Una campaña electoral a la derecha

Con los candidatos de las principales fuerzas del régimen definidos, ha quedado delimitado el terreno político sobre el que se desarrolla la campaña de cara a las elecciones, y dan una pista del rumbo que intentará imponer la burguesía y su personal político de cara al 2024.

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Editorial Campaña electoral corrida a la derecha

Una arena política que va desde el centro derecha con la candidatura de Massa (Unión por la Patria), pasando por la derecha con Larreta y Bullrich (Juntos por el Cambio) hasta la extrema derecha con Milei. Todos los candidatos tienen en común ser garantes de la estafa del FMI, alejados de cualquier “gesto de rebeldía”. Despejado ese fantasma, la burguesía y el Fondo respiran aliviados.

Este corrimiento político forzado a derecha, y que no se verifica en el terreno social (volveremos sobre esto), viene acompañado de una sumatoria de elementos reaccionarios como la agitación mediática y de campaña permanente contra el derecho a la protesta social, el intento de legalizar ese ataque vía reformas constitucionales (la Jujuy del radical Morales y la Salta del massista Sáenz), el discurso encendido contra los movimientos sociales, o el caso reciente de la Ministra de Educación de la Ciudad de Buenos Aires (Acuña) que pretende “premiar” con un bono a los docentes que no hacen paro descontándole el salario a los docentes que si paran y pelean por la educación pública.

En síntesis, una campaña corrida a la derecha que combina la apuesta a un ajuste económico con reformas laborales, jubilatorias y estructurales (por decir los elementos comunes), con la apuesta a un elemento extraeconómico y político como es el intento de legitimar la deslegitimada represión a la movilización. Todo este operativo “por arriba”, en un país cuyo deterioro estructural vinculado a las condiciones de reproducción económicas generales (industria, energía, servicios) -así como a la salud, la educación, el transporte, las condiciones de vida en los barrios, y la decadencia salarial- generan un clima social de bronca por abajo cuya traducción político electoral aún está por verse.

Lo que ha quedado claro de los intentos reaccionarios de legalizar el ataque a la protesta es que una cosa es cosechar votos con campañas de derecha, y otro cantar es pretender legitimar un giro a derecha en el terreno económico/social. Las movilizaciones masivas en Jujuy y Salta dan la pauta de que las relaciones de fuerza no pueden resolverse meramente en el terreno electivo, y que mientras la “cabeza, el voto y el palacio” pueden ir para un lado, “los pies, la calle y la plaza” van para otro.

El operativo político por derecha consiste en ocultar el fracaso del capitalismo argentino, de la burguesía y de su personal político en la dirección del país, atacando a los trabajadores, la inversión del Estado en derechos sociales bajo el supuesto que el problema del país es el déficit fiscal (un cuestionamiento encriptado a las jubilaciones, la salud, la educación, y la asistencia social), la protesta social como método de defensa, y la organización sindical (como lo hace recientemente Larreta en un spot de campaña con imágenes del SUTNA).  A la vez que esbozan la necesidad de ir a mayor competitividad y bajar los “costos laborales” (ataque a los salarios, la indemnización ante el despido, y las condiciones laborales ya de por sí precarizados).

Es por esto que, ante la discusión que planteo de Manuela Castañeira en radio La Red sobre la necesidad de llevar el salario mínimo vital y móvil a $500 mil, se ha alzado un  grito derechista: “¡ah pero las pymes!”. Un intento de ocultar detrás de micro o pequeñas empresas sin capacidad para pagar salarios dignos de $500 mil, los intereses de muchos capitalistas que se autodenominan “pyme” y precarizan y super explotan a las y los trabajadores para aumentar sus ganancias y fugarlas del país.

La derechización del discurso político hace juego de luces y sombras, privilegiando los intereses del empresariado como si fueran “intereses de todos” y ocultando los problemas de los trabajadores que sufren en carne propia la precarización y los salarios de pobreza. Por el contrario, nuestra campaña y nuestra batalla política echa luz sobre los problemas de las mayorías sociales que son los trabajadores, la juventud, las mujeres y lbgti, y los elevan a intereses generales.

En este marco, es evidente la irresponsabilidad de Myriam Bregman (PTS-FITU) de haber dividido a la izquierda (una vez más) ante un panorama en que se discute cómo dar una salida a la crisis del país a costa de los trabajadores. Pero a esa irresponsabilidad se suma otra: la de haber debilitado a la izquierda ante la maniobra del peronismo que habilitó una colectora a Grabois para contener al público desencantado con Massa, evitando una migración masiva hacia la izquierda.

Una doble irresponsabilidad política del FITU que demuestra nuevamente que priorizan sus intereses mezquinos y la instrumentalización del elemento proscriptivo de las PASO antes que la política en función de los intereses y necesidades de los trabajadores. Un cálculo oportunista que eventualmente podría jugarles una mala pasada (un ejemplo de esto es lo que acaba de ocurrirles en Córdoba, donde la división contra nuestro partido les ha costado un legislador).

Un abanico electoral sin progresismo  

Si los resultados electorales suelen ser difíciles de prever ya que la traducción política de la vivencia social cotidiana no es mecánica ni simple, esto se encuentra aumentado por el contexto de crisis global del país y el doble fracaso de los gobiernos de Juntos con Macri, y el del gobierno actual, cuyo principal candidato Massa es actual Ministro de Economía. Dos fracasos que generan dudas  sobre la capacidad de sacar al país de la crisis en la que estamos, reduciendo las alternativas al “menos peor”. Esto en un escenario donde los tercios que hasta hace un tiempo suponían las encuestas (herramientas poco fiables por varios motivos, entre otros la influencia económica para dirigir los resultados a favor de quien contrata las agencias) podrían diluirse para volver a uno de relativa polarización entre UxP y JxC, con un Milei compitiendo como tercera fuerza pero si posibilidades de llegar al ballotage.

Aún así, el resultado que obtenga la fuerza reaccionaria de Milei está lejos de ser indistinta. Su candidatura aparece como la variable independiente de la elección, cuyo resultado condicionará todo el panorama electoral. Un porcentaje de votos importante -aun dejándolo fuera del ballotage- daría aire a un clima político con elementos más reaccionarios e inclinaría la cancha a la derecha favoreciendo a JxC por sobre Unión por La Patria. A la vez que un porcentaje menor, dejaría con posibilidades a Massa. En ese marco, resta además saber quién será el candidato definitivo de JxC luego de las PASO. Demasiadas incógnitas abiertas para avanzar mucho más en el terreno de la especulación.

El timonazo de último minuto en la definición de Massa como candidato presidencial por Unión por la Patria le devolvió competitividad al peronismo, algo que ni Wado-Manzur, ni Scioli podían garantizar. Con la decisión de encolumnar a todo el peronismo detrás del actual Ministro de Economía, el PJ se ilusiona con llegar al ballotage y eventualmente retener el gobierno.

La definición de Cristina Fernández ha sido clara, “antes que kirchnerista, peronista”. Lejos quedaron las palabras de un candidato que le pelee condiciones al FMI. Es el triunfo del pragmatismo y la evidencia de que el kirchnerismo no tiene programa alternativo: primero gobernar, con quien sea mientras sea “uno de los nuestros”…no pasa nada.  Junto con esto, el kirchnerismo se atrinchera en la provincia de Buenos Aires con Kicillof a gobernador, Máximo Kirchner diputado nacional y Wado de Pedro senador. Y para evitar una fuga de votos hacia izquierda, la habilitación de la colectora de Grabois  (un anti abortista y representante de los intereses de la iglesia católica, pero que aparece ante todo un sector como la izquierda del peronismo)  cuya boleta es exactamente la misma que la de Massa a excepción de presidencia y vice. Una maniobra que podría dar resultado para contener los votos del sector progresista hasta después de las PASO, a la espera que la lógica del voto útil favorezca finalmente al actual ministro.

Con una campaña aún sin definiciones explicitas y atrapado en el doble rol de ministro y aspirante a presidente, Massa aparece con perfil productivista visitando autopartistas e inaugurando fábricas, y como quien gestiona las relaciones con el FMI mientras contiene la crisis. Promete concesiones en el próximo periodo vinculadas a la suba del impuesto al salario y un eventual congelamiento de precios. Pero sin palabras explicitas de cara a un posible futuro mandato.

En Juntos por el Cambio, Larreta ha tendido a difuminar las diferencias con Bullrich. La elección del “tirano” Morales como vice le da un tinte reaccionario, a la vez que refuerza un discurso anti protesta social para mostrarse como un candidato dispuesto a ir al choque social.  Es que la definición de Massa fue un mal trago para Larreta en tanto aparece recortándole el espacio de centro derecha que parecía quedar sin competencia firme. Bullrich por su parte refuerza su discurso reaccionario y le compite en argumentos a Milei con definiciones como “dinamitar el régimen económico” y terminar “con que el Estado maneje todo”.

Una campaña para girar la discusión a la izquierda

La campaña de 500 mil pesos de salario mínimo vital y móvil marca agenda en el debate político, a la vez que permite girar el debate a izquierda hablando del gran tema ausente en la campaña. Un verdadero ariete contra el operativo por traducir toda la situación de crisis social y económica que se vive entre los trabajadores por derecha, y contra el cual intentan utilizar el argumento de “las Pymes” que no pueden pagar esa suma, para invisibilizar los problemas de los trabajadores.

Nuestra mirada de la sociedad parte de los intereses y necesidades de los trabajadores por lo cual opinamos que aquellos sectores que no tienen capacidad de elevar el salario a un mínimo digno de $500 mil debe recibir asistencia del Estado, de manera que la situación no sea resuelta, como ocurre en la actualidad, a costa de los trabajadores. Mientras que el resto de las empresas tienen que pagar un mínimo de $500 mil a costa de sus ganancias.

Las Pymes en Argentina están categorizadas según la facturación anual (es decir aquellas ventas que quedan registradas y pagan impuesto, bien sabido es que en el país la evasión fiscal es parte de la vida cotidiana de los empresarios, ni que hablar del trabajo en negro y precarizado). Para dar sólo algunos parámetros, se considera a las empresas según 5 rubros  (construcción, servicios, comercio, industria y minería, y agropecuarios) como micro, pequeñas y medianas según la facturación anual. Se cataloga como micro empresa a aquellas que parten de $37 millones de facturación anual, hasta 100 millones anuales; pequeñas a las que van desde los $200 millones hasta $1.500 millones, y por último las medianas desde $1.800 millones hasta $16 mil millones (datos oficiales en argentina.gob.ar). Fuera de estos parámetros quedan seguramente muchos pequeños comercios de cercanía, pero es evidente que cuando se habla de pyme se abarca a una gran variedad de situaciones, entre los que se encuentras sectores con niveles de grandes ganancias.

En un país donde cerca del 80% del trabajo se genera en este tipo de empresas, hay que destacar que, (según la OIT) el 45% de los trabajadores del país son informales (carecen de los derechos mínimos laborales, como por ejemplo tener aportes u obra social). Y que del total de los trabajadores formalizados (bajo contrato o efectivos como se suele decir) el 50% no supera la línea de la pobreza. Es evidente que gran parte de la precarización laboral, de la informalidad, y de los salarios de miserias se explican por las condiciones que sufren los trabajadores  en las denominadas de manera muy general Pymes, además de las grandes multinacionales y multilatinas.

Nuestra campaña pone por delante los problemas de los trabajadores, desde los más elementales como es el salario, hasta los más generales que son los de terminar con un sistema podrido que condena a las mayorías sociales a la miseria y la falta de perspectivas, y sólo beneficia a los grandes capitalistas. Por eso venimos de acompañar -junto a Manuela Castañeira- el reclamo del SiTraRepA de ser reconocido como sindicato y por los derechos laborales de los trabajadores de reparto, o del reclamo de les residentes de CABA por salarios de 450 mil pesos, y de todos los sectores sociales que alzan la voz contra el intento reaccionario de avanzar contra el derecho a la protesta social, a la identidad, a decidir sobre el propio cuerpo, o a estudiar y aspirar a tener un futuro.

Hay que llevar esta campaña a cada rincón del país, recorriendo subtes y trenes como venimos haciendo en el AMBA, desplegando la mayor cantidad de mesas y agitaciones posibles, volanteando las estructuras laborales, estudiantiles y barrios, y copando cada pared y cada esquina con nuestras propuestas. O desarrollando actos, cenas y eventos de campaña que nos permitan nuclear a quienes se sientan identificados con nuestras propuestas anticapitalistas y quieran impulsarlas y difundirlas. Una campaña de “tribunos populares” en que nuestra voz y nuestras consignas agiten el clima social dando a conocer que estamos los que hablan de los problemas de los de abajo y que pueden encontrar en Manuela Castañeira y el Nuevo MAS un punto de apoyo para que sus intereses estén representados en estas elecciones.

Vamos con todas nuestras fuerzas a las calles para construir esta campaña que quiere girar el debate a izquierda y que le da voz a los trabajadores, la juventud, las mujeres y diversidades.

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