¿A qué política da nombre el derrotismo de Mosquera?

Contra el derrotismo y el frente popular que envenena a sectores de la izquierda

 

“El primer acto revolucionario es el de desenmascarar las ficciones burguesas que intoxican el sentimiento de las masas populares. Estas ficciones se vuelven particularmente dañinas cuando se mezclan con las ideas de ‘socialismo’ y ‘revolución’.”

León Trotsky, Francia en la encrucijada (1936)

“Es una opinión muy extendida en algunos ambientes (y esta difusión es un signo de la estatura política y cultural de dichos ambientes) que en el arte político lo esencial es mentir, saber ocultar astutamente las opiniones, los verdaderos fines a que se tiende , saber hacer creer lo contrario de lo que se quiere realmente, etc. (…) En política (revolucionaria, agregado nuestro) se podrá hablar de reserva, no de mentira en el sentido mezquino que muchos piensan: en la política de masas decir la verdad es una necesidad política precisamente.”

Antonio Gramsci, Notas sobre la política y el Estado Moderno (1949)

En una nota reciente titulada “A qué derrota da nombre Milei[1] de Martín Mosquera (editor de Jacobin Latinoamérica) el autor desarrolla una serie de argumentos ad hoc sobre una supuesta “derrota social” en Argentina para, lentamente, concluir afirmando que la izquierda debería “brindar apoyos electorales puntuales (refiere al kirchnerismo) cuando sean necesarios para desalojar a la extrema derecha del poder. El ejemplo del PSOL y el PT en Brasil, y su acción conjunta contra el bolsonarismo, resulta especialmente relevante y cercano”[2]. Dicho ejemplo resulta una traición histórica por parte de sectores del trotskismo brasileño que empujaron al PSOL -de manera entusiasta en el caso de Valerio Arcary- y que se ha mostrado como un error ante la política continuista de Lula respecto de las principales medidas tomadas por los gobiernos de Temer y Bolsonaro, como lo son la contrarreforma laboral y la contrarreforma jubilatoria respectivamente. Este continuismo lulista ha defraudado, una vez más, a sectores de masas brasileños llevando su imagen presidencial al mínimo histórico (24% según Datafolha) y alimentando a la extrema derecha bolsonarista.

Este operativo político de conciliación de clases, del cual Mosquera aparece como vocero por “izquierda”, es impulsado por fuerzas burguesas “progresistas”, social-liberales y socialdemócratas en distintos puntos del planeta como son los casos de Brasil, Francia y, ahora, Argentina. Así, la existencia de la extrema derecha es instrumentalizada como argumento político para diluir, y en algunos casos liquidar, a corrientes políticas de independencia de clase (y muchas veces socialistas revolucionarias) dentro de frentes populares mediante acuerdos para bloquear la lucha de clases y/o acuerdos electorales con partidos burgueses.

Así como la extrema derecha es un fenómeno internacional, el impulso de frentes populares da cuenta de una orientación también internacional por parte de los partidos burgueses para bloquear, prevenir, contener y desarmar a la izquierda. Y, por tanto, romper toda referencia independiente para los sectores de vanguardia (y eventualmente de masas), en un intento de evitar que los eventos de lucha en metabolismo con la izquierda revolucionaria se transformen en irrupciones conscientes de los explotados y oprimidos, como respuesta a la ofensiva de la extrema derecha. Esto resulta algo imposible de entender para quienes tienen como estrategia la sumisión política a la burguesía o para aquellos sectores de la izquierda revolucionaria que miran con filtro derrotista y antidialéctico al nuevo mundo del siglo XXI. Sobre la etapa mundial de extremos que ha cristalizado con Trump, y su reversibilidad revolucionaria, invitamos a leer el informe de XX Conferencia de la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie[3].

Bajo la justificación de frenar el avance del “enemigo superior” en alianza con los que le dan continuidad a sus políticas de gobierno ​​(caso PSOL con Lula y Alckmin) facilitan su desarrollo camino al poder (caso Nuevo Frente Popular constituido por Francia Insumisa-PC-PS al que se incorporó el NPA defraudando a quienes veían en dicha fuerza un partido anticapitalista consecuente contra Marie Lepen), o que sostienen y dan gobernabilidad (caso kirchnerismo/peronismo y Milei). En Argentina el operativo es impulsado por el peronismo y el kirchnerismo, fuerzas burguesas con lazos orgánicos históricos con el Estado, y por algunos grupos y propagandistas que actúan en la vanguardia como puente y que arrastran al FITU (a través del PTS) a su terreno por la vía del acuerdismo permanente.

En sus líneas, el “teórico” de la derrota y la conciliación traza un camino regio hacia el frentepopulismo que sin tocarse directamente con el camino trazado por el PTS (que no recurre al argumento ad hock de la “derrota” ni declara intenciones frenteamplistas electorales), se coloca de manera paralela con el peligro de que esos acuerdos de no lucha con sectores del kirchnerismo y el peronismo se transformen en un callejón sin salida. En un giro rupturista de la independencia política, por nombrar solo un ejemplo, el PTS propuso que el 24 de marzo el espacio Encuentro Memoria Verdad y Justicia, por primera vez en su historia, no lea su documento en Plaza de Mayo para ir a una movilización junto a las direcciones kirchneristas, la CGT y el peronismo, sin hablarle a su base. Un retroceso del cual esa corriente es responsable y cuya lógica instrumental parece reducirse a acordar con el peronismo a costa de los eventos de lucha (ver el caso del hospital Bonaparte) a cambio de que su principal figura Myriam Bregman aparezca frente a las cámaras arriba de tal o cuál escenario como única referencia de izquierda.

Como ya es habitual, hábito propio de “ambientes” como el parlamento donde las fuerzas burguesas hacen uso de la mentira y el ocultamiento de sus posiciones y fines, el PTS no publica ni fundamenta sus posiciones. A la vez que aplican el instrumentalismo (al que referimos en un texto reciente[4]) saltando sin vergüenza del “Milei, gatito mimoso” al “Milei pone en riesgo las libertades democráticas” para justificar una u otra orientación oportunista. ¿Cuál será la verdadera posición/justificación de dicho partido que dice a, b y c pero, desde la aprobación de las Ley Bases a mediados del 2024 hace acuerdos sistemáticos con los garantes de la gobernabilidad? Es así, Mosquera, intelectual de izquierda no militante más próximo por sus concepciones a corrientes del tipo Patria Grande que a partidos revolucionarios, se ha ganado un lugar como “teórico” y vocero de una estrategia de conciliación, llenando con sus palabras los silencios de partidos que desde ubicación distinta (instrumental y oportunista) aparecen tributando al frente único por arriba.

A pesar del esfuerzo de los partidos del régimen y de los sindicatos por pasivizar todo atisbo de lucha y encauzar todo por la vía electoral (primero 2025, y luego 2027), una movilización masiva contra los dichos de Milei en Davos ha mostrado nuevamente que las relaciones de fuerzas no están probadas ni mucho menos derrotadas, y que en Argentina la política se sigue haciendo en las calles y no exclusivamente “desde arriba”, sea desde el ejecutivo o el parlamento.

Así como también quedó explicitado ante sectores de vanguardia cómo la actuación del peronismo/kirchnerismo bloquearon el acceso a Plaza de Mayo y evitaron que la movilización tuviera una expresión política, impidiendo un documento y acto político, en acuerdo con el PTS. Son precisamente estas enormes reservas de lucha, las que se presentan como puntos de apoyo para la política revolucionaria cuya finalidad es ponerle fin al gobierno de Milei con el protagonismo de las masas y abrir paso a una alternativa anticapitalista y socialista, para lo cual las tarea a la orden del día empiezan por desbordar los muros de contención del peronismo/kirchnerismo.

Todo análisis político es interesado

“Pero la observación más importante que se puede hacer a propósito de todo análisis concreto de la correlación de fuerzas es que estos análisis no pueden ni deben ser fines en sí mismos, sino que sólo adquieren significado si sirven para justificar una actividad práctica, una iniciativa de voluntad. Muestran cuales son los puntos de menor resistencia donde pueden aplicarse con mayor fruto la fuerza de la voluntad; sugieren las operaciones tácticas inmediatas; indican cómo se puede plantear la mejor campaña de agitación política, qué lenguaje entenderán mejor las multitudes, etc.”

Antonio Gramsci, Análisis de las situaciones. Correlaciones de fuerzas. El Príncipe Moderno (1980)

 

“En 1915, dijo que en Europa la guerra abrió una situación revolucionaria. ¡Guau! ¿¡Cómo es que la guerra abrió una situación revolucionaria!? Eso también se puede ver hoy. Hoy podemos decir que la situación política mundial está dominada por una coyuntura reaccionaria. Pero, ¿cómo puedes decir que hoy estamos en una situación revolucionaria cuando está dominada por la extrema derecha? Aprendiendo de Lenin, ¿en qué sentido podemos decir que estamos en una nueva etapa, en una nueva etapa de crisis, guerra, revolución, barbarie y reacción?. La opinión de Lenin fue muy dialéctica, lo que es importante hoy, porque él veía la reversibilidad de la situación, la otra cara de la moneda. Así es que tenemos un abordaje dialéctico. Es lo mismo que el planteo de la alternativa ´Socialismo o barbarie´ de Rosa Luxemburgo.”

Roberto Sáenz,  Lenin, Hegel y los desafíos del siglo XXI (Intervención oral en Historical Materialism, 2024)

“El ascenso de la extrema derecha refleja un período de retroceso, aún parcial y limitado, marcado por la desmovilización y la desmoralización del campo progresista, mientras se intensifica la radicalización de la base derechista. No existe una polarización ni un malestar líquidos e inestables que puedan ser disputados. La estrategia para enfrentar este nuevo período histórico depende de que se reconozca esa realidad fundamental.” (Martín Mosquera, ¿A qué derrota da nombre Milei? (2024)

La mayoría del trotskismo argentino e internacional, a excepción de el Nuevo MAS y la corriente SoB, rechazan la dialéctica como parte fundamental del método de análisis marxista, cayendo en un materialismo burdo mayormente althusseriano y ajeno a la concepción de Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Luxemburgo y Gramsci por nombrar los exponentes de gran peso en la tradición socialista revolucionaria. La academia mayoritaria reproduce dicha lógica mecanicista a la hora de presentar al marxismo, y le siguen otros tantos “intelectuales” de izquierda, incluido el referente de Jacobin Lat.

Todo análisis debe partir de elementos concretos y objetivos como es el análisis de las relaciones de fuerzas. Pero lejos de ser éstos análisis desinteresados y acéticos son, por el contrario, el reconocimiento científico de una situación/etapa/coyuntura y de sus elementos, para dar cuenta de las palancas y puntos de apoyo existentes para aplicar una voluntad -la subjetividad-, revolucionaria en nuestro caso. Ni pintar el mundo de rosa, ni aplanar el relieve de la realidad de un sistema capitalista que descansa sobre la explotación y la opresión de la inmensa mayoría de la humanidad (hecho concreto y no subjetivo).

Suelen ocultarse detrás de supuestos “análisis objetivos” las verdaderas intenciones políticas de los “consejeros de la izquierda”. En el caso de Mosquera, el análisis parte de un supuesto amaño, artero y desde luego interesado. Así, sentencia desde la oficina una supuesta “derrota”, una “desmovilización y desmoralización del campo progresista” (dixit) en el país. El mismo país que hasta mitad del 2024 se mantuvo movilizado, con 1 millón de personas en las calles contra el ataque a la Universidad Pública que hizo temblar al gobierno, y que fue rescatado en un giro que marcó el cambio hacia el segundo semestre por parte de todas las fuerzas de régimen, UCR, Pro, el peronismo, y en particular de los K.

Desde ya que hay ajuste y que el famoso “déficit fiscal” se ha reducido drásticamente a costa de la desinversión pública que afecta a sectores de trabajadores y populares. Pero que el ajuste haya pasado hasta el momento no es sinónimo de derrota. Caracterizar la aplicación de un ajuste como sinónimo de derrota es epidérmico y sólo le cede terreno al enemigo en una lucha que aún está abierta y sin resultado definitivo, más allá de los avances del gobierno sobre las condiciones de vida generales. El ajuste brutal del gobierno en sí mismo no da cuenta de una modificación estructural de las relaciones de fuerza entre las clases. ¿Acaso no pasaron los ajustes del kirchnerismo vía inflación y devaluación, o el ajuste de Macri?

La profundidad de cada ajuste, evidentemente superior en el caso de la extrema derecha, no es argumento suficiente para referir a un modificación de las relaciones de fuerza. En este sentido, también es sugerente el análisis de Gramsci sobre las relaciones de fuerza: “Las cuestiones particulares del bienestar o malestar económico como causa de nuevas realidades históricas es un aspecto parcial de la cuestión de las relaciones de fuerza en sus diversos grados. Pueden producirse novedades bien porque una situación de bienestar es amenazada, bien porque el malestar se ha hecho intolerable y no se ve en la vieja sociedad ninguna fuerza capaz de mitigarlo y de restablecer una normalidad con medios legales” abriendo paso potencialmente a un desborde por izquierda», agregamos.

Las relaciones más orgánicas entre las clases y sus relaciones de fuerza pueden medirse por la destrucción o no de la industria, por la existencia o no de organizaciones obreras (como los sindicatos, más allá que se encuentran bajo la dirección de la burocracia) y de la existencia o no de los elementos de democracia obrera en el seno de la democracia burguesa, por la tasa de desempleo que no alcanza en la actualidad los niveles históricos como los de la década del 90, entre otros. Puede hablarse de derrota en Inglaterra que desde la década de los 80 no ha logrado recuperarse, o España donde los eventos de lucha han sido más bien light sin lograr mayor radicalidad. Incluso en Brasil parece procesarse cierto retroceso orgánico más profundo, con una despolitización mayor y un mayor vaciamiento de las organizaciones de masas, con algunos contrapuntos importantes como la reacción de sectores de trabajadores y populares contra los piquetes bolsonaristas que intentaron desconocer el resultado electoral en el 2022.

Ya hemos nombrado los eventos de lucha del primer semestre del 2024, y del 1F tras las provocaciones de Milei en Davos. Nuevos eventos pueden tranquilamente producirse, a pesar de las intenciones del peronismo, en el largo trecho hasta las elecciones de octubre, en un país donde el clima social se ha empezado a calentar y la bronca crece. Hablar de derrota (no importa como se la califique) en Argentina es simplemente funcional a una política oportunista que le regala terreno al enemigo, y que actúa al servicio de la intelectualidad pequeño burguesa desligada del trabajo y la militancia de masas. Quien agranda las fuerzas del enemigo de extrema derecha y achicar las fuerzas de la clase trabajadora y de los oprimidos, trabaja para el enemigo de clase.

Mosquera, a su vez, niega que haya “polarización ni un malestar líquidos e inestables que puedan ser disputados” en el mundo. Pero entonces, ¿qué significa la movilización reciente de 1 millón de manifestantes en Grecia contra el ajuste y las privatizaciones de un país que fue rematado por su deuda externa tras la traición de Syriza, si no es polarización? ¿Qué significan las acciones y movilizaciones impulsadas por estudiantes universitarios en Serbia que arrastraron a miles a las calles contra la corrupción del gobierno, las privatizaciones y en reclamo por libertades democráticas? ¿Y la movilización masiva de jóvenes y trabajadores en Corea del Sur que evitó el autogolpe bonapartista de Yoon Suk-Yeol? ¿O las ocupaciones masivas de universidades contra el genocidio en Gaza? ¿O la conquista de una inestable y parcial alto el fuego por parte del pueblo gazatie que resistió heroicamente y que es amenazado con la continuidad del genocidio bajo Trump? La polarización es aún desigual, pero negar que haya eventos que dan campanazos por izquierda, que haya reacción como respuesta a los ataques de la derecha y extrema derecha en acciones en las calles es simplemente negar la realidad. Parte de una construcción intencionada para justificar la claudicación a un supuesto “campo burgués progresivo”[5] conformado por Frentes Únicos para no luchar.

Desde luego que no negamos las dificultades que se plantean en Argentina en la pelea contra el gobierno de extrema derecha. Así como tampoco las dificultades internacionales. Es un hecho que el factor subjetivo es el más “atrasado” respecto de los acontecimientos. Juegan un rol la falta de perspectiva de masas anticapitalista y socialista, fruto del fracaso de las experiencias de los Estados burocráticos equivocadamente asociadas a un supuesto de lo que se derivan la orgánica aún pequeña de los partidos revolucionarios. Pero también juegan un rol clave los supuestos progresismos, los partidos socialdemócratas y/o social liberales que han defraudado masivamente a las y los trabajadores, y que desempeñaron y desempeñan el rol de facilitadores del avance de la extrema derecha, algo sobre lo que se evita reflexionar en la nota de Mosquera para facilitar sus conclusiones.

Sobre las omisiones de Mosquera y el bloqueo activo de las direcciones peronistas/kirchneristas

“Los bolcheviques han realizado acuerdos prácticos con las organizaciones revolucionarias pequeño burguesas para el transporte clandestino de publicaciones revolucionarias, y algunas veces para la organización en común de una manifestación, o para responder a las bandas pogromistas (…) Ni programas comunes, ni organizaciones permanentes, ni renuncia a criticar a los aliados circunstanciales. Este tipo de acuerdos y de compromisos episódicos, estrictamente limitados a objetivos precisos- los únicos que Lenin tomaba en cuenta- no tenían nada en común con el Frente Popular, que representa un conglomerado de organizaciones heterogéneas, una alianza duradera de clases diferentes ligadas por todo un periodo,¡y qué periodo, por una política y un programa común(…) la política de  Frente Popular es una política de traición”

León Trotsky, Francia en la encrucijada (1936)

 

“El aparato de ‘Frente Único’ (en referencia al Frente Popular) juega, frente a los movimientos espontáneos de las masas, el papel completamente consciente de desorganizador”.

León Trotsky, Frente Popular y Comités de acción (1935)

 

“(…) toda clase de acuerdo organizativo que coarte nuestra libertad de crítica y de agitación, es completamente  inaceptable. Participamos en un Frente Único, pero en ningún instante nos diluimos en él. Actuamos en Frente Único como un grupo independiente. Es precisamente el curso de la lucha que el conjunto de las masas debe aprender por experiencia que nosotros luchamos mejor que los demás, qué vemos mejor, que somos más audaces y resueltos. De esta forma, nos acercamos cada vez más a la conquista de un Frente Único revolucionario, bajo la indiscutida dirección comunista”.

León Trotsky, Las tácticas del Frente Único (1922)

La táctica del Frente Único Obrero, conformado por organizaciones revolucionarias y reformistas, resulta de gran utilidad allí donde los partidos revolucionarios no dirigen ni hegemonizan sobre el conjunto del movimiento obrero. Su objetivo es demostrar, mediante acuerdos tácticos, que la mejor dirección para la lucha son las corrientes revolucionarias. Pero la condición para que el Frente Único cumpla su objetivo (además de la libertad de organización, programa y crítica de cada partido sin lo cual no hay independencia política) es que la experiencia se procese en la lucha común. Por el contrario, el Frente Popular (que se plantea no sólo en el terreno de la lucha sino también en el terreno electoral) bloquea y desarma las posibilidades de luchar, subsumiendo a las corrientes revolucionarias a la dirección de organizaciones no revolucionarias e incluso burguesas.

Es claro entonces que se trata de dos orientaciones evidentemente contrapuestas. La orientación de Frente Único Obrero impulsada por Trotsky en Alemania para la lucha contra el fascismo tenía por objetivo disputar la dirección a la socialdemocracia y abrir paso a la revolución socialista. Esta orientación era, además, una pelea a dentelladas contra la orientación izquierdista y criminal del estalinismo que igualaba la socialdemocracia al fascismo y regalaba la base de masas obreras a este partido, facilitando tanto el ascenso del fascismo como impidiendo el desarrollo de la revolución. Con el ascenso del fascismo en España y Francia, Trotsky se opone y califica de traición la conformación de Frentes Populares fundamentalmente porque tenían como finalidad impedir el desarrollo de la lucha y servían en bandeja la dirección de los mismos a corrientes de la pequeña burguesía. Así, se impedía a los trabajadores conquistar la dirección del propio frente y por lo tanto se bloqueaba la posibilidad de la revolución a la vez que se facilitaba el ascenso del fascisimo.

En otras palabras, la lógica del Frente Único es en esencia la lógica de la lucha por la dirección mediante el impulso de la lucha común, mientras que el Frente Popular es su negación. Mosquera ve en esta ubicación de Trotsky (en España y Francia) un giro sectario, cosa que es irreal y que remite a una incomprensión o a una comprensión oportunista del objetivo de la táctica, pero, ¡oh casualidad! se abstiene de caracterizar el giro estalinista hacia el Frente Popular como uno oportunista que lo consagraría como gran organizador de derrotas. “Los escritos de Trotsky sobre Alemania son verdaderas joyas políticas y retóricas, capaces de conmover a cualquier militante consciente de las encrucijadas históricas y las urgencias de la acción. (…) Por su parte, sus análisis sobre España y Francia —como señaló Perry Anderson— muestran, en cambio, cierto sectarismo en relación con la pequeña burguesía y sus partidos, una limitación que no refleja del todo la lucidez de sus escritos sobre Alemania”[6].

Es imposible entender la situación del país sin dar cuenta del rol activo consciente que juegan la fuerzas del centro político -nos referimos a los partidos y coaliciones políticas capitalistas por exclusión de la extrema derecha- en sostener al gobierno de Milei, a la vez que contienen, bloquean y desorganizan la bronca creciente que existe en vastos sectores sociales. Un bloqueo de carácter político que se traduce en una orientación de mera oposición electoral y (no siempre) parlamentaria; una política de contención ejercida desde los sindicatos y organismos de masas (incluyendo aquí a federaciones y centros de estudiantes peronistas y radicales, puesto que fue el movimiento estudiantil el que en 2024 hizo temblar al gobierno nacional a pesar de las direcciones conciliadoras).

Tanto el bloqueo político como la contención burocrática sindical se apoyan en supuestos falsos y auto justificatorios del tipo “la gente está desmoralizada/derrotada y no quiere pelear”, argumento basura si los hay por parte de la principal usina de desmoralización que son las direcciones peronistas, kirchneristas y adlateres; y el “hay que respetar los tiempos institucionales y que se cumplan los 4 años de gobierno” a lo que se suma recientemente el “Frente Unico Antifascista” dedicado específicamente a los sectores de vanguardia amplia que se ha mantenido activos, un Frente Único de no lucha dirigido por sectores peronistas, al que se viene ligando el PTS por la vía de acuerdos.

Es claro que el peronismo y el kirchnerismo, que dirigen los sectores de masas de trabajadores de manera mayoritaria, se oponen a desarrollar una lucha consecuente contra la extrema derecha. Bajo estas condiciones, todo frente con estos sectores queda reducido a Frentes de No lucha, y abre las puertas al Frente Popular.

En su nota, el sentenciador de la derrota social en Argentina, hipótesis ad hoc si las hay, nos refiere al uso de hipótesis ad hock en la izquierda trotskista para defender a la burocracia sindical como ni ella misma podría hacerlo: “También existe otra forma de introducir una hipótesis ad hoc salvadora, muy habitual en la izquierda trotskista: si no hay grandes movilizaciones es porque las direcciones políticas o sindicales las bloquean. Según esta perspectiva, las masas desean dar la batalla, pero son las direcciones las que contienen ese deseo. Razonamiento ampliamente utilizado que está plagado de problemas. De hecho, es difícil entender cómo ha podido sobrevivir (dice respecto del trotskismo en un rapto de estalinismo desenmascarado) si no fuera, como diría Jonathan Haidt, porque es el tipo de creencia que persevera por su capacidad de reforzar la cohesión grupal de quienes la defienden antes que por su apego a la realidad. ¿Por qué, en otros momentos, con las mismas direcciones, las luchas logran abrirse paso? ¿Acaso es cierto que siempre las direcciones burocráticas bloquean y se posicionan a la derecha de sus bases?”.

Es evidente que pretende envenenar, con repartidas dosis de desmoralización, todo a su paso. Y que carece de reflejo del movimiento obrero y del carácter dictatorial de la burocracia sindical industrial. Desde luego que la burocracia sindical bloquea a su base, fundamentalmente por ser una capa que parasita a los trabajadores y crea sus propios intereses que defiende a capa y espada. Incluso en situaciones extremas donde se cuestionan los “oasis de democracia obrera dentro del régimen burgués” (parafraseando a Trotsky) como por ejemplo el derecho a la organización sindical, las direcciones burocráticas pueden reaccionar y abrir paso a la lucha directa.

Y desde luego que existen momentos en que la presión aumentada en la base obliga a esta capa social a “descomprimir” mediante medidas esporádicas en los lugares de trabajo, logrando la lucha abrirse paso o incluso que esta misma capa lleve adelante acciones para la defensa de sus intereses que pueden coincidir o no con la de los trabajadores. Por poner sólo un ejemplo, la medida de paro general de enero del 2024 junto con el acto en Plaza Congreso, fue una acción para representar la defensa de los trabajadores ante el proyecto de la Ley Bases que incorporaba una contra reforma laboral, al día de hoy judicializada. Y a su vez motorizada por el temor a perder “caja” de obras sociales con las que la burocracia se beneficia históricamente.

El carácter burocrático de la medida queda claro no sólo en la falta de continuidad de dicho paro (luego del cual la CGT giró hacia una posición negociadora con el gobierno de Milei, jugando hoy un rol pasivo-oficialista) sino también en el hecho que no se garantizó la movilización masiva evitando poner micros desde las fábricas. Aún así, miles de trabajadores participaron viajando en trenes y vehículos personales, en una plaza que fue masiva y en la que la izquierda participó de manera crítica. Pretender negar el rol de las direcciones sindicales en el bloqueo de las fuerzas sociales del movimiento obrero no resiste el menor análisis. Más allá que, desde luego, la experiencia con el gobierno está en proceso (a nuestro entender, a ritmo acelerado en estas últimas semanas tras el escándalo de las cripto y la crisis social y económica) pero con la enorme dificultad de que la oposición “progresista” que controla con mano de hierro al movimiento de masas es la que acaba de gobernar durante 16 años y ha defraudado a su base social.

Para decirlo en pocas palabras: el kirchnerismo, como fuerza burguesa y capitalista que es, prefiere incondicionalmente que Milei gane nuevamente las elecciones a una movilización extraparlamentaria que eche al gobierno oscurantista. En un desenlace el camino está pautado (a priori) por el calendario electoral y las “reglas de juego”. Decimos a priori porque, aún si el gobierno de Milei expresa debilidad a la hora de poner en juego fuerzas extraparlamentarias para desbordar por derecha el régimen democrático burgués, es un hecho que cuestiona mecanismos institucionales y cruza líneas rojas de manera permanente.

En el otro caso, la política se ordena alrededor de los sectores movilizados y la izquierda, con su propia “institucionalidad” creada al calor de la lucha de clases y cuyo poder no responde a la normalidad burguesa sino que lo desborda. Ese abismo lo coloca al kirchnerismo como primer guardián de la continuidad del Estado, y del gobierno de Milei.

La “novedad” es que el gobierno de Milei en su naturaleza tampoco es “institucionalizable” (rasgo específico de las expresiones más radicales de la extrema derecha), no bajo las características del régimen democrático burgués. Su gobierno y su estrategia se centran en derrotar a los trabajadores e imponer un cambio cualitativo en las relaciones de fuerza, que no se limita a cuestiones salariales o de condiciones de vida económicas, sino a una reconfiguración reaccionaria de las relaciones entre clases que implican conquistas de libertades democráticas profundas y en definitiva un nuevo régimen político.

Distinguimos dos cuestiones: desde el punto de vista económico, el kirchnerismo no tiene un plan alternativo. Cristina Kirchner se encargó personalmente de justificar las contrarreformas laborales como una necesidad para volver a ganarse la simpatía de sectores de la burguesía. La falta de plan alternativo tributa a la crisis política del centro burgués (Macri neoliberal incluído) que no pudo hacer del país un país capitalista atrasado “normal”, con salarios y condiciones de vida para los trabajadores que compitan con otros países atrasados, y en un mundo en el que los viejos consensos que le daban piso a su conservadurismo, ha quedado atrás.

El regreso de Trump al centro de la escena pateando el tablero geopolítico alimentan el clima reaccionario a extrema derecha dándole de comer a otros como Milei. Así, las fuerzas políticas del centro burgués aparecen devaluadas e incapaces de ser alternativa para las amplias masas.

Claro está que existe una diferencia entre las direcciones kirchneristas y Milei respecto de qué régimen debería implementarse en Argentina. Sin embargo, el “lío” es que el “ensayo” de Milei resulta demasiado peligroso tanto en el caso que triunfara, como en el caso que fracasara en manos de la movilización de las y los trabajadores. Así, aplastados entre dos tendencias desiguales, una polarización asimétrica, entre un gobierno reaccionario de extrema derecha y sin capacidad movilizadora hasta el momento, y un sector social amplio que reacciona ante los ataques y continúa buscando la calle como ámbito de expresión y lucha pero sin radicalización política anticapitalista ni socialista hasta el momento, el kirchnerismo cumple el rol retrógrado de “mojar la pólvora” y evitar que la movilización haga tambalear al gobierno.

Esta ubicación del peronismo y kirchnerismo hace que todo “Frente Único” sea un Frente de No Lucha que desvía a las y los trabajadores y a las corrientes que se prestan al operativo de la pelea por desbordar y derrotar a Milei. Los compromisos con organizaciones diversas deben, como enseña Lenin, ser evaluados en concreto y así como “negar la legitimidad de los compromisos en general (…) es una puerilidad” a la vez “el dirigente que desee ser útil al proletariado debe saber distinguir los casos concretos de compromisos inadmisibles y que son expresión de oportunismo y de traición; debe dirigir contra tales compromisos concretos toda la fuerza de la crítica, todo el peso de un desenmascaramiento implacable, una guerra sin cuartel”.[7]

Es claro que subsumirse a compromisos con fuerzas burguesas cuya ubicación es de sostén incondicional del gobierno de Milei (gobierno de guerra contra los trabajadores y no un gobierno burgués ajustador más) es inaceptable. Y mucho menos lo es el acuerdismo espurio en el que se “renuncia a criticar a los aliados circunstanciales” como propone el PTS, evitando la lectura de un documento crítico de las direcciones kirchneristas y peronistas el próximo 24 de marzo en la Plaza de Mayo.

Otra cosa distinta es que siempre se debe desarrollar el Frente Único con las organizaciones de masas y sus direcciones tradicionales en cada ocasión que sirva para la movilización, cuestión que sí es una obligación de los revolucionarios. Por ejemplo: el Nuevo MAS fue la única corriente revolucionaria del país que movilizó en unidad de acción con el kirchnerismo y el peronismo frente el intento de magnicidio de Cristina Fernández de Kirchner, entendiendo que el hecho representaba un grave ataque a las libertades democráticas, cosa que el resto de la izquierda desechó de manera irresponsable con argumentos ridículamente sectarios. En dicha ocasión fue Manuela Castañeira quien le puso rostro a la representación de la izquierda contra el atentado, hecho que los oportunistas suelen ocultar intencionalmente. Subordinarse a las organizaciones reformistas cuando no se movilizan o impiden el desarrollo de la movilización es inaceptable, como ocurre con el PTS. Son cosas bien distintas.

Así, cumpliendo el rol de usina de desmoralización, Mosquera concluye la nota afirmando la necesidad de confluir en las elecciones con el kirchnerismo, una vía inconducente que significa simplemente vender toda independencia política y pasar a ser una nueva sucursal de la izquierda peronista. Una claudicación rechazada históricamente por Trotsky: “Los periódicos nos informan que en España el conjunto de los partidos de ‘izquierda’, tanto burgueses como obreros, han constituido un bloque electoral sobre la base de un programa común (…) La novedad consiste en la firma del partido Maurín-Nin-Andrade. Los antiguos ‘comunistas de izquierda’ españoles se han convertido en la cola de la burguesía de ‘izquierda’. ¡Es difícil imaginar una caída más humillante! (…) no he enseñado nunca, jamás he enseñado a nadie, la traición política. Y la conducta de Andrade no es otra cosa que una traición al proletariado en provecho de una alianza con la burguesía.”[8]

La independencia política junto con la construcción de partidos revolucionarios son conquistas no espontáneas, “un concentrado de la experiencia histórica anterior”[9] que requiere (como todos los principios políticos) de un procesamiento consciente y que no se deriva de la estricta vivencia sindical bajo el capitalismo. Son, a la vez, elementos imprescindibles, innegociables para toda aspiración revolucionaria y para la revolución misma. Así lo es en nuestra concepción: la auto emancipación de las masas es condición excluyente para la transición al socialismo, para lo cual los partidos son los batallones más conscientes y los guardianes implacables de esos estandartes claves para la emancipación de los explotados y oprimidos.

La política de Frentes Populares, tanto en la lucha de clases como en el plano electoral (dos planos evidentemente distintos pero vinculados) es la liquidación de la independencia política, sea por la vía de la dirección de esas luchas llevadas a su estancamiento o su bloqueo absoluto, como por la vía electoral en que la “representación política” de esa independencia se entrega a un frente amplio con la burguesía. Esta concesión electoral ha ido acompañada siempre con programas comunes que reivindican algún elemento “progresista” para ser vendido como salvaguarda de los intereses de los trabajadores. El resultado históricamente ha sido la defraudación completa de los intereses históricos de los trabajadores, que no es más que dejar de ser explotados y ser dueños de su propio destino.

Desde nuestras filas apostamos a que los ataques de la extrema derecha en el país generen un clima desbordante de las direcciones tradicionales, que rompan los diques de contención y ponga entre ceja y ceja al gobierno de Milei. Pero para que ese desborde ocurra y para que el mismo tenga un desarrollo anticapitalista y socialista, es indispensable mantener puntos de referencia de independencia de clases y evitar la sumisión bajo la dirección de las fuerzas capitalistas que traicionaron las aspiraciones de millones de trabajadoras y trabajadores. La izquierda revolucionaria puede y debe aspirar a ser representante de una alternativa independiente para que gobiernen el país quienes nunca gobernaron: las y los trabajadores.


[1] Mosquera, M (21/12/2024). ¿A qué derrota da nombre Milei? Jacobin

[2] Al respecto de Brasil y la discusión con Valerio Arcary (Resistencia) sobre la traición de sectores que llevaron al PSOL a un frente amplio con el PT de Lula y el PSDB de Alckmin, recomendamos la lectura de “Brasil: los elásticos “límites” del posibilismo” (2022), de Roberto Saenz, en izquierdaweb.com

[3] “La geopolítica del trumpismo”, informe internacional de Roberto Saenz de febrero del 2025, en izquierdaweb.com

[4] “Las consecuencias del instrumentalismo como principio político”, sobre el derretimiento creciente de las fronteras entre el PTS/FITU y los K, en izquierdaweb.com

[5] “La Traición de la OCI (U)” de Nahuel Moreno, publicado en izquierdaweb.com, es un texto muy educativo respecto de las concepciones campistas en relación al gobierno de Francois Mitterrand a principios de los años 80, donde polemiza con la corriente lambertista (OCI) que le capitulaba.

[6] Mosquera, M. (21/12/2024) ¿A qué derrota da nombre Milei?. Jacobin

[7] V.I. Lenin, “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo”.

[8] Trotsky, L. La traición del POUM español, en “España Revolucionaria”, edición Gallo Rojo.

[9] Saenz, R (2022). “Brasil: los elásticos “límites” del posibilismo”. Izquierda Web

Seremos directos: Te necesitamos para seguir creciendo.

Manteniendo independencia económica de cualquier empresa o gobierno, Izquierda Web se sustenta con el aporte de las y los trabajadores.
Sumate con un pequeño aporte mensual para que crezca una voz anticapitalista.

Me Quiero Suscribir

Sumate a la discusión dejando un comentario:

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí