
Pocas decisiones de un gobierno comprometen el futuro del país de manera global como la que tiene por delante el Frente de Todos: el acuerdo con el FMI. Alrededor de esta definición (explicitada pero no concretada de momento) se condensan hoy una serie de elementos de crisis que se arrastran desde dos décadas a la fecha y que dan cuenta de la profundidad del problema[1].
El país atrasa 20 años desde el punto de vista burgués respecto del neoliberalismo rampante del mundo; las contrarreformas que se requieren para ponerse a tono con los niveles de explotación y competitividad fueron cortadas por la rebelión del 2001. Pero a la vez cualquier nuevo intento de trastocar esas relaciones de fuerzas consagradas desde el momento para atacar las condiciones de vida y laborales de las amplias masas han sido rechazadas por la movilización, como ocurrió en el 2017 bajo el gobierno de Macri cuando intentó impulsar una contrarreforma laboral y jubilatoria. Esta enorme contradicción entre la economía y las relaciones de fuerza del país dan lugar a la actual crisis de la burguesía. Es una encrucijada estratégica que exige una resolución, y que el acuerdo con el FMI pone al rojo vivo.
Como contrapartida, la proximidad de los pagos de deuda para este viernes por 731 millones, por 365 el martes 1 de febrero, y que sumarían un total de 5 mil millones de dólares en marzo de los que el país no dispone en sus reservas amenazan con colocar al país en default en caso de no lograr un acuerdo antes. Junto con esto una serie de elementos críticos de la economía se aceleran:el dólar oficial cuya brecha cambiaria respecto del paralelo ha superado el 100% y presiona hacia una devaluación en regla; la inflación que no encuentra tope y superó el 50% en el 2021; los cortes de luz que afectaron a parte del AMBA ante la ya conocida falta de inversiones en la estructura energética. Y a esto deben sumarse la continuidad de la pandemia que, aún con la merma notable en los efectos del contagio sobre la salud de la población por la combinación entre la menor virulencia de la nueva cepa Omicron y la vacunación, no deja de afectar el funcionamiento regular en los ámbitos laborales y con sus efectos sobre la economía (sin mencionar al sistema de salud).
El crédito establecido entre el FMI y el gobierno de Macri por 57 mil millones de dólares (de los cuales se desembolsaron 44 mil millones) aparecen como una solución al atraso del país respecto del ritmo neoliberal del mundo. Un acuerdo fraudulento que mete en la cancha al imperialismo y pretende poner al país bajo su tutelaje, evitando de esa manera los disgustos generados por la alternancia de gobiernos “populistas”o neoliberales que han sido ineptos al momento de domar al movimiento de masas, y le cubre las espaldas a una débil burguesía incapaz de desarrollar un proyecto de país económica y políticamente independiente.
Pero las dificultades no hacen más que aumentar para un gobierno con el del Alberto Fernández y Cristina Fernández que sufren las enormes presiones que vienen desde debajo de la sociedad en un país donde la palabra ajuste es mala palabra. Si el acuerdo debe ser consumado plenamente entre el gobierno y el FMI,al momento no está nada claro que la coalición del Frente de Todos esté dispuesta a asumir el costo político de un ajuste estructural para de saldar la crisis estratégica de la burguesía, o al menos no de una forma tan directa y a costa la propia cabeza, y apuesta a lograr términos de negociación lo menos vergonzantes posibles.
Por su parte, el FMI exige un ajuste que implicaría destinar toda divisa que ingrese al país al pago de la deuda, a costa de un tejido productivo degradado de por sí por la falta de inversión habitual de la burguesía autóctona (lumpen burguesía) y los capitales transnacionales que operan en el país; la desfinanciación de obras públicas; de la salud y la educación que tienen la jerarquía de derechos sociales en el país; y una batería de contrarreformas laborales y previsionales. Es decir, “integrar” plenamente al país al mundo neoliberal mediante un ajuste estructural en toda la línea. Un giro estratégico como solución a la crisis de la burguesía sin éxito asegurado, y que podría llevarse puesto al gobierno de no pasar la prueba de la lucha de clases.
En esta ecuación de difícil equilibrio, la variable independiente sigue siendo el movimiento de masas, el gran cuco de la burguesía y su personal político, que rechaza cualquier idea de ajuste que pretenda ser llevada adelante desde el propio Estado. Por eso de diciembre a la fecha, el ida y vuelta de las negociaciones con el FMI para concretar los términos del acuerdo continúa sin resolución y crispa los nervios de todos sectores en juego.
Así, el pasado y el presente con todos sus problemas y contradicciones aparecen condensados frente a una decisión que implica, no si debe pagarse o no, cuestión que quedó descartada como disyuntiva por el oficialismo desde el día uno confirmado que asumen la deuda como válida, sino los términos del pago de la misma, mientras corre la cuenta regresiva del default.
Las idas y venidas del acuerdo con el Fondo
La coyuntura se encuentra hoy anudada alrededor del acuerdo o no acuerdo con el FMI, un baile que lleva largo tiempo. Recordemos por ir a lo último, el anuncio pos electoral de Fernández que para las primeras dos semanas de diciembre presentaría un plan pluri anual para ser votado en el congreso junto con el presupuesto 2022, que después extendió para fines de diciembre y que finalmente no ha presentado. Junto con esto tampoco logró la votación del presupuesto para el año actual cuya significación política era la de promover un gesto de unidad nacional consagrado en el parlamento. Así al día de la fecha predomina la incertidumbre.
No es que el gobierno especule con romper lazos con el organismo. Contradictoriamente a medida que pasan los días y meses, la economía muestra mayores signos de descontrol: dólar blue a $215 (mas de un 100% arriba del dólar oficial), una inflación que cerró en 51% en el 2021 y que continúa pulverizando los salarios, y fundamentalmente una serie de pagos por más de 1 mil millones de dólares al FMI para los próximos días (731 millones de dólares el próximo viernes en concepto de pago de capital y 365 el martes 1 de febrero por pago de intereses), además de 193 millones de dólares de deuda con el Club de París y 137 millones de dólares a otros organismos internacionales para las próximas semanas. Y en marzo vencen cerca de 3.200 mil millones del crédito stand by de Macri.
Es evidente que desde el punto de vista económico el gobierno de Alberto Fernández necesita un acuerdo inmediato que alivie los plazos de los enormes pagos que tiene el país por delante. Sin ir más lejos es imposible asumir esa carga de pagos para la caja del Estado: las reservas netas del Banco Central hoy no exceden los 2.200 millones de dólares… La opción del default está lejos de ser una opción deseable al menos para el conjunto del oficialismo, aunque se empiezan a colar algunas opiniones de funcionarios K (como el caso del diputado Moreau y Lozano) que presionan por ir a una cesación de pagos si el Fondo no flexibiliza las exigencias… una muestra del ruido que genera en la coalición el tema.
Si esta opción no logra convencer al conjunto se debe a que una eventual infracción de este tipo significaría no disponer de crédito internacional que el país necesita para el funcionamiento más elemental y cotidiano, además de que el dólar y la inflación saltarían por los aires con su consecuencia destructiva y no administrada del salario, lo que en Argentina ha terminado más de una vez en saqueos.La situación para el gobierno se asemeja mucho a estar entre la espada y la pared.
Son los términos de la negociación los que meten crisis política en la coalición de gobierno. El “protocolo”del FMI para sanear la economía y garantizarse que un acuerdo firmado hoy no sea un bluff mañana, exige entre reformas estructurales y otras, la reducción de déficit fiscal[2](diferencia entre lo que ingresa y gasta el Estado en seguridad social, obra pública, salarios, subsidios, etc.) a 0% para el 2025.Si el 2020, año de pandemia el déficit fue de 8 puntos y el 2021 del 4% con el ajuste que eso implicó, la reducción que exige el fondo es simplemente brutal. Ahí es donde le tiembla el pulso al gobierno que intenta negociar la reducción a 0 el déficit fiscal para el 2027 y evitarse así lo que explicitan algunos periodistas afines al oficialismo: que no hay gobierno que aguante si se va a un ajuste brutal.
El FMI tampoco a cedido respecto de plazos de pago a 20 años con los que soñaba Cristina Fernández, una propuesta que además esta fuera de los estatutos del organismo de crédito, ni ha hecho una declaración que convalidara que el carácter espurio de acuerdo entre el Fondo y el gobierno de Macri en el 2018, ni ha cedido en reducir la sobre tasa de intereses por el cambio de plan de pagos (de stand by a facilidades extendidas)… en fin, ningún gesto económico o político que permita alimentar el relato del sector k.
De fondo, lo que se pone en juego para el gobierno es la gobernabilidad inmediata en un país que viene sufriendo el ajuste sentido desde Macri a la fecha. Y en segundo lugar la posibilidad de una reelección de cara al 2023, un tiempo que dada la dinámica de las cosas parece demasiado lejano. Particularmente para el ala kirchnerista queda amenazado el capital político construido desde el 2003 en adelante sobre la base de que Cristina Fernándezy el kirchnerismo representan la defensa de un proyecto político que defiende antes que nada a los de abajo. Un capital que se ha visto mellado a lo largo de 12 años, pero que conserva fuerte arraigo en sectores de masas y que podría chocar de frente con la realidad.
Dentro del variopinto espacio del FdT, existe un sector que ha levantado la voz, sólo la voz sin llamar a ningún tipo de acción ni sacar los pies del plato, contra los términos de acuerdo que pretende imponer el Fondo llamando a que paguen los 100 principales fugadores de divisas o a ir al default como comentamos. Un hecho que no deja de ser una muestra de los elementos de crisis y descontento que suscita la negociación. Y junto con esto plantea una nueva ubicación para la izquierda revolucionaria.
Los desafíos de la izquierda revolucionaria
Como podrá verse, no es una coyuntura más. De la misma se desprenden desafíos estratégicos para la izquierda revolucionaria y la clase trabajadora.Las contradicciones políticas, económicas y sociales tienden a concentrarse y tensarse a un punto tal que la política del No Pago al FMI y de la ruptura soberana con el organismo imperialista puede colocarse como un horizonte realista.
La izquierda revolucionaria que organizamos la marcha del 11 de diciembre contra el pago al Fondo tiene la obligación de apostar a cumplir un rol estratégico en la coyuntura actual y conformarse como un polo de referencia, organización y movilización. En febrero comenzarán a funcionar las sesiones extraordinarias del parlamento que tiene como eje principal recibir y sancionar el acuerdo plurianual que muestre un proyecto del conjunto de las fuerzas del régimen (desde Milei, pasando por Macri y Larreta hasta Cristina Fernández y Máximo Kirchner) dispuestos a llevar al país al acuerdo con el organismo de crédito. En esta apuesta está sumada toda la burocracia sindical, desde la CGT con Acuña, Daer y Moyano (que también harán las diferencias aun lado) para ir al choque con el movimiento de masas.
Junto con esto, la incomodidad que se ha hecho pública en sectores afines al gobierno requiere que planteemos una nueva acción que parta de un punto mínimo como es el “No Pago, No al acuerdo” que permita atraer a la movilización a sectores que hoy se encuentran reñidos con sus genuinas aspiraciones de defender los intereses de los de abajo. Por esto es necesario convocar de manera urgente a una nueva reunión del espacio contra el pago al FMI, y proponer una nueva movilización que plantee una alternativa soberana, que rechace el ajuste del Fondo y que ponga por delante de una vez por todas los intereses de los trabajadores, la juventud y las mujeres.
Junto con esto, están planteada la conquista de una ubicación estratégica para la izquierda que amplíe su base como referencia de un sector de la sociedad, una conquista enorme y que nos llama a actuar en Frente Único contra todo oportunismo y visión estrecha, y que gane inserción orgánica para constituirse como una fuerza real con capacidad de dirección, fundamentalmente entre los trabajadores, el movimiento estudiantil y sectores concentrados de la sociedad.
Nos permitimos, por último, una analogía histórica que pretende graficar cómo los problemas históricos e inmediatos se concentran ante determinadas situaciones políticas. Es sabido que la primera guerra mundial fue el elemento dinamizador por excelencia de la Revolución Rusa. Mediante la misma las problemáticas económicas, sociales, políticas y nacionales se exacerbaron en el imperio Zarista, cuyos lazos orgánicos con los capitales imperialistas francés e inglés habían permitido cierta modernización (desigual respecto de las metrópolis y combinada con los elementos de atraso de Rusia). La ligazón orgánica entre el imperialismo, la monarquía y la débil burguesía, el interés común de la explotación de la clase obrera y el campesinado, ataban irremediablemente los destinos del imperio monárquico a los de el bando aliado. La firma de una paz separada con Alemania resultaba inconcebible para el zarismo, como posteriormente a la revolución de febrero del 1917 para las facciones burguesas, aún ante el clima insurreccional y la exigencia creciente de la paz por las masas hartas de la guerra. Llegado el momento, incluso acariciaron la idea de sofocar la revolución ahogando en sangre al ejército Ruso en la continuidad del frente con Alemania. Sólo la revolución de octubre de 1917 con el partido bolchevique a la cabeza puedo poner fin a la guerra y otorgar la paz a pueblo Ruso.
Salvando las evidentes distancias entre este enorme proceso revolucionario y la circunstancia que atraviesa nuestro país, queremos señalar cómo determinados problemas anudan y condensan las principales determinaciones de un país, tensando al máximo sus contradicciones. Argentina es un país semi-colonial ligado “desde los dientes de leche” (diría Miliciades Peña) al imperialismo. Desde luego que unidad de intereses no significa identidad de los mismos y que eventualmente pueden sucitarse rispideces entre el imperialismo y en este caso Argentina. Pero los empréstitos financieros, la deuda con el FMI en este caso, es un mecanismo no sólo de sujeción que ejerce desde el centro imperialista hacia la periferia, sino un contrato entre socios en la explotación mutua de la clase trabajadora del país, amen de que no existe forma (que no sea la de la ruptura revolucionaria) de que la economía del país funcione y se integre al concierto de la economía mundial si no es mediante el acceso al crédito financiero. En este sentido, tanto la burguesía local y transnacional que funciona el país, como el imperialismo, lucran con el atraso del país. Lo mismo da, dicho de otra manera, que el pago al Fondo implique subsumir al país en más atraso. En definitiva, de eso se trata la unidad de intereses entre ambos sectores.
Dicho esto, las contradicciones que arrastra el país por su ubicación histórica en el mapa de la economía mundial, así como por el desarrollo histórico de sus clases sociales y la actual relación de fuerzas ligada en lo inmediato a la rebelión popular del 2001 y recientemente a la movilización del 18 de diciembre del 2017, junto con todos los elementos coyunturales, e incluso los elementos de crisis que genera la decisión de pago del gobierno pero sin acuerdo por los términos de ajuste que exige el Fondo, tienden a concentrarse frente al problema del pago de la deuda.
La “locura” que representaba para las fuerzas del régimen de la Rusia del 1917 la idea de firmar una paz por separado y romper con el imperialismo inglés y francés, es análoga con sus distancias evidentes, a la “locura” que representa proclamar el No pago de la deuda y la ruptura soberana con el FMI. La propia dinámica del capitalismo devuelve a las fuerzas revolucionarias la enorme tarea de alzar los intereses más profundos de la clase trabajadora y los oprimidos por sobre la ideología conservadora de lo posible y lo cuerdo.
En ese camino, la única política revolucionaria posible, política como economía concentrada,para construir un proyecto que libre a los trabajadores y al país del yugo del imperialismo y del lastre de la burguesía local debe comenzar por la ruptura inmediata con el FMI y el No Pago soberano; la estatización de la Banca privada para terminar con la especulación financiera, la nacionalización del comercio exterior para imponer un férreo control sobre las divisas que entran y salen del país; el aumento generalizado del salario mínimo a 150 mil pesos, y el aumento inmediato de presupuesto para salud y educación. Un programa de que deberá ser impulsado por la movilización de la izquierda revolucionaria junto a los trabajadores, para que el país levante cabeza y salga de la miseria creada por los capitalistas.
[1]Recomendamos la lectura del Informe Nacional del reciente Plenario Nacional del Nuevo MAS, por Roberto Saenz: “Crisis burguesa y desafíos estratégicos para la izquierda”.
[2] Ver al respecto “La Argentina, el FMI y el campo minado 2022”, por Marcelo Yunes.