
La JP Morgan pronosticó una caída del PBI del 3,3% para este año y una inflación del 120%. Para el año que viene, la financiera anticipa que la retracción económica sería del 1,7% y la inflación del 150%.
El Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) mostró en febrero un mínimo aumentó del 0,2% interanual. En enero la cifra había sido del 0,5%.
Sin llegar todavía a la recesión técnica, los números muestran un claro estancamiento en el crecimiento del PBI. Esta venía siendo la bandera discursiva del gobierno fernandista, a pesar del crecimiento de la pobreza.
Es obvio que la JP Morgan (y otros organismos de su estilo) tienen intereses propios en que así sea. El capital financiero (argentino y extranjero) está anunciando la debacle de la economía argentina para presionar medidas de ajuste más duras. No sólo la idea delirante de una dolarización (Milei) sino una mera devaluación del tipo de cambio llenaría automáticamente los bolsillos de aquellos que acumulan divisas para la especulación financiera.
Sin embargo, la crisis financiera argentina es real. Además de la brecha cambiaria y la escasez de divisas, está presente el fantasma de una eventual recesión.
Y las nuevas medidas del massismo al frente de Economía podrían acentuar las tendencias recesivas. El último viernes Massa efectuó una nueva suba de las tasas de interés nominales hasta llegar al 81%. Y el Banco Central comandado por Miguel Pesce implementó restricciones al acceso de divisas para la importación que podrían reducir la demanda en unos USD 2.000 millones.
Estas medidas son típicamente recesivas, casi de manual. La suba de tasas hará el crédito más cara y disminuirá las inversiones productivas. Y la escasez de divisas para la importación probablemente encarecerán los insumos y presionarán la industria local hacia el estancamiento.






