Tarde pero seguro, las cifras de desocupación del país vuelven a ver la luz. Esta vez, podemos hablar de los datos del mes de julio que, para sorpresa de pocos, no son nada alentadores. Desde que Javier Milei es presidente, perdieron su empleo 205.456 trabajadores, un índice máximo en la gestión de La Libertad Avanza, y los valores se empiezan a asemejar a los mínimos registrados en 2024. ¿Quién hubiera imaginado que las políticas de ajuste, el desfinanciamiento, etc., tendrían estos resultados?
La crisis parece no tener fin. Los múltiples escándalos del partido oficialista nutren la inestabilidad. Y los que terminamos pagando los platos rotos somos nosotros. Para muchos, lo dramático es no llegar a fin de mes. Para otros, es no encontrar una esperanza de supervivencia para todos los días.
Según lo recopilado por el SIPA, a nivel sectorial, la industria entró en una fase de destrucción de empleo sistemática con cinco meses consecutivos de retroceso. Es uno de los rubros más golpeados. Además, según lo informado a nivel de las provincias, la gran mayoría de los territorios vienen registrando pérdidas de puestos de trabajo y tasas de desocupación con crecimiento sostenido.
Solo dos meses dieron un mísero resultado positivo (febrero y abril). El resto, todo en rojo.
Un informe oficial publicó los datos de la cantidad de solicitantes de la Prestación por Desempleo en lo que va de 2025 dentro del sector privado. En los 21 meses de gestión que lleva el gobierno de Milei, la cifra superó los 286.000 y se espera su aumento de octubre a diciembre. A eso falta sumarles casi 75.000 de solicitantes que vienen de ser despedidos del sector público. La cifra total del último bienio reportó que 286.391 personas pidieron la prestación a la Anses.
El panorama duro para muchos. Basta simplemente con leer y comparar los dígitos oficiales del SIPA, y se puede observar que estamos frente a los peores números en una década. La cantidad de asalariados registrados del sector privado es menor que la tasa registrada en julio de 2015. Fue en la última etapa de la segunda gestión de CFK, cuando el proyecto peronista ya mostraba signos de debilitamiento y desgaste, con índices inflacionarios del 30% anual, un déficit fiscal alarmante y un aumento de la fuga de capitales ante la incertidumbre.
Claramente no se puede obviar que en la última década sufrimos el desastroso gobierno de Macri y su clavo del préstamo con el FMI de 2018, la igualmente desastrosa gestión de Alberto Fernández, y la pandemia con sus casi 2 años de cuarentena. Pero hoy, a casi 2 años de la gestión que se autoproclama “el mejor gobierno de la historia”, y con más ayuda externa que Barracas Central en el torneo local, la situación no se pudo revertir.
Eso sucede porque la crisis argentina es estructural. El sistema capitalista de la llamada «era neoliberal» está colapsando, y Argentina vive el agotamiento completo de su estructura económica justamente en ese contexto. Desde el 2010 que el país está estancado. Son 15 años de secuelas de la crisis económica mundial del 2008 sumadas a la acumulación de problemas de la economía nacional.
Todas las opciones que nos ofrecen desde el establishment fracasan por lo mismo, porque son propios del sistema. Y, mientras tanto, tenemos más gente en situación de extrema vulnerabilidad.
Las filas eternas para dejar un currículum, la gente durmiendo en las calles y la desesperación de la gran mayoría, incluso de los trabajadores ocupados, la incertidumbre del plato de comida de la noche, se están volviendo una escena cotidiana. Es tanta la miseria que se respira en todo el territorio nacional que se vuelve imposible de ignorar la situación hasta para la vieja macrista con menos tacto imaginable.
En el marco de las elecciones de medio término del corriente mes, salvo el Nuevo MAS, ninguno de los partidos que participan tiene un plan concreto para enfrentar la crisis. No se les escucha decir ni una política o promesa de campaña suelta que esboce un intento de enfrentarla.
Por eso el énfasis en el salario de $ 2.000.000., porque es el principio de un programa (muy bien desarrollado en nuestro Manifiesto Anticapitalista) que busca revertir no solo las malas que estamos viviendo ahora, si no el problema de raíz. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras el país se esta por caer de la cornisa y no sabemos cuando puede ocurrir un nuevo desastre económico mundial que nos revolee por los aires. No podemos esperar a que surja un nuevo títere mesiánico a prometernos leche y miel para que después nos venda pescado podrido dolarizado.
El país tiene cambiar de base, y para eso hay que sacárselo a los capitalistas de las manos. El desempleo, que hoy una vez más se encuentra en auge, y el resto de las tragedias cotidianas de la vida diaria de la inmensa mayoría solo se pueden terminar con la gente en las calles y construyendo una fuerza política de la clase trabajadora. Con trabajadores que sepan lo que es vivir el día a día, como Manuela Castañeira y Federico Winokur, y con un programa serio que ponga en lugar principal las necesidades de los de abajo.




