La truchada de la baja de la pobreza según el INDEC

En su desesperación por salir a dar buenas noticias, el gobierno anunció la semana pasada con bombos y platillos a través del INDEC y los trolls oficialistas que la pobreza habría pasado del 52 al 38,1%.

Nadie lo siente en la calle, nadie lo percibe en sus bolsillos, pero según el INDEC del gobierno de Milei la pobreza pasó del 52% en el primer trimestre del 2024 al 38,1% en el segundo semestre. Nadie con un dedo de frente que no esté desesperado por mostrar resultados positivos del ajuste se lo cree. Es indudable que semejante desplome de la pobreza simplemente no pasó.

No es un problema de simple percepción. Lo primero que hace sonar las alarmas son los datos de la evolución del consumo popular en el mismo período. La caída del consumo fue de un 16% en julio anualizado, 17% en agosto, 22% en septiembre, 20% en octubre y noviembre y 18% en diciembre. Los números muestran que en el segundo semestre del 2024, el derrumbe del consumo se seguía haciendo aún más pronunciado que en el primero. El consumo de carne vacuna pasó de 52,2 kilos per cápita en el 2023 a 47,6 en el 2024, una diferencia de 8,7% hacia abajo. Lo mismo sucedió con los lácteos (que incluye leches, quesos, manteca y otros) que pasó de un consumo de 47,3 kilos y litros por persona en el 2023 a 42,2 con un desplome del 10,4%. El consumo de la yerba pasó de 6,1 kilos anuales per cápita en el 2023 a 5,5 kilos el año pasado, con un retroceso enorme del 10%.

¿Cómo puede ser que la gente, literalmente, coma menos y sea menos pobre? La respuesta es obvia: la gente no fue menos pobre. No podemos saber cuál fue la evolución real de la pobreza, pero sí podemos saber por qué los números del INDEC no la reflejan.

Unas cuantas voces se han lanzado a decir la incuestionable verdad de que la Canasta Básica Total (CBT) de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) está sumamente atrasada. Los “pobres” según el INDEC son quienes no llegan a cubrirla con sus ingresos. El atraso es completamente indiscutible: la canasta de alimentos y servicios de la CBT para medir la pobreza es del 2004. Pero esta crítica no basta, porque si nos quedáramos con ese argumento estaríamos discutiendo todos los índices de pobreza de los últimos años.

Y el problema que tenemos en frente es otro: tenemos que explicar cómo, con Milei, en el segundo semestre del 2024 se desplomó el consumo pero estadísticamente bajó la pobreza según el INDEC. Cuando en el primer semestre de ese año se supo que la pobreza había subido del 41 al 52% nadie cuestionó esa cifra, porque ni el gobierno quería negar que hubiera crecido la pobreza producto del ajuste. Y la manera de medirla fue la misma.

La respuesta es más sencilla de lo que parece: la política económica de Milei, el ajuste brutal, desactualizó aún mucho más las mediciones de la CBT que antes.

Los servicios, la vivienda y la pobreza según el INDEC

En el comunicado del INDEC sobre la pobreza del segundo semestre del 2024, dijeron: “Entre el 1° y el 2° semestre de 2024, el ingreso total medio de los hogares aumentó 64,5% frente a subas de 22,2% en la canasta básica alimentaria (CBA) y de 26,7% en la total (CBT)”.

La principal trampa está en la medición de la Canasta Básica Total. Para medir cuánto aumentó, se tienen en cuenta varios rubros, que representan un porcentaje determinado del porcentaje final. En este caso, ese ridículo 26,7%. Así, los aumentos de “Alimentos y Bebidas” no alcohólicas representan el 33% de ese porcentaje, mientras que “Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles” representa el 11%. Se asume, así, que del total de gastos de un hogar determinado, el primer rubro implica el 33% de éstos y el segundo, el 11%. De ahí su representación porcentual en la CBT.

Pero la vida cotidiana muestra claramente que es muy raro que esos porcentajes tengan algo que ver con la realidad. Las variaciones son demasiadas y las imprecisiones completamente inevitables, cuánto gasta una persona o una familia del total de sus ingresos en alimentos es extremadamente cambiante. Pero, en este caso, sí se puede saber (aunque sea muy aproximadamente) cómo fue la evolución.

La pregunta es, entonces: ¿la gente sigue gastando lo mismo del total de sus ingresos en vivienda, agua, luz y gas? La obvia respuesta es que no, aunque no sepamos los detalles. Supongamos entonces que, antes de Milei, la gente común gastaba en vivienda, luz y agua alrededor del 11% de sus ingresos (la norma es que era más). ¿Qué pasa si, con los tarifazos brutales y los aumentos inmensos de los alquileres, la gente pasó a gastar el 30% de sus ingresos en eso? Para la medición de la Canasta Básica Total, para los índices de pobreza del INDEC, esos aumentos seguirían representando el 11% del total.

Así, en 2024, la CBT aumentó un 106,6%, la luz un 268% en promedio, el gas un 531% en promedio, el agua 317% en promedio, los combustibles 285%. Los alquileres, uno de los gastos más importantes de millones de trabajadores, aumentaron el año pasado un 262,8%.

La conclusión es evidente: millones gastaron menos en comida para gastar más en luz, gas y vivienda. Tienen menos que antes y viven peor, pero según las mediciones del INDEC son menos pobres que antes.

La desigualdad, los salarios y las jubilaciones

Otra cosa importante a tener en cuenta es la cuestión de la desigualdad. El aumento de los ingresos del 64,5% es un promedio que incluye tanto a quien se quedó sin trabajo como al que se enriqueció con los aumentos de precios. Con Milei, la desigualdad en Argentina aumentó significativamente.

Es cierta la afirmación liberal de que un aumento de la desigualdad no necesariamente conlleva un aumento de la pobreza, como es el palpable caso de la China de las últimas tres décadas. Pero, de nuevo, el aumento de la desigualdad se da en el marco en el que todos los indicadores del consumo popular muestran un fuerte desplome. Así que ese aumento del 64,5% refleja poco y nada que haya menos pobres, sino que algunos ganaron mucho mientras la mayoría consumía menos.

Respecto a los salarios –según los números oficiales– aumentaron en promedio un 145,5%, por encima de la inflación del 117,8% y de la CBT del 106,6%. Pero, como hemos mostrado con los números de más arriba, muchos gastos básicos de los trabajadores han aumentado aún muchísimo más.

Finalmente, está la catástrofe de las jubilaciones. La mínima, que cobra la mayoría, era en diciembre de $329.597,80 incluyendo el bono de 70 mil pesos frente a una canasta básica para un jubilado de $912.584. A eso hay que sumarle la eliminación de los subsidios a los medicamentos, hecho no contemplado en una medición limitada como es la de los ingresos.

Si los números de la pobreza reflejaran un poco de la realidad, tal vez habrían mostrado una leve baja. Después de un salvaje ajuste como el de la primera mitad del 2024, es normal que una parte de los ingresos se recupere más lentamente a lo largo de los meses o años que siguen. Pero si eso pasó, los índices de consumo nos dicen que, si una parte de la población recuperó lo perdido, otra parte perdió aún todavía más.

Finalmente, hay otro problema más: nada de lo que hemos dicho contempla lo perdido en diciembre del 2023, cuando la repentina y brutal devaluación licuó más que ningún otro momento los ingresos de la mayoría de la gente. Ni hablar de los meses de altísima inflación del último año de Alberto Fernández. La pobreza es, indiscutiblemente, mucho más alta que lo que dice el INDEC. Y la mayoría de los trabajadores y jubilados vive peor que hace dos años, tras el ajuste de Milei, después del ajuste del Frente de Todos.

Lo que tiene para festejar el gobierno en cuanto a “resultados” es, para la mayoría, poco más que dibujos estadísticos. Y en la mayoría de los casos es mucho menos que eso.

Y hay todavía una dimensión más a tener en cuenta, una que no se puede medir con los números de los ingresos y, sin embargo, es clave para la calidad de vida de la gente: ¿cuántos, por ejemplo, tienen cloacas? ¿Cuántos viven en medio de la mugre de sus barrios sin limpieza ni higienización? El desmoronamiento de la obra pública y de los servicios del Estado les ha hecho a muchos la vida aún mucho más miserable que antes. Y nada de eso cuenta en las mediciones de pobreza del INDEC.

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