En estos días se conoció la noticia de que el ex policía Luis Chocobar, procesado por dispararle por la espalda a Pablo Kukoc en 2017 cuando este estaba desarmado, se encontraba realizando tareas adicionales en el Hospital Melo de la localidad de Lanús.

Lo primero que hay que señalar es que el hecho merece el más amplio repudio ya que se trata de un verdadero escándalo que un asesino y miembro de las fuerzas represivas del Estado se lo designe en funciones a la par de los trabajadores de la primera línea frente a la pandemia..

Lo segundo a destacar es el actual contexto en que se suscita el hecho. Bien se recuerda el apoyo incondicional por parte de la ex ministra de seguridad Patricia Bullrich y el ex presidente Mauricio Macri que recibió en su momento el efectivo sobre de su accionar. Dos años después, en febrero del corriente, el actual ministro de seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, declara en los medios respecto del caso: “Chocobar no es un asesino, lo que hizo fue con la mejor intención”. Cambió el gobierno, pero los matices son casi imperceptibles si del gatillo fácil se trata. Y ni que hablar de la defensa que el mismo viene sosteniendo del cuerpo represivo dependiente de su cartera en referencia al caso de desaparición forzada de Facundo Castro.

Tras trascender la noticia, el repudio entre los trabajadores de la salud y sus organizaciones forzó a la dirección de Hospitales provinciales a anunciar que sería trasladado. Así, sería apartado de trabajar día a día con el personal de salud un asesino de uniforme al que no le tembló la mano para asesinar a alguien por la espalda y rematarlo en el suelo, cuando ya se encontraba reducido.