
Mientras se acerca el fin de año y Massa encara recortes brutales en el gasto público, el oficialismo piensa cómo calmar el enojo social hasta el arranque de la campaña electoral de 2023.
En ese marco, la AFIP ya puso en funcionamiento el nuevo esquema de pagos del tan temido Impuesto a las Ganancias.
Los trabajadores cuyos salarios brutos oscilen entre los $122.000 y los $330.000 no estarán (a priori) alcanzados gracias a la «deducción especial» anunciada por el gobierno.
Pero la aparentemente buena noticia viene con trampa. En primer lugar, la suba de la «deducción especial» no implica la suba del mínimo no imponible. Así, los salarios entre $122.000 y $130.000 no pagarán por la suba de la deducción especial pero están, formalmente, dentro de los gravados por el impuesto.
Además, el cálculo de los aguinaldos podría hacer que muchos de los asalariados dentro de dicha franja terminen siendo alcanzados por el gravamen.
Este único dato demuestra la naturaleza regresiva de dicho impuesto. Llegan las fiestas después de un año de inflación imparable y el gobierno intenta recaudar pesos de los aguinaldos para «nivelar el déficit» o, en criollo, pagarle la deuda al FMI.
El «impuesto a las ganancias» no debería existir en la cuarta categoría. Como ya hemos señalado desde este medio, los salarios no son ganancias.