Ya por el 55 Julio López tuvo que abandonar su pueblo natal, General Villegas, debido a sus posicionamientos políticos. Se mudó al barrio de Los Hornos en la ciudad de La Plata, donde con el regreso a la democracia comenzó a colaborar con Montoneros. El 27 de Octubre de 1976, en el marco de la dictadura militar más sangrienta que sufrió este país, ingresan grupos de tareas a Los Hornos para llevarse a los militantes del barrio, entre ellos es secuestrado Jorge Julio López.
Julio pasó por varios centros de detención, vivió y pudo observar numerosas violaciones a los derechos humanos. Cuando lo sueltan se dedica a escribir en un cuaderno todo lo que vió, los lugares y las personas que pudo identificar, a la espera de la democracia y la posibilidad de juzgar a los militares genocidas.
La primera oportunidad llego recién en 1999 con los Juicios de la Verdad abiertos por el menemismo, juicios sin posibilidad de condena que se abrieron en el marco de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Si bien estos juicios eran una farsa en el sentido de no poder juzgar a ningún genocida, fue una primera oportunidad para Julio López de hacer público todo lo que vivió. Allí declaró, relatando en voz alta por primera vez todo lo que vio y vivió, y responsabilizando claramente a Miguel Etchecolatz como dirigente de un gran número de centros de detención clandestinos, y perpetrador de torturas, violaciones y asesinatos.
Cuando se derogan estas leyes de la impunidad en 2003, y más aún cuando se declaran inconstitucionales los indultos a los genocidas que había dictado Menem,se abre la puerta a enjuiciar a los militares por los delitos de lesa humanidad cometidos. Se abrió una verdadera ola de juicios a genocidas. La sociedad argentina, que tenía una herida abierta desde la última dictadura militar, herida que las leyes de Punto Final y Obediencia Debida de Alfonsín y los indultos de Menem no hicieron más que infectar, encontró en esta oleada de juicios a los represores un primer intento de sanear la infección. Lo que sucedió con Julio López y luego la llegada del macrismo demostraron, sin embargo, que la infección es profunda y la herida sigue bien abierta.
Uno de losprimeros y más importantes juicios que se llevaron adelante fue, justamente, el juicio realizado contra Etchecolatz, alto funcionario de la bonaerense durante la dictadura. Julio López fue un testigo clave el mismo, teniendo por primera vez la posibilidad de encarcelar a sus represores. El 18 de Septiembre de 2006 salió de su casa para ir a escuchar la sentencia de Etchecolatz pero nunca llegó a tribunales.
Había sido desaparecido por segunda vez. Esta vez no se volvería a saber de él.
Desaparición
Julio fue desaparecido durante el gobierno de Néstor Kirchner. Y si bien el mismo salió en cadena nacional haciendo alarde de su preocupación por el compañero, en los hechos no hizo demasiado para que fuese encontrado.
Para empezar, dejo la investigación a cargo de la policía bonaerense, la cual fue dirigida por Etchecolatz en su momento –y de la cual formalmente siguió siendo parte hasta el 2017- y de la cual se sospechaba fue partícipe del secuestro. Si lo que realmente quería Kirchner era encontrar a “Tito”, como el afectuosamente llamaba a Julio López en cadena nacional, no dejar la investigación en manos de sus probables secuestradores, quienes tenían conocidos vínculos con su genocida, tal vez hubiese sido un buen comienzo. Que no saliesen funcionarios kirchneristas a decir que Julio López estaba en la casa de una tía también hubiese estado bien. La realidad es que los Kirchner no movieron un dedo para encontrar a Julio López, quien sigue desaparecido hasta el día de hoy.
La desaparición de Julio generó –y sigue generando- un enorme repudio. Se realizaron numerosas movilizaciones por su aparición con vida, las cuales se siguen realizando en la ciudad de La Plata hasta el día de hoy para conmemorar su desaparición y denunciar la impunidad de ayer y de hoy.
Impunidad
Si bien Etchecolatz fue condenado por delitos de lesa humanidad, la desaparición de Julio López nunca fue juzgada. En el año 2014, en la lectura de veredicto del juicio por La Cacha (centro de detención), Etchecolatz intenta darle un papelito al juez. Los fotógrafos logran capturar lo que decía el mismo: se podían leer las palabras “Julio López” y “secuestrar”.
Ahora bien, vivimos en una era amarilla que es amiga de los represores, la conciliación con la dictadura y la impunidad. Etchecolatz es un claro ejemplo de cómo el macrismo envalentona a estas lacras genocidas.
No solo fue uno de los primeros en pedir beneficiarse con el infame 2×1, que derrotamos con la movilización popular y que hubiese devuelto a los genocidas a sus casas. Iintentaron darle la prisión domiciliaria para que vuelva a su cómodo chalet en la ciudad de Mar del Plata. Nuevamente, la movilización popular dejó en claro que la sociedad argentina no olvida, no perdona ni se reconcilia, y Etchecolatz tuvo que seguir en la cárcel. Y en la cárcel murió.