Ruido de espadas partidarias, brócolis lanzados por catapultas, Espert huyendo a bordo de su corcel maravilla mientras una turba enfurecida pide por su pelada. El pico de una batalla campal que se viene desatando hace ya varios meses, dentro del marco de las elecciones medio término. Un panorama desolador, donde abundan la violencia y el hambre. Y ahí, en el centro de la cuestión, pasando casi desapercibido, el salario. Embarrado hasta el aguinaldo y ya sin fuerzas.
La crisis económica que enfrenta el país es cada vez más profunda, y sus secuelas, que ya brotaron dentro del bolsillo de las y los trabajadores, adquieren un sentimiento de permanencia. Ya es moneda corriente saber que no se llega a fin de mes. Que por más multiempleo al que la gente se someta, por más horas extras que se hagan, no alcanza. Eso sí, con todo el viento del mundo en contra, tampoco es la peor de las situaciones si tenemos en cuenta el contexto de los más de medio millón de desocupados, solo contando la provincia de Buenos Aires.
Según los datos oficiales del SIPA (Sistema Integrado Previsional Argentino), sistema estatal gestionado por el ANSES, el salario sigue cayendo mes a mes, y ya acumula un 5,5% de baja. Hoy nuestro sueldo es menor al valor real en el que estaba en noviembre de 2023. Esto se traduce en una pérdida directa del poder de compra, el cual a su vez también se ve afectado a causa de la inflación y las miseras paritarias del 1% y 1,5% que se vienen implementando desde que asumió Milei.
En base a la información recopilada por la consultora especializada Bumeran, casi el 60% de las y los trabajadores no tuvo un aumento de salario en lo que va del año. A su vez, solo el 25% de los expertos que colaboraron con las proyecciones del estudio calcula subas reales de salarios este año.
En cuanto a la proyección sobe el futuro del mercado laboral, el pantallazo no es muy esperanzador. Varias empresas han confirmado que planean reducir su plantilla de empleados en lo que resta del año, cuestión que viene sucediendo hace tiempo. Más del 60% de los consultados reportó despidos en el primer semestre y el 36% fundamentó la decisión por recorte de costos.
Contrariamente a los planes del gobierno nacional, que insiste con el discurso de la reforma laboral, la situación es tan mala que hasta varios sectores del empresariado valoran negativamente las políticas impulsadas por Milei y compañía.
Las imágenes de la crisis ya son habituales y vienen en aumento. No es casual lo que sucedió esta semana en Lomas de Zamora, donde un gran número de manifestantes repudiaron la aparición del presidente y su candidato a diputado nacional, José Luis Espert. Los nervios y la desmoralización a la que se está viendo sujeta la población frente al ajuste y los despidos que se vienen realizado desde el poder ejecutivo son un caldo para que ocurran este tipo de acciones.
El salario siguen bajando mientras que los despidos aumentan y la desesperación se vuelve cotidiana. Hace dos semanas sorprendieron las largas filas de jóvenes y adultos en el ingreso a la Expo Empleo Barrial, en el cual se ofrecía la misera suma de 450 vacantes. En la provincia de Córdoba se amontonaron dos cuadras de personas previo a un evento similar.
El desempleo en la ciudad de Buenos Aires subió al 7,8% en el primer trimestre del año. En total, se registraron 132.000 desocupados en el primer tramo de 2025, contra los 113.500 que se habían registrado en el cuarto trimestre de 2024.
Por su parte, la provincia de Buenos Aires presenta un horizonte aún peor. La desocupación se disparó al 9,3%, según un informe del Ministerio de Economía bonaerense, y expone un deterioro sostenido del mercado laboral, especialmente entre mujeres y jóvenes. Allí también se alertó sobre un crecimiento de la subocupación, la informalidad y el cuentapropismo en detrimento del empleo asalariado, lo que configura un deterioro estructural del mercado de trabajo bonaerense.
Mas allá de la banalización a comienzos de la nota, hay algo que es claro. El país se sumerge en una de sus crisis más profundas de la historia reciente, y al gobierno de turno no se le escapa una idea como para paliar sus consecuencias. Ni siquiera intentan hacer algo de buena letra como para que el tiro, próximo a salir por la culata, no sea del tamaño de un adoquín. Incluso sabiendo que el proceso de debacle económica que vivimos tiene varios años y gobiernos en desarrollo, las medidas y contrarreformas impulsadas por el oficialismo, y su afán por promulgarlas de la manera más ordinaria jamás vista, hace que la cosa se caliente más.
Hace diez años que el país no crece, evidenciando el desgate del sistema en el que vivimos. Y el contexto electoral no ayuda. Los problemas estructurales del país se difuminan ante la bajada de línea de los medios masivos, ante escasas promesas de campaña y el poroteismo. Salvo el Nuevo MAS, ningún otro partido o alianza electoral pone el foco algo fundamental como el salario. Hoy más que nunca es necesario salir a enfrentar al gobierno en las calles, y apoyar un plan alternativo a la derecha para poder cambiar el rumbo de las y los trabajadores.