El campo con ganancias extraordinarias mientras se dispara la inflación: por qué hay que aumentar las retenciones

Mientras el campo prevé que por la guerra sus ganancias podrían dispararse hasta un 25% más que el año pasado, la inflación golpea duramente los bolsillos de los asalariados. Más que nunca hay que aumentar las retenciones.

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El reciente dato del INDEC acerca del número de inflación encendió nuevamente las alarmas. El 4,7% de febrero y el 8,8% del primer bimestre sólo son los primeros efectos de una inflación que seguirá en aumento.

Si la inflación hace años que es un problema para Argentina, los efectos de la guerra entre Rusia y Ucrania no son para nada una buena noticia. La inflación ya comenzaba a ser un problema en Estados Unidos. Con la guerra, pasa a convertirse en un problema global.

La disparada de los precios internacionales del petróleo y del gas acarrearán a muchos otros precios de la economía. Pero también los precios de los alimentos y sus materias primas.

Precisamente el rubro alimentos y bebidas está siendo en Argentina el principal impulsor de los aumentos, escalando hasta el 7,5% el último mes. Si a esto le sumamos los aumentos de los precios internacionales, el resultado será una escalada inflacionaria de la que no hay para nada claridad cual puede ser su alcance.

Con la guerra, el trigo está en su máximo en casi una década, llegando a U$S 340 la tonelada. Ucrania y Rusia representan, en conjunto, el 29% del total de las exportaciones mundiales de ese cereal.

El maíz y la soja van por el mismo camino. El primero se vende a más de U$S 273 la tonelada, mientras que la última viene en una escalada imparable: superó los $615 dólares la tonelada, su valor más alto en una década.

¿Pero esto no se supone que es algo bueno para nuestro país? La respuesta es: depende para quién. Claro que es bueno, muy bueno, para los exportadores, que acrecentarán sus ya millonarias ganancias en dólares, como veremos enseguida. Pero para la inmensa mayoría de la población que tiene ingresos en pesos, significan alimentos aun más caros y más nafta a la fogata de la inflación de los alimentos. Todo esto en un contexto de fuerte deterioro salarial que ya acumula varios años de atraso con respecto a la inflación.

Es que si los precios internacionales de las mercancías que Argentina exporta aumentan, los precios internos quedan «atados» a aquellos por una cuestión de competitividad. Si eso no ocurriera, los productores elegirían vender la totalidad de su producción al exterior, desabasteciendo el mercado interno.

El campo prevé ganancias extraordinarias

Mientras el flagelo de la inflación erosiona la calidad de vida de los asalariados, los productores agrícolas y los exportadores ya están calculando que obtendrán ganancias por encima de lo proyectado debido a los aumentos de precios internacionales.

Así lo confirmó la Bolsa de Comercio de Rosario en su último informe. Con los precios actualizados a marzo de 2022 y comparando con febrero de 2021, los márgenes en dólares de un productor de soja «de primera» aumentarán un 15%, mientras que se dispara hasta un 24% la soja «de segunda».

Para el caso del trigo, una de las mercancías más afectadas por la guerra, el aumento de los márgenes de ganancia se calcula en un 25%. Sólo el maíz registra una caída en los márgenes (vale enfatizar en que no son pérdidas, sino menos ganancias) en promedio del 7% con respecto al año pasado. Esto debido a siderales aumentos en los precios de algunos fertilizantes que se utilizan para la producción del maíz, consecuencia también de la guerra.

Es decir que estamos hablando de rentabilidades siderales y en dólares, mientras que el resto del país está en gran parte sumido en la pobreza y castigado por la inflación, el atraso salarial y la precarización laboral.

Como decíamos más arriba, para el mercado interno es imposible competir contra estos exorbitantes márgenes de ganancia, por lo que la forma que tiene el «mercado» (un pequeño grupo de grandes conglomerados empresarios que concentran la producción de alimentos y la propiedad de la tierra) de saldar esta diferencia es aumentando los precios, haciendo que la rueda de la inflación siga girando.

Hay que aumentar las retenciones

Claro que el Estado tiene mecanismos para «desacoplar» los precios internos de los precios internacionales. Uno de los más conocidos y efectivos son los Derechos de Exportación, también llamados simplemente retenciones.

Con las retenciones, el Estado se queda con una parte de las divisas que genera la exportación de la mercancía a la que se le aplica. Esto tiene un doble beneficio: por un lado, el Estado engrosa sus reservas en moneda extranjera (algo fundamental para sostener la estabilidad cambiaria y que hoy por hoy Argentina necesita como agua en el desierto), y por el otro, desincentiva o al menos desacelera el mecanismo inflacionario achicando la brecha entre la rentabilidad que ofrece el mercado externo con el interno.

Cuando se trata de alimentos, esto es mucho más importante, por la obvia razón de que afecta de manera directa el acceso a los alimentos e impacta en la capacidad de consumo de las amplias mayorías.

Aun así es una medida limitada, «redistributiva», que no cuestiona la gran propiedad privada capitalista de la tierra, de la producción de alimentos y del comercio exterior. Apenas pone ciertos límites a las ganancias millonarias de los grandes capitalistas. No se trata de una medida de por sí anticapitalista ni mucho menos socialista, pero aun así tendría un efecto inmediato positivo en la lucha contra la inflación y en el poder adquisitivo de los salarios.

Esto no evita que cada vez que se pone en agenda el tema de las retenciones las grandes patronales agrarias a través de sus voceros políticos y mediáticos pongan el grito en el cielo. Construyen un relato como si «el campo» fueran unas pobres víctimas del Estado opresor, cuando son en sector más rico y que más ganancias genera en nuestro país. Volvemos a insistir: las retenciones no hacen que las patronales pierdan, ni de cerca. Apenas hacen que ganen menos.

Y ni siquiera puede decirse que «ganen menos» en este contexto de disparada de los precios internacionales, como vimos arriba, en el que el campo se prepara para tener ganancias aun mayores a la que ellos mismos proyectaban.  Sin haber hecho ningún «mérito», mucho menos por haberse «esforzado» más que antes es que van a ganar más, como repite la ridícula ideología liberal-meritocrática. Simplemente por un hecho, en lo que a ellos respecta totalmente fortuito, como una guerra entre dos lejanos países que resultan ser ambos importantes productores de granos.

Así y todo, las retenciones en Argentina no solo hace mucho que no suben, sino que en los últimos años bajaron. Si con el gobierno de Cristina Fernández las retenciones a la soja estaban en 36%, Macri las bajó al 33, y al 31 para los productos agroindustriales (como harina o aceite), bajo el argumento de incentivar la exportación de productos con más valor agregado por sobre las materias primas.

Lo que tímidamente plantea ahora el gobierno sería apenas igualar las retenciones de la harina y el aceite de soja con la del poroto, es decir, llevarlas de 31 a 33, un aumento exiguo considerando los enormes aumentos de precios internacionales. Parece un chiste, teniendo en cuenta que en algunos casos las ganancias van a aumentar hasta un 25%. Pero nada evita que igual la Mesa de Enlace lo haya considerado una «declaración de guerra». Apenas unas horas después de que se corran los rumores de esta medida, ya hay versiones que afirman que el gobierno no tocaría las retenciones. Un retroceso más frente a los poderosos. Y van…

La conclusión es que el momento no puede ser más propicio para un fuerte aumento de retenciones. Nunca estuvo tan claro que, de no hacerlo, el campo tendrá ganancias extraordinarias mientras que los trabajadores sufrirían una inflación galopante y empeorarían sus condiciones de vida.

Este gobierno, al cual acusarlo de tibio es ya concederle demasiado, ya dio muestras claras de que no va a afectar los intereses de los poderosos. No solo eso: se apresta a firmar un acuerdo con el FMI con el que se compromete a aplicar un duro ajuste. Por eso, sólo una estrategia independiente del gobierno y que se apoye en la movilización popular puede plantear una perspectiva de que los trabajadores no paguen las consecuencias de las crisis y las guerras de los capitalistas.

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