
Comenzar a hablar de Agnès Varda es un desafío. No fue simplemente una cineasta con una larga trayectoria, sino que, en sus sesenta y tres años de carrera, transformó el cine a nivel narrativo, con su fuerte participación en la Nouvelle Vague (Nueva Ola), encarando temas como la violencia de género, el aborto, el lugar de los afroamericanos en la sociedad frente a la violencia de la policía, las luchas de la clase trabajadora, el amor romántico y monogámico, etc.
Agnès nació en Ixelles, Bélgica, en 1928. Se educó en la Escuela del Louvre antes de conseguir un trabajo como fotógrafa oficial del Teatro Nacional Popular. La conocen como la “Abuela de la Nouvelle Vague” (la nueva ola del cine francés), a partir de su primera película La PointeCourte, la cual es precursora estilística del movimiento, y Cleo de 5 à 7.
Agnès, además, se presentaba como una mujer cineasta, precursora en las directoras de este género, originando una posición política frente al machismo en los distintos ambientes. Por eso, con un pie en el feminismo, y dejando de lado la idea de ser “la mujer de Jacques Demy”, al convertirse ella en una figura que no necesita de referentes hombres, dijo: “Sugerí a las mujeres que estudiasen cine. Les dije:»Salgan de las cocinas, de sus casas, háganse con las herramientas para hacer películas». No es un detalle menor tener en cuenta que durante los sesenta se estaba gestando la tercera ola del feminismo precisamente en Francia, con referentes como Simone de Beauvoir.
La autora no sólo se interesaba por los problemas de género que acarreamos las mujeres, sino que encontró su lugar en las disidencias y minorías, en las luchas sociales, que eran temas recurrentes en la Nueva Ola. Lo encontramos en el corto-documental Black Panthers (Panteras Negras) el cual realiza en Nueva York durante una de las manifestaciones del mismo grupo, en defensa de los derechos de las personas afro-americanas y la liberación de uno de ellos. Agnès, a partir del documental, mostraba la situación desde un punto de vista de denuncia, así sus preguntas hacia los entrevistados se muestren de manera objetiva, hay un claro objetivo en lo filmado por Varda, de dar un mensaje no sólo al mundo sino también a una Francia que se veía en una revuelta social tal como el Mayo Francés en el 68, año de la publicación de este corto.
Frente a la misma postura, tenemos a Réponse de femmes: notre corps, notre sexe (Respuesta de las mujeres: nuestro cuerpo, nuestro sexo), donde la cineasta se posicionaba fervientemente en el feminismo, con preguntas tales como “¿Todas las mujeres quieren ser madres?”, “¿Qué es el cuerpo de una mujer?”, “¿Cómo nos definimos mujeres frente a la mirada masculina?”. En 1975, el programa ‘F come femme’ del canal televisivo francés Antenne 2, lanzó al público la pregunta «¿Qué es ser mujer?». El corto es unagit-prop (o ‘cine panfleto’) en el que Agnès Varda enfrentaba a la sociedad patriarcal de la época a través de los testimonios de múltiples mujeres.
En Les Glaneurs et la Glaneuse (Los espigadores y la espigadora) Varda retomó nuevamente las injusticias sociales de la clase trabajadora. El documental comienza con un cuadro, Des Glaneuses de Jean-François Millet, que es sumamente comparable para la autora, con la forma en que se espiga hoy en día. Esto lleva a un análisis que Varda con su cámara va registrando a medida que se mete en el campo de estudio, que entrevista a los “espigadores” y denuncia, no sólo a las grandes corporaciones (como las de los supermercados, que desechan toneladas de comida todos los días, pero no permiten que la gente las agarre) sino también al consumo desmesurado de la población.
Varda, en la película se presenta como una espigadora más, inclusive se hace una foto con un montón espigas sobre el hombro. Ahora bien, ella no es el tipo de espigadora que muestra en la película, inclusive es su curiosidad por este tipo de recolección la que la lleva a filmar y entrevistar a esta gente. Entonces, ¿qué tipo de espigadora es? ¿Toma el término al tener el atrevimiento de recolectar diferentes historias, no sólo en esta película sino en la mayoría de sus documentales? ¿O es una característica que se atribuye al recolectar imágenes de archivo, o montar distintos planos que fueron seleccionados de varias tomas? ¿Podemos pensarlo como “arte de espigar planos”, haciendo con ellos una suerte de bricolage que les otorgue un nuevo sentido?
En Agnès encontramos cierta vocación por el cine que se hace difícil encontrar en otros artistas, es decir, quienes tengan sesenta y tres años en la industria y puedan seguir presentándose al mundo con sus ideas propias, contando historias en las afueras de Francia y acompañando movimientos sociales. Como dijo ella misma, cuando recibió el galardón de oro estadounidense por Visages, Villages (Rostro y Lugares), “el hecho de recibir aquel premio no significa una mayor satisfacción profesional pues, para mí, el cine debe de tener como primer sentido el de narrar y contar historias antes que el de hacer dinero”. Su forma de hacer cine, como ella bien dijo, es el “cinécriteure” (cine-escritura), es decir, el no separar al director del resto de roles dentro de un rodaje, haciendo que esté presente en la dirección, escritura, producción y edición. Por eso, a Varda le debemos agradecer su valentía: postrarse frente al gigante de la industria para mostrarnos, con sutileza, pero con un gran ojo, lo mundano que tendemos a ignorar.
Caroline Capart