Debates en la izquierda brasilera

La lucha para superar la bancarrota estratégica de la izquierda brasilera

Cada día que pasa, se hace más evidente el fracaso del gobierno de conciliación de clases de Lula 3. Ante esto, es necesario debatir la estrategia de las corrientes de izquierda para superar la experiencia del lulismo y, al mismo tiempo, dar cuenta del desafío colocado por la extrema derecha bolsonarista.

Traducido del portugués al español por Víctor Artavia

Ante la caída de popularidad de Lula3 y su fracasado intento utópico –y reaccionario– de normalizar el régimen democrático burgués en un escenario de fortalecimiento coyuntural de la extrema derecha en todo el mundo, pero también de crisis, guerras y rebelión popular, las estrategias de las izquierdas, oportunista (politicista) y sectaria (economicista), no son capaces de realizar diagnósticos y tareas fundamentales para enfrentar el momento actual.

Mucho menos, de formular las consignas, tácticas y estrategias necesarias para sacar a los sectores más amplios de las masas a las calles por la prisión de Bolsonaro y de todos los golpistas, enfrentar los ataques de los gobiernos –incluido el de Lula 3–, del Centrão[1], y luchar por las reivindicaciones de la nueva clase trabajadora «plataformizada»; que lucha por derechos, autoorganización, contra la escala 6×1 (seis de trabajo, un día libre) y por la reducción de la jornada laboral.

Todo esto ocurre en Brasil en una coyuntura de ebullición de la lucha de clases mundial, de semirrebelião popular que toma las calles de todo Estados Unidos contra el gobierno de Trump y su política de expulsión masiva de inmigrantes, de ampliación de la guerra sionista en Oriente Medio con los bombardeos a Irán. Situación que abre la posibilidad de la explosión de la lucha de clases mundial contra el imperialismo yanqui, contra el genocidio sionista en Gaza y contra los ataques militares a la soberanía de Irán y de su pueblo.

Caída de popularidad de Lula y fracaso de la conciliación

Esta semana, las noticias estuvieron dominadas por las encuestas de caída de popularidad del gobierno de Lula (PT), registradas por el instituto Genial/Quaest y por Datafolha. En la encuesta divulgada el 5 de julio por Quaest, Lula presenta una disminución en las ventajas electorales vistas en simulaciones anteriores en la segunda vuelta, además de empatar técnicamente, dentro del margen de error del 2%, con un verdadero pelotón ultrarreaccionario de precandidatos. [2]

La mayoría de los candidatos de esta estirpe que empatan con Lula son gobernadores, como el de São Paulo, Tarcísio de Freitas (Republicanos), de Paraná, Ratinho Júnior (PSD), y de Rio Grande do Sul, Eduardo Leite (PSD), pero también, Michelle Bolsonaro (PL), ex primera dama. Para hacer un breve resumen, a título de comparación, con la encuesta anterior, los datos del instituto indican que Lula tiene el 41% de las intenciones electorales y Tarcísio el 40%.[3] En la encuesta anterior, Lula y Tarcísio presentaban 43% y 37%, y meses atrás 52% y 26%, respectivamente.

En la disputa entre Lula y Bolsonaro, ambos aparecen empatados con un 41%. Otro indicador importante es el de la rejección, que llega a ser prohibitiva si no es revertida por los dos candidatos. En el caso de Lula, el 57% dijo que no votaría por el petista y el 40% optó por él; en cuanto a Bolsonaro, el 55% afirma no votar por el expresidente y el 39% le entregaría el voto al ahora acusado por el intento de golpe.[4]

A pesar del alto nivel de rechazo de Lula y la inelegibilidad de Bolsonaro, ambos pretenden mantener sus precandidaturas. Lula, el PT y su coalición, tenían como nombre favorito para su sucesión el de Fernando Haddad (PT). Pero, un escenario de fracaso categórico de su gobierno liberal-social y de sucesivas crisis, llevó el nombre del Ministro de Economía a un tremendo desgaste que le hizo perder las condiciones para presentarse como precandidato.

Bolsonaro, por su parte, se mantiene como precandidato, incluso sin tener la legalidad para ello, porque es una manera de preservar su capital político en medio del juicio por el intento de golpe y otros crímenes, de mantenerse en el juego político y de mostrarse capaz de transferir votos a uno de los miembros de su clan o al elegido por los sectores ultrarreaccionarios de la clase dominante –como el agronegocio extractivista y el rentismo de Faria Lima–; nombre que por ahora tiende a ser el de Tarcísio de Freitas.

Además del alto rechazo de los dos principales exponentes electorales de masas en Brasil, otro dato curioso merece atención. Aunque Lula –todo indica que contará con un nuevo intento de reelección con el objetivo de un 4º mandato– se mantenga ligeramente por delante de los principales candidatos, el 66% de los encuestados dice que no debería presentarse a la reelección; la encuesta de diciembre daba un 52%. De la misma forma, el 65% señala que Bolsonaro –quien se mantiene inhabilitado por decisión del TSE– también debería renunciar a la candidatura para apoyar a otro candidato.

Es decir, la mayoría del electorado más a la «derecha» o a la «izquierda» del espectro electoral vota en la polarización asimétrica, pero anuncian que preferirían candidaturas menos marcadas por la polarización; esto no significa que Brasil haya entrado en un proceso de reducción de la polarización política.

Lo que puede haber ocurrido es un cansancio con el liberal-socialismo de Lula y con una extrema derecha más estridente, como la de Bolsonaro. Lo que queda claro es que, a pesar de este cansancio temporal de las grandes masas con la polarización asimétrica (se trata de una centro-izquierda del orden y de una extrema derecha fuera del orden) entre lulismo y bolsonarismo; no existe una alternativa de «tercera vía» de hecho que pueda suplantar la polarización política nacional en el horizonte cercano. Así, cerca del 30% de los votantes más activos de cada lado, al acercarse las elecciones, tenderán a polarizar nuevamente la situación política nacional en 2026.

La polarización entre Lula y Bolsonaro es asimétrica. Se enfrentan una extrema derecha que combina métodos dentro y fuera del orden, por un lado, y una izquierda del orden –que dirige un gobierno liberal-social– que actúa totalmente dentro de los límites del orden burgués, por el otro, y no tiene ninguna política para movilizar a las masas por sus políticas, incluso dentro de la institucionalidad.

Estos datos de caída de la popularidad de Lula también son corroborados por la encuesta que el instituto Datafolha publica esta semana. El 40% de los brasileños aptos para votar considera que Lula hace un gobierno malo o pésimo y solo el 28% lo califica como excelente o bueno. Desde el primer bimestre, hubo una caída de 12,7 puntos porcentuales en su aprobación. En relación con el control de la inflación, el 50% considera que Lula es peor que Bolsonaro; el petista solo obtiene el 28% de apoyo en este ítem. Lula también pierde en seguridad pública e, increíblemente, empata con Bolsonaro en salud y medio ambiente, solo le va mejor en la creación de empleos y queda ligeramente por delante en educación[5]. [4]

Es decir, aunque todavía estamos a más de un año de las elecciones y, tanto el lulismo como el bolsonarismo están en crisis –una crisis política doble en la que el Centrão aparece como el polo más dinámico–, este es un claro retrato del fracaso estratégico de la conciliación lulista en la que se embarcó la mayoría de las corrientes del PSOL, incluso aquellas que rompieron con el marxismo revolucionario más recientemente, como es el caso de Resistencia (PSOL). Tema que volveremos a desarrollar un poco más abajo.

¿Por qué falla la conciliación lulista?

Ante esta tendencia explícita de caída de la popularidad de Lula y de su gobierno, es preciso intentar encontrar cuáles son las razones centrales que llevan a esta situación. Ciertamente, parte de los factores es que, entre la retórica de «grandes realizaciones» del gobierno liberal-social de intento de normalización de Lula 3 y la realidad concreta, existe un enorme abismo.

Existe una contradicción entre los datos de la macroeconomía y la popularidad del gobierno Lula 3, particularmente si tomamos en cuenta la caída de popularidad entre los sectores más empobrecidos, explotados y oprimidos. Los datos van desde el aumento del PIB en el primer trimestre (1,4%), en 2024 fue del 3%, a la baja tasa de desempleo (6,6%)  –la menor tasa en el primer trimestre desde 2012–, según el IBGE, pasando por el crecimiento de la inversión extranjera directa, que este año puede llegar a US$ 70 mil millones, según el Banco Central.

Pero, estos datos generales esconden números importantes, empezando por la inflación alimentaria que alcanzó el 7,68% en los últimos 12 meses, un dato muy por encima del 5,48% de la media inflacionaria de 2024. Cifras que hacen que la política de aumento del salario mínimo de Lula sea irrisoria, pasando de R$ 1.412,00 a R$ 1.518,00 este año. Sin lograr reponer las pérdidas inflacionarias pasadas de las masas o incluso producir una reducción de los contingentes masivos de subproletarios que existen en el país, tenemos como consecuencia la precarización y la superexplotación creciente del trabajo a partir de la plataformización digital y de las condiciones de vivienda[6].

Este escenario de apretón salarial, precarización del trabajo y de las condiciones de vida en general se agrava aún más por la política económica del gobierno de Lula que, al no romper con los intereses de la clase dominante, como gobierno burgués que es, mantiene las contrarreformas pasadas y realiza nuevas. Tal es el caso del nuevo techo de gasto, que produce una camisa de fuerza en el gasto público social y da margen para recortes. Mientras el gobierno destina en promedio R$ 1 billón a los rentistas por año, recorta 30 mil millones en inversiones públicas y mantiene exenciones fiscales que ascienden a aproximadamente R$ 860 mil millones para los grandes empresarios y financistas[7]. Además, mientras la inflación alimentaria bate récords y lleva a millones de personas al hambre o a la inseguridad alimentaria, el gobierno ofrece un Plan Safra para el bienio 2024/2025 de R$ 475,5 mil millones para el agronegocio, siendo R$ 400,59 mil millones para el sector empresarial y solo R$ 43,3 mil millones para la agricultura familiar, que es la principal responsable del suministro de alimentos para el mercado interno[8].

Para mantener el déficit fiscal cero e intentar lograr algún equilibrio fiscal, Lula y su gobierno, como ya señalamos, recortaron R$30 mil millones en inversiones públicas. La otra medida fue la ampliación del aumento sobre el Impuesto sobre Operaciones Financieras (IOF) para garantizar el famoso techo de gasto. Ante el clamor general del empresariado y de sus representantes en el Congreso –y también en el gobierno– y la amenaza de votar un Decreto Parlamentario para anular las medidas del gobierno, se realizó el domingo pasado (8 de junio) una reunión entre los jefes del Congreso y el equipo económico del gobierno para llegar a un acuerdo.

La propuesta sería una tributación del 10% para quienes ganan más de R$50 mil al mes, así quienes ganan más de R$5,5 millones pagarían una alícuota efectiva –descontadas las exenciones fiscales– del 5,67%[9]. Pero, el Congreso, dominado por los rentistas, se resiste a cualquier forma de tributación progresiva y quiere que la compensación para la tímida exención tributaria del gobierno para quienes ganan hasta R$5 mil provenga de otras fuentes, profundizando así la regresividad fiscal y la desigualdad social brasileña.

Siguiendo en nuestro análisis por un camino más político, pero no menos importante, otro desarrollo de la doble crisis política nacional es el del procesamiento de Bolsonaro y los jefes golpistas durante esta semana –increíblemente políticos y empresarios que apoyaron directamente el golpe no están siendo procesados. Después del informe de la Procuraduría General de la República (PGR) pidiendo la sanción del llamado núcleo comandante del golpismo (centralmente Bolsonaro y sus ministros más cercanos), hubo declaración de los acusados a partir del lunes. [10]

A pesar de la amplia gama de pruebas: planificaciones, acciones, documentos, mensajes y testimonios de la trama golpista, que tuvo su último acto el 8 de enero de 2023, todo fue negado por los declarantes. El proceso contó con la ocupación de cuarteles durante meses, protestas en Brasilia el 12 de enero contra la diplomación de la lista ganadora (Lula-Alckmin), intento de atentado con bomba el 24 de diciembre de 2022 en el Aeropuerto de Brasilia, cierre de carreteras, reuniones para elaborar Decretos golpistas que preveían la intervención del STE, prisión de ministros, la no entrega del poder, e incluso un plan para asesinar a Lula, Alckmin y Moraes. Además de la invasión golpista de Brasilia el día 8 para intentar imponer una LGO y la destitución de Lula del poder tras su investidura.

La declaración de Bolsonaro y demás golpistas ocurrió en un tono suave y sin que se presentaran nuevos hechos y contradicciones. Todo en un clima de que la condena es segura y se trata de reducir la dosimetría de las penas, pues los reos cuentan con la perspectiva de penas leves, prisiones domiciliarias y demás.

En este escenario, el gran problema es la postura de la izquierda, principalmente de la independiente del gobierno y de los patrones (como el PSTU y MRT), pues pierde la oportunidad histórica de realizar una gran agitación para castigar de forma contundente a Bolsonaro e imponer una derrota significativa al principal jefe del golpismo y de la extrema derecha en Brasil. Lo que sería uno de los factores fundamentales para abrir el camino a cambiar la correlación de fuerzas desfavorable que vivimos desde la ofensiva reaccionaria de 2015/2016.

Bolsonaro, después del testimonio del martes, dijo cínicamente en redes sociales que «La historia nos juzgará a cada uno de nosotros… Hoy salgo tranquilo y más confiado de que seré el próximo presidente de la República para sacar a nuestro país del desorden». Es improbable que esto se concrete en 2026, sin embargo, como demuestran los datos señalados anteriormente, Bolsonaro sigue con alta popularidad y con capacidad de ser un actor fundamental en las próximas elecciones, incluso sin ser candidato.

Además, todos los candidatos de derecha afirman que tan pronto asuman el cargo, dictarán un indulto a Bolsonaro. Es decir, sin lucha en las calles que combine las banderas económicas con las políticas (sin superar esa enfermedad economicista que aqueja a la izquierda socialista en Brasil) con el centro en la prisión de Bolsonaro, de todos los golpistas financiadores, el fin de la tutela militar con la caída del artículo 142 de la Constitución, de los tribunales y de la policía militar, no se puede cambiar la correlación de fuerzas y avanzar en las tareas centrales de los explotados y oprimidos en Brasil.

La visión politicista de la crisis

Pero esta situación económica no impacta la popularidad de Lula solo porque “una parte de la población esperaba más de Lula en su tercer mandato y está frustrada. En consecuencia, controlar la inflación de los artículos básicos y traer mejoras sociales más robustas es muy importante para la recuperación de la popularidad”, como dicen los compañeros de Resistencia en su último editorial.[11]

Lo que tenemos por parte del gobierno es una política de conciliación de clases que aplica políticas abiertamente neoliberales, como el techo de gastos, recortes de gastos, privatizaciones y no enfrenta los brutales ataques que vienen del Centrão y de la extrema derecha, como es el caso del reciente “Proyecto de Ley de la Devastación” ; medida que reduce drásticamente la capacidad de fiscalización de los organismos federales para la preservación del medio ambiente y que tramita en el Congreso.

Es decir, este es un gobierno de conciliación de clases que no puede y no quiere romper con los intereses del gran capital sin romper con su naturaleza política. Según los compañeros, la victoria de la guerra ideológica por la extrema derecha sería porque “domina la disputa política y de ideas en la sociedad. Las noticias negativas tienen enorme repercusión popular, como la crisis en el INSS y la subida de los precios de los alimentos. Mientras que las noticias positivas, como el éxito de programas sociales y el aumento de la renta de los trabajadores, son poco conocidas o no son atribuidas al gobierno”.

Es verdad que existe un mayor dominio de la extrema derecha sobre las nuevas formas de comunicación, pero como todo marxista sabe, la disputa ideológica tiene una conexión directa con las condiciones materiales de vida; las ideologías (explicaciones mistificadas de la vida, de la sociedad y del mundo espiritual, que manipulan a través de mecanismos de separación de causa y efecto, parcializando la realidad, naturalizando lo que es social, etc.) solo pueden sostenerse porque encuentran en la realidad material puntos de apoyo. No por la simple razón de que el gobierno está perdiendo el debate de “narrativa” frente a la extrema derecha y al Centrão, argumento utilizado por los compañeros que es un componente central de la ideología desarrollada por la burguesía.

Cuando los compañeros intentan dar una explicación más profunda a la crisis de popularidad del gobierno, van hasta la mitad del camino, pero pierden al final la brújula. Dicen que el problema no es simplemente de falta de comunicación sino de “estrategia” del gobierno, porque la fórmula de Lula repite el pasado con “mejoras sociales y económicas sin movilización social y disputa ideológica”, que ya no existen condiciones para esa estrategia y el “éxito relativo de ese modelo conciliatorio entre 2003 y 2012”. Pues surgió en la realidad política nacional una “extrema derecha neofascista con peso de masas”, debido a cambios institucionales que produjeron una alteración en la correlación de fuerzas y que el Congreso Nacional deja “continuamente al gobierno con el cuchillo en el cuello”.

El Centrão “obedece a los dictados del agronegocio, del mercado financiero, de los dueños de iglesias y de los lobbies de los grandes capitalistas”; esa correlación de fuerzas solo puede “resultar en concesiones sucesivas del gobierno de Lula a las fuerzas reaccionarias”, como ejemplo, “fueron vergonzosamente complacientes con el PL de la Devastación para no desagradar a aliados de la derecha, como Davi Alcolumbre, presidente del Senado”, la concesión a Faria Lima que hizo que Haddad “diera marcha atrás” en el aumento del IOF y anunciara nuevas medidas de austeridad. Todo este discurso se hace incluso después de que el gobierno determinara el bloqueo de R$ 30 mil millones del presupuesto para cumplir las rígidas reglas del marco fiscal. Tenemos ahí un relato de los compañeros plagado de problemas, de falsificaciones…

La estrategia de conciliación de clases, incluso en la primera década de los años 2000, ya se demostró totalmente fracasada. Cuando la crisis económica golpeó las puertas de América Latina y Brasil a partir de 2011/2012, la política del lulismo fue la de oponerse a las manifestaciones populares en junio de 2013, traicionar las promesas electorales y hacer brutales ajustes neoliberales; fue así corresponsable del ascenso de la extrema derecha como fuerza de masas en Brasil.

Los compañeros dicen que la correlación de fuerzas desfavorable llevó a cambios institucionales, dejó al gobierno de Lula en minoría en el Congreso y con el cuchillo en el cuello… Pero desconsideran, olímpicamente, el guion de todo gobierno de conciliación de clases desde que esta formación gubernamental comenzó a formarse a principios del siglo XX.

Desde el gobierno de Kerensky (menchevique y de conciliación de clases que ascendió al poder en febrero de 1917 en medio de un proceso revolucionario y que fue derrocado por la revolución obrera-bolchevique de octubre) hasta los gobiernos lulistas de este siglo, en todos los principales momentos históricos, los gobiernos de conciliación de clases abrieron paso a revoluciones o contrarrevoluciones, rebeliones, reabsorciones, ofensivas reaccionarias o golpes de extrema derecha. Es decir, nunca fueron consecuentes con la defensa de los trabajadores y oprimidos.

Obviamente que existe una enorme diversidad de condiciones y desarrollos, pero nunca un gobierno de conciliación de clases llevó los intereses de los trabajadores hasta el final; al contrario, invariablemente abrió espacio para que la derecha/extrema derecha regresara al poder y avanzara sobre los explotados y oprimidos. Las formaciones lulistas, que se caracterizan por una enorme cobardía política, están lejos de escapar a esta regla.

Pero, como un recurso vergonzoso de ideologización del proceso, los compañeros de Resistencia y todos los satélites del lulismo de ayer y hoy, eliminan la política de Lula y del PT de la ecuación necesaria para comprender los procesos por los cuales hicieron que la correlación de fuerzas girara hacia la extrema derecha en Brasil.

Y, en ese sentido, el peor error no es solo de análisis y caracterización, sino de estrategia y principios, a pesar de que, evidentemente, todos estos elementos estén ligados. Al no apostar por la movilización y la organización autónoma de los trabajadores y oprimidos, los compañeros fallan en el campo de los principios, y en el principal de ellos que es la independencia de clases, lo que desencadena una serie de errores de estrategias y tácticas. Por eso, cuando discuten que el gobierno burgués de conciliación de clases tiene que cambiar de estrategia para dar un giro a la izquierda y para ser victorioso, son devorados por la lógica meramente institucional que es incapaz de arañar la correlación de fuerzas y abrir cualquier espacio en la coyuntura política por fuera de la lucha en las calles.

Dicen que “hay programas progresivos del gobierno”, como el proyecto de exención del IR para quien gane hasta R$ 5 mil y la tributación de los súper ricos, además de la ampliación de otras políticas de compensación social, pero según ellos al gobierno todavía le falta “asumir, de verdad, la defensa del fin de la escala 6×1”. Además, faltaría, en su opinión, al gobierno de conciliación de clases –naturaleza ineludible del lulismo– un proyecto de enfrentamiento a la extrema derecha para “entusiasmar a la amplia base social que eligió a Lula” y que no ceda a la burguesía “la profundización del ajuste fiscal sobre las áreas sociales y el salario mínimo”.

De la misma forma que construyen una caracterización unilateral y oportunista sobre el papel que tuvo el lulismo para que llegáramos a la actual situación política, es decir, de la cual fue uno de los elementos centrales, no apuestan un milímetro en un movimiento de masas independiente del gobierno que sea oposición de izquierda a Lula y de enfrentamiento al bolsonarismo.

De otra forma, es preciso unificar las luchas económicas para imponer tanto al Congreso como al gobierno nuestras reivindicaciones y, al mismo tiempo, luchar contra los ataques ultrarreaccionarios del bolsonarismo y del Centrão. Para ello, es necesario formar un frente único de luchas y una oposición de izquierda al gobierno y de enfrentamiento al bolsonarismo, que está siendo juzgado exactamente ahora por arriba y sin la menor movilización popular activa.

Con la ruptura con la independencia política, los compañeros de Resistencia en su ámbito de vanguardia desarman totalmente el movimiento con exigencias pueriles al gobierno burgués de conciliación de clases. Cometiendo, así, al mismo tiempo, errores de principios, estrategias y tácticas.

Cuando al final de su texto dicen que la izquierda necesita tomar una decisión estratégica para luchar no solo por temas económicos, haciendo una pseudocrítica al economicismo de corrientes como el PSTU y el MRT, lo hacen de forma oportunista y politicista, pues no existe una apuesta estratégica correcta contra el economicismo. No identifican cuáles son los enemigos que los trabajadores, las mujeres, los negros y la comunidad LGBTQIA+ tienen que enfrentar para luchar por derechos económicos, políticos y culturales.

Al centrar esta lucha contra la extrema derecha sin defender una estrategia de lucha independiente en las calles del gobierno, de los patrones y a muerte contra el bolsonarismo, pierden totalmente la necesaria totalidad en la construcción de una línea política consecuente y la brújula de clase capaz de cambiar la correlación de fuerzas. Se limitan, así, a defender la política del gobierno burgués de conciliación de clases.

Pero, la estrategia politicista y reformista de los compañeros se vuelve aún más clara cuando preguntan qué país se quiere construir, pues lo hacen siempre en el sentido de presentar empleos de calidad, industrialización, protección ambiental, justicia tributaria, control del rentismo, fin del genocidio negro, indígena y transfóbico… todo esto sin construir un proceso revolucionario, organizar de forma autónoma a la clase trabajadora y a los oprimidos, romper con los gobiernos burgueses, tomar el poder y levantar un Estado obrero y la transición al socialismo.

Al final, la gran conclusión es que la lucha contra la burguesía y el fascismo (neofascismo) pasa por definir que “serán necesarias alianzas más amplias para derrotar a la extrema derecha en las elecciones”. Y aquí cuando se habla de alianza, es de una alianza electoral que profundice aún más en los acuerdos con sectores del Centrão, que represente aún más al agronegocio, a la burguesía rentista y a la gran burguesía en general.

No aprendieron nada de la experiencia histórica y quieren apostar por un Lula 4 aún más a la derecha. Afirman, cínicamente, que siempre que este sea un “recurso auxiliar táctico [no] se convierte en una estrategia, atando a la izquierda a un programa impotente, sin capacidad de compromiso y movilización social e ideológica. Así, el frente amplio se convierte en una trampa fatal”.

Como si apoyar políticamente – no llamar al voto de manera independiente para derrotar al bolsonarismo ante el riesgo de cierre del régimen político –, ser parte orgánica de un gobierno burgués, como es el caso de Resistencia, no fuera, justamente, la trampa histórica que confunde, desorganiza y desmoviliza. Esta es una ruptura de principios en la que dirigentes ex-revolucionarios cayeron durante todo el siglo pasado y continúan cayendo ahora, y que ha inutilizado organizaciones enteras para la lucha directa.

Este movimiento es causado por un complejo proceso de pérdida de referencia en la lucha de clases que tiene bases en el aparatismo sindical y estatal, en el modo de vida de sus dirigentes aburguesados, en el abandono de la centralidad de la construcción en la base y en la más absoluta falta de balance histórico de la lucha de clases en el siglo XX – precisamente este es el diseño de la práctica política que observamos entre los compañeros de Resistencia.

Politicismo oportunista y economicismo sectario

Además de esta perspectiva politicista, que se apoya centralmente en las instituciones del Estado burgués para hacer política y que levanta un programa por debajo del reformismo y deposita toda la esperanza de lucha por los derechos inmediatos e históricos en el gobierno de conciliación de clases y en las instituciones burguesas, tenemos la posición del PSTU – y del MRT – que está atrapada en un unilateralismo economicista y aparatchik que no tiene fin.

Para explicar la baja popularidad de Lula, el PSTU afirma que el crecimiento del PIB “no significó ninguna conquista o mejora de vida para los trabajadores”, que las inversiones externas “profundizarán la dependencia económica y la expoliación del país”, que “los empleos son precarios, con bajos salarios” y que incluso “entregando todo lo que la burguesía quiere… la burguesía exige más ataques, recortes y ganancias”[12].

Y las políticas que atienden a los intereses de los trabajadores no son efectivadas, descaracterizadas o postergadas, pues la “exención en el Impuesto sobre la Renta para quien gana hasta R$ 5 mil no ha sido votada aún”, el gobierno se dice “a favor de debatir el fin de la escala 6×1, pero no hace nada para la efectiva reducción de la jornada de trabajo” y, en vez de gravar a los grandes bancos, “quita a los pobres para dar a los más pobres, mientras deja a los multimillonarios intocados”.

Sin embargo, la crítica que hacen a los sectores de la izquierda que apoyan al gobierno burgués de conciliación de clases no se aparta un milímetro del campo del economicismo, al decir la obviedad de que si hiciera eso estaría “enfrentando al presidente de la Cámara, Hugo Motta, y a la derecha en el Congreso Nacional” y que “es el propio gobierno quien construye y presenta los ataques”.

Aquí comienza el problema más grave. Donde en Resistencia y en las corrientes del PSOL aparece el unilateralismo politicista, en el PSTU – y en el MRT – surge el unilateralismo economicista, pues hacen un movimiento ideológico con signo cambiado, en la práctica sacando a la extrema derecha de la ecuación política para explicar la coyuntura.

Dicen que es necesario llamar a las cosas por su nombre, que “si no explicamos a los trabajadores que Lula está implementando la agenda que agrada a los multimillonarios capitalistas, será mucho más fácil para la ultraderecha ganar la conciencia de la clase”. Esto es una verdad, pero extremadamente unilateral, una media verdad, por lo tanto, si no planteamos que simultáneamente a la lucha contra Lula 3, es necesario luchar contra el bolsonarismo.

El bolsonarismo es una fuerza política que, al responder directamente a los intereses de importantes sectores de la burguesía y de las fuerzas armadas, es un componente ineludible en el análisis de la coyuntura, así como no puede ser dejado sin consideración en el momento de elaborar las tácticas centrales de la lucha. Es decir, es preciso realizar una combinación de lucha en las calles contra los ataques neoliberales de los gobiernos de conciliación de clases, del Centrão y del bolsonarismo simultáneamente.

La consecuencia estratégico-táctica de la caracterización unilateral sectaria de los compañeros es afirmar exclusivamente un programa de denuncia y enfrentamiento a las políticas de Lula 3, sin levantar siquiera una sola bandera política que interese a los trabajadores y oprimidos, tales como: la prisión de Bolsonaro y todos los golpistas, la expropiación de los bienes de los financiadores del golpe, el fin del artículo 142 y de los tribunales y de las policías militares por la lucha directa y autoorganizada de las masas.

A pesar del momento histórico que vivimos, con la oportunidad de colocar en la prisión a Bolsonaro y a los jefes militares para imponer una derrota categórica a la extrema derecha, lo que sería inédito en nuestra historia – a juzgar por el circo montado en el STF no pasará de un castigo para contentar a la galería –, los compañeros del PSTU, así como los del MRT, que prefieren dejar el castigo a los golpistas en manos de la justicia burguesa antes que luchar en las calles por los derechos democráticos de los trabajadores y de las masas, insisten en una estrategia que relega a los trabajadores y a la juventud a tareas exclusivamente sindicales, no políticas.

Las tareas sindicales son ciertamente importantes, han movilizado a la vanguardia, pero por sí solas no nos permiten entrar en la arena política nacional para que podamos cambiar la correlación de fuerzas y, así, ser capaces de conquistarlas de hecho. Es decir, la línea unilateral economicista de los compañeros acaba por inhibir la unidad, desmovilizar y relegar a las masas a la apatía política, y, al final, dificultar las mismas luchas sindicales.

La crítica al “partido imaginario” que lleva a una secta oportunista

En medio de este escenario de pérdida de brújula estratégica de la izquierda – tanto de la oportunista (Resistencia y otras corrientes del PSOL y del PT) como de la sectaria (PSOL y MRT) –, tenemos que reflexionar sobre cuál es la estrategia correcta para actuar en el presente escenario político y cómo construir organizaciones políticas que estén a la altura de este desafío.

En la última parte de este texto, escogemos para discutir sobre la estrategia ante la doble crisis política que vivimos en Brasil y en qué estrategia constructiva apuesta el artículo “El partido revolucionario imaginario” [13] de Valerio Arcary, porque parece una de las tentativas de justificación más cínicamente ingeniosas del politicismo brasileño y que ejemplifica el movimiento político ineludible de esta corriente hacia el neorreformismo.

Valerio parte de la constatación de que la “izquierda socialista brasileña nunca estuvo tan fragmentada como hoy” en diferentes etapas constructivas, dentro y fuera del PT y del PSOL y en los partidos “comunistas” brasileños. Aquí, lógicamente, no nos interesa detallar esta lista de lo que el autor considera como izquierda socialista, porque se puede leer directamente en su texto.

Lo que interesa discutir es la pregunta de por qué existe tanta dispersión en la izquierda brasileña y, más particularmente, su impacto en la actual coyuntura nacional para que podamos terminar esta nota sin perder su objetivo central: discutir las dificultades que causan tanto el oportunismo como el sectarismo para involucrar a sectores más amplios de la vanguardia y de las masas en la vida política nacional.

Para Valerio, el centro de la explicación del problema de la fragmentación de la izquierda en Brasil, dentro de lo que consideramos una manipulación ideológica, sería centralmente la comprensión de que aún existe en las corrientes un embrión del partido revolucionario brasileño, pero que “este ‘partido revolucionario’ imaginario es solamente una ilusión”.

Es obvio que la teoría de la replicación histórica del embrión del “partido revolucionario”, como si fueran los bolcheviques en su época heroica como una especie de filosofía organizativa de la historia por fuera de la lucha de clases, no es más que una gran ilusión. Pues es la capacidad de lectura del balance histórico, la conexión con la lucha de clases, con la clase obrera y los sectores más combativos, así como la capacidad de conectarse con otros núcleos revolucionarios de forma político-estratégica y no oportunista para cumplir un papel verdaderamente histórico, lo que convierte a una corriente verdaderamente hegemónica en el proceso revolucionario. Y esta conquista, de ninguna manera, puede ser una teleología por fuera de la lucha de clases y toda la profunda experiencia que se pueda hacer dentro de ella.

Sin embargo, Valerio y su corriente ya no trabajan en el ámbito de la estrategia revolucionaria y sus tácticas. Como parte de su campaña para intentar justificar/nublar su migración al neorreformismo, traza una taxonomía pseudo-concreta de las corrientes políticas de la izquierda que sirve más para confundir al lector que para aclarar las dificultades reales para trazar un proceso de unificación de las fuerzas de la izquierda revolucionaria y sus tareas en Brasil ante los peligros y posibilidades que tenemos ante nosotros. En realidad, su elaboración revela más de su propio proceso de capitulación total al lulismo y al neorreformismo que otra cosa.

El autor, escolásticamente, nos aclara que no existen en la izquierda solo dos campos, el de los moderados y el de los radicales, el de los reformistas y el de los revolucionarios, sino también el de los centristas, la ultraizquierda, los sectarios y las sectas. Estas últimas serían las peores formaciones porque son organizaciones que tienen “impermeabilidad a la presión social y política, y un régimen interno burocráticamente deformado y, con el tiempo, una dirección que cultiva la propia clarividencia mesiánica, políticamente, estéril”.

Para Valerio, la explicación de toda la fragmentación pasaría por las derrotas de las revoluciones, por el aislamiento de Estados no capitalistas, por cambios objetivos en la clase trabajadora y por la cooptación de direcciones por parte de la patronal. En su análisis taxonómico para explicar la división de la izquierda, llega a la formulación de que podemos considerar la más abyecta que son las sectas, oportunistas o sectarias.

Pero, en su análisis hay una separación mecánica entre los elementos objetivos y subjetivos. No considera, por ejemplo, que el aislamiento de la Revolución Rusa y su proceso de burocratización se dio por la acción consciente de una burocracia que defendía sus privilegios y, para ello, tuvo que derrotar a la clase obrera rusa en el campo interno y traicionar verdaderas revoluciones en el externo.

Ignora, también, cómo la posición política de la mayoría de la dirección de la socialdemocracia alemana fue decisiva al capitular al Estado burgués y ser copartícipe de la represión al movimiento obrero, lo que terminó en el asesinato de Rosa Luxemburgo a principios de 2019 y con la derrota de la Revolución Alemana en 1923, o incluso, el papel traidor que el estalinismo tuvo en las revoluciones chinas de la década de los 20 o española en la de los 30.

Pensamos que conscientemente – para camuflar su orientación política – hay una completa desconexión de los elementos objetivos y subjetivos de la realidad en su análisis para justificar su rearme estratégico al neorreformismo. En el cual, la estrategia revolucionaria o la pérdida de ella ya no tiene, para él, ningún peso sobre la realidad.

La falta de un análisis concreto, dialécticamente integrado para explicar las victorias y derrotas del pasado, en la que la relación entre los elementos objetivos y subjetivos fueron decisivos para el rumbo de los acontecimientos cuando las condiciones permitían la ofensiva de las masas, es un tema que no tenemos condiciones de desarrollar en detalles en este texto.

Si analizamos los mismos criterios, pero tomados de manera superficial, sin sustancialidad ni consecuencia práctica por el autor, con los que Valerio utiliza para atacar indirectamente a organizaciones que considera sectas – tiene el pésimo defecto de no polemizar abierta, directa y honestamente con sus adversarios políticos –, en realidad, tendremos el perfecto diseño del propio Valerio y de Resistencia. Pues, por su oportunismo, adaptación al aparato sindical y, ahora, parlamentario, perdieron totalmente – como el PSTU por otros motivos – la capacidad de conectarse a los procesos reales, aprender y actuar en el sentido de contribuir con lo fundamental: impulsar la autoorganización de los trabajadores y de los oprimidos.

Además de la ausencia de un balance de la revolución y de la contrarrevolución en el siglo XX – así como los compañeros del PSTU, Valerio y Resistencia no rompieron con marcos totalmente equivocados de la “teoría” de las revoluciones socialistas objetivas –, y el abandono de la independencia de clases y de la apuesta en sus estrategias fundamentales, hizo que los compañeros se transformaran, también, en una secta. Solo que, a diferencia del PSTU – sectaria y economicista –, Resistencia se convirtió en una secta oportunista y politicista que, incluso ante el fracaso consecutivo y rotundo de la conciliación de clases en toda la historia del siglo XX y XXI, redobla su apuesta en desarrollar una política de apoyo al gobierno burgués de conciliación de clases, el Lula3.

Esto se manifiesta abiertamente en la defensa política, en la participación orgánica y en el apoyo a un gobierno burgués, que una vez más fracasa ante las instituciones burguesas y el ultrarreaccionismo (considerando el bolsonarismo y el Centrão dentro de esta clasificación). En lugar de luchar para poner en marcha una estrategia que pueda unificar las fuerzas revolucionarias dispersas por el país en el sentido de enfrentar la lucha por el fin de la escala 6×1, por las reivindicaciones de los repartidores de aplicaciones y otras categorías a través de la construcción de unidades de acción, frentes para luchar y de una oposición de izquierda a Lula y de enfrentamiento al bolsonarismo, toma el camino opuesto.

La elección de Valerio y sus compañeros es campista, por lo tanto traidora: continuará componiendo política y orgánicamente con un gobierno de conciliación de clases – Lula 3 – que intenta utópicamente normalizar el régimen democrático burgués, mientras ataca los derechos de los trabajadores y oprimidos.

Es decir, tenemos ahí el diseño de una secta oportunista real, que es aún peor que la otra secta denunciada por Valerio: la economicista. Valerio y Resistencia fracasaron históricamente en la construcción de un partido revolucionario real pues abandonaron la independencia de clases, las estrategias y tácticas necesarias a la lucha independiente en las calles.

Esto sí podría contribuir a unificar las fuerzas revolucionarias tan dispersas en Brasil, a construir un partido histórico transformador, radical y no-imaginario. Un partido que sea un elemento real para apoyar sus luchas inmediatas que impulsan y a derrotar al bolsonarismo en unidad de acción, para construir un frente de lucha y un frente de izquierda de oposición y de enfrentamiento directo al bolsonarismo y a la extrema derecha. Todo lo opuesto a esta total capitulación política sin luchas que nos presenta el neorreformismo.

[1] En Brasil se denomina como Centrão a un conjunto de partidos “fisiológicos”, es decir, que no tienen un claro programa político y cuya actividad pasa por colocar sus votos en el Parlamento al servicio del gobierno de turno, a cambio de recursos estatales para su base electoral y prebendas personales. Anteriormente, fueron base del gobierno de Bolsonaro y hoy lo son de la administración de Lula (Nota de V.A.).

[2] Ver datos de la encuesta en https://www1.folha.uol.com.br/poder/2025/06/quaest-lula-tem-avaliacao-negativa-de-43-e-positiva-de-26-no-pior-patamar-do-mandato.shtml

[3] Con los demás la situación está bastante pareja también, pero el actual mandatario mantiene un ligero liderazgo. Entre Lula y Ratinho Junior los números son 40% y 38%, con Michelle Bolsonaro queda en 43% y 39%, con Eduardo Leite 40% y 36%, con Eduardo Bolsonaro 44% y 34%, con Romeu Zema 42% y 33% y con Ronaldo Caiado 43% a 33%, respectivamente.

[4] Otro con alta rechazo – y nombre preferencial de Bolsonaro – es el de su hijo Eduardo Bolsonaro que marca un alto rechazo del 56%.

[5] Ver en https://www1.folha.uol.com.br/opiniao/2025/06/lula-perdeu-aprovacao-e-margem-de-manobra.shtml

[6] La tasa de informalidad en Brasil alcanzó el 38,9% en el trimestre finalizado en marzo de 2024, y en 2021, el 40,1% de la población ocupada estaba en situación informal, es decir, 38,7 millones de trabajadores. Sobre las condiciones de vivienda, en 12 años el número de favelas en Brasil pasó de 6,3 mil a 12,3 mil, las aglomeraciones y el número de favelados de 11,4 millones a 16,4 millones, según datos del IBGE, ver en https://www1.folha.uol.com.br/opiniao/2025/06/brasil-produz-adultos-pobres-de-pais-pobres.shtml

[7] Ver en https://veja.abril.com.br/economia/voces-sabem-quanto-a-gente-gasta-com-os-ricos-a-fala-de-lula-sobre-gastos-publicos/#:~:text=Quantos%20bilh%C3%B5es%20de%20reais%20a,860%20bilh%C3%B5es%20de%20reais

[8] Ver en https://www.gov.br/mda/pt-br/noticias/2025/02/plano-safra-da-agricultura-familiar-2024-2025-movimenta-r-43-3-bilhoes-nos-primeiros-sete-meses#:~:text=A%20agricultura%20familiar%20j%C3%A1%20acessou,e%20Agricultura%20Familiar%20(MDA.

[9] Ver en https://www1.folha.uol.com.br/mercado/2025/06/isentar-ir-ate-r-5000-sem-taxar-alta-renda-piora-desigualdade-diz-estudo-da-fazenda.shtml

[10] Ver en https://esquerdaonline.com.br/2025/06/05/e-preciso-travar-a-guerra-cultural-contra-a-extrema-direita/

[11] Ver en https://esquerdaonline.com.br/2025/06/05/e-preciso-travar-a-guerra-cultural-contra-a-extrema-direita/

[12] Leer en https://www.opiniaosocialista.com.br/entre-o-real-e-a-fantasia/

[13]Ver en https://esquerdaonline.com.br/2025/05/28/o-partido-revolucionario-imaginario/

 

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