El pasado jueves 11/9, una nueva asamblea del CEFyL fue convocada ante el veto del gobierno a la recientemente aprobada Ley de Financiamiento Universitario.
Es bien conocida la situación que atraviesan las universidades nacionales bajo Milei, que las ha marcado como uno de sus principales blancos de ataque, por ser espacios de organización política y de formación de pensamiento crítico.
Bajo esas circunstancias, el miércoles 10 se anunció el veto en el Boletín Oficial, desatando la preocupación por abajo sobre qué hacer para revertirlo. Se abrió, a su vez, un debate entre las organizaciones que intervenimos en el movimiento estudiantil.
Antes de adentrarnos en las discusiones con las organizaciones del FIT-U y, en particular, con el PTS, es necesario hacer un repaso por la orientación que llevan adelante las direcciones radicales y peronistas que se encuentran a la cabeza de la mayoría de los centros de estudiantes, federaciones, gestiones de las facultades y sindicatos de trabajadores universitarios.
Desde que asumió Milei, estas direcciones se dedican, tanto a nivel nacional como en las universidades, a contener cualquier estallido de bronca que pudiera saltar con el gobierno. Es así, por ejemplo, que las autoridades de la UBA, con Gelpi y Yacobitti a la cabeza, firmaron en 2024 un aumento mínimo para gastos de funcionamiento luego de la masiva Marcha Federal Educativa del 23 de abril del año pasado, dejando a la deriva a los docentes y nodocentes en su reclamo por el necesario aumento salarial.
La aprobación y, posteriormente, el veto de la primera Ley de Financiamiento Universitario, fue el detonante que, contra la voluntad de direcciones radicales y peronistas, hizo estallar el estudiantazo que ocupó más de 100 facultades a lo largo y ancho del país a fines del segundo cuatrimestre de 2024. Un proceso que, si bien tuvo una pausa al cierre del cuatrimestre, sigue pendiente de reanudación, aunque las direcciones mayoritarias operan para contener un nuevo estallido.
Este accionar sólo se puede comprender si observamos cómo actúan estos sectores en el escenario de la política nacional. El peronismo juega un rol de contención para garantizar la gobernabilidad de Milei, para cuidar el funcionamiento institucional y porque carecen de un programa alternativo para salir de la crisis que se profundiza en todos los planos con este gobierno.
Ese rol de contención es compartido con el resto de los actores del régimen político: el aparato radical en las universidades, los medios de comunicación y el propio Congreso, desde los cuales se busca canalizar todas las peleas que vienen dándose por abajo, como sucede con los jubilados, discapacidad, pediatría y, por supuesto, las universidades nacionales. Este rol es el mismo que se expresó en la asamblea pasada de Filosofía y Letras.
Un Frente Único para contener el desborde
El resultado de las elecciones para la Legislatura bonaerense del domingo 7 de septiembre, expresó el hartazgo con la política de ajuste y miseria para la sociedad que impulsa el gobierno de lúmpenes comandado por Milei. Frente a un peronismo sin programa ni propuestas que, además, mantiene sus votos en relación a sus últimas elecciones en la Provincia, el oficialismo quedó sumamente debilitado al perder por una diferencia de 14 puntos porcentuales.
Una derrota categórica en el principal distrito del país, luego de semanas marcadas por la manifestación de la bronca por el ajuste del gobierno, como vimos en Lomas de Zamora y, también, el escándalo de las coimas de Karina Milei.
En ese marco, una oportunidad real apareció para que, frente al veto a la Ley de Financiamiento Universitario, el movimiento estudiantil pudiera aprovechar la debilidad del gobierno para radicalizar sus medidas y poner en jaque la encrucijada oscurantista de Milei contra las universidades: impulsar tomas en todas las facultades.
Pero la política de las direcciones fue otra: “Si hay veto, hay marcha”, rezaban las placas y flyers que subían a sus redes las conducciones radicales y peronistas, así como de las gestiones y gremios de esos colores políticos. Una marcha convocada para el día en que se vaya a tratar el veto en la Cámara de Diputados que, en ese momento, aún no tenía fecha. Es decir, patear cuanto más se pueda cualquier tipo de medida para no desestabilizar a un gobierno debilitado luego de las elecciones bonaerenses y que debe ese debilitamiento, en buena parte, a su propio mérito.
Esa fue la política que llevó El Colectivo (la conducción peronista del CEFyL) a la última asamblea: hacer el jueves una “vigilia simbólica” hasta la mañana del día siguiente para contener la bronca estudiantil y, luego, acompañar el cierre de las facultades planteado por las direcciones de los gremios nodocentes (que, por cierto, no se resolvió con asambleas de base, sino a puerta cerrada por parte de la dirección burocrática).
Una vigilia que El Colectivo se vio forzado a plantear por la presión ejercida por el ¡Ya Basta! para tomar la facultad, ya que en otras facultades, como en la de Ciencias Sociales, la conducción peronista de La 15 impuso que no se tomara ninguna acción hasta la semana siguiente. La vigilia simbólica y Filo cerrada son dos medidas que dan la imagen que el propio gobierno quiere ver: ni facultades abiertas ni un movimiento estudiantil que se organice con acciones concretas para defender sus derechos.
Desde el ¡Ya Basta! fuimos claros toda la semana del veto y la asamblea: “Si hay veto, que haya tomas”. Esa fue la propuesta que llevamos a la asamblea del CEFyL: aprovechar el momento de debilidad del gobierno para que el movimiento estudiantil tome medidas más radicalizadas y desborde a las conducciones que buscan frenarlo.
Sin embargo, en la asamblea nos encontramos con un frente único para contener el desborde. “Hay veto, que haya ocupaciones de facultades”, decía un flyer publicado por el PO que envejeció demasiado rápido, cuando el mismo día decidieron, junto a todo el FIT-U, acoplarse en la asamblea a la política de La Mella-Patria Grande, La Cámpora y Aluvión-Movimiento Evita que plantearon una vigilia para evitar la toma de Filosofía y Letras.
Mayor hipocresía (oportunista) desprendía el tweet de Luca Bonfante del PTS luego de votada la vigilia, que en tono celebratorio escribía “La Facultad de Filosofía y Letras de la UBA se encuentra tomada por sus estudiantes”… tan solo minutos después de haber votado contra la ocupación de la Facultad.
Como decíamos, lo que se expresó en la asamblea fue un frente único entre el peronismo y el Frente de Izquierda para contener al movimiento estudiantil y subordinar esta pelea a la agenda parlamentaria, tal como dejó expresada la agenda que mocionaron en conjunto y fue votada: nada de toma, vigilia simbólica, concentrar en Congreso el miércoles sin correrse un centímetro de la agenda de direcciones gremiales y autoridades, y una nueva asamblea para dentro de dos semanas en caso de que el veto sea rechazado y, de ser aprobado, asamblea al día siguiente de la sesión de Diputados.
De acuerdo al FIT-U, si el veto se reafirma en Diputados, ahí sí se viene una “gran toma” de la Facultad. Es decir, discutamos qué hacemos una vez que el hecho (la reafirmación o no del veto) esté consumado. Una política que sólo puede llevar a la derrota desde el punto de vista de las necesidades de la lucha del movimiento estudiantil, pero que se explica por la propia agenda de la campaña electoral del peronismo, y también del FIT-U, que muy bien ha aprendido a subordinar toda su orientación política al rédito electoral. Harán todo lo posible por evitar medidas que los obliguen a sacar a su militancia de la campaña electoral y ponerla a sostener una toma. Síntomas de una profunda adaptación al régimen político.
En cambio, desde el ¡Ya Basta!, apostamos a poner en pie un plan de lucha para tirar abajo el veto. Tal como sostuvimos el año pasado, impulsando el estudiantazo contra el gobierno y siendo protagonistas de la toma de Filosofía y Letras, planteamos que era necesario adoptar medidas concretas, como una nueva toma de la Facultad, aprovechando la brecha que se abrió tras la derrota del gobierno en la Provincia de Buenos Aires.
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El PTS: una escuela de demagogia antisocialista
“Nosotros debemos asumir la tarea de organizar la lucha política, bajo la dirección de nuestro partido, en forma tan múltiple que todos los sectores de oposición puedan prestar, y presten de verdad, a esta lucha y a este partido la ayuda que puedan. Nosotros debemos hacer de los militantes socialdemócratas dedicados a la labor práctica líderes políticos que sepan dirigir todas las manifestaciones de esta lucha múltiple, que sepan, en el momento necesario, ‘dictar un programa positivo de acción’ […]» (Lenin, V. I., ¿Qué hacer?)
En 1902 escribía esto Lenin y, 123 años después, corrientes políticas que dicen compartir la concepción partidaria de Lenin, como el PTS, abandonan la perspectiva por dirigir los procesos de lucha para hacer demagogia y entregarle la dirección al autonomismo y el antipartidismo.
El PTS abandonó, paulatinamente, su construcción en el movimiento estudiantil y se demuestra carente de un programa para el mismo. Es manifiesta la “superestructuralización” de dicho partido, que subordinó la militancia por la base a la construcción de sus figuras públicas, como parte de su adaptación al régimen político y electoral. En lugar de votar y ponerle el cuerpo a la toma, alcanza con que su referente estudiantil mienta en un tweet que se viralice. La lucha estudiantil no es nada, la visibilidad de sus “influencers” para hacerlos valer en las elecciones, todo.
Consecuencia de esto, es que a la hora de votar la moderación de la asamblea, que tradicionalmente contiene a estudiantes de las distintas organizaciones políticas tanto como a estudiantes independientes, el PTS decidió acompañar, junto a corrientes de cuestionable historial político como el MST, la moción que planteaba la expulsión de los estudiantes agrupados de la moderación.
Parece increíble tener que aclarar a este tipo de corrientes el papel que juegan las organizaciones políticas en este tipo de instancias para poder dar un programa de acción al movimiento en cuestión. Como ya sabemos, las organizaciones políticas concentran una serie de experiencias de los movimientos de lucha, sea del movimiento obrero, estudiantil o del que se trate, que permiten dar una pelea por la orientación de la lucha para que la misma llegue a buen puerto.
Contrario a esto, el PTS abandona la concepción del partido revolucionario como parte de la clase o el movimiento para entenderlo, en los hechos, como un agente externo a éste, rozándose con posicionamientos autonomistas que rechazan la organización en su forma partidaria.
La expulsión de las corrientes políticas de las instancias de conducción en los espacios de organización de base es invalidar todo el valor y experiencia que poseen las mismas a la hora de definir una política para el movimiento y organizar un plan de acción. Un criterio antisocialista que busca hacer demagogia electoral hacia los sectores que ven con desconfianza a los partidos, como parte del clima reaccionario y antipolítica que busca imponer el gobierno en la superestructura.
Una vez más, la demagogia antisocialista del PTS es una lección del qué no hacer para quienes apostamos por la transformación socialista de la realidad y que, al igual que el peronismo, termina haciéndole el juego a la ultraderecha que condena discursivamente a los estudiantes y trabajadores que se organizan para defender sus derechos.
También, es la contracara de una política que olivda la imprescindible correspondencia entre los fines y los medios de la política revolucionaria, tanto en lo que hace a la lucha entre tendencias socialistas, recurriendo a maniobras anti políticas para atacar a corrientes como el ¡Ya Basta!, como en lo que hace a la participación en las elecciones de la democracia burguesa y la conquista de bancas parlamentarias que, para el PTS, se han vuelto un fin en sí mismo. Y que hoy, a la luz de los resultados en las legislativas de PBA donde perdieron todos los concejales que tenían, muestran un desgaste de amplios sectores con el FIT-U.
Desde el ¡Ya Basta! apostamos a superar toda división entre agrupades y no agrupades que solo puede perjudicar al movimiento estudiantil e impedir el desarrollo de una conciencia revolucionaria. Apostamos a que el movimiento estudiantil se ponga de pie para enfrentar el veto de Milei y defender la universidad pública. Y apostamos a la construcción equilibrada por la base y en la superestructura, con figuras públicas que no sean productos del marketing político, sino actores reales del movimiento estudiantil y de trabajadores.
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