Crisis y rebelión

Serbia: la juventud irrumpe en las calles y coloca al gobierno autoritario contra las cuerdas

Alrededor de 325 mil personas marcharon en Belgrado. Fue la movilización más grande en la historia de Serbia y colocó a la defensiva al gobierno autoritario de Aleksandar Vučić.

El primero de noviembre de 2024, la marquesina de la estación de trenes de Novi Sad (la segunda ciudad del país) se derrumbó de forma inesperada. Alrededor de 200 toneladas de concreto cayeron sobre la concurrida vereda que está al frente del edificio, provocando la muerte de quince personas que transitaban por el lugar.

Este fatídico evento detonó un enorme movimiento de masas encabezado por la juventud universitaria, que, sumando a otros sectores de la sociedad, confluyó en la movilización más grande en la historia del país balcánico: se estima que 325 mil personas marcharon el 15 de marzo por las calles de Belgrado, capital del país, exigiendo castigo a los responsables por las quince muertes y cuestionando la corrupción del régimen.

De Yugoslavia a Serbia: estalinismo, guerras y bombardeos de la OTAN

Iniciemos con una brevísima recapitulación histórica sobre Serbia, la cual nos sirve para comprender algunos rasgos políticos de la actualidad y la trascendencia histórica de las movilizaciones en curso.

Durante varias décadas hizo parte de la República Federativa Socialista de Yugoslavia (RFSY), y, como su nombre sugiere, perteneció al grupo de países del Este europeo donde se expropió el capitalismo. Pero, a pesar de su denominación formal, nunca hubo socialismo en Yugoslavia, pues desde el inicio se constituyó en un Estado burocrático en el que la clase trabajadora no controlaba el poder.

Por el contrario, su régimen político giró en torno a la figura de Tito, el icónico caudillo de la resistencia contra la ocupación nazi que gobernó el país desde 1945 hasta su muerte en 1980. Aunque tuvo serias desavenencias con la burocracia soviética e implementó formas de autogestión a nivel de las empresas, replicó el modelo estalinista de partido único y no impulsó formas de verdadera democracia socialista que permitieran a la clase trabajadora decidir sobre los asuntos generales del país.

En 1992 se produjo la disolución formal de la RFSY, el cual estuvo antecedido por una seria crisis económica y el incremento de los conflictos étnicos entre las diferentes nacionalidades que la componían. Este fue el preámbulo que desencadenó en 1992 la guerra en Bosnia y Herzegovina, en la que se enfrentó la población croata contra los de origen serbio, éstos últimos apoyados por fuerzas paramilitares de la República Federal de Yugoslavia (conformada por Serbia y Montenegro desde 1992 hasta 2006).

Durante este conflicto tuvo lugar el genocidio de Srebrenica en 1995, en el que fueron asesinados más de ocho mil bosnios de origen musulmán a manos de las tropas serbias. Asimismo, los serbios se vieron inmiscuidos en otras guerras en los años venideros, como fue el caso de Croacia y Kosovo, donde llevaron a cabo una limpieza étnica y otros delitos contra la humanidad.

Junto con esto, la República Federal de Yugoslavia fue atacada por la OTAN entre marzo y junio de 1999, mediante una campaña de intensos bombardeos que dejó un saldo de centenares de civiles asesinados y altas pérdidas en infraestructura civil, como puentes y plantas de energía.

A lo largo de los años noventa, el país estuvo bajo el control de Slobodan Milošević, un político formado en la antigua Yugoslavia estalinista. Su gobierno se caracterizó por emplear métodos autoritarios contra la oposición. Renunció a la presidencia por la presión de una rebelión popular que estalló en octubre del 2000, debido al fraude que organizó en las elecciones del mes anterior. En 2001 fue capturado y entregado a la Corte Internacional de Justicia en la Haya, para que lo juzgara por crímenes contra la humanidad.

Finalmente, en 2006, Serbia y Montenegro se separaron, dando fin a la República Federal de Yugoslavia y constituyéndose en repúblicas independientes.

Todo este recuento nos debe servir para comprender dos coordenadas generales sobre Serbia. En primer lugar, carga con el lastre de la pesada herencia estalinista. Se trata de una sociedad que, durante la segunda mitad del siglo XX, estuvo regida por un régimen autoritario de partido único que promovía un culto a la personalidad de Tito, cuya lógica consistía en bloquear todo intento de organización independiente que emanara desde abajo. En segundo lugar, en su etapa post-estalinista, el país estuvo cruzado por una sucesión de conflictos militares. La juventud de los años noventa creció en medio de guerras con los países vecinos o refugiándose de los bombardeos de la OTAN en sus ciudades. Sumado a eso, tenían de presidente a un político autoritario, xenófobo y reaccionario.

En suma, durante los últimos setenta años, la población Serbia vivió sofocada por regímenes autoritarios y guerras. Asimismo, en los países del Este europeo y los Balcanes, socialismo pasó a ser considerada una mala palabra, pues quedó asociada a la terrible experiencia del estalinismo. En estas condiciones es muy difícil que surjan y se consoliden tradiciones de organización democrática e independiente desde los sectores explotados y oprimidos.

Ahí radica la relevancia de la actual onda de protestas encabezadas por la juventud estudiantil; expresan un recomienzo histórico de la lucha de clases con el potencial de superar la maldita herencia del estalinismo y, conjuntamente, girar el “péndulo” político hacia la izquierda en Serbia e impactar al resto de los Balcanes.

Vučić: un gobierno autoritario y corrupto

Desde 2017, Serbia está bajo la conducción de Aleksandar Vučić, líder del derechista “Partido Progresista Serbio”, quien anteriormente se desempeñó como jefe del gobierno entre 2014 y 2017. En total suma once años en el poder, tiempo durante el cual trabajó para erosionar las endebles instituciones democrático-burguesas del país y hacerse del control de los medios de comunicación.

Desde la oposición lo catalogan como un populista que aspira a transformarse en dictador. Además, los analistas señalan que es ambivalente en materia de política exterior, pues fluctúa entre la Unión Europea y Rusia, por lo cual las potencias occidentales suelen “mimarlo” para evitar que se pase de lleno a la órbita de Putin.

Aleksandar Vučić

A nivel interno, su gobierno se caracteriza por beneficiar a los grandes hombres de negocios y favorecer el saqueo de las riquezas nacionales. Las grandes corporaciones tienen vía libre para destruir los bosques, contaminar los ríos con residuos industriales y explotas canteras o minas en regiones cercanas a poblaciones.

Otro grave problema es el ataque al derecho a la vivienda, bastante deteriorado desde que se privatizó el sistema de agentes judiciales que deciden sobre el desalojo de inquilinos o la subasta de propiedades por deudas. A raíz de ese mecanismo se conformó una mafia de especuladores inmobiliarios que, en contubernio con los agentes judiciales y grupos de matones a sueldo presentados como “seguridad privada”, impulsó una ola de desalojos en años anteriores. Solamente a inicios de 2019, se ejecutaron más de 300 mil desalojos en un país con seis millones de habitantes. Esto propició la conformación de “El Techo”, un movimiento nacional de resistencia ciudadana contra los desalojos.

Por todo lo anterior, la periodista e investigadora Iskra Krstić, en declaraciones para el Socialist Worker de Inglaterra, sostiene que “antes de la tragedia en Novi Sad, todo mundo tenía el vaso lleno de resentimiento contra el gobierno. El desastre de la estación de ferrocarril fue la gota que rebasó el vaso”.

Ahora bien, ¿por qué el desastre en Novi Sad provocó una explosión social contra el gobierno serbio? La estación de trenes experimentó varias remodelaciones y arreglos desde el año 2022, cuando la ciudad fue declarada capital europea de la cultura. Para conmemorar tal acontecimiento, el presidente serbio acudió al lugar junto a Viktor Orbán, el primer ministro húngaro, para inaugurar una nueva línea de alta velocidad. Las remodelaciones se prolongaron hasta el 5 de julio de 2024, día en que la estación fue reabierta para el público. Tan solo cuatro meses después acaeció el derrumbe de la marquesina que mató a quince personas.

Lo anterior hizo estallar la ira de la población que, con total justificación, sólo pudo encontrar una respuesta razonable a lo sucedido: la responsabilidad es del corrupto régimen liderado por Vučić, en el cual ninguna institución supervisa los negocios de los grandes empresarios afines al gobierno.

Un estudiantazo contra la corrupción y el autoritarismo del régimen

La tragedia de Novi Sad fue el detonante para que el movimiento estudiantil de la ciudad entrara en escena, protagonizando un estudiantazo que, en cuestión de algunas semanas, se extendió a todo el país y tiene al gobierno serbio contra las cuerdas.

Todo empezó cuando los estudiantes ocuparon la Universidad de Novi Sad exigiendo cuentas claras sobre las obras realizadas en la estación de trenes, así como la dimisión y el castigo de los responsables políticos. Esta acción rápidamente fue replicada en otras partes del país y, al cabo de tres meses, se contabilizaban más de sesenta universidades ocupadas, entre las que se encontraban todas las facultades de las universidades de Novi Sad, Belgrado, Niš y Kragujevac.

Adicionalmente, el movimiento obtuvo respaldo en otros sectores de la sociedad. Por ejemplo, diversas facultades de universidades privadas se unieron a la batalla; agricultores que combaten la extracción de litio en sus comunidades y respaldan a los alumnos cortando las rutas con sus tractores; taxistas que llevan a personas sin costo hasta las manifestaciones; figuras del teatro, cine y deporte que se solidarizan con el movimiento. Por esta razón, la periodista Iskra Krstić sostiene que la “camaradería en las calles es impresionante” y, agrega, “se percibe la esperanza en el aire”.

Un caso simbólico fue la protesta de los trabajadores y trabajadoras de la estatal “Radio Televisión de Serbia”, los cuales presionaron a sus jefes para que les permitieran informar acerca de las acciones contra el gobierno. Producto de eso, los periodistas rompieron el cerco mediático y lograron informar de varias movilizaciones, ante lo cual Vučić declaró que “la emisora pública quebró todos los principios del periodismo”.

En lo que al sector magisterial se refiere, ya estaba en huelga desde setiembre de 2024 exigiendo un aumento de salarios y mejores condiciones de seguridad laboral (en 2023 hubo un tiroteo dentro de una escuela de Belgrado). Este movimiento se fortaleció por el clima de resistencia alrededor del estudiantazo, particularmente cuando los estudiantes de secundaria se sumaron a la lucha y, de forma independiente, organizaron bloqueos en apoyo al paro docente.

En suma, el estudiantazo abrió una coyuntura en el país y cambió la correlación de fuerzas, pues sirvió como detonante de un conjunto de reclamos sociales y aglutinó el malestar social en torno a la lucha contra la corrupción del régimen.

Todos los analistas coinciden en que es el movimiento de protesta más multitudinario y con mayor extensión geográfica en la historia del país, incluso por encima del que provocó la caída de Milosevic veinticinco años atrás. Inclusive, los estudiantes cuentan con muchísimo apoyo en las regiones rurales, otrora bastiones del conservadurismo del gobierno.

Se estima que, de las 174 entidades gubernamentales locales del país, al menos en 151 se registraron acciones de protesta de febrero. En ciertas ocasiones, estas fueron las primeras movilizaciones civiles en la historia de dichas ciudades o comunidades.

Otro aspecto por destacar es la organización democrática del movimiento, estructurado en asambleas por facultad en las que se discute todo, desde la organización de las protestas hasta la administración de los edificios ocupados.

Por otra parte, el proceso no está exento de los límites que caracterizan a todo recomienzo histórico. Los analistas de los medios de comunicación internacionales y los de la izquierda coinciden en la falta de claridad de las exigencias por reformas democráticas, ya sea porque no presentan un plan claro de acción o porque se limitan a pedir que las instituciones funcionen bien, algo imposible de materializar bajo un gobierno que apuesta endurecer el régimen.

“Queremos instituciones que hagan bien su trabajo. No nos importa qué partido esté en el poder. Pero necesitamos un país que funcione, no uno en el que no se haga justicia durante más de cuatro meses”, declaró a la BBC Jana Vasic, estudiante de Derecho durante una protesta en Belgrado.

También, tienen una orientación para “no crear líderes”, por lo cual rotan las vocerías ante los medios de comunicación y, en muchas ocasiones, ni siquiera brindan sus nombres cuando dan entrevistas. Esto es comprensible en un país con la herencia caudillista del culto a la personalidad de Tito, pero también es sintomático de ciertos rasgos anti-políticos autonomistas.

En todo caso, esos límites parciales no niegan el carácter progresivo y a la izquierda del estudiantazo, un movimiento que, hasta el momento, se mantiene independiente de los partidos de oposición burguesa del régimen y apuesta a la movilización para conseguir sus reivindicaciones.

Primeras victorias y la respuesta del gobierno

El ascenso del estudiantazo cambió la correlación de fuerzas políticas y colocó al gobierno serbio a la defensiva. Desde que comenzaron las protestas, el movimiento no paró de romper “records”; en diciembre, por ejemplo, se realizó una histórica movilización de 100 mil personas en Belgrado, la cual fue superada por la también histórica movilización del 15 de marzo que congregó a otras 325 mil en dicha ciudad.

Además, el 24 de enero se llevó a cabo un ensayo de huelga general que reunió a cientos de miles en actos por todo el país: 55 mil personas en Belgrado; 22 mil en Novi Sad; 10.500 en Niš; y otros tantos miles en pequeñas ciudades del interior.

Por ese motivo, muchos afirman que en Serbia, cuya población es de 6,5 millones, está surgiendo el movimiento estudiantil más grande de Europa en la historia reciente.

Frente al ascenso de las protestas, Vučić se vio obligado a realizar varias concesiones parciales para apaciguar los ánimos e intentar normalizar el país. El 28 de enero, mientras los estudiantes se encontraban bloqueando un nudo viario en Belgrado, se produjo la renuncia del primer ministro, Miloš Vučević, quien se desempeñó como perfecto de Novi Sad en 2012-2022, por lo cual figuraba en la lista de presuntos responsables políticos por el desastre en la estación ferroviaria.

Además, el gobierno indultó a trece estudiantes y docentes que habían sido detenidos en las protestas anteriores, a la vez que ordenó la publicación de varios documentos relativos a los contratos con la empresa china que hizo las remodelaciones. También, ofreció la concesión de créditos accesibles para que las personas jóvenes puedan comprar apartamentos.

Lo anterior denota que Vučić está a la defensiva. Ante la magnitud de las protestas tuvo que realizar algunas concesiones para tratar de contener la crisis que lo acecha. Sin embardo, eso no significa que esté vencido o que no tenga iniciativa. Su accionar consiste en la vieja táctica de la “zanahoria y el garrote”, es decir, combina las recompensas con maniobras y medidas autoritarias.

Por ello, a menudo hace referencia al estudiantazo de maneras contradictorias. A veces lo categoriza como un movimiento de oposición legítimo y amplio al que está dispuesto a escuchar, pero antes de la marcha del 15 de marzo declaró que los estudiantes tendrían que matarlo si querían sustituirlo, pues no iba a renunciar de su cargo.

Aunado a lo anterior, el gobierno está maniobrando para debilitar la base de las protestas. Recientemente trató de adelantar las vacaciones de los colegios de secundaria, con el claro objetivo de dispersar a la gran masa de estudiantes que componen ese sector y son aliados naturales del movimiento universitario. Asimismo, logró un triunfo parcial: los sindicatos magisteriales firmaron un acuerdo con el gobierno para acabar con la huelga magisterial y aceptaron una “moratoria” de las huelgas hasta 2028.

Aunado a eso, intentó otras maniobras para debilitar la convocatoria a la marcha de marzo. La más notable fue la suspensión del transporte público desde el día anterior para impedir el desplazamiento de los manifestantes hacia Belgrado. Sin embargo, este operativo fue derrotado por el movimiento, lo cual quedó en evidencia por las enormes filas de autos que viajaron desde el interior hacia la capital.

Adicionalmente, el régimen comenzó a mostrar los dientes ese día. Organizó un campamento con sus “apoyadores” en un parque al frente del Palacio Presidencial, donde se encontraban integrantes de una antigua milicia de paramilitares nacionalistas que, en 2003, asesinaron al entonces primer ministro Zoran Djindjic. Esto fue precedido por el incremento de las amenazas de represión que, aunque por ahora no se han materializado, son sintomáticas del aumento de la polarización y la disposición del gobierno por llegar hasta las últimas consecuencias con tal de mantenerse en el poder.

Junto con esto, los medios de comunicación que responden al gobierno llevan a cabo una campaña de difamación contra el movimiento de protesta, al cual acusan de ser promovido por agentes de la CIA y políticos de oposición. Son imputaciones absurdas que no resisten el menor contraste con la realidad de los hechos.

En primer lugar, los estudiantes no tienen ningún acuerdo con los partidos de oposición burguesa al gobierno, pues los asocian como parte de un régimen corrupto. Esto es un dato objetivo que destacan prácticamente todos los medios de comunicación internacionales.

En cuanto a la supuesta intromisión de agentes externos, nos remitimos a un reportaje de The Guardian, en el que aseguran que el hijo del presidente Trump, Don Jr., recientemente se entrevistó con el presidente serbio y, al terminar dicho encuentro, ¡repitió sus acusaciones de que era un movimiento orquestado por fundaciones del exterior! Por si fuera poco, el diario británico reporta que las potencias europeas únicamente pidieron al gobierno serbio que respete el derecho a la protesta, no obstante, no critican al régimen por temor a que Vučić caiga en los brazos de Putin.

Esto último es clave, pues corrobora que el actual proceso de movilizaciones “corre” por la izquierda a la oposición burguesa y al imperialismo. Por ende, no es válido equipararlo a las denominadas “revoluciones de colores” que tuvieron lugar en otros países del ámbito post soviético.

“Todos estamos bajo una marquesina”

Esa fue una de las consignas que destacó entre los miles de carteles que se levantaron por las calles de Belgrado el pasado 15 de marzo. La frase transmite de manera muy sencilla y elocuente el descontento social que cunde entre la juventud y la población serbia: ¡el país está defectuoso por causa de la corrupción de un gobierno autoritario y en cualquier instante puede derrumbarse y aplastar nuestras cabezas!

Debido a eso, hasta ahora las concesiones, maniobras y amenazas de Vučić no han surtido efecto. Por el contrario, el estudiantazo ganó el apoyo de la mayoría de la población, dejó al gobierno a la defensiva y cambió la correlación de fuerzas a favor de las luchas.

Finalizada la histórica marcha de marzo, el movimiento estudiantil universitario emitió un comunicado que indica que “no estamos realizando los pasos finales, estamos realizando cambios tectónicos. Si no se satisfacen nuestras exigencias, continuaremos en las calles, en bloqueos, en la batalla hasta que la justicia sea alcanzada”. Esas palabras sugieren que las protestas continuarán en lo venidero, pero también ilustran la grieta gigantesca que se abrió entre el régimen y la juventud.

El gobierno de Vučić pretende consolidarse como un régimen autocrático, similar al de su amigo Orban en Hungría. Pero al frente tiene una sociedad civil compuesta por una enorme mayoría de jóvenes, campesinos, trabajadores, mujeres y población LGBTQ+ dispuestos a resistir a sus ataques y defender las libertades democráticas.

En ese sentido, el estudiantazo serbio confirma que la reversibilidad dialéctica está inscrita como una potencialidad en la actual etapa de la lucha de clases. Los golpes que vienen por la derecha y la extrema derecha pueden desencadenar respuestas por abajo en un sentido contrario. Una lección que la izquierda revolucionaria tiene que tener presente para ubicarse en el mundo actual.

Aunque el resultado inmediato de esta lucha aún está por definirse, es innegable que sus repercusiones ya se comienzan a sentir en los Balcanes y Europa del Este, como demuestran las masivas protestas que tuvieron lugar en Hungría y Turquía en los últimos días. Un dato nada despreciable, considerando que esa región quedó muy marcada por la pesada herencia del estalinismo y el desarrollo de gobierno autocráticos. El estudiantazo en Serbia puede ser un punto de quiebre con el potencial de girar el “péndulo” político hacia la izquierda en la región. Esperamos que sea así. La lucha de clases decidirá.

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