“La selección de un nuevo tipo de obrero posibilita, mediante la racionalización tayloriana de los movimientos, una producción relativa y absolutamente mayor que antes, con la misma fuerza de trabajo.”
Gramsci, 1931
¿Destajo en la Patria del Socialismo?: La lucha sucesoria en torno a la dirección del Partido Bolchevique como sabemos la ganó la dupla Bujarin-Stalin. La NEP instaurada por Lenin había revigorizado, con su reinstalación de mecanismos capitalistas, la suspensión de la colectivización agraria y la propiedad estatal de los sectores pesados de la industria, a la economía soviética, que para 1926 ya había recuperado los niveles de 1913. La productividad industrial también había mejorado notablemente. Pero no había solución al alto paro industrial y al juvenil, un desempleo que no seguía la lógica el capitalismo occidental, y se había producido un desfasaje entre el crecimiento de la productividad y el crecimiento de la fuerza de trabajo industrial. Paradójicamente el temor al despido era en el país de los soviets era el principal mecanismo de disciplina laboral. Si un trabajador no estaba afiliado a un sindicato no tenían derecho a recibir subsidio de desempleo y podía carecer de derechos políticos. Se le sumaba a esto la creciente segmentación salarial obrera entre obreros especializados y no-especializados, o sea el surgimiento de una capa de aristocracia proletaria.[1] La insurgencia obrera no cedía a pesar de las medidas disciplinarias, los métodos draconianos y la represión directa.[2] Gramsci reconocería que el “intento progresista” de implantar el Americanismo y el Fordismo en la URSS “sea iniciado por una u otra fuerza social no carece de consecuencias fundamentales: las fuerzas subalternas, que deberían ser ‘manipuladas’ y ‘racionalizadas’ según los nuevos fines, resisten necesariamente.” El debate dentro del partido bolchevique venía de lejos: Gramsci precisamente señala que “este desequilibrio entre teoría y práctica (en los bolcheviques sobre la cuestión del Americanismo)… ya se había manifestado anteriormente, en 1921.”, es decir en el agrio debate sobre el rol de los sindicatos en el Xº Congreso del partido bolchevique. Pero el debate venía de más atrás todavía. Efectivamente ya a mediados de 1918, después de la crisis de Brest-Litovsk, se colocó en el centro del debate soviético el problema de la productividad, la disciplina laboral y medidas draconianas para reglar la producción, eliminación del control obrero (el 68% de todas las fábricas de Rusia estaban controladas por comités, y en el 100% en aquellas con más de doscientos trabajadores) estableciéndose una polémica regulación del trabajo donde se introducía el gerente “rojo”, la cuota por pieza (idea taylorista) y el trabajo a destajo (que se amplió a partir de 1924).
La oposición de izquierda bolchevique criticó estas medidas, las citas son del propio Lenin en su polémica de 1918, que definían esta política laboral oficial como “destinada a implantar la disciplina entre los obreros bajo la insignia de la ‘autodisciplina’, a la introducción del servicio laboral para los obreros… al trabajo a destajo, el hecho de alargar el día de trabajo, etc.”, y argumentaba que “la introducción de la disciplina laboral junto con la restauración de la dirección capitalista en la producción… amenaza con esclavizar a la clase obrera y excita el descontento, no solamente en las capas atrasadas, sino en la vanguardia del proletariado.”; se afirmaba en la prensa de la oposición (socialrevolucionaria y menchevique de izquierda, cuya libertad de expresión tuvo efímera vida) que “bajo la bandera de la restauración de las fuerzas productivas, se está intentando abolir la jornada de ocho horas e introducir el trabajo a destajo y el Taylorismo.” Lo que estaba en cuestión era el mismo concepto del Taylorismo, la diferencias salariales, la burda copia de la división del trabajo capitalista y hacer de nuevo al obrero un apéndice de la máquina y el cronómetro. Ya Kerzhentsev, en polémica con Zinóviev, había advertido que el sistema taylorista generaba jerarquías en la hegemonía fabril, promovía una nueva aristocracia obrera y que en lo fundamental, aunque muchos no lo percibieran, se trataba de “un problema clasista”. ¿Surgiría de este big-bang de productividad hipercapitalista el Hombre Nuevo? ¿Lenin tachaba con el codo lo que había escrito en El Estado y la Revolución?
El resultado de las primeras formas de racionalización Stamokap y disciplina fabril fue una ola de protestas obreras, choques armados y huelgas parciales a lo largo de la primavera de 1918 en las principales regiones industriales, que concluyeron con la huelga general del 2 de julio. La vanguardia de los trabajadores la conformaban trabajadores de armamento y de locomotoras, que habían sido un apoyo vital a los bolcheviques en octubre de 1917.[3] La resistencia obrera a la nueva “racionalización” taylor-fordista y la respuesta represiva continuaron a lo largo de 1919.[4] Entre las consignas más comunes, se encontraba precisamente la de devolver el dominio en la fábrica y el Management de la producción a los comités de obreros y en especial contra los altos salarios de funcionarios del partido, directores de fábrica (los odiados glavki’s), especialistas y técnicos.[5] La tensión no se resolvió, aunque se apaciguó con una mezcla del palo y la zanahoria: una amplia represión (que incluyó ejecuciones sumarias)[6] acompañó la instauración de la NEP, aumentos salariales en las escalas inferiores y la lenta desmilitarización del servicio laboral. Se amenazaba con la expulsión del partido a quienes se solidarizaran con cualquier huelguista.[7] El enemigo elemental del trabajador industrial ruso era el Taylorismo “rusificado” a base de bajos salarios (cuando la política salarial de Ford eran precisamente los altos salarios), la explotación extensiva y el desempleo producto de la “racionalización” capitalista de la fábrica. El peor de los mundos posibles para un obrero.
El conflicto se apaciguó en la superficie pero seguía latente. Entre julio y septiembre de 1923 estalla una nueva oleada de huelgas con la primera huelga de masas que se tiene noticia desde octubre de 1917, en la industria pesada en Karkhov y Sormovo, movimiento espontáneo y desorganizado que el propio Stalin calificó como “una ola de intranquilidad y de huelgas que ha barrido en agosto algunas regiones de la República”.[8] Gramsci fue testigo directo en esta gran segunda ola de la resistencia obrera desde abajo: estaría en Moscú, uno de los epicentros neurálgicos de la protesta,[9] desde mayo de 1992 hasta diciembre de 1923. Además Moscú era el centro nacional de la Oposición de Izquierda que publicitaba y apoyaba en muchos casos a los huelguistas. Se había llegado a tal extremo que constituía un grave riesgo para el régimen soviético implantar a rajatabla la política laboral de reorganización taylorista a la eslava y racionalización industrial. El proletariado se encontraba en una situación de revuelta y fermento pre-revolucionario. El futuro para el obrero industrial parecía negro: más trabajo a destajo, sueldos en descenso y la amenaza automática de castigo o desempleo.[10] El nuevo Moloch se llamaba ahora “acumulación socialista” e incluso se llegó a justificar la depresión salarial como un aporte necesario a la suprema necesidad productiva.[11] Se dejó para un etapa futura la cuestión laboral, la profundización de la productividad, la racionalización extrema y la culminación del Taylorismo.
En 1925 la oposición de izquierda, que se hacía eco del creciente descontento proletario a diferencia de su desdeñosa actitud en 1923, enumeró seis características respecto a la situación de la clase obrera en la URSS que eran más propias de un régimen Stamokap, de Capitalismo monopolista de estado que de un sistema de transición al Socialismo: 1) pago de jornales por trabajo a destajo (viejo recurso del Capital) y sistemas tayloristas de pago por pieza; 2) relación de dominación entre gerentes y obreros; 3) grandes masas de desempleados (ejército industrial de reserva clásico); 4) métodos expeditivos de contratación y despido de trabajadores; 5) frecuencia regular de conflictos industriales; 6) uso anormal y general de las horas extraordinarias (abandono informal de la jornada de ocho horas).[12] Stalin abogó en esas fechas no por revisar el sistema laboral en crisis sino por una dura campaña “que terminase con el absentismo en las fábricas y talleres, para elevar la productividad de la mano de obra y para fortalecer la disciplina laboral en nuestras empresas”. En la primavera de 1925 es el momento cúlmine de la insurgencia obrera: se produjeron nuevamente grandes huelgas inéditas por fuera de los sindicatos oficiales, de los órganos del partido bolchevique, de los soviets locales (que se habían revitalizado en una campaña general), de las agencias económicas en la región industrial de Ivanovo-Vosnesenk, síntomas de una lucha aún mayor que abarcaba ya uno de cada seis sindicatos estatales. Ivanovo (que había encabezado la huelga más extensa de la clase obrera contra el régimen de Kerenski),[13] megacentro textil ruso, vive una serie creciente de movilizaciones, huelgas de hambre, huelgas de brazos caídos, ralentización del trabajo, radicalización de las asambleas de fábrica, sabotajes en la producción, ataques a los managers tayloristas de las fábricas (llamados “industriales rojos” en la jerga de clase), atentados contra las autoridades locales, y la creación de una amplia literatura política subversiva.
En todos los pronunciamientos del partido y de los sindicatos se machacaba sobre la supuesta necesidad de aumentar la producción en `pos de la acumulación socialista y se insistía en que era primordial que la mano de obra trabajara con más intensidad y con más eficacia con la aplicación del Taylorismo rusificado y el Fordismo. En 1926 se produjo la última huelga obrera que pudo aparecer de manera positiva y sin censura en la prensa soviética, de aquí en más en la URSS no existiría por decreto el fenómeno denominado “huelga” en ningún medio informativo oficial.[14]
La NEP queda oficialmente liquidada en 1928, Stalin decide la colectivización forzosa y al mismo tiempo acelerar la implantación del Taylorismo saltándose la fase previa de estudio de los tiempos de trabajo indispensable para el mismo Taylor. Mientras en 1926 el 60% de los trabajadores estaban bajo un sistema de pago por pieza y métodos tayloristas clásicos, en 1931 ya eran el 75% del total.[15] El sistema de explotación laboral bajo el Stalinismo en su madurez se componía de esta manera: Taylorismo”rusificado”, Stakhanovismo y una minoría de “trabajadores de choque” (los llamados udarniks) que supuestamente anticipaban la futura ética socialista. Además Stalin pretendía introducir elementos de planificación totalmente ausentes hasta el momento, copiando las posturas de Trotsky que criticó en la lucha fraccional de 1923, en el primer Plan Quinquenal, recurriendo a otra herramienta clásica taylorista: el diagrama de Gantt.[16] El presidente del Consejo Supremo de Economía Nacional de la URSS (VSNKH, o Vesenkah), G. K. Ordjonikidzé, invitó personalmente a uno de los popularizadores de la teoría de Gantt en EEUU, el ingeniero emigrado ruso Walter N. Poliakov (que había aplicado la técnica en la fabricación de locomotoras), quién estuvo en la URSS entre 1929 y 1931. Gracias a la actividad de Poliakov por primera vez el Taylorismo, unido al gerenciamiento del aparato burocrático y la vigilancia policial sobre los trabajadores, reinaba en todos los rincones de la URSS.
La respuesta instintiva de los trabajadores no se hizo esperar, fue de fiera resistencia al Taylorismo 2.00, iniciada en el sector textil, clave en el Primer Plan Quinquenal (1928-1932) para generar los surplus necesarios para el desarrollo de la industria pesada. La rama textil será de manera experimental uno de los primeros sectores industriales en aplicar a rajatabla los métodos de Taylor “rusificados”, el pago por pieza y el trabajo a destajo. Una nueva ola de insurgencia obrera surgió en los núcleos industriales: en el climax, abril de 1932, más de 20.000 obreros textiles se declararon en abierta huelga, declarando las condiciones de trabajo “despóticas”, “explotadoras” y “coercitivas”.[17] En 1930 ya habían comenzado las purgas de Stalin por “sabotaje industrial” que diezmaron al partido taylorista, pero es en 1937 (con el fracaso del segundo Plan quinquenal) en que se produce la gran purga: se acusa a un “Centro antisoviético de reserva” (sic) de “una intensa actividad saboteadora extremadamente perjudicial para nuestra economía”, se obliga a los directores de fábrica (los “gerentes rojos”), administrativos, ingenieros y técnicos, planificadores, el alma del Taylorismo soviético, a autoculparse de sabotaje industrial, espionaje y terrorismo. Se suceden desapariciones, ejecuciones, exilios forzados y el suicidio de Ordjonikidzé, cabeza del Gosplan y comisario popular de la Industria Pesada, el que había invitado a Poliakov y logrado adaptar el Taylorismo a las condiciones rusas. El sino del Scientific Management en la URSS no podía ser más siniestro: otro símbolo del Taylorismo radical, Gastev, sería detenido en 1939 y ejecutado por orden de Stalin en 1941.[18] El llamado “Segundo proceso de Moscú” se iniciará el 23 de enero de 1937, a los acusados (“agentes nipo-germano-trotskistas”) que lleguen a los tribunales, se los acusa de hacer estallar las minas, incendiar fábricas químicas, ralentizar la producción industrial, descarrilar trenes, fabricar productos defectuosos, envenenar el trigo, bloquear el pago por piezas de los obreros para irritarlos y llevarlos a la huelga… “Catástrofes” del Socialismo en un solo país, reales y comprobables, consecuencia del desastre en la planificación stalinista, en la falta de calificación laboral, en la corrupción de la Nomenklatura, la mala alimentación de la fuerza de trabajo, la superexplotación y el trabajo forzado de presos,[19] la falta de respeto por la higiene y las normas de seguridad y por la pésima aplicación de más avanzado sistema de explotación inventado por el Capital.
Stalin y Bujarin habían aplicado lo peor del Taylorismo, y se había dejado de lado su “lado bueno”: el estudio científico y objetivo de las características locales del trabajo, la gratificación del obrero-masa y la comunidad de intereses entre patrón-obrero generado por los altos salarios. De todas maneras, el Americanismo era una amarga e irreversible realidad en la URSS, resistida y combatida desde abajo, y pocos se hacían la pregunta elemental (entre ellos Gramsci desde la cárcel) si era compatible el Taylorismo-Fordismo con una economía de transición al Socialismo.
No solo Gramsci lo había notado en su viaje los cambios profundos que afectaban al país de los Soviets. Cuando el gran escritor austriaco Joseph Roth viaje entre 1926 y 1927 a la URSS, como bolchevique más o menos convencido, ya bajo el dominio del régimen de Stalin, escribirá sorprendido que el país se encuentra en un proceso de total “americanización”, señalando que se busca, con el Taylorismo, “una Técnica de producción perfecta” y masiva, no importando el coste social, como si la Tecnología fuera un elemento neutro, pero lo que no pueden comprender los dirigente soviéticos es que “una consecuencia de estas aspiraciones es que, inconscientemente, se adaptan al espíritu de América”.[20] El teórico marxista Walter Benjamin, en la misma época que Roth residiendo en Moscú, reconocía que el régimen “trata de suspender en el interior la actividad del comunismo militante, empeñándose en lograr una paz social a plazo fijo, a ‘despolitizar’ la vida burguesa en la medida de lo posible… intentando suprimir la dinámica del proceso revolucionario dentro de la vida estatal”, y que el “Capitalismo de Estado” (así le denominaba Benjamin) implantaba la idea que la Técnica “es lo sagrado: no hay nada que se tome más en serio que la Técnica; la metamorfosis era obvia: el sistema apuntaba a “la transformación del trabajo revolucionario en trabajo técnico,”, trabajar con intensidad la última versión de la Técnica burguesa (Taylorismo, Fordismo) era en la naciente ideología stalinista “revolucionario”.[21] Del otro lado de Europa, el escritor portugués Fernando Pessoa, un inteligente conservador revolucionario, criticaba la importación acrítica en el Bolchevismo ruso de la “industrialización à la Americana”;[22] y no es de extrañar que el filósofo reaccionario Heidegger, ya en 1935, igualara sin más a la URSS y su Capitalismo de Estado con Amerika, afirmando que se sostenían sobre el mismo principio metafísico, “ese furor funesto por la Técnica desencadenada” norteamericana; en 1938 afirmaba que el Bolchevismo en su variante stalinista (para Heidegger era simplemente “Marx aplicado”) no es más que un artículo injertado, una mercadería exportada de la América fordista al Ost eslavo-asiático, y con ella se introduce de contrabando a Asia su Machenschaft, el “Maquinismo”, la aplicación sucesiva de Taylorismo y Fordismo; en 1942, ya en plena guerra total en el Este, ante la avalancha infinita de material y hombres con que se enfrentaba el IIIº Reich en el Este, Heidegger concluirá que “el Bolchevismo no es más que una variación del Americanismo”.[23] Seguramente Gramsci cambiaría el término “Bolchevismo” por el más certero de “Stalinismo”. Lo cierto es que las reflexiones gramscianas sobre el “Americanismo”, la gran innovación contratendencial del Capitalismo que Marx no había visto y que Lenin no ha podido preveer en sus consecuencias a mediano plazo, se vuelven complejas y productivas a la sombra de su retorno al Marx auténtico. Y la recuperación-retorno de Gramsci sobre el Marx rehabilitado, es simultáneamente una critica in pectore al proceso de regresión que se vivía en la URSS, que Gramsci podía haberlo comprobado in situ en su estadía en 1922-1923. No era ningún espejismo: hacia 1935 la mayoría de los trabajadores soviéticos producían bajo el sistema taylorista “rusificado”, y finalmente al Taylorismo toscamente importado por Gastev (copiado en su lado exclusivamente de explotación intensiva, implantado unilateralmente) se le unió el mecanismo auténticamente stalinista de Stakhanov (la explotación extensiva, la eliminación práctica de la jornada de ocho horas).[24] La fórmula perversa de un nuevo tipo de Capitalismo monopolista de Estado autoritario estaba completa.
[1] Según Preobrazhensky, en la economía soviética los salarios se deben haber emancipado de gran parte de la ley del Valor, por lo que la aberrante segmentación salarial imperante “no tiene, ni puede tener nada que ver con el Socialismo”. Véase su obra de 1926: La nueva Economía; Ediciones ERA, México, 1971, capítulo III, “La Ley del Valor en la Economía soviética”, p. 184 y ss.
[2] Sobre el periódo de luchas obreras después despues de la muerte de Lenin, en plena lucha por el control del partido, véase el trabajo de Vladimir Brovkin: Rusia after Lenin. Politics, Culture and Society, 1921–1929, Routlegde, London and New York, 1998, especialmente el capítulo 8, “The proletariat against the vanguard”, p. 173 y ss.
[3] Véase: William G. Rosenberg, “Russian Labor and Bolshevik Power After October”; en: Slavic Review, 1985, 44, no. 2, pp. 213-238;
[4] Véase: Brovkin, Vladimir; “Workers’ Unrest and the Bolsheviks’ Response in 1919”; en: Slavic Review, Volume 49, Issue 3 (Autumn, 1990), pp. 350-373. En EEUU sucedió lo mismo durante la re-organización taylorista-fordista de la producción entre 1900 y 1920, por lo que hay que señalar que los líderes bolcheviques “filotayloristas”, como Goltsman, Gastev o Stalin, tenían una imagen muy distorsionada y benévola del éxito civilizatorio del Americanismo; las oleadas de huelgas entre 1910 y 1913 y entre 1916 y 1922 resistiendo a la introducción del cronómetro y al pago según rendimiento, siguen siendo sin precedentes en la historia de la clase obrera norteamericana.
[5] Véase: Rosenberg, W. G.; “Workers and Workers’ Control in the Russian Revolution”, History Workshop, Vol. 5 (1978), pp. 89-97.
[6] Por ejemplo en la represión de la huelga en la gran fábrica de Putilov en Petrogrado, véase: Leggett, George; The Cheka: Lenin’s political police: the All-Russian Extraordinary Commission for combating Counter-revolution and Sabotage, December 1917 to February 1922; Clarendon Press, Oxford, 1981, p. 313 y ss.
[7] Por ejemplo: las cifras oficiales hablan en 1924 de 267 huelgas (99 en empresas del estado); una media que se mantenía desde 1922; véase: Carr, E. H.; El Socialismo en un solo país 1924-1926, I; Alianza Universidad, Madrid, 1974, p. 404 y ss.; las luchas generalmente se planteaban entre un Bloc de tres, una triple alianza de gerentes (glavki) de fábrica, partido y sindicatos contra la clase obrera industrial.
[8] El jefe de la OGPU Yagoda informaba perosnalmente a Stalin que existía “un fuerte deterioro de la situación en la industria y el colapso de la producción en numerosas ramas”, situación acompañada por “el pago atrasado de los salarios, fuerte aumento de los precios, y sueldos bajos para los trabajadores”; las estadísticas señalan que en julio de 1923 más de 100 empresas se encontraban en huelga; en agosto ya eran 140 con más de 80.000 trabajadores; véase: “GPU Deputy Chair Yagoda, To: Comrade Stalin’s Secretariat, Comrade Mekhlis, Kratkii Obzor Politekonomicheskogo polozheniya respubliki” (1 July-15 September, 1923), archivo RTsKhIDNI, Doc. 177.
[9] En Moscú durante 1922, año en el que Gramsci llegó a la ciudad, el número promedio de huelgas alcanzó la cifra de quince por mes, y las manifestaciones callejeras de descontento fueron ese año de setenta; véase: “Politsostoyanie goroda Moskvy i Moskovskoi gubernii” (November-December 1922), RTsKhIDNI, Doc. 176, pp. 1–5.
[10] Si los trabajadores amenazaban con una huelga para llamar la atención sobre sus reclamos, se les acusaba de romper la disciplina sindical, se les castigaba dándoles la baja del sindicato, lo que significaba el despido automático de la fábrica y la imposibilidad de conseguir un nuevo trabajo. En caso de huelga la policía política, la CHEKA o la OGPU, intervenía al instante, deteniendo a cabecillas e instigadores, utilizando la fuerza sin contemplaciones.
[11] Término popularizado en el debate del partido por Trotsky. Preobrazhensky la definía de este modo: “Llamamos Ley de la Acumulación socialista originaria a la suma de todas la tendencias conscientes y semiespontáneas de la Economá estatal que están orientadas hacia la ampliación y fortalecimiento de la organización colectiva del trabajo en la Economía soviética y que dictan al Estado soviético, sobre la base de la necesidad: 1) proporciones determinadas de las fuerzas productivas…; 2) proporciones determinadas de acumulación de recursos materiales”; la nacionalización de la gran industria sería “el primer acto de la Acumulación socialista”.
[12] Carr, E. H.; El Socialismo en un solo país 1924-1926, I; Alianza Universidad, Madrid, 1974, p. 411.
[13] Sobre la vanguardia obrera en Ivanovo a lo largo de 1917: Koenker, Diane P./ Rosenberg, William G.: Strikes and Revolution in Russia, 1917; Princeton University Press, New Jersey, 1989, pp.292–298; también: Mandel, Daniel: “October in the Ivanovo-Kineshma Industrial Region,”; en: Revolution in Russia: Reassessments of 1917, ed. Edith Regain Frankel, Jonathan Frankel, and Baruch Knei-Paz; Cambridge University Press, England, 1992, pp. 157–187.
[14] Por ejemplo, Pravda a partir de noviembre de 1923 se limitará a reflejar y repetir la voz oficial del comité central o del Politburo.
[15] Las cifras en: Polakov, W.N.; “Myths and realities about Soviet Russia”, en: Harvard Business Review, Vol. 11, 1932, pp. 1-13.
[16] Derivado del nombre de su creador, Henry Laurence Gantt; discípulo de Taylor, siendo colaborador el estudio de una mejor organización del trabajo industrial. Sus investigaciones se centraron en el control y planificación de las operaciones productivas mediante uso de técnicas gráficas, entre ellas el llamado carta o diagrama de Gantt, popular en toda actividad que indique planificación en el tiempo de trabajo.
[17] Véase: Rossman, Jeffrey, J.; Worker Resistence under Stalinism. Class and Revolution on the Shop Floor, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, and London, 2005, p. 6 y ss. Sobre la “cuestión obrera” bajo el Stalinismo, véase el notable trabajo de la “obrerista” Rita Di Leo: Operai e fabbrica in Unione Sovietica; De Donato, Bari, 1973, que analiza el descontento laboral, el resentimiento de clase y los problemas de gestión de la fábrica a indirectamente través de cartas de trabajadores a la prensa oficial.
[18] Véase: Chanvier, J.-M. ; “URSS: l’ère du ‘management’ ou les nouvelles formes d’organisation du travail”; en: Les Temps Modernes, Vol. 31, 1975, pp. 203-9.
[19] Se estima que para 1938 alrededor de 9 millones de personas fueron asignadas por las autoridades del Gulag a trabajar a destajo en la industria soviética; véase: Blackwell, W.L.; The Industrialization of Russia, Crowell, New York, 1970, p. 114. Los campos de trabajo forzado de la URSS se crearon en abril de 1919 para los delincuentes, administrados por la CHEKA, que evolucionaron rápidamente para contener a todos enemigos genéricos del regimen, identificando el trabajo penitenciario de castigo con las formas más penosas de trabajo necesario social. Véase: Gregory, Paul R. (Ed.); The Economics of Forced Labour: The Soviet Gulag; Hoover Institut Press, Stanford, 2004; y Davies, R.W.: “The Economics of Forced Labor: The Soviet Gulag”; en: Journal of Cold War Studies 9 (1): 2007, pp. 165–167.
[20] Joseph Roth trabajó de cronista en la URSS para el diario Frankfurter Zeitung; esta crónica se titula significativamente “XI. Rusia va hacia América” (25 de noviembre de 1926); en español: Viaje a Rusia; Editorial Minúscula, Barcelona, 2008, p. 91.
[21] Benjamin, Walter; Diario de Moscú; Taurus, Madrid, 1988, p. 90 y ss.
[22] Pessoa, Fernando: Política y Profecía. Escritos Políticos: 1910-1935; Montesinos, Mataró, 2013, p. 212.
[23] Sucesivamente en las obras de Heidegger: 1) Einführung in die Metaphysik; 2) Die Geschichte des Seyns. I) Die Geschichte des Seyns (1938-1940); II) KOINON. Aus der Geschichte des Seyns (1939-1940), y 3) Das Ereignis (1941-1942). Remitimos al lector a nuestro libro: Heidegger. Política del Ser y Nazismo; Monetsinos, Barcelona, 2017.
[24] Alexei A. Stakhanov, trabajador minero de origen humilde, encarnación prototípica en el Stalinismo de las iniciativas “desde abajo” para aumentar la productividad y complementar al Taylorismo rusificado; véase: Bedeian, A.G./ Phillips, C.R.: “Scientific management and Stakhanovism in the Soviet Union: a historical perspective”; en: International Journal of Social Economics, Vol. 17, 1990, pp. 28-35.