Crítica literaria

La Voz inquietante de Samanta Schweblin: la reina del terror cotidiano

Como candidata al Premio Nobel de Literatura, Samanta Schweblin se ha consolidado como una de las voces más singulares y potentes de la narrativa contemporánea en español.

La escritora argentina candidata al Nobel de Literatura

En el universo literario contemporáneo, pocas voces han logrado conjugar inquietud estética, profundidad temática y proyección internacional como la de Samanta Schweblin. Nacida en Buenos Aires en 1978 y radicada en Berlín desde 2012, Schweblin se ha convertido en una figura central de la narrativa en español. Su candidatura al Premio Nobel de Literatura 2025 no fue una sorpresa: es el resultado de una obra que transforma el modo en que entendemos lo cotidiano, lo fantástico y lo humano.

Sus obras han sido traducidas a más de cuarenta idiomas, además de haber recibido excelentes críticas por medios como The New York Times y The Guardian. Con su novela “Distancia de rescate» fue finalista del Man Booker International, obra que además fue adaptada cinematográficamente. Su más reciente obra “El buen mal”, una antología de cuentos que redefinen los límites de la ficción contemporánea, le otorgó halagos de grandes críticos como Carol Oates, quien expresó a través de The New York Times:

“Uno de los placeres de leer una colección de cuentos vinculados temáticamente es que, si bien cada historia puede ser independiente de las demás y representar personajes no relacionados, ambientados en lugares muy diferentes, el lector experimenta en conjunto algo del impacto emocional de una novela”.

En este pequeño análisis, proponemos explorar las características estilísticas de una autora que, sin recurrir a escenarios grotescos ni irrupción de lo extraño, logra construir atmósferas de inquietud que dejan al lector sin aliento.

Un estilo que desarma

Su estilo literario se caracteriza por no ahondar en una profundidad compleja, renuncia a lo ornamental para abrazar una prosa afilada y contundente. Cada palabra parece cuidadosamente seleccionada, como si fuese colocada con bisturí, generando una densidad narrativa que obliga a contener la respiración. Leer a Schweblin es una experiencia inmersiva: como sumergirse bajo el agua, donde los sentidos se desorientan y la percepción de lo real se torna difusa.

Cada frase parece diseñada para conducir al lector hacia zonas de incomodidad e intriga, donde lo banal se transforma en inquietante. La autora emplea escenarios reconocibles -un hogar, un pueblo, un hospital- y los empuja hacia lo extraordinario o mínimamente fuera de lugar. El resultado es un extrañamiento que descompone la normalidad.

A pesar de la densidad que caracteriza su aura literaria, su lenguaje se mantiene claro y cercano al registro cotidiano, logrando que sus textos sean envolventes y te den ganas de devorarlos. La claridad de la prosa contrasta con las imágenes inquietantes que emergen de manera feroz a lo largo del relato, creando un efecto sorpresa que empuja al lector a mirar de frente lo que normalmente evitaría.

Uno de los rasgos más distintivos en Samanta es su talento para insertar elementos disruptivos en escenas aparentemente cotidianas, a medida que el lector recorre los renglones se encuentra con hechos que no pasan desapercibidos y que son difíciles de digerir. Sin embargo, lejos de desentonar, se integran con naturalidad en el universo narrativo, generando una experiencia profunda que deja una aguda repercusión en quien lee.

Temáticas recurrentes

Entre los temas que Schweblin aborda con frecuencia, se encuentran la vulnerabilidad de los vínculos humanos, la fragilidad de la memoria y la responsabilidad ética de las decisiones individuales. En particular, la figura materna aparece como un núcleo de tensión emocional: sus textos interrogan de manera reiterada los límites entre la protección y la posesión, entre el cuidado y el control.

Una de sus temáticas más interesantes – y desde una opinión personal-  más fascinante, está presente en su obra Kentukis (2020). En este libro aborda la relación entre humanos y dispositivos tecnológicos. La trama resulta profundamente estimulante, no solo por la originalidad de su propuesta narrativa, sino también por la capacidad que tiene de abrir un amplio abanico de interrogantes y reflexiones en torno a la sociedad digital, la intimidad, la vigilancia y las nuevas formas de interacción mediadas por dispositivos tecnológicos. Schweblin logra interpelar al lector sin ofrecer respuestas cerradas, invitando a pensar críticamente sobre los modos en que la tecnología transforma —y a veces distorsiona— nuestras relaciones afectivas y sociales.
La autora construye un universo distópico, en el que individuos de distintas partes del mundo se conectan mediante pequeños dispositivos con forma de animales electrónicos, denominados “kentukis”. Estos artefactos permiten a sus usuarios observar la vida cotidiana de otras personas sin posibilidad de interacción directa, generando una dinámica de vigilancia consentida y silenciosa.

Lo que inicialmente se presenta como un juego o una forma novedosa de conexión, se transforma progresivamente en una indagación profunda sobre la soledad y el deseo de intimidad. Schweblin no adopta una postura explícitamente crítica ni moralizante; por el contrario, su narrativa se caracteriza por una neutralidad inquietante que permite al lector confrontar las implicancias éticas y afectivas de este tipo de relaciones. Su idea es mostrar los hechos y que cada lector haga su propia experiencia con el relato.

La novela pone en evidencia cómo los dispositivos tecnológicos, lejos de ser meros instrumentos funcionales, pueden convertirse en catalizadores de nuestras zonas más vulnerables y oscuras. A través de una escritura sobria y perturbadora, Schweblin revela cómo la necesidad de conexión puede derivar en formas de control, dependencia y exposición emocional que desdibujan los límites entre lo público y lo privado, lo real y lo virtual.

Lo que nos pasa cuando leemos a Schweblin, una experiencia imperdible

Samanta genera una sensación de que hay capas entrelazadas entre el mundo “normal” y el mundo de lo inquietante. Esta doble lectura provoca una atención sostenida: uno continúa leyendo para comprender, pero la pregunta que persiste rara vez tiene una respuesta, ella renuncia al exceso de explicaciones y prefiere insinuar.

El lector debe completar la escena, un proceso que genera participación activa y, a veces, incomodidad estética; la incertidumbre y confusión, la frustración frente a la falta de explicaciones, todos son sentimientos que frecuentemente atacan al lector durante el proceso de lectura.

Sin embargo, el suspenso y la falta de respuestas explícitas hacen que no nos queramos saltar ni un párrafo, pues allí puede encontrarse la pieza clave para darle sentido al relato. Samanta es una experiencia que le pide más de lo que le otorga al lector, eso la vuelve tan adictiva.

Un reconocimiento merecido

Más allá de los premios, Schweblin representa una literatura que incomoda, que no busca respuestas fáciles y que se atreve a mirar lo invisible. Su escritura es una invitación a explorar los bordes de la percepción, la identidad y el vínculo humano. En tiempos donde la literatura se enfrenta al vértigo de lo inmediato, Samanta Schweblin propone una pausa inquietante, una mirada lúcida y una voz que merece ser escuchada en el podio más alto de las letras.

La ideología que atraviesa la obra de Schweblin se manifiesta en su forma narrativa: el uso del extrañamiento como estrategia crítica. Al descomponer lo familiar y presentar lo cotidiano como potencialmente amenazante, la autora obliga al lector a revisar sus certezas. Esta poética del desconcierto no busca abrir grietas en el sentido común. En este gesto, Schweblin se inscribe en una tradición crítica que entiende la literatura como espacio de resistencia simbólica.

Por todo esto, su candidatura al Nobel no solo es merecida: es necesaria. Porque Schweblin no solo escribe literatura; la transforma y al lector junto con ella.

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