El próximo gobierno es una incógnita

Francia: la participación masiva frenó a la extrema derecha

Millones de franceses se movilizaron a las urnas el pasado domingo para frenar el ascenso de la ultraderecha de Rassemblement National. El partido de Marine Le Pen cayó al tercer lugar pero consolida su posición parlamentaria. El macronismo se salvó de ser barrido pero deberá gobernar en frágil minoría. El voto popular que frenó a la extrema derecha es un triunfo electoral distorsionado y recorrió el mundo en la Plaza de la República el canto "No Pasarán".

La votación del domingo fue la de mayor participación en casi 40 años, igualando los números de 1997 con un 66,6%. La participación fue 20% más alta que la de la última segunda vuelta legislativa en 2022. Millones votaron para evitar que la ultraderecha de Marine Le Pen acceda al poder. Esa es, hoy en día, la primera mayoría de la política francesa: el rechazo a los posfascistas y neonazis de cara lavada de Rassemblement National.

De haberse concretado el triunfo lepenista, la ultraderecha racista estaría hoy gobernando la primera potencia militar europea por primera vez desde el fin de la ocupación nazi en 1945. Pero quedó demostrado que existen millones de franceses que rechazan el proyecto reaccionario de Le Pen.

Ese es casi la única certeza que dejan los números. Cualquier otra proyección sobre el futuro inmediato tiene un alto grado de incertidumbre, en la medida que las votaciones recibidas por los partidos de la llamado barrera republicana llevan más el sello del rechazo hacia Le Pen que de apoyo hacia los candidatos votados (sobre todo en el caso del macronismo).

Algunos números

La elección arroja como ganador al Nuevo Frente Popular (PS + Melenchon + Verdes + PC) con unos 182 diputados (gana 29 respecto a 2022). En segundo lugar aparece el macronismo de Ensemble (Juntos) con 168 escaños, perdiendo 72 con respecto a la última elección. La ultraderecha queda a 40 diputados de distancia del primer lugar, con unos 143 escaños sumando sus alianzas.

El primer resultado de la enorme reacción democrática contra Le Pen es el alejamiento de dicha formación respecto a la posibilidad de forma gobierno. De la expectativa de mayoría absoluta se pasó a un escenario con la ultraderecha ubicada en tercer puesto. RN pasó de 294 circunscripciones ganadas en la primera vuelta a sólo 182 en la segunda, una caída de 112 distritos.

Las encuestas de opinión recogen la tendencia anti – RN a partir del diferente crecimiento en votos de cada fuerza. De la primera a la segunda vuelta, Le Pen ganó una media de 7% por distrito, mientras que sus contendientes recogieron un crecimiento medio de 23 puntos por distrito (El País, 8/7).

Esto no quita que RN gana 65 diputados respecto de la última distribución parlamentaria. Es evidentemente la fuerza parlamentaria que más avanzó dentro del Parlamento francés. Como ya todos los analistas se cansaron de señalar, esta elección marcó un nuevo escalón en el llamado proceso de «des – demonización» del Rassemblement National. En realidad se trata de la consolidación de la extrema derecha o derecha extrema dentro del régimen político francés.

El actual oficialismo de Macron queda sumamente debilitado. Si bien evitó ser barrido del tablero (quedar tercero o una mayoría absoluta de Le Pen habrían hecho tambalear al macronismo), la pérdida de 70 diputados expresa un fuerte desgaste provocado por largos años de gestión antipopular que el voto anti – Le Pen no alcanza a contrarrestar.

El gran ganador de la elección es el Nuevo Frente Popular, una coalición amplia de tinte oportunista capitaneada por La Francia Insumisa de Melenchon y el Partido Socialista junto a los Verdes y otros grupos menores. El problema del NFP radica en que está lejos de tener una mayoría absoluta (le faltan 107 escaños para llegar a los 289 necesarios). Y dentro de la coalición comienzan a diferenciarse posiciones sobre los pasos a seguir.

El sector de Melenchon es el partido con más escaños dentro de la coalición, alcanzando los 79. El PS, al que poco atrás muchos consideraban un cadáver político, acaba de duplicar sus diputados, llegando a los 68. Melenchon ya declaró que espera una convocatoria por parte de Macron para designar un primer ministro del NFP. Obviamente, a Macron no le apetece la idea. Gabriel Attal, primer ministro en funciones hasta la formación del nuevo gobierno, volvió a igualar los «extremos» de LFI y RN como si fueran equivalentes la centroizquierda de Melenchon y el proyecto filo – fascista de Le Pen.

El PS, por otro lado, amenaza con hacer pública su voluntad de buscar un gobierno de coalición con el macronismo, incluso si eso implica romper el bloque con Melenchon. Bastaron un par de horas para que el renacido Partido Socialista comenzara a traicionar la expectativas de sus votantes, quienes acudieron allí en busca de frenar a Le Pen y terminar con largos años de austeridad y ataques por parte de Macron.

Los verdes (ecologistas) hacen gala de su habitual centrismo. «Los que nos explican que quieren hacer una mayoría sin LFI no han tenido los mismos profesores de matemáticas que yo. No veo cómo eso sería posible», dijo Marine Tondelier, líder de los verdes y una de las posibles candidatas para premier ministre. En suma, no hay ninguna certeza en el campo del NFP. Las limitaciones de esta formación reformista reciclada saltaron a la vista apenas conquistar el primer puesto.

Macron en cohabitación incómoda y una polarización acrecentada

Los masivos festejos nocturnos del domingo expresaron el carácter de victoria popular que significó ponerle un freno a las expectativas de gobierno por parte de Le Pen y sus acólitos. El freno a la extrema derecha no provino de la estrategia electoral de los partidos del régimen, sino de la conciencia de miles de trabajadores y jóvenes franceses sobre el peligro que significa la extrema derecha. La justa alegría por haberla frenado recorrió el mundo y demuestra que crece internacionalmente no solamente la extrema derecha sino también el rechazo electoral y en las calles en este mundo cada vez más polarizado.

Aún así, Le Pen no desaparece del mapa. De hecho, su bloque parlamentario sale ampliamente fortalecido. Gana 65 diputados respecto de 2022 y 135 si se compara con la elección de 2017, cuando había obtenido sólo 8 escaños. ¿Qué significan estos números? En principio, que la formación ultra de Le Pen se consolida como un actor político en el marco de una crisis política de larga data y de un gobierno que queda debilitado.

El macronismo, que surgió como árbitro ante la crisis del bipartidismo francés, acumula 7 años de desgaste fruto de sus interminables ataques a la clase trabajadora francesa y a los sectores populares del país. De hecho, la deriva derechista de Macron le abrió camino al avance de Le Pen. No sólo le «regaló» una elección adelantada sino que viene de actuar en coalición con Le Pen en la votación de la ley antiinmigrantes.

Ahora Macron deberá hacerse a la idea de gobernar otros tres años en condiciones de minoría. El régimen presidencialista con elementos parlamentarios francés prevé que se de la llamada cohabitación en la medida que debería designarse un nuevo primer ministro. Macron ganó tiempo rechazando la renuncia de su premier Gabriel Attal hasta que el Parlamento designe un nuevo candidato. Ese proceso podría demorar semanas o incluso varios meses.

Es imposible anticipar las características del nuevo gobierno mientras las negociaciones no avancen. Pero lo seguro es que la cohabitación imprimirá una marca de inestabilidad en el gobierno macronista de aquí en adelante. Como si fuera poco, la carencia absoluta de programa, proyecto y principos por parte de los integrantes del NFP hacen evidente que la lucha consecuente contra la extrema derecha no vendrá del Parlamento ni de las altas instituciones del Estado.

Por el contrario, la consolidación de Rassemblement National, el debilitamiento de Macron y el vergonzoso oportunismo del NFP anticipa convulsiones e inestabilidad para los próximos años. Los ex socialistas del PS son expertos en traicionar a sus votantes. Y Melenchon es una alternativa centrista sin perspectiva independiente.

Hay una hecho internacional que tuvo bastante peso a lo largo de la campaña: la cuestión palestina y el genocidio en curso por parte de Israel. Desde el principio, Macron intentó usar la acusación de «antisemitismo» contra los que cuestionan el genocidio y el apartheid. Y a esa campaña se sumó el partido de Le Pen… que fue fundado por Le Pen padre, por un ex agente de las SS, un colaboracionista de Vichy y un terrorista de extrema derecha de la OAS. De hecho, parte del lavado de cara del lepenismo fue pasar del antisemitismo a la islamofobia: de una xenofobia racista a otra xenofobia racista. El candidato de la extrema derecha, Bardella, de hecho, llegó al círculo íntimo de Marine Le Pen por contactos comunes neonazis.

Insólitamente, Macron y Le Pen habían coincidido en una marcha común «contra el antisemitismo» que intentó poner en un mismo plano la repugnante violación a una niña judía de 12 años y el rechazo al genocidio en Gaza. En su campaña xenófoba y racista, quieren hacer culpables del crimen a todos los inmigrantes musulmanes, como los nazis pretendían hacer responsables a los judíos de los inventados «rituales de sangre». En esa marcha participaron también sectores del «Nuevo Frente Popular»…

Entre tantos elementos de incertidumbre, lo seguro es que poner un freno al ascenso derechista dependerá de la acción y movilización independiente de los trabajadores, los sectores democráticos y las masas francesas, quienes han demostrado el último domingo que no desean un gobierno de la extrema derecha.

De todas formas, haber impedido la llegada al gobierno de la extrema derecha es un triunfo popular electoral distorsionado que marca que las relaciones de fuerza en Francia están abiertas. Auguran grandes luchas en el futuro.

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