Trump bombardea Nigeria: las mentiras de la extrema derecha y el intervencionismo imperialista en África

En la noche del 25 de diciembre Donald Trump anunció que había bombardeado supuestos «objetivos terroristas» pertenecientes al ISIS en el Estado de Sokoto, en el noroeste de Nigeria.

«Esta noche, bajo mi potestad como comandante en jefe, Estados Unidos lanzó un ataque potente y letal contra los terroristas de ISIS en el noroeste de Nigeria, quienes han estado atacando y asesinando brutalmente, principalmente a cristianos inocentes, a niveles no vistos en muchos años, ¡e incluso siglos!» dijo Trump en Truth Social. Días atrás, Trump había lanzado una advertencia pública contra el gobierno nigeriano por «no hacer lo suficiente» para frenar la supuesta matanza de cristianos en Nigeria.

Trump toma sus excusas del relato de ciertos grupos de lobby cristiano conservador, provenientes del sur de Estados Unidos (una región con largas tradiciones de racismo WASP). Entre ellos se destacó el senador republicano texano Ted Cruz. El derechista sureño dijo este año que en Nigeria habrían sido «asesinados 50.000 cristianos y quemadas 18.000 iglesias». Estas cifras delirantes no tienen ningún sustento documentado ni serio. Los números están tomados de lobbystas de las iglesias yanquis que presentan cifras inventadas para justificar el relato de que en Nigeria ocurre un «genocidio contra los cristianos».

No es la primera vez que Trump utiliza relatos conspirativos de tinte netamente racista para justificar su política internacional. Hace pocas semanas, la Casa Blanca publicó su nueva Estrategia de SeguridadAllí el trumpismo agita el peligro de un «gran reemplazo» étnico en Europa, fruto de la migración masiva.

Nigeria y los «Estados fallidos» africanos

Es falso que en Nigeria esté ocurriendo un «genocidio de cristianos». Lo que ocurren son enfrentamientos violentos entre distintos grupos sociales y étnicos que compiten por el uso de las tierras (habitualmente, entre pastores y agricultores).

Los conflictos entre pastores (mayormente de etnia fulani y religión musulmana) y los granjeros (mayoritariamente cristianos) se dan por disputas en el uso de las tierras en el centro del país. Este es el principal conflicto de Nigeria.

Algo similar sucede con las células terroristas y yihadistas que operan en territorio nigeriano. Esos sectores operan sobre todo en el noreste del país. Pero la población cristiana nigeriana ocupa principalmente el sur del territorio. Y el bombardeo de Trump fue en el extremo noroeste de Nigeria, lo que cuestiona el relato de la protección de cristianos.

Lo cierto es que la violencia interna de larga data en Nigeria no es de raigambre religiosa. Tiene más que ver con la competencia por recursos escasos para subsistir en un Estado fallido, con pocos elementos de articulación social. Por poner algunos ejemplos, basta tener en cuenta que Nigeria es el país más poblado de África, con 235 millones de habitantes. Pero la mitad de la población sigue viviendo en zonas rurales, lo que señala un proceso de urbanización en extremo incipiente. El PBI per cápita del país bajó en los últimos 10 años, de 2.600 a 2.100 dólares. La esperanza de vida es de 54 años en este país que se independizó hace sólo 60 años.

Los últimos años de enfrentamientos civiles dejaron decenas de miles de muertos y al menos 3,5 millones de desplazados. Sólo en los últimos dos años fueron asesinadas 10.000 personas, según cifras de Amnistía Internacional. Las motivaciones religiosas para estas masacres son minoritarias, y cuando existen no tienen por víctimas mayoritarias a los cristianos. La inmensa mayoría de las víctimas de los grupos yihadistas son musulmanes del norte del país.

Intervencionismo colonial

Una vez más las intenciones reales de Trump quedan difuminadas tras una capa de mentiras grotescas y propaganda imperialista. Las razones aducidas para justificar el ataque son irreales (no hay tal genocidio de cristianos). No queda claro tampoco que los «objetivos» bombardeados fueran realmente bases de organizaciones yihadistas. Ni siquiera se difundieron datos sobre la supuesta cantidad de heridos o víctimas fatales. La única información es el tuit de Trump y la rectificación realizada por el gobierno nigeriano.

El ministro de Asuntos Exteriores nigeriano, Yusuf Maitama Tuggar, dijo a la BBC que el ataque yanqui fue una «operación conjunta» entre el gobierno estadounidense y el nigeriano. Incluso dejó la puerta abierta a «nuevos ataques» bajo decisión de «los líderes de ambos países». Pero negó los motivos de Trump al decir que «no tiene nada que ver con ninguna religión en particular».

Es evidente que el bombardeo no fue «una decisión conjunta». Basta ver que hace pocas semanas Trump dirigió su amenaza no a los «terroristas» sino directamente al gobierno nigeriano. La operación militar navideña parece más bien una imposición yanqui aceptada por el gobierno local para complacer a Trump.

¿Por qué esta urgencia repentina de Trump para intervenir en Nigeria? ¿Es simplemente una cuestión de extremismo WASP y relatos conspirativos? No parece. El elemento ideológico es clave en la estructuración del proyecto político trumpista y no sería la primera vez que Trump manipula el tablero político para darle un guiño a su base interna. Pero es evidente que bombardear un país extranjero implica un elemento de intervención sobre la soberanía, un movimiento imperialista.

El continente africano llama más y más la atención de las potencias, por varias razones. La región reúne enormes depósitos de recursos naturales (por ejemplo, las tan nombradas tierras raras) con regímenes políticos sumamente inestables y en muchos casos Estados directamente fallidos. Sin ir más lejos, sólo en los últimos 5 años hubo 11 golpes de Estado en el continente, con 7 países bajo gobiernos de facto actualmente.

El potencial económico de la región es difícil de dimensionar. Se estima que en pocas décadas será la región mundial con más presencia de obreros industriales por la cantidad de recursos aún no explotados. Esta suma de riqueza por explotas e inestabilidad política convierte a África en un campo de disputas inter – imperialistas sumamente fértil. China hizo pie fuertemente con los proyectos de infraestructura alrededor de la Nueva Ruta de la Seda. Y Rusia avanzó posiciones sostenidamente en la última década, con intervenciones militares más o menos disimuladas, a veces tercerizadas en el grupo Wagner. Putin también forjó lazos con varios gobiernos locales a través del intercambio de información de inteligencia militar.

En ese marco, la inesperada intervención trumpista sobre Nigeria parece más un gesto de poder. Un intento de dejar asentada su presencia en la región y sus intenciones de mover fichas también en el continente africano, si le resulta necesario para emparejar la competencia por recursos estratégicos con China y Rusia.

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