
Esta semana hubo cierto revuelo en distintos medios de comunicación por las funciones en el teatro Colón de la adaptación de la obra Theodora, de Haendel, dirigida por Alejandro Tantanian e interpretada por Mercedes Morán, y los músicos Yun Jung Choi / Martín Oro / Florencia Machado / Santiago Martínez / Víctor Torres.
La obra de Haendel narra la historia de la mártir cristiana Theodora (501), que fue perseguida por el emperador romano Dioclenciano, y ejecutada en Antioquia. La pieza, publicada en 1750, es un oratorio que cuenta esta persecución y los esfuerzos de Didymus, un soldado romano, por salvarla mientras se debate entre su obediencia y sus convicciones.
La propuesta artística de la puesta realizada en el Colón consistía en hacer dialogar intertextualmente la obra de Haendel con fragmentos de la autora Althaus-Reid, teóloga argentina crítica de la institución eclesiástica y las religiones, proveniente de la tradición de la Teología de la Liberación y cercana a ideas de inclusión de las disidencias y la teoría queer.
El director de la obra, Alejandro Tantanian, en diálogo con Izquierda Web, nos comentaba: «La persecución de la autoridad del imperio romano sufrida por Theodora era posible de ser entendida como esta propuesta de Marcella con los grupos disidentes que no son aceptados por la iglesia, entonces había muchas relaciones sugerentes. El peligro del ascenso del cristianismo era intolerable para la ortodoxia romana. Hay conexión entre los textos porque hablan de como la tolerancia de los grupos disidentes encuentra la intolerancia de la ortodoxia del poder«.
La obra desató la ira de sectores ultra conservadores de la iglesia que no se contentaron con abuchear durante la función, sino que encabezaron una campaña mediática por la censura de la obra. Hicieron presentaciones al Inadi y llegaron incluso a exigir la renuncia del Ministro de Cultura porteño. Una actitud oscurantista y reaccionaria que atenta contra la libertad de expresión y la libertad creativa de interpretación en una obra artística.
Sacerdotes y otras autoridades locales de la iglesia encabezaron una campaña contra la obra, enviaron comunicados de prensa, realizaron denuncias al Inadi e incluso llegaron a exigir la renuncia del Ministro de Cultura de la ciudad por considerar «agraviadas sus ideas religiosas con los impuestos de la población». La reacción de estos grupos conservadores recuerda a lo ocurrido meses atrás cuando representantes de la iglesia evangélica atacaron a la autora de la serie El Reino, emitida en Netflix, con argumentos similares.
La presencia de estos cuestionamientos en el arte no es más que un proceso que expresa y se relaciona con avances en los debates que la propia sociedad está desarrollando al calor de movimientos como el feminismo, la marea verde, o el movimiento lgbt. Es perfectamente entendible que alguien pueda no coincidir con una propuesta artística o sentirse incómodo con las ideas en ella expuesta si las mismas son contrarias a las propias creencias, pero de ahí a intentar silenciar una obra violando el derecho a la libertad de expresión hay una gran distancia.
«Una de las voluntades del espectáculo era volver a que la gente descubriera el pensamiento de Althaus-Reid. Ella constituye una propuesta que llama teología indecente, con influencia de la teología de la liberación que plantea incluir a todos aquellas minorías y sectores disidentes que son expulsados por la iglesia», nos comentaba Alejandro Tantanian.
Y agregaba: «La teología indecente va al grano: ataca la construcción de los mitos patriarcales religiosos, los deconstruye y va al nudo de la cuestión«.
Los sectores reaccionarios que atacan estas expresiones que abren espacios de debate completamnete válidos acusan a quienes impulsan estas propuestas de «adoctrinamiento», como si la iglesia no utilizara todos los medios a su alcance para difundir su doctrina e imponerla. Lo que se intenta con estas campañas es defender cerradamente su propia doctrina, silenciando todo atisbo de cuestionamiento a la misma. En un sentido, repiten la actitud que Diocleciano y las autoridades romanas tenían frente a la propagación de las ideas cristianas en el siglo V.
Tantanian nos decía: «Nosotros no tuvimos ninguna voluntad de ir a patearle los tobillos a nadie. Hicimos una operación desde el plano de las ideas. Presentamos al público algunos textos de Marcella que veíamos que entendíamos que guardaban relación con la pieza original. La campaña mediática, las denuncias y la exigencia de renuncia al Ministro de Cultura es una reacción completamente desproporcionada. Si hay debate, bienvenido sea, pero en este caso lo que hay es una voluntad de silenciar a otra parte, la que piensa distinto«.
Por último, agregó que: «Uno no se pronuncia por la obra. La obra es un hecho artístico que queda sujeto al proceso de interpretación que haga el público«.
Alejandro Tantanian es un dramaturgo y director de teatro argentino con amplia trayectoria en las artes escénicas. Ha participado en más de 60 festivales internacionales y ha sido merecedor de numerosos premios nacionales. También es autor de diversas publicaciones, las cuales han sido traducidas al portugués, inglés, italiano, francés y alemán. Sus obras han sido estrenadas no sólo en Argentina y Uruguay sino también en diversas ciudades de Brasil, Francia, Suiza, España, Bélgica, Austria y Alemania.