Este miércoles (3) la Casa Blanca anunció la lista de aranceles que impuso a 185 países y territorios del planeta, a los cuales acusó de aprovecharse de los Estados Unidos. El “Día de la Liberación”, como lo denominó Trump, pondría un punto final a esos abusos comerciales.
Casi de inmediato surgieron dudas por el método empleado por la administración estadounidense para calcular la reparación por dichos abusos. Ante la consulta de los medios, la Casa Blanca explicó la ecuación que utilizaron los matemáticos y economistas de la principal potencia mundial para establecer los aranceles en cada caso: 1) tomaron el déficit comercial de bienes de los Estados Unidos con un país determinado; 2) ese monto lo dividieron entre el monto total de importaciones (es decir, lo que le compran a los Estados Unidos); y 3) el resultado lo dividieron entre dos.

Pero, como suele ocurrir con todo lo relacionado a Donald Trump, la misma Casa Blanca aceptó que dicha fórmula no fue utilizada en todas las ocasiones. De hecho, en muchos casos se estableció una tarifa universal del 10%, incluso con los países donde los Estados Unidos no tienen déficit comercial.
Por ejemplo, tanto Reino Unido como Brasil fueron castigados con un arancel del 10%, aunque los norteamericanos no tienen déficit comercial con esos países. Esto denota que el “método” no fue tan científico, algo que no debe sorprender de una administración encabezada por un negacionista del cambio climático y de la pandemia del Covid-19.
Sin embargo, la lista de sancionados con el arancel universal se torna más aberrante al considerar casos como el de Tokelau, un territorio dependiente de Nueva Zelandia que cuenta apenas con 1.600 habitantes; o las Islas Cocos, habitadas por 600 personas y dependientes de Australia.
Pero si ya resulta complicado explicar cómo territorios insulares con poblaciones diminutas pueden abusar comercialmente de la principal potencia imperialista, la cosa se torna descabellada cuando se trata de islas totalmente deshabitadas.
A las pocas horas de que Trump anunciara la lista de aranceles, llamó la atención que incluyera a las Islas Heard y McDonald, un archipiélago autónomo de Australia que se ubica en la región subantártica, en las cuales no reside ningún homo sapiens ni registra ningún tipo de actividad económica. Sus únicos habitantes son los miles de pingüinos, por los cuales estas islas fueron declaradas Patrimonio Natural de la Humanidad.
En resumen, la supuesta “liberación” de los abusos comerciales cometidos por otras naciones contra los Estados Unidos, en realidad fue la cortina de humo para desatar una guerra comercial con prácticamente todos los países con los cuales comercia (con salvadas excepciones como México o Canadá, entre otros).
Lo anterior confirma que entramos en una nueva etapa internacional, caracterizada por eventos cada vez más disruptivos. Trump es motor y representación de la llegada a un “nuevo mundo”, en el cual busca un reordenamiento político, geopolítico y económico y de las relaciones de fuerzas (ver La geopolítica del trumpismo de Roberto Sáenz). Este rediseño del orden capitalista internacional no se puede tomar a la ligera, por el contrario, todo apunta que estamos en la antesala de una mayor intensificación de los conflictos inter-imperialistas y, consecuentemente, de la brutalidad contra la clase trabajadora y los pueblos oprimidos.