¿Devaluación próxima?

La brecha entre el dólar oficial y los dólares financieros se agranda a cada minuto: ayer la noticia fue que el dólar blue rompió el techo de los 300 pesos. Hoy alcanzó un pico de 342 pesos. El gobierno, mientras tanto, entrega las raquíticas reservas del Banco Central para frenar las olas con los dedos.

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Los grandes capitalistas miraban con desconfianza a la gestión económica de Martín Guzmán, pero también con alivio. No se les escapaba la inestabilidad de todo acuerdo económico, pero esperaban que finalmente un gobierno peronista podría dar comienzo al ajuste que esperaban. De eso se trata el acuerdo con el FMI. La renuncia de Guzmán hizo temblar todos los nudos de alambre con los que habían atado la macroeconomía.

El gobierno amenaza con más restricciones sin tomarlas, vocifera progresismo sin hacerlo, hace profesión de fe de la intervención económica del Estado mientras los únicos que intervienen son los que tienen muchos pesos y los están transformando en dólar.

Los operadores de bolsa, millonarios que actúan como personas físicas, tienen al alcance de la mano varias maniobras para saltear las restricciones. El dólar “contado con liqui” (CCL): se compran acciones o bonos de empresas que coticen en bolsa en Argentina y el exterior a la vez, se las vende en el exterior por dólares y se las deposita en la cuenta que el especulador tenga fronteras afuera. El “MEP”: compran bonos que cotizan tanto en pesos como en dólares, compran con pesos, venden en dólares y éstos se acreditan en una cuenta argentina. El “dólar blue”: compra de dólar en el mercado negro.

En la jornada financiera de ayer, el CCL alcanzó una cotización récord de 307$ y cerró a 303,8$, 50 pesos arriba respecto a los primeros días del mes, subiendo un 20%.

El dólar MEP alcanzó los 297,14$, subiendo 2 pesos en un día y 49,5 en lo que va del mes, un 19,5%.

El dólar blue, en tanto, alcanzó los 301$, diez más que el día anterior.

Con la salida de Guzmán, los capitalistas con bonos argentinos en sus manos temen que eventualmente los pagos no se cumplan. El gobierno venía conteniendo la cotización del dólar endeudándose en pesos con altas tasas de interés. Los tenedores de bonos ganaban más con esa deuda que con dólares. Pero la crisis desatada ahora, y apenas contenida el mes anterior, hizo que se desplome la cotización de todos los bonos del Tesoro. Los que los tienen en sus manos los venden, sin ninguna intención de volver a comprarlos.

Con esos bonos, además, el gobierno financiaba el déficit por vía doble. De un lado, el más directo: las grandes empresas le daban al Estado parte de sus pesos, que prometía devolverlo con creces. Del otro, trataban de contener parte de la presión inflacionaria de la emisión para financiar al Tesoro. Parte de los pesos emitidos salían de la circulación para ir de nuevo al Estado.

Los tenedores de bonos del Tesoro en pesos se fueron de ellos hacia el dólar. Esperan que el Estado no sea capaz de pagarles. El gobierno no puede hacer otra cosa que seguir emitiendo, dándole un nuevo impulso a la inflación.

Con el dólar cambiando de cotización a cada minuto, con las restricciones impuestas por el Banco Central en las semanas anteriores, una parte de la economía argentina se quedó sin parámetro alguno de precios. No se trata solo de los importadores: la mayoría de la industria nacional, con mercado local, depende de insumos extranjeros. Si no saben cuánto cuesta lo que compra, poco podrá saber de cuánto cuesta lo que vende. La dependencia del dólar y el desbarajuste de su cotización dejan sin precios a los bienes en pesos también. Ante la duda, suben.

Todos los grandes capitalistas se aseguran de no perder ni un solo peso ni un solo dólar. Los exportadores del agro retienen los dólares de la venta al extranjero y se niegan a liquidarlos (es decir, pasarlos a pesos y que ingresen a las arcas del Central). Pueden hacerlo porque este gobierno no retrocedió en una medida (una más) del macrismo: la eliminación de los plazos de obligación de liquidar. Esperan a que el dólar encuentre su techo, que el gobierno devalúe oficialmente, para así liquidar por mucho más. La operación inversa hacen los importadores, que sobrefacturan para quedarse con la mayor cantidad de dólares posibles.

Así, los pocos dólares que hay en la economía nacional quedan paralizados en las cuentas de los grandes grupos económicos y la presión sobre el peso crece a cada minuto. El gobierno los deja hacer lo que quieren con retórica «progresista», diciendo que la única cotización que importa es la del dólar oficial, simulando confrontación con los grandes capitalistas mientras ellos son los únicos que ganan.

El dólar sube y ganan los que tienen muchos, los más ricos. El peso baja y pierden los que cobran sus salarios en esa moneda. Estos días, de hecho se está implementando una nueva «redistribución del ingreso»: una regresiva en la que los trabajadores pierden y los capitalistas ganan.

Lo cierto es que brechas tan grandes entre el dólar oficial y el que cotiza en el mercado cambiario suelen ser completamente insostenibles. Y si el gobierno habla y habla contra los especuladores, ninguna medida toma contra ellos, que siguen haciendo libremente lo que quieren con las riquezas del país, producidas por los trabajadores.

Ahora en su retórica progresista ha encontrado un nuevo «especulador» responsable de la crisis del peso; que no serían ni los sojeros ni los bancos ni los hombres de la bolsa de valores. Ahora señala con el dedo al turismo. Entre quienes se van al exterior de vacaciones hay, por supuesto, personas ricas que viven de exprimir la riqueza nacional. Pero también hay muchos trabajadores y sectores medios que excepcionalmente pueden irse al extranjero un tiempo. El gobierno amenaza con tomar medidas contra ellos, con nuevos impuestos o restricciones, en vez de hacerlo contra la clase capitalista. 

Habría una alternativa: tomar medidas radicalizadas contra los intereses capitalistas. Nacionalizar el comercio exterior y de cambios permitiría frenar el drenaje de dólares. Obligar a que se liquiden los de la exportación del agro tendría un efecto similar. Pero el Frente de Todos no hace nada mientras habla contra los especuladores, que hacen lo que quieren.

¿Quién puede tomarse en serio la retórica progresista en estas condiciones? Los capitalistas ganan mientras son señalados con el dedo, y miran con desconfianza al gobierno. Los trabajadores pierden mientras el gobierno se desprende de toda responsabilidad.

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