Trump y las provocaciones imperialistas contra Panamá, Groenlandia y Canadá

Donald Trump aprovechó la Navidad para esparcir mensajes colonialistas por sus redes sociales. Comenzó amenazando con "tomar" el Canal de Panamá pero también expidió similares opiniones sobre Groenlandia, México e incluso Canadá. La provocación como método para desplazar el marco de la discusión. Un trumpismo más agresivo en una nueva etapa mundial.

Donald Trump aprovechó la Navidad para esparcir mensajes colonialistas sobre el Canal de Panamá, Groenlandia, México y Canadá. «Décadas de comercio estadounidense financiando el crecimiento de China y su huella estratégica en las Américas han terminado», decía un funcionario designado por Trump para la «gestión» del Cono Sur hace pocas horas. Esta es la versión polite o diplomática de las bufonadas de Trump en las redes sociales.

El trumpismo 2.0 trae en su hoja de ruta la búsqueda de reafirmar el control imperialista yanqui sobre el mapamundi. Es un proyecto nacional – imperialista que buscará reforzar el dominio yanqui en un contexto que expresa cada vez más puntos de tensión geopolítica, cada vez más competencia entre potencias imperialistas (clásicas y en construcción).

En ese proyecto se enmarcan las agresivas declaraciones de Trump en los últimos días. En sus palabras, que habrá que ver hasta dónde está  dispuesto a llevar a los hechos, el programa exterior de su gestión tendría entre sus principales puntos una eventual re-ocupación del Canal de Panamá, la intervención militar en territorio mexicano con la excusa de combatir el narco terrrorismo, la «compra» de Groenlandia e incluso la «anexión» de Canadá (esta última es evidentemente la más claramente delirante de todas las provocaciones).

La provocación es ya un método conocido en el haber de las nuevas derechas y del trumpismo en particular. La técnica consiste en lanzar amenazas desmedidas para correr el marco de las discusiones globalmente hacia la derecha, amenazar con tomar todo por la fuerza para llevarse una parte en el camino.

Dicho eso, también es cierto que, en términos generales, la violencia en las palabras aparece antecediendo la violencia en los hechos. A esta altura, con dos guerras en curso (una en continente europeo y otra «guerra», el genocidio en Gaza) está claro que el mundo no es el mismo que era durante la primera presidencia de Trump. Y a tres semanas de la asunción de Trump es evidente que su nuevo mandato sumará toneladas de pólvora a una situación cargada de imprevisibilidad.

Trump, Panamá, América Latina y la disputa por el Pacífico

Trump dijo que está dispuesto a retomar militarmente el Canal de Panamá si el gobierno panameño no rebaja las tarifas que se le cobran a los buques estadounidenses (aquí el condicional separa la amenaza de la exigencia). Y agregó que no va a permitir que el Canal siga siendo «operado por China». El canal no es «operado por China», pero en los últimos años la potencia asiática avanzó en considerables proyectos de inversión en infraestructura del complejo fluvial panameño.

En 2017 (durante el primer trumpismo), el gobierno panameño rompió relaciones diplomáticas con Taiwán (hablando de puntos de tensión geopolítica) y se acercó comercialmente a China. Desde entonces empresas chinas ganaron licitaciones para operaciones en la zona. Esto incluye plantas de energía, la construcción de un ferrocarril y obras de mejora fluvial como la ampliación de esclusas. En 2018, el propio Xi Jinping realizó una visita oficial a Panamá para graficar el acercamiento comercial.

Que el Canal es un punto estratégico para los intereses del imperialismo yanqui no es ningún secreto. Actualmente un 50% de los buques que lo cruzan vienen de o se dirigen a puertos estadounidenses. Sin el canal, el siguiente punto de cruce interoceánico está en el extremo sur del continente, en el Cabo de Hornos. No es ningún secreto tampoco que el Pacífico se transformó en el último tiempo en el nuevo centro de los movimientos comerciales internacionales. Y es claro que la competencia dentro de esa zona será uno de los problemas geopolíticos del próximo período.

El Canal de Panamá sobre el que provoca Trump está ligado a Estados Unidos por una historia de coloniaje que ya tiene un siglo. Trump reversionó esta historia en clave imperialista. Según él, Estados Unidos tendría una suerte de derecho original sobre el Canal porque «Estados Unidos lo construyó» y en su construcción habrían muerto «38.000 trabajadores estadounidenses», algo así como mártires del santo proyecto colonial.

La realidad histórica tiene documentados, por el contrario, unos 6000 muertos en la construcción del Canal. La inmensa mayoría de ellos eran trabajadores caribeños, muchos de ellos migrantes internos de la región utilizados como obra barata en la inmensa obra de ingeniería colonial. Si la lógica correcta fuera que «el Canal es de quien pone los muertos», como plantea Trump, es evidente que la historia no está de su lado.

No casualmente en la misma semana el trumpismo habló de listar como organizaciones terroristas a los carteles narco que operan en México. Esto despertó polémica porque abriría la posibilidad a eventuales operaciones militares «antiterroristas» en suelo mexicano. La propia Sheinbaum, presidente mexicana y sucesora del reformista descremado AMLO, tuvo que salir a repudiar estos dichos por lo alevoso de su contenido colonialista.

Groenlandia y Canadá, o la cuestión Ártico

Otra de las provocaciones de Trump fue decir que pretende «comprar Groenlandia». La idea ya había sido emitida (y rechazada) en el primer trumpismo, en 2019. Groenlandia es, como dijo Trump, un enclave geopolítico clave para el imperialismo yanqui. No sólo por sus recursos naturales actuales (sobre todo petrolíferos) y por la importante base militar estadounidense situada en Thule.

Sino también porque se estima que en unos 10 o 15 años las rutas marinas del Ártico serán navegables todo el año, fruto del deshielo de la región polar. Es una transformación del ecosistema global generada por el capitalismo y que podría ser (mejor dicho, será) catastrófica para la humanidad. Obviamente, las potencias imperialistas ya están discutiendo cómo se repartirán los pedazos del Ártico deshielado.

En el último tiempo, el Consejo del Ártico dejó de funcionar con motivo de la invasión rusa sobre Ucrania. Además de EEUU, dos de los países que intervienen en la frontera múltiple del Ártico son Dinamarca y Canadá. El primero de ellos mantiene todavía el control de la política exterior groenlandesa, un tributo colonial por los lazos de dominio escandinavo que se sostuvieron casi 1000 años sobre la isla. En cuanto a Canadá, Trump se refirió a dicho país como «el Estado N° 51» de EEUU. Llegó a llamar «gobernador» al premier canadiense Justin Trudeau, en una demostración de la más fina diplomacia trumpista.

El retorno de la Doctrina Monroe o la opresión colonial como valor trumpista

Groenlandia, ese territorio del que Trump habla como de un pedazo de hielo que se compra y se vende, es un país con una larga historia de opresión colonial europea. Se trata de un territorio poblado desde hace 5.000 años por poblaciones originarias. En toda la modernidad, la población groenlandesa no han tenido un sólo momento de autodeterminación nacional plena.

Durante el siglo XX el Estado danés los sometió a una política de ‘desgroenlandización’. Fue un intento de borrar los lazos comunitarios y culturales de la isla mientras se la «modernizaba» en términos muy relativos. Lo más similar a la autodeterminación groenlandesa en la historia reciente es la actual situación. Algunos analistas la consideran «a medio camino entre la autonomía y la independencia». Dinamarca sigue controlando la política exterior y de Defensa de la isla. Mientras tanto, las potencias compiten en el remate de sus recursos naturales y aceleran la destrucción de su ecosistema.

El desprecio trumpista por la soberanía de otros países es una constante en sus últimas declaraciones (y en su discurso en general). Es una marca clásica del imperialismo yanqui, que convierte a la población de los países semicoloniales en poco más que recursos a ser explotados. No sorprende entonces la reivindicación que hizo Trump recientemente de la Doctrina Monroe, muy ligada al proyecto expansionista del destino manifiesto estadounidense. La famosa consigna «América para los americanos» precedió el largo aliento del expansionismo yanqui sobre el Oeste norteamericano, el territorio mexicano y el Caribe. La agresividad del discurso trumpista revive lo peor del colonialismo yanqui en vísperas de lo que será un segundo mandato nacional-imperialista en la primer potencia mundial.

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