
Por si alguien dudaba que la Argentina esté atravesando una crisis generalizada en términos económicos y sociales, las últimas estadísticas oficiales sobre los niveles de pobreza despejan cualquier duda. La pobreza rasguñó los 40 puntos, alcanzando el mismo nivel que durante la cuarentena.
¿Cómo es posible que la cantidad de personas que no pueden satisfacer sus necesidades básicas sea la misma durante un año normal que durante la depresión económica global que significó la pandemia del Covid-19? Es más, ¿no se suponía que la economía argentina estaba creciendo y eso redundaría en mejores condiciones de vida para las mayorías? Así lo dijo Alberto Fernández en cada ocasión que tuvo. Y también CFK confirmó el dato en sus últimas apariciones. Sin ir más lejos, el PBI per cápita del país creció un 2,9% entre el segundo semestre del 2021 y la misma fecha del 2022. Pero la pobreza aumentó un 1,9% en el mismo período.
¿Paradojas?
Las contradicciones de la economía argentina son tan alevosas que hasta los medios de comunicación afines al gobierno intentaron esgrimir alguna explicación.
«Una mejora de la actividad económica suele estar asociada a un incremento de la producción y a mayores necesidades de empleo, lo cual ayuda a que una mayor proporción de hogares pasen a percibir un salario que sea suficiente para ubicarse por fuera de la línea de pobreza […] Cinco elementos clave que explican esta paradoja» comienza una nota que recoge las terribles estadísticas sociales del último año y medio.
Pero, sintomáticamente, los analistas afines al gobierno se limitan a eso: exponer las estadísticas. No dan explicaciones reales de la supuesta paradoja. Sucede que la cuestión está planteada falsamente. En ningún lugar está escrito que el crecimiento del PBI (es decir, del tamaño de la economía) acarree necesariamente un aumento del poder adquisito de los asalariados del país. Por poner un ejemplo cualquiera, Brasil se ubica en el puesto 85 de los países con mayor PBI per cápita (sobre 190 países). Sin embargo, está ubicado en el puesto 12 en el índice de desigualdad social. Rusia está todavía más arriba en ambos rankings: número 9 en desigualdad y 64 en PBI per cápita.
¿Cómo es posible? En realidad, no hay tal contradicción. Bajo el capitalismo, la economía de un país no es propiedad de su población como un conjunto (más allá de las bellas palabras plasmadas en una u otra Constitución) sino de la clase capitalista, los grandes empresarios industriales y, en países como la Argentina, especialmente de los terratenientes del agro.
Y esto no es ninguna novedad. Marx lo explicó en términos económicos hace ya 175 años. Alberto Fernández, Cristina Kirchner y todos los políticos burgueses del país lo saben perfectamente. Cuando presentan la idea de que el crecimiento de la economía redundará en menos pobreza, están presentando una simple mistificación, un engaño.
¿Tal vez piensen que los trabajadores argentinos confiarán más en los fríos números que en su experiencia cotidiana, cuando todos los días notan que sus salarios alcanzan para menos? Bueno, pues tampoco las estadísticas los acompañan.
Los números
«Creamos un millón y medio de puestos de empleo, por lo tanto no es verdad que ajustamos. Los trabajadores, que en la pandemia lograron mantener sus puestos gracias al ATP, tuvieron sus paritarias libres y le ganaron a la inflación. Están 8 puntos arriba» decía Fernández en enero de este año, presentando números harto optimistas. Pero los números también señalan que el salario real en dólares cayó un 86% en los últimos años.
Veamos los números que presentan los analistas K para explicar las paradojas del crecimiento argentino.
Ya dijimos que la pobreza rozó los 40 puntos en las últimas mediciones. Pero resulta que la tasa de ocupación laboral creció. «La tasa de ocupación llegó a niveles récord para la serie, con un aumento de 1,2 puntos porcentuales (43,2 por ciento a 44,4 por ciento), mientras que el desempleo se redujo del 7 por ciento al 6,7 por ciento en el último semestre [del 2022].»
¿Cómo es posible que si la ocupación crece la pobreza no baje? Pues porque «el crecimiento del nivel de ocupación en el segundo semestre fue explicado por informales y cuentapropistas […] De los 1,2 p.p. que creció la ocupación respecto al segundo semestre de 2021, 1,4 p.p. correspondió a un incremento de los asalariados informales y 0,2 p.p. al cuentapropismo, mientras que los asalariados formales registraron una caída de 0,3 p.p.«.
Desde este medio advertimos hace casi dos años que los capitalistas aprovecharon el accidente de la pandemia para hacer negocios.
Tras el cierre de la economía y la posterior reapertura, «los empleos recuperados no son necesariamente los mismos que los perdidos. En concreto, la oferta de empleo ha aumentado durante la re – apertura, pero los nuevos trabajos a los que cualquier trabajador puede acceder son de una calidad menor a los anteriores: más precarizados, con salarios menores o directamente en negro. Según la consultora ABECEB, a la Argentina necesitará de 5 años de crecimiento económico por encima del 3% para recuperar los millones de puestos de trabajo perdidos. Pero, incluso llegado el caso de que esto se logre, esos puestos de trabajo tenderán a ser cualitativamente inferiores a los anteriores«.
Este pronóstico fue hecho en octubre del 2021. No han pasado todavía dos años y las perspectivas de crecimiento ya muestran claramente que la Argentina no tendrá esos 5 años de crecimiento ininterrumpido. De hecho, el Banco Mundial acaba de pronosticar una recesión técnica (retracción de hasta el 0,6%) para el 2023.
El otro factor a tener en cuenta es, obviamente, la inflación. Según la consultora Ecolatina, «el contexto de aceleración en la inflación, que pasó de una suba promedio mensual del 5,3 por ciento en el primer semestre al 6,2 por ciento en el segundo; junto al deterioro de los ingresos reales, explican por qué hubo un incremento de la pobreza pese a la mejora en el nivel de ocupación».
«En el promedio del año pasado los salarios formales lograron ganarle (por poco) a la inflación». Nos permitimos dudar de este dato, por lo general basado sobre un promedio engañoso de salarios. «No obstante, los salarios reales informales cayeron 7,6 por ciento. Desde el último pico en 2017, el salario informal arrastra una pérdida en términos reales del 35 por ciento, mientras que el salario real formal cae 18 por ciento«. Esto grafica cabalmente el drama que viven los trabajadores informales en la Argentina, siendo el sector más golpeado por la inflación y estando más expuestos a los vaivenes de la actividad económica.
Pero, además, «la suba de precios de las canastas básica y alimentaria superó al IPC en el segundo semestre. Con relación a 2021, en la segunda parte del año la canasta básica alimentaria (CBA) -que define la línea de indigencia- y la canasta básica total (CBT) -que establece la línea de pobreza- promediaron incrementos del 92 por ciento y 86 por ciento interanual, respectivamente, por encima de la inflación del periodo (+85 por ciento)».
En otras palabras, los bienes que más aumentaron son los de primera necesidad, principalmente los alimentos. Esto como resultado del aumento internacional de los precios de la energía y los alimentos, pero también de la incesante especulación comercial de las patronales del agro argentino. Una demostración incuestionable de que quiénes más sufren la inflación son los trabajadores de menores ingresos, aquellos que ocupan una porción mayor de su salario en bienes de primera necesidad.
Como si fuera poco, la inflación no licuó sólo los salarios sino también las partidas estatales de inversión social (al FMI le gusta esto). «La aceleración de los niveles de inflación generó un deterioro real del gasto público en prestaciones sociales de 7,6 por ciento en el segundo semestre», dice Ecolatina. «Por caso, la Asignación Universal por Hijo (AUH) siguió perdiendo en términos reales (-9,7 por ciento interanual), representando una menor proporción de la canasta básica alimentaria de un niño, pasando de alcanzar a cubrir un 70 por ciento promedio en el segundo semestre de 2021 a un 62 por ciento promedio en el segundo semestre de 2022».
La política de asistencia social, uno de los presupuestos históricos de la doctrina kirchnerista para «disminuir la desigualdad», quedó definitivamente pisoteado. A la licuefacción del gasto hay que sumarle el cercenamiento directo de miles de planes Potenciar Trabajo (ya se dieron de baja 145.000 planes). Esta medida fue efectivizada por una de las últimas funcionarias albertistas en el gabinete, Tolosa Paz, pero con la venia de la propia Cristina tras la furibunda campaña anti – piquetera de la derecha neoliberal.
La política
En vista del escenario, ¿qué resta hacer para subsanar la paradoja del crecimiento con pobreza?
«La estabilidad macroeconómica (así como la generación de empleo de calidad, entre otras) será una de las principales condiciones de partida para evitar que la pobreza siga consolidándose», dice Ecolatina y suscribe Página12. «Sin ello, las políticas de ingresos seguirán siendo poco efectivas e insuficientes, y la pobreza (crónica) seguirá reproduciéndose de generación en generación, profundizando su impacto en términos con su impacto en términos de capital humano y productividad del país en el futuro»
Pero pareciera que el talismán del crecimiento económico es simplemente reemplazado por el talismán de la estabilidad macro.
Es claro que las contradicciones macroeconómicas están en el centro de la crisis argentina. La espiral inflacionaria, por ejemplo, no tendría la misma magnitud si la escasez crónica de divisas no empujara constantemente hacia la devaluación del peso. Pero los gurúes de la estabilidad macro son muchos y nada ata necesariamente la estabilidad a la reducción de la pobreza.
Sin ir más lejos, el propio Fondo Monetario está muy interesado en que la Argentina estabilice sus macroeconomía. Así lo repiten en cada revisión trimestral. ¿Por qué? Simple: para que el pago de los compromisos de deuda con dicho organismo no se atrasen.
En suma, aún si se estabiliza lo macro, en nada se reducirá la pobreza si los recursos del país están atados a la deuda con el Fondo. Para atacar realmente la pobreza debería comenzarse por interrumpir de forma definitivamente el pago de una deuda que es pura estafa y usura. Luego habría que seguir por los problemas internos: la especulación de las patronales agrarias con el agro y la superexplotación de las patronales industriales.
En última instancia, esas son las verdaderas paradojas del capitalismo argentino: millones trabajan pero se empobrecen. Mientras tanto, un puñado de millonarios hace negocios a costa suya.
[…] los números muestran un claro estancamiento en el crecimiento del PBI. Esta venía siendo la bandera discursiva del gobierno fernandista, a pesar del crecimiento de la […]
[…] los números muestran un claro estancamiento en el crecimiento del PBI. Esta venía siendo la bandera discursiva del gobierno fernandista, a pesar del crecimiento de la […]