Un desafío directo al gobierno de Orbán

Cientos de miles en la Marcha del Orgullo en Budapest

Las calles de Budapest se inundaron con una marea multicolor que, además de defender el derecho a la libre expresión del amor y los afectos, también mandó una señal poderosa al gobierno húngaro: ¡la plaza está dispuesta a luchar contra el palacio!

Este sábado se realizó la Marcha del Orgullo en varios países del mundo, en conmemoración de la histórica revuelta que tuvo lugar en Stonewall, Nueva York, luego de que la policía realizara una redada el 28 de junio de 1969 en un bar frecuentado por la comunidad LGBTIQ+.

En el caso de Hungría, no fue la excepción. Es preciso recordar que dicho país era uno de los más “progresistas” en la región. Por ejemplo, en la década de 1960 se despenalizó la homosexualidad (una legislación retrógrada estalinista) y, en 1996, se reconoció la unión civil entre personas del mismo sexo.

Pero esto cambió tras la llegada de Víctor Orbán al poder en 2010. Desde entonces, su gobierno de extrema derecha no dejó de atacar los derechos de la población LGBTIQ+. Esto lo “justifica” alegando que los niños no debe estar expuestos a la homosexualidad ni a las ideologías que naturalizan las transexualidad.

En marzo pasado aprobó una ley que prohíbe la realización de marchas como la del Orgullo y, además, reformó la constitución del país para limitar los derechos de la población LGBTIQ+.

Amparándose en esta legislación, el gobierno húngaro declaró ilegal la realización de la movilización del sábado. Pero este manotazo autoritario no le salió como pretendía, pues provocó la ira de miles de personas, las cuales acudieron al llamado a movilizarse en Budapest.

Las imágenes que nos llegan desde la capital húngara son hermosas. Inicialmente, los organizadores preveían una participación de 35 mil personas en la marcha, pero la realidad superó las expectativas y, según algunas fuentes internacionales, la concurrencia osciló entre las 150 y 200 mil personas. De esta forma, la Marcha del Orgullo se transformó en un desafío abierto al gobierno autoritario de Orbán.

“La libertad y el amor no se pueden prohibir”, dice una pancarta colgada en las cercanías del Ayuntamiento de la Ciudad, según reportó un medio de prensa internacional. Es una frase tierna, pero también es profundamente radical cuando se agita en un país gobernado por un presidente que tiene aspiraciones autócratas y que aplasta todos sus opositores por la vía de la represión policial y judicial.

En la movilización participó Greta Thunberg, quien señaló que la Marcha del Orgullo es una protesta, pero también una «celebración del amor y de quienes somos”. Además, calificó la prohibición gubernamental como “otro ataque fascista a los derechos humanos, pero no se puede prohibir el amor”.

Ante la masividad de la marcha, el gobierno de Orbán optó por no desplegar a la policía, para así evitar que imágenes de arrestos o manifestantes heridos le den la vuelta al mundo.

Pero esto no significa que se resignara a no hacer nada y, desde antes de que iniciara la movilización, advirtió que su gobierno iría a tomar represalias legales contra quienes organizaron y participaron de la actividad. Para esto mandó colocar cámaras a los largo de las calles por donde pasó la marcha, las cuales están dotadas con sistema de reconocimiento facial.

Además, las autoridades recordaron que las multar por  participar en una marcha prohibida puede ser de 500 euros (585 dólares) y que los organizadores pueden ser castigados hasta con un año de prisión.

A pesar de estas amenazas (que no pueden ser menospreciadas tratándose de Orban), las calles de Budapest se inundaron con una marea multicolor que, además de defender el derecho a la libre expresión del amor y los afectos, también mandó una señal poderosa al gobierno húngaro: ¡la plaza está dispuesta a luchar contra el palacio!

La 30° edición de la Marcha del Orgullo en Hungría nos recuerda que los ataques reaccionarios por arriba pueden desencadenar respuestas por abajo.

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