¿Qué va a pasar con la pandemia?

Una nueva ola de contagios se extiende por la Argentina (y el mundo) rompiendo récords. En esta nota analizamos algunos de los puntos clave para entender el futuro próximo de la pandemia.

0
111

Con el final del año llegaron los 42.000 casos, la ómicron y los centros de testeo colapsados. Una nueva ola de contagios se extiende por la Argentina (y el mundo) rompiendo récords.

La pregunta que se repite es ¿cuándo se termina? En esta nota analizamos algunos de los puntos clave para entender el futuro próximo de la pandemia.

Vacunación, contagios y variantes

El análisis de la situación epidemiológica comprende distinta variables que deben comprenderse como un todo. Cantidad de casos, cantidad de fallecimientos, cantidad de internaciones y porcentaje de la población vacunada son algunos de los principales. Hay otros, como la tasa de positividad en testeos (cantidad de positivos sobre el total) y la ocupación de camas de terapia intensiva.

Esta semana la Argentina entró en una nueva ola de contagios de Covid. La cantidad de contagios es la más alta desde que comenzó la pandemia (42.000 el 29 de diciembre, superando la marca récord de mayo) pero la cantidad de fallecimientos es marcadamente más baja que en la última ola: 21 fallecimientos semanales promedio contra los 600 y 700 de promedio semanal de las dos olas anteriores. Las ocupación de camas de terapia también es baja: algo en torno al 20%.

Pero hay otros dos factores a tener en cuenta respecto de olas pasadas. El primero, la aparición de la variante ómicron. Si bien aún no es la dominante en todo el país (persiste la delta) comienza a tener más presencia, especialmente en los centros urbanos (AMBA, Córdoba). La ómicron se caracteriza por ser mucho más contagiosa que las variantes anteriores, pero (por el momento) menos letal. Esto no significa que la ómicron sea menos peligrosa, ya que la menor letalidad le permite transmitirse con mayor facilidad.

Así lo señala Marta Cohen, médica argentina radicada en el Reino Unido: «ómicron tiene 50 mutaciones que la hace hasta seis veces más contagiosa que delta. Logró dar un salto en su evolución epidemiológica que duplicó a la que tuvo delta y reúne mutaciones de delta, beta, alfa y gamma, además de sumar nuevas. Lo que podríamos tener a favor es que la enfermedad parecería ser más leve, lo que no quiere decir que nos debemos descuidar».

El segundo factor «nuevo» en la situación epidemiológica argentina es la apertura total de las actividades sociales y económicas. Hoy en día no queda en pie prácticamente ninguna de las restricciones a la movilidad que comenzaron con el «ASPO» y continuaron con el «DISPO». Las actividades sociales y recreativas de concurrencia masiva (boliches, recitales, estadios de fútbol) son un ejemplo.

El avance del plan de vacunación ha reducido enormemente la tasa de mortalidad en los casos de Covid, pero no por eso la circulación viral se ha detenido. Bien por el contrario, la apertura de actividades y la introducción de la variante ómicron se conjugan en un caldo de cultivo propicio al aceleramiento de la circulación del virus. Por decirlo de alguna manera, el futuro epidemiológico del país radica en el equilibrio entre circulación (contagios), mortalidad e inmunización (vacunas). Como atestiguan casos como el de Reino Unido, este equilibrio no está resuelto (ni en ese país, ni en la Argentina, ni en ningún lugar).

Del contagio al colapso

Hoy por hoy, el Reino Unido es el país europeo más afectado por la variante ómicron. Se cuentan unas 1.200 internaciones diarias. En la última semana, el promedio diario de contagios superó los 110.000 casos, casi el triple que la Argentina (que marcó un récord con los 42.000 casos del miércoles 29 y se espera que siga subiendo).

Sin embargo, Argentina y el Reino Unido tienen una situación vacunatoria no muy distinta. 70% de la población vacunada con dos dosis en Reino Unido, 71% en la Argentina. Esto explica que en ambos países la cantidad de muertos siga siendo baja: 74 muertes en promedio diario en Reino Unido, 21 en nuestro país.

Pero la dosis de refuerzo alcanzó a casi el 50% de la población británica, mientras que solamente al 10% en Argentina. Y en ambos países existe una franja de aproximadamente el 20% que no ha recibido ninguna dosis. En la Argentina, hace ya varios meses que ese porcentaje no se reduce. El gobierno no ha logrado que ese 20% de la población se vacune.

Es obvio que existen sectores que no se vacunarán a menos que se los obligue (los antivacunas rabiosos). Pero ese porcentaje de no vacunados también responde a la franja etaria de los menores de edad, un sector en el que han crecido los casos justamente por carecer de inmunidad y que funciona como transmisor hacia otras franjas de la sociedad.

Este es un problema que el gobierno de Fernández deberá resolver si pretende controlar la situación epidemiológica de cara al año que viene. Si se vuelve a las clases con la ómicron como cepa dominante y sin una vacunación masiva entre los menores, la situación se podría descontrolar rápidamente.

Hasta el momento, el gobierno de Fernández viene haciendo eje en las virtudes de la vacunación para evitar y reducir la cantidad de casos graves y fallecimientos. Esto es real y es testimonio de la enorme conquista científica y humanitaria que significa la creación de la vacuna en tiempo récord.

Sin embargo, la situación sanitaria está lejos de estar resuelta. Así lo demuestra la situación que se vive en Europa y otros países. En el Reino Unido, con un nivel de vacunación similar al argentino e, incluso, con un avance mayor en la tercera dosis, la situación podría descontrolarse en pocas semanas.

Según Cohen, las proyecciones epidemiológicas señalan que para enero las internaciones podrían ascender más de un 100%, pasando de 1200 a 3000 diarias. Se esperan al menos un millón de nuevos casos para enero del 2022. Pero lo más preocupante es que se proyectan unos 50.000 nuevos contagios entre trabajadores de la salud. Este solo fenómeno, sectorizado pero en un sector esencial, podría hacer colapsar todo el sistema de salud británico. Y si no hay atención médica disponible, eso significará más muertes, aún si la vacunación está avanzada.

Esta es una tendencia que se observa en los países centrales. Aún si las muertes han bajado, la enorme circulación viral, la predominancia de la variante ómicron y la aún insuficiente vacunación comienza a golpear sectores esenciales de la economía. Además de la salud, el transporte aéreo de pasajeros comienza a entorpecerse por los contagios.

Esta semana se cancelaron alrededor de 2.400 vuelos en todo el mundo. En el Reino Unido, dos tercios del personal de bomberos del país quedó fuera de servicio por los contagios. Otros sectores, como el transporte o ramas específicas de la industria, podrían sufrir golpes similares.

2022: un desafío epidemiológico

No hay que olvidar que economía y salud no son esferas aisladas de la sociedad. Ya lo demostró la enorme recesión generada con el comienzo de la pandemia. Lo que gobiernos y analistas suelen olvidar (o evitar mencionar) es que la ecuación funciona en ambos sentidos. Los cierres de actividades y la crisis económica pueden afectar también la situación epidemiológica. Y así ha sucedido.

Basta recordar el inicio de la pandemia en nuestro país: los contagios masivos comenzaron concentrándose en las villas y barrios populares del país, allí donde la población no podía mantener cuarentenas estrictas por el hacinamiento de las viviendas y por la necesidad de salir a trabajar (merced del trabajo precario que se extiende en el país).

Y recordemos que la situación social y económica de la Argentina no es la misma que antes de la pandemia. Hoy vemos una pobreza que supera el 40%, una crisis habitacional que alcanza a 3,5 millones de familias y sigue creciendo, un gobierno dispuesto a recortar «gasto» estatal para pagarle la deuda al FMI. La extensión de la ómicron en ese escenario podría generar desastres sanitarios y sociales.

Todo depende, en última instancia, de cómo sea controlada la situación epidemiológica, pero también sanitaria (en términos de presupuesto), social y económica. El Covid – 19 es un virus, un fenómeno proveniente de la naturaleza, pero no se extinguirá «naturalmente» como tampoco surgió «naturalmente».

El final de la pandemia ya está pronosticado desde el momento en que aparecieron las primeras vacunas. Lo que está por verse es cuándo llegará ese final y cómo: cuántas muertes más habrá hasta ese momento, cuántos colapsos sanitarios, cuántas recesiones. No es un problema de azar o especulación, sino de decisiones políticas y gestión sanitaria.

Las herramientas

Así lo señala Marta Cohen: «No tengo dudas de que vamos a salir de esta pandemia y tendremos un virus SARS-CoV-2 endémico. Habrá países que salgan antes, que serán los que sostengan los tres pilares para responder a la pandemia, que son la responsabilidad individual, los testeos masivos y la vacunación masiva. Esos países van a poder vivir una normalidad antes, pero la pandemia va a terminar cuando todos los países, incluido África y el sudeste asiático, estén vacunados

Como marca Cohen, para terminar con la pandemia es necesario controlar tanto su circulación (evitando situaciones de riesgo pero también testeando para identificar los casos positivos) como su mortalidad (inmunizando a la población a través de las vacunas).

Como ya señalamos, la vacunación ha avanzado bastante en la Argentina pero aún está lejos de ser suficiente. Es imperioso garantizar una tercera (y cuarta) dosis para todos los vacunados, y sobre todo avanzar en ese 20% de la población que no ha recibido ni una sóla dosis. Tal vez parezca un porcentaje bajo, pero estamos hablando de, por lo menos, 8 millones de personas.

Por otro lado, el tema testeos viene siendo abiertamente bastardeado por el gobierno nacional. Se han desmantelado parcial o en algunos casos casi completamente los sistemas de testeo. Hay ciudades como Rosario que funcionan con un único centro de testeo. En Córdoba y el AMBA los centros existentes están colapsados ante el repunte de casos y las fiestas. La solución del gobierno fue «cambiar el paradigma» de identificación de casos.

«¿Qué medidas se tomarán para operar este ‘cambio de paradigma’? Principalmente, el ‘considerar a todo contacto estrecho con síntomas como caso positivo’. En criollo, esto significa testear menos.» Esto es algo que los especialistas aconsejan explícitamente NO hacer: «Todos los asintomáticos, que son los contactos estrechos, hay que testearlos, no hay que considerarlos positivos o negativos de acuerdo con lo que me parece. Hacerse el test rápido es una inversión en salud.»

La idea del gobierno es que los contactos estrechos con síntomas se den por positivos y se aíslen. Esto da varios días de ventaja al virus, que puede contagiarse mientras el paciente es asintomático. Al mismo tiempo, se propone reducir el tiempo de aislamiento a 7 días. En promedio, se le están regalando al virus 7 días (de los catorce que suele durar) de changüí antes de rastrearlo e impedir su contagio.

Dice Cohen: «Es importante que no se hagan esas colas de seis horas para que la gente se testee, porque los positivos van a contagiar a los negativos y eso es un riesgo. Lo mejor sería que, a través del sistema que se considere, haya una distribución gratuita de los tests rápidos, lo que va a ser una inversión en salud». No se trata de eliminar el testeo y esperar a que la vacuna «haga su trabajo», sino de rastrear los nexos epidemiológicos cada vez que sea posible. Sólo así pueden anticiparse los contagios masivos inmediatos (con sus consecuentes mutaciones virales) mientras se avanza rápidamente en la inmunización.

Pero ambas cosas (el testeo y la vacunación) implican una inversión presupuestaria. Es cierto que hay cierto «stock» de vacunas en el país (10 millones de dosis, aproximadamente), pero hay 8 millones sin vacunar. Los tests, por otro lado, exigen una inversión constante y permanente a mediano plazo.

Más allá de las variantes, las mutaciones, la tasa de mortalidad y demás factores médicos y epidemiológicos, el principal problema del gobierno a la hora de controlar la pandemia es de orden «extra – pandémico», por decirlo de alguna manera. Es la decisión del fernandismo de subsumir todo el funcionamiento del país al objetivo de pagar la deuda con el FMI.

La primera condición para terminar con la pandemia ya está presente, es la vacuna, la capacidad de inmunizar. Pero la segunda es la inversión presupuestaria: la ampliación de los sistemas de salud, el saneamiento de las inhumanas condiciones de vivienda en que vive parte de la población.

En este segundo punto, el fernandismo se anticipa, cuando menos, mezquino. Ya ha comenzado a desmantelar las pocas inversiones sanitarias hechas el año pasado (centros de testeo, unidades febriles, ni hablar del «presupuesto Covid, congelamiento de desalojos y demás). Y la reducción del presupuesto para áreas como educación o medio ambiente parecen pronosticar los recortes que podrían venirse en salud.

Hay un sentimiento que recorre a toda la población argentina con respecto a la pandemia: el cansancio. La pregunta que se escucha en la calle, los lugares de trabajo, las casas, es ¿cuándo se termina esto? Eso dependerá de si el gobierno (y los gobiernos capitalistas de todo el mundo) invierte realmente en salud, o sigue atando la situación sanitaria con alambre para cuidar las ganancias y «reducir el déficit».

Sumate a la discusión dejando un comentario:

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí