
Varios dirigentes de la CGT se manifestaron en las últimas horas en rechazo a la idea de reducir la jornada laboral en nuestro país.
Luego de casi dos años de absoluto silencio a pesar del duro ajuste económico y la caída del salario, finalmente algunos importantes dirigentes de la CGT reaparecieron en los medios, pero no para defender a los trabajadores sino para rechazar los distintos proyectos que impulsan una reducción de la jornada laboral.
El primero en manifestarse fue Andrés Rodríguez, dirigente archi-traidor de UPCN y número tres de la CGT. En una entrevista radial, Rodríguez sostuvo que era preferible «aumentar la producción» y que ahora «no era momento» de discutir la reducción de las horas de trabajo.
Con un guión escrito a la medida de los empresarios, nuevamente la burocracia sindical se esconde detrás del discurso vacío del «crecimiento económico» como motor para la mejora de los trabajadores. La promesa de que vamos a estar mejor cuando llegue el «crecimiento», que siempre se posterga.
«Hay que crear empleo aumentando la producción» señaló Rodríguez, y agregó que «es muy prematuro achicar la jornada laboral». Es precisamente el mismo discurso que los empresarios esgrimen contra todos los derechos laborales: la solución es «producir más» o simplemente «crecer», pero de ninguna manera afectar las ganancias de los capitalistas.
Las declaraciones de Rodríguez se suman a las de Matías Kulfas, Ministro de Desarrollo Productivo, quien también rechazó la propuesta junto a las distintas cámaras empresariales. Cuando se trata de ampliar los derechos de los trabajadores, entre los sindicalistas, el gobierno y los empresarios no hay ninguna grieta.
Actualmente se presentaron distintos proyectos que contemplan la reducción de la jornada laboral, uno de ellos proveniente desde el propio kirchnerismo de la mano de Hugo Yasky (CTA) y Claudia Ormaechea (que responde a Sergio Palazzo, de Bancarios). Sin embargo, la iniciativa tiene un carácter estrechamente parlamentario. Si Yasky realmente estaría interesado en la reducción de la jornada laboral convocaría a asambleas, paro y movilización, como históricamente hizo el movimiento obrero cada vez que tuvo que pelear por un derecho.
El carácter exclusivamente parlamentario de la propuesta deja en claro que no se trata más que de un eje de campaña electoral y, al mismo tiempo, una forma de saldar disputas interburocráticas. En octubre, la CGT tendrá que renovar los mandatos de sus autoridades y cada sector del sindicalismo juega su propio juego de poder, de espaldas a los trabajadores que, mientras tanto, ven su salario pulverizarse todos los días contra la inflación.