Mucho se está diciendo en estas horas sobre la huelga policial (casi un oxímoron construir un concepto mencionando el método de lucha de la clase obrera por excelencia y el cuerpo rompehuelgas por excelencia). Acá me interesa hacer un comentario sobre lo que ser policía representa en nuestra cultura. Hagamos un pequeño ejercicio de ficción e imaginemos que un agente policial argentino fue lo suficientemente longevo para desempeñarse en servicio durante los últimos 70 años. En el currículum de tal agente podrían figurar proezas como los fusilamientos de la Operación Masacre, las golpizas a científicos de la Noche de los Bastones Largos, la colaboración con la Triple A, los secuestros de los estudiantes de la Noche de los Lapices, la participación activa en la desaparición de 30.000 personas, el asesinato de Teresa Rodriguez, de Darío y Maxi, de Carlos Fuentealba, de Luciano Arruga, de Facundo Castro y aún me estoy quedando cortísimo. Pocas instituciones, como la Iglesia Católica, tienen un historial tan coherentemente siniestro.
De ahí que se viva en la cultura desde la infancia un choque entre la imagen que se vende y lo que está en la memoria colectiva de la sociedad. Los españoles Ska-P dicen “desde pequeño empezó a alucinar, soñaba con ser como Starsky y Hutch”. Los patrulleros de juguete, las películas de policías medio superhéroes, todo el aparato ideológico del sistema, no logran que los de abajo se confundan con cual es el rol del aparato represivo del estado. Si uno va a escuchar metal, será “Cuidate si andas por la calle, la yuta te puede llevar” en el rock siempre se cantará “Matar un rati para vengar a Walter y en toda la Argentina comienza el carnaval”, en el folklore las respuestas de Yupanki a la policía que casi le saca la mano “por comunista y guitarrrero”, en el punk y la cumbia los ejemplos ya son incontables. Que ni intenten replicar nuestras huelgas. Que ni busquen nuestra empatía. El pueblo sabe bien quienes son y lo canta siempre que puede. Que amarga que es tu vida y que feo debe ser que te pongas una gorra y te la vuelen dos por tres.