Donald Trump concretó un nuevo hito del militarismo ultraderechista del siglo XXI con una cifra de presupuesto militar récord, absurdamente alta. Convalidó una asignación total mayor al «trillón» (así denominan los estadounidenses al billón) de dólares para el presupuesto militar. Una muestra conjunta de disposición a la carrera armamentística y negociados multimillonarios motorizados por el lobby de la burguesía militarista.

La suma está compuesta por dos paquetes de 901 millones y 156 millones de dólares, respectivamente. La cifra es récord nominalmente pero expresa un desproporcionado (y monstruoso) financiamiento militar. Sobre todo teniendo en cuenta que, de las 10 potencias con mayor gasto militar del planeta, Estados Unidos aparece primera y gastando más que las 9 siguientes sumadas.

La medida llega después de semanas de campaña de los lobbystas de la industria militar. Dichos sectores justifican la medida con la excusa de la renacida carrera armamentística global. Rusia invadió Ucrania, la UE anunció aumentos en el gasto militar durante el último mes y China viene de realizar un impotente desfile militar a mediados de este año.

Esta carrera armamentística del siglo XXI (que recuerda fuertemente al siglo XX y su miríada de conflictos imperialistas) se fundamenta en un orden geopolítico capitalista en crisis, desequilibrado. La imposibilidad de marcar hegemonías claras entre las potencias existentes (y las que aparecen en construcción) preanuncia conflictos militares aún mayores. Una lógica imperialista de depredación mutua que, una vez más, pone a la sociedad humana ante la perspectiva de la muerte industrializada y la amenaza nuclear.

Militarismo y negocios

Obviamente, como es su costumbre, la burguesía no pierde oportunidad de hacer negocios con la sangre humana. El aumento del presupuesto militar estadounidense va motorizado por la nueva línea estratégica del Estado yanqui (el imperialismo territorializado a la Trump) pero también, inseparablemente, por la sed de lucro de los empresarios de la producción armamentística.

En la semana anterior al anuncio, el periódico «moderado» New York Times pidió a viva voz un aumento del presupuesto militar exactamente de la suma luego oficializada. En el mismo sentido, estudios de distintos analistas muestran sistemáticamente la aparición de cifras y argumentos provistas por think tanks militaristas en la narrativa oficial trumpista.

«De los 25 institutos de política pública citados más frecuentemente por el gobierno de EEUU, medios y académicos, 12 son financiados por fabricantes de armas». No hay nada de sorprendente en estas operaciones de lobby. Se trata de un sector hiper parasitario de la burguesía yanqui que aparece enquistado en las instituciones pétreas del Estado. Incluye a grandes fabricantes de armas pero también a pulpos mediáticos, sectores de la academia y obviamente al establishment del bipartidismo estadounidense.