Las milicias islamistas de Al-Golani derrocaron en una avanzada fulminante a un Al-Asad debilitado por las guerras que consumen a sus principales aliados, Rusia e Irán. La interminable guerra civil siria parecía haber terminado, y volvió para terminar rápidamente. Debe ser uno de los cambios de régimen más bruscos de la historia reciente.
Todo comenzó en el año 2011. La Primavera Árabe fue una explosión de movilizaciones populares que se llevaron puestos a las viejas dictaduras de países como Egipto y Túnez. En poco tiempo, las movilizaciones llegaron a Damasco, la capital siria. El protagonismo lo tuvieron los barrios populares de mayoría musulmana sunita, la rama religiosa más grande del país.
La dictadura de Al Asad respondió con una represión bestial, perpetrando indecibles masacres sobre la población civil. También hizo uso de las tradicionales divisiones sectario-religiosas para ganarse el apoyo de una parte de la población. Quiso agitar el cuco del fundamentalismo islámico sunita para hacer temer persecuciones religiosas futuras si su régimen caía entre los musulmanes chiitas y alauitas.
Tras las masacres, la rebelión se convirtió en guerra civil. Muchos no estaba dispuestos a simplemente dejarse matar y tomaron la herramienta militar que tenían a mano para enfrentar al gobierno: los grupos islamistas. Otros, millones, huyeron del país. Con la militarización del conflicto, se terminó el protagonismo popular de la disputa por el futuro del país.
Al Asad tenía el apoyo de Rusia e Irán. Era por lejos el bando mejor armado de una guerra interminable. Además, los rebeldes estaban divididos en múltiples grupos con intereses opuestos.
Como hemos dicho, los grupos islámicos sunitas eran los más representativos. Pero estaban lejos de ser un solo bando. El grupo más grande, el Frente Al-Nusra, estuvo vinculado a Al-Qaeda primero y al ISIS después. Este es el grupo que, después de muchos cambios internos e ideológicos, acaba de triunfar. Enfrentados a ellos hubo grupos también islámicos sunitas pero de rama salafista, vinculada a Arabia Saudita. Algunos de los grupos suníes fueron incluso armados por Estados Unidos.
Fue en esos años que estallaron también los reclamos de los kurdos, el bando más progresivo de la compleja maraña que fue esa guerra civil interminable.
La guerra civil siria parecía haber terminado. Pero, de un modo fulminante, volvió para volver a terminar en menos de una semana. Y le acaba de poner fin a un régimen de más de 60 años de existencia, el de la dictadura familiar de Al Asad.
¿Quién es Bashar Al Asad? El dictador derrocado
Bashar Al Asad es el hijo del primer dictador con ese apellido, Háfez Al Asad. Éste había ascendido al poder tras un golpe militar exitoso en 1971, luego de muchos otros golpes militares.
Siria, como la mayoría de los países árabes, surgió tras independizarse de los colonos europeos que habían ocupado la zona tras la Primera Guerra Mundial. El último imperio que abarcó a la mayoría del mundo árabe, encabezado por una dinastía turca, fue el otomano. Éste entró en la guerra mundial como aliado de Alemania, y tras su derrota los territorios del viejo imperio turco fueron repartidos entre franceses e ingleses. Tras independizarse, los nuevos países se formaron con fronteras mezcladas de las viejas regiones administrativas otomanas y las arbitrarias divisiones de los colonizadores europeos.
Háfez Al Asad era parte del Partido Baaz de ideología «socialista árabe». Ese partido gobernaba hasta ayer Siria y acaba de ser proscrito por los rebeldes. La ideología «socialista árabe» es uno de esos «socialismos» que rechazan la lucha de clases y defienden la propiedad privada. En realidad, se una ideología nacionalista burguesa. Baaz significa «Renacimiento», y su programa inicial era el de la reconstrucción de la «unidad árabe» rota por la ocupación europea. Su base ideológica no era religiosa sino laica, de «reconstrucción» de la «nación árabe».
No vamos a extendernos mucho en por qué las clases dominantes de Medio Oriente fueron incapaces de poner en práctica ese programa. En definitiva, los hechos son que la rama siria de Baaz (la iraquí era la de Sadam Hussein) pasó al nacionalismo sirio. La mayoría de los considerados «árabes» en realidad son pueblos preexistentes «arabizados», que adoptaron mayoritariamente la religión islámica y el idioma árabe. El nacionalismo sirio intentaba buscar sus orígenes en el imperio de la antigüedad Assur, Asiria.
La vida política y la sociedad civil sirias siguieron dominadas por las viejas divisiones pre capitalistas sectario-religiosas. Como en otros países de Medio Oriente, las divisiones de clases modernas (capitalistas, trabajadores, clases medias) se entremezclan con las sectario-religiosas. La mayoría de los trabajadores sirios son musulmanes sunitas. Pese a presentarse como un régimen laico, en los hechos el gobierno de los Al Asad se apoyó en la minoría religiosa musulmana alauita. Los alauitas ocuparon todos los puestos de administración gubernamental, burocráticos, militares, etc.
Háfez Al Asad, borrando todo disenso en el Partido Baaz, logró constituirse en dictador absoluto del país. Gobernó imponiéndose a sangre y fuego. Con el paso de los años, todo rastro de «nacionalismo» desapareció definitivamente. Su régimen recibió con los brazos abiertos a la era neoliberal. Pero su dominio político parecía inconmovible. Logró imponer que su dictadura se convirtiera en una dinastía familiar. Fue así que Bashar Al Asad, su hijo, ascendió al poder tras la muerte de Háfez en el año 2000.
En los 80′, el viejo partido Baaz había desaparecido. Su rama siria tenía el apoyo de la URSS y Sadam Hussein era, pese a que muchos lo hayan olvidado, el principal aliado de Estados Unidos en la zona. Con el paso del tiempo, el régimen de Al Asad se convirtió en uno de los principales aliados de Putin y del régimen iraní de los ayatolá en Medio Oriente. Aparentemente, el dictador junior acaba de conseguir refugio en Moscú.
¿Quiénes son los rebeldes?
Se trata de la ofensiva más exitosa por parte de los rebeldes islamistas en Siria de los últimos años. El grupo Hayat Tahrir al Sham (HTS u Organismo para la Liberación del Levante traducido) parece haber logrado amalgamar a la miríada de grupos islamistas que quedaron desperdigados en el noroeste de Siria luego del retroceso del Estado Islámico.
El HTS es la refundación de la vieja filial de Al Qaeda en Siria, fundada en 2003 bajo mandato del propio Al-Golani. En 2016 (año de retroceso del ISIS) Al-Golani rompería definitivamente sus relaciones con Al Qaeda y el propio Estado Islámico.
En los últimos años brindó varias entrevistas en las que intenta presentarse como una variante moderada del islamismo reaccionario, prometiendo una eventual tolerancia hacia las minorías étnicas y religiosas que él mismo prometía destruir pocos años antes. La HTS, como el resto de los denominados yihadistas, busca un gobierno de la sharía, la ley islámica.
En los últimos años, con la guerra civil en stand by, Golani se dedicó a eliminar a los grupos islamistas competidores y consolidar su dominio sobre el noroeste de Siria. Desde allí lanza ahora su ofensiva que apunta directamente a la toma de Damasco, la capital, y la deposición del gobierno de Al-Asad.
Una suerte de ataque relámpago que parece haber tomado por sorpresa a las fuerzas del oficialismo. En pocos días, Golani tomó el control de 4 ciudades. Entre ellas Alepo, la más poblada del país y el epicentro de los primeros años de la guerra civil. Luego se sumó a la lista Homs, al borde mismo de la capital, Damasco. Las tropas de Al-Asad salieron derrotadas de esa urbe pocas horas después de llegar a defenderla.
Finalmente, Damasco fue rodeada por las tropas rebeldes y el gobierno de Al Asad colapsó.
Una vieja guerra en un nuevo mundo
La situación en Siria venía de varios años de relativa calma. La guerra civil estaba lejos de terminar pero los grandes enfrentamientos parecían suspendidos y el tablero estabilizado, con Al-Asad manteniendo el control de un 70% del país.
Pero la ofensiva yihadista avanzó inusitadamente rápido y expouso la debilidad del régimen de Al-Asad. Sucede que la situación geopolítica y regional es dramáticamente distinta que hace algunos años atrás. La guerra genocida sobre Gaza y su reciente extensión a Líbano mantiene ocupado a Irán, el principal aliado regional de la Siria de Al-Asad. Lo propio sucede con Rusia, otro aliado de peso que enfrenta enormes dificultades políticas por su decisión anexionista de invadir el Donbás en Ucrania.
Era esperable que las posiciones de Al-Asad se vieran debilitadas por el cambio de la situación internacional y regional, y los yihadistas de Golani lo entendieron muy bien.
Hay que agregar que del lado rebelde se alistaba aparentemente el mandatario turco Erdogán. Turquía lleva varios años de maniobras y reacomodamientos para intervenir como una potencia regional. Sus incursiones en Siria fueron sostenidas durante toda la guerra civil y su apoyo a los yihadistas es público. Luego de la caída de Hama, Erdogan dijo: «espero que el avance [de los islamistas] continúe sin incidentes». Como si se tratara de una ronda diplomática y no del asedio de ciudades enteras y de millones de civiles sirios.
La incógnita del nuevo régimen y el nuevo (des)equilibrio regional
La inestabilidad regional acaba de dar un nuevo vuelco. La caída de Damasco es una patada en el tablero de la relación de poderes. Se acaba de desplomar el principal aliado de Irán y Rusia, pero no está claro que el nuevo régimen encabezado por islamistas vaya a ser un aliado incondicional de Estados Unidos o Israel. Claro que vienen intentando mostrar que se «moderaron» y ya han dicho que no ven como enemigos a las potencias occidentales. Es un guiño, como mínima, de tregua.
Medio Oriente es hoy un territorio regado de conflictos bélicos cruzados, con varios más en preparación. El día después de la caída de Hama, por ejemplo, Israel bombardeó la frontera siria alegando la destrucción de un objetivo de Hezbollá, aliado iraní en Líbano. La caída del régimen de Damasco es un reordenamiento general de las posiciones en la región.
No está claro cómo se reorganizarían las influencias de las potencias dentro de la región. Pero los yihadistas de al-Golani ya salieron a aclarar que no ven a las potencias occidentales como un enemigo, una señal para EEUU, la Unión Europea y sobre todo para Israel. Otro dato que permanece opaco es qué papel jugarán los sectores kurdos, hasta ahora el único bando en la guerra civil que expresaba ciertos reclamos progresivos o mínimamente laicos.
En sólo una semana, la ofensiva yihadista ya creó 115.000 nuevos desplazados sirios, que huyen de las ciudades en disputa por la destrucción absoluta de la infraestructura civil, como escuelas y hospitales.
Desde el punto de vista marxista revolucionario, no hay emancipación posible para las masas sirias si siguen en manos de dictadores como Al-Asad o grupos archirreaccionarios como el islamismo. Solamente se puede alcanzar superando las divisiones sectarias, étnicas y religiosas. La evolución de la situación en Siria tendrá también un importante impacto en la lucha contra el genocidio en Gaza, la más importante lucha por la liberación de Medio Oriente.
[…] Tradução de José Roberto Silva do original em https://izquierdaweb.com/siria-la-historica-caida-de-bashar-al-asad/ […]
Se requiere estar en esta época de la inteligencia artificial muy bien informado y con uds lo voy a estar. Sobre todo cuando suceden acontecimientos importantes en la geopolítica mundial.