
Lo primero que hay que decir es que es una vergüenza que un gobierno que pretende ser “popular” y una alternativa contra la derecha, festeje como un logro la eliminación de planes sociales. ¿Qué pasó? ¿Crearon 150.000 puestos de trabajo genuino y esas personas no cobran más el plan porque están cobrando un salario? Eso sí sería para festejar. Pero no. Sucede que, según la ministra, esas personas “no validaron su identidad” en el trámite que el Ministerio creó a tal fin. Al fin de bajar planes, obviamente, haciéndolo aparecer como un “blanqueo”.
También dice que a las personas que sí validaron su identidad, el Estado va a dedicar recursos a “mejorarles la vida”. Pensemos las medidas que habría que tomar para mejorar la vida de 1.300.000 personas en la indigencia. ¿Enviaron al parlamento un proyecto gigantesco de obra pública? ¿Planean hacer cientos de miles de viviendas populares empleando en la construcción a las personas desocupadas con un salario digno? Por supuesto, ni estas ni otras medidas concretas han anunciado, ni Tolosa Paz ni nadie, para “mejorar la vida” de los desocupados: la única medida concreta es la baja de 150.000 planes.
Los movimientos independientes del gobierno, enrolados en el frente Unidad Piquetera, movilizaron para protestar contra la medida. Como hemos expresado en muchas oportunidades, defendemos incondicionalmente a los movimientos sociales independientes y sus reclamos, y repudiamos la baja de planes y cualquier intento de represión y estigmatización por parte del gobierno y la derecha.
También queremos hacer un aporte crítico a la orientación con que la Unidad Piquetera está enfrentando esta medida ajustadora y los ataques del gobierno y la derecha.
El problema de fondo no es quién “se queda” con los planes
Partamos de las declaraciones que hizo a La Nación, luego de la reciente movilización, Eduardo Belliboni, dirigente del Polo Obrero: “Si renunciamos a la intermediación, la gente va a terminar en manos de los punteros más abyectos del municipio o de los movimientos sociales oficialistas. Nosotros funcionamos como una contención contra los punteros y contra los piqueteros oficialistas: los organizamos de manera independiente para que no sean mano de obra barata de la economía popular, que para nosotros es precarización laboral”.
Aquí hay dos medias verdades. Empecemos por la primera. Es cierto de toda certeza que los punteros municipales son abyectos. Uno de los hermosos lujos del proceso de ascenso del Argentinazo, fue sacarse de encima a esos punteros, construir otra “fuerza” que pudiera paliar necesidades básicas e inmediatas en los barrios populares sin que la gente tuviera que humillarse en esa verdadera trata de personas, por decir lo menos, que ejercen los punteros. Pero la otra mitad de esa verdad es que con el reflujo de la lucha, y al instalarse el plan social “para siempre” como medida de sobrevivencia durante varias generaciones, la chispa de autodeterminación se fue apagando, y los métodos punteriles volvieron a instalarse incluso en los movimientos independientes, más allá de la voluntad de sus direcciones: el tomar lista en las actividades, el reparto de planes y alimentos según la participación en tal cantidad de marchas, etc., desplaza a un segundo plano la conciencia y la voluntad de lxs compañerxs.
Lxs que participamos de la toma de tierras de Guernica de 2020, por ejemplo, vimos al mismo sector social actuar de forma totalmente diferente: las asambleas de los vecinos de la toma eran súper reales, la gente pensaba, proponía, discutía, se comprometía, les votaba en contra a los delegados. Y también echaron a patadas a los punteros K que vinieron a querer comprarlos con comida.Nadie tomaba lista en Guernica. Es que a esa lucha no fueron para que el referente no les ponga ausente, fueron por voluntad propia a defender su derecho a la vivienda. Y en esa lucha empalmaron con una necesidad acuciante de un gran sector de la clase trabajadora, que no puede acceder a una vivienda digna ni siquiera con trabajo estable.
La única salida para lxs desocupadxs es pelear por trabajo genuino
Y en esto de los lazos con el resto de la clase obrera, vamos a la otra media verdad. Es cierto, como dice Belliboni, que trabajar por un plan de miseria en obras donde deberían regir los convenios colectivos y los salarios registrados, es joder a los demás trabajadores. Pero también es cierto que al haber abandonado toda lucha real por trabajo genuino, los integrantes de los movimientos sociales se fueron aislando cada vez más del resto de la clase trabajadora, que los ve movilizarse solo por planes o más asistencia del Estado. Enfocarse a exigir las obras públicas necesarias para no vivir con cortes de luz, sin gas, sin cloacas y tantas otras urgencias, exigiendo también que se hagan con empleos genuinos y no con el plan, podría tender ese puente otra vez, si se lleva adelante de manera consecuente.
Claro que es más difícil de lograr que seguir en el eterno tironeo con el Estado por más planes o menos planes. Pero es un posible programa en común con otros sectores de la clase trabajadora, como lo fue el reclamo de vivienda en Guernica.
Salir del aislamiento es necesario, además,para defender la existencia misma de los movimientos independientes. Si esta lucha sigue siendo vista por la sociedad como una pelea de aparatos para decidir quién se queda con los planes–que es lo que entiende cualquiera que lea el reportaje de La Nación–, el costo político que el gobierno va a pagar por el ajuste sobre los planes sociales va a ser realmente poco.






