Como representantes de miles y miles de anónimos/as, dedico estas líneas a Elsa y a Ana, madre de un compañero desaparecido (Aníbal Benítez) la primera, presa política y esposa de un compañero también detenido la segunda (militantes represaliados del Partido Socialista de los Trabajadores), pertenecientes a distintas generaciones y experiencias, pero que confluyeron y fueron puntales y ejemplos de esta pelea a la que entregaron sus esfuerzos humanos, políticos y materiales.
De las derrotas históricas pueden surgir luchas titánicas
“Numerosos intelectuales de izquierda creyeron hasta 1976 que la ‘liberación nacional’ vendría a través del trabajo con los oficiales de la línea nacionalista-industrialista. En la década de los 50 se esperaba que los oficiales ‘nasseristas’ dieran el primer paso para la revolución nacional. En la década de los 70 la esperanza se puso en los denominados ‘peruanistas’. Pero la realidad es otra: en los momentos de represión de los movimientos populares se unen todas las líneas y fracciones, como quedó demostrado en el baño de sangre de 1976. (…)”.
Osvaldo Bayer, Los militares, Les Temps Modernes, París, noviembre de 1978, p. 85, Rebeldía y Esperanza, documentos
Sin lugar a dudas, el 24 de marzo de 1976 fue una derrota histórica para la clase obrera argentina, que no sólo impuso un régimen de terror, sino que significó un antes y después en la vida, en las conquistas obtenidas, en la supresión de un sinnúmero de libertades políticas y sindicales conquistadas. Pero decir sólo eso, es transmitir una parte de la realidad, el trazo grueso, pero no es decir todo. (1)
Porque aun así, a 44 años de aquel siniestro golpe militar, éste sigue siendo un boomerang para quienes lo ejecutaron y apoyaron, al que la clase capitalista y su Estado siguen tratando de borrar de la memoria de generaciones.
Las palabras del ex presidente Macri sobre los 30.000 indignaron a muchos pero no sorprendieron a nadie. Porque era el mandatario de los CEOs, los mismos que estuvieron en primera fila apoyando el genocidio.
Pero las palabras del presidente Fernández, más indirectas, pero con el mismo propósito (cuestionar el genocidio como plan de Estado) sí provocaron otro efecto. Repudio en consecuentes luchadoras como Nora Cortiñas y estupor en otros/as, que guardaron silencio.
Sin hacer ningún paralelo entre ambos gobiernos, sí decimos categóricamente que el objetivo último que persiguen es el mismo: barrer de la memoria histórica de generaciones la lucha contra los golpes militares y sus crímenes contra los de abajo. Porque aquélla empezó el mismo día de consumado el golpe.
Primeras resistencias tan heroicas como desconocidas
“Juan Martín fue secuestrado en su lugar de trabajo (fábrica Mercedes Benz). Una importante concentración de trabajadores frente al cuartel de La Tablada exigiendo su liberación le salvó la vida. Antes de eso había pasado por la comisaría de San Justo donde fue torturado.” (Memoria abierta, sector 1, 9/7/18). Desde ya que esta resistencia masiva no fue registrada por la prensa, se conoció en los testimonios de los juicios de lesa humanidad. Otro fue el caso de la fábrica Cristalux de Avellaneda, donde un compañero del PST que era delegado fue secuestrado y sus compañeros pararon durante un día, reclamando su aparición con vida. El compañero fue reconocido como preso político en una cárcel de la dictadura, en la cual pasó largos años, hasta que se logró que saliera con opción a un país de Europa.
Ejemplos como estos, fueron más numerosos de los que trascendieron, incluso días después de consumado el golpe militar y teniendo como protagonistas a trabajadores de grandes fábricas, que intentaron una resistencia a lo que se venía.
Una resistencia tan sorda, como dura y tenaz
La solidaridad no se esfumó, sino que siguió desarrollándose por abajo y en la oscuridad, donde no llegaran los ojos represores. Sin esos vínculos de solidaridad, no sólo los muertos y desaparecidos hubieran sido muchos más, sino también los compañeros quebrados por el aislamiento o las duras condiciones de detención, así como los exiliados. Poniendo en primer lugar la vanguardia de las Madres que encabezó las primeras luchas en las calles, creemos que es necesario destacar el rol, más desconocido, de un incalculable número de “anónimo/as” que resguardaron perseguidos en sus casas, visitaron presos políticos, prestaron sus domicilios para ser domicilio legal en caso de secuestro o detención, hicieron colectas, organizaron rifas para ayudar al sostén económico.
Los familiares que visitaban a sus presos, aguantándose todo tipo de vejámenes y humillaciones, posibilitaron no solamente su mantención física, sino fundamentalmente moral. Su apoyo no era sólo el afectivo, desde ya fundamental, sino el que significaba brindarle un informe de la situación que se vivía en el país, de su organización, sea cual fuere ésta, de las tareas que se realizaban aquí y en el exterior. Esos informes, transmitidos de boca en boca en forma más que clandestina para escapar a la vigilancia, fueron cruciales para mantener la discusión política dentro de la cárcel, que era parte de la vida cotidiana de los presos políticos, ya que seguían siendo militantes aun en esas condiciones extremas. También los encarcelados/as tomaron medidas de lucha cuando la situación las hacía posibles. Por ejemplo, cuando había una sanción a un/a compañero/a (como mandarlos a las celdas de castigo, quitarles el recreo o la visita): éstas iban desde la medida mínima, el “jarreo” (golpe masivo de la jarra contra la reja) hasta la huelga de hambre.
Su vida no dependía sólo de la voluntad del comando militar que decidía sobre su existencia física, sino que también se nutría de la actividad política y moral que la sostenía desde los batallones de afuera de las paredes de las cárceles.
La solidaridad entre ellos, incluyendo a sus familiares visitantes, se extendía a los presos no-políticos que había en algunas cárceles, como en Devoto, que también eran solidarios con ellos, porque también sus condiciones de detención se habían endurecido después del golpe.
El operativo huida de la dictadura intentó la autoamnistía… así les fue
El “democrático” general Reynaldo Bignone (2), de la mano de los partidos patronales, la Iglesia y la burocracia sindical, intentó tapar el genocidio con una ley de autoamnistía. Hubo mucho ensayo pero no llegaron al estreno porque el intento se les evaporó antes entre las manos. No había condiciones políticas cuando en las calles, en las canchas, en los espectáculos, la única voz que se escuchaba era la del repudio a la dictadura.
La marea democrática, acompañada por la incipiente resistencia obrera, había venido para quedarse, como la marea verde actualmente del movimiento de mujeres. Los pasó por arriba.
Los sucesivos gobiernos de la democracia patronal inventaron “de todo”, literalmente, para salvar a los genocidas y sus secuaces. Pero con marchas y contramarchas, las derrotas parciales que significaron el Punto Final, la Obediencia Debida, el Indulto, éstas fueron revertidas, no en su totalidad, pero sí con triunfos importantes como la existencia de 554 condenados: número único logrado en el mundo por crímenes de lesa humanidad. A Astiz y Etchecolatz los tuvieron que mantener en la cárcel porque están más seguros allí que afuera, al alcance de la ira popular. El “director de orquesta” del genocidio y secuestro de bebés, Jorge Rafael Videla, se murió en la cárcel y otros de su calaña siguieron y seguirán su derrotero.
No es todo, pero es mucho. Es un punto de apoyo importante para no bajar los brazos, para seguir en la primera línea. Para desbaratar todos los intentos, por derecha o con argumentos nacionales y populares, de “defensa nacional”, de las “nuevas FFAA”, etc, con los que intentan hacernos retroceder en todo lo que hemos avanzado y nos “traguemos otro sapo”.
Alberto lo intenta y al día siguiente tiene que pedir disculpas
El discurso oficial en Campo de Mayo y las posteriores disculpas del Presidente no son una formalidad. Son la síntesis de una articulación histórica, que trasciende su gestión y sus intenciones inmediatas.
Es la continuación, al referirse a la “inconducta de algunos” y “dar vuelta la página”, de los intentos sostenidos de los gobiernos democráticos patronales de reivindicar a las FFAA desprestigiadas ante los ojos de la población e inmediatamente se arrodilla ante la réplica de una luchadora histórica, si las hay, como Nora Cortiñas. Las palabras que expresó Nora son la representación de una marea democrática y antidictatorial que atravesó generaciones y dice: ¡Presente! ¡Ahora y siempre!
Los intentos continuarán. Las FFAA son el sostén del régimen capitalista y patriarcal. En todos los tonos y en todos los colores seguirán repitiéndose. Los “buenos” y “nuevos” de hoy se convertirán en los asesinos de mañana, si la clase a la que representan los necesita para “poner las cosas en orden”. La supuesta “inconducta” que les asignó el presidente a los milicos del 76 puede volver cuando la clase a la que representa los llame para esa tarea. Acción y reacción permanentes.
La resistencia que empezó al día siguiente al 24 de Marzo del 76 y se agrandó con el paso del tiempo, está en primera fila y no la vamos a abandonar.
Por más que nos “chamuyen” con FFAA “distintas” a las de ayer y pobres “genocidas viejitos presos” que merecen irse a su casa, seguiremos en las calles por la Memoria, por la Justicia y por el Castigo a todos los genocidas y sus cómplices, con sotana o sin ella.