comentaba a medios internacionales que no parece haber «una alternativa clara tras la caída del gobierno por la fuerza de las protestas, y puede que haya algún llamado a nuevas elecciones, pero no existe una estructura política que pueda reemplazar a la elite actual de la Liga Awami ni los otros partidos. Es muy probable que esto conduzca a un gobierno militar, pero la población no lo va a tolerar» (Nueva Sociedad, 6/8/2014).

Es difícil hacer consideraciones proporcionadas a distancia, pero no parece probable que la posibilidad de una dictadura militar descarnada sea practicable en estos momentos. Uddin Khokon, dirigente del Partido Nacionalista Bangladesí (oposición a Hasina) emitió declaraciones que expresaban terror ante las consecuencias de una eventual intervención militar.

«Se habla de declarar el Estado de Excepción. No queremos un gobierno como el de Moeen U Ahmed y Fakhruddin Ahmed [interventores militares entre 2007 y 2009]. Nadie, incluyendo a los estudiantes, quiere un Estado de Excepción. No lo van a aceptar y van a protestar si cualquier iniciativa es tomada para declararlo» decía en una conferencia de prensa del Colegio de Abogados de la Suprema Corte.

Sería imprudente aventurar definiciones a largo plazo mientras el proceso continúa en desarrollo. Lo seguro es que la rebelión juvenil y trabajadora del último mes marcó un hito histórico en la historia de los trabajadores y la juventud bangladesí. La caída del poder cuasi dinástico de los Sheik es un antes y un después, del que la juventud y los sectores populares salen fortalecidos y el régimen dramáticamente debilitado. Un estudiante bangladesí refleja de la siguiente manera la mezcla de incertidumbre y alegría que reina en los sectores movilizados: «‘El norte no está del todo claro, pero sabemos lo que no queremos’, dice desde Manipur Rab Tanjim, un joven estudiante tras un día largo en las barricadas, ‘fueron días y noches terribles, perdí a muchos amigos, pero para nosotros hoy es el día de la victoria'».

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