Juicio Hogar Casa de Belén: un horror que no pudieron tapar

María Ester, Carlos Alberto y Mariano Alejandro Ramírez lograron algo de justicia tras 40 años de impunidad. Luego de la desaparición forzada de su madre, los genocidas les impusieron el suplicio de vivir hasta 1983 en un verdadero campo de concentración para niños, bajo la autoridad de la Iglesia.

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Hogar Casa de Belén
Uno de los cuadros pintados por María (una de las niñas) a partir de los recuerdos de los niños del Hogar Casa de Belén.

“El Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de La Plata impuso ayer siete penas a prisión perpetua para un exministro bonaerense y seis expolicías por homicidios agravados y la pena a 5 años de prisión a una exfuncionaria judicial por el ocultamiento y la alteración de la identidad de los hermanos María Ester, Carlos Alberto y Mariano Alejandro Ramírez, quienes estuvieron confinados entre 1977 y 1983 en el Hogar ‘Casa de Belén’ de Banfield por orden del Tribunal de Menores de Lomas de Zamora, tras el homicidio de su madre Vicenta Orrego y durante el presidio político de su padre, Julio Ramírez. Declaró por unanimidad que ‘los hechos objeto de este proceso resultan constitutivos de crímenes de lesa humanidad’ y, por mayoría, que ‘fueron cometidos en el marco del genocidio perpetrado en la República Argentina entre los años 1976 y 1983’». (Fiscales.gob.ar, 5/5/23)

Tras el secuestro de su madre junto a otros/as militantes, en marzo del 77, el posterior asesinato de su madre y la detención en la cárcel de su padre desde antes del golpe, sus tres hijos, de 5,3 y 2 años, fueron entregados por la Justicia al Hogar Casa de Belén el 14 de abril de ese año y allí estuvieron hasta diciembre de 1983. Su supuesta entrega a ese lugar era para su preservación humana y educativa, resguardándolos de la violencia institucional que asolaba el país.

Su vida allí se transformó en una tortura y sufrimiento cotidianos, nada envidiable al que sufrieron sus padres en los centros clandestinos.

La lucha imparable del padre, que fue expulsado del país en 1981 y logró emigrar a Suecia y desde allí peleó por el reencuentro con sus hijos, lográndolo en 1983, junto a la tesonera pelea que dieron las víctimas menores cuando alcanzaron la madurez, son las únicas claves de este paso adelante en los estrados de la Justicia. Estuvieron presentes en la lectura del veredicto, habiendo participado de las audiencias por teleconferencia.

Paso adelante porque fueron condenados uno de los principales responsables de la represión en la zona, el ex ministro de Gobierno bonaerense, Jaime Smart, junto a otros represores, porque afectó a otra cómplice desde los estrados judiciales y porque fue considerado crimen de lesa humanidad en el marco del genocidio. Aunque esta última calificación (marco del genocidio) fue por mayoría, no por unanimidad como el anterior, es una buena noticia en momentos en que las presiones vienen para el lado contrario: que no se consideren “en el marco del genocidio”, quitándole así la calificación correcta al ataque sistemático y brutal con el objetivo de “liquidar” a la masiva vanguardia juvenil y obrera, consecuente luchadora anticapitalista.

Otra de las resoluciones del tribunal fue poner la sentencia a conocimiento de los diarios Clarín, La Nación, Crónica, La Prensa y La Unión, para “que adopten las medidas que estimen corresponder” al haber publicado en su momento información falsa sobre las víctimas, proporcionada por las fuerzas represivas.

Asimismo, también se resolvió peticionar que ese lugar de tortura infantil sea incorporado como espacio de Memoria, ya que hasta el presente, a pesar de su “currículum” denunciado y probado, no salió de parte de las autoridades ni de las jerarquías eclesiásticas, ninguna voz de repudio a las aberraciones allí cometidas.

Una pelea a “brazo partido” que rindió sus frutos

La epopeya que vivieron estos hermanos es impresionante. Sufrieron las más atroces de las torturas y vejámenes, físicos y morales. Su entereza para encabezar la acusación, junto a la de su padre que los acompañó, es admirable y habla de las reservas que aún tenemos para continuar la pelea por más Memoria, Verdad y Justicia.

No pararon de luchar, desde el encierro y desde el lugar de exilio hasta poder llegar la denuncia a los tribunales argentinos, consustanciar el juicio y lograr una condena importante. No se conmovieron frente a los gritos de inocencia proclamados por los acusados y se pudieron abrazar con emoción después de tantos sufrimientos.

Saludamos el paso adelante y ponemos toda nuestra fuerza y convicciones para apoyar y confluir con la pelea contra los ataques a las libertades democráticas, de ayer y de hoy, para pararle la mano a los que levantan la bandera del negacionismo del genocidio de ayer, para quitar derechos y conquistas a las mujeres, los trabajadores y la juventud que luchan por su futuro.

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