La historia de un clásico de la ciencia ficción

El Eternauta: una aproximación histórica a la obra y apuntes críticos sobre la serie

Netflix estrenó la serie “El Eternauta”, basada en la historieta homónima escrita por Héctor Germán Oesterheld. Esto reavivó el interés por la historia original, así como por el final trágico de su autor.

“Siempre hay esperanza. Al menos nunca hice una historieta donde se acabara la esperanza”.

Héctor Germán Oesterheld

El 30 de abril, Netflix estrenó la serie “El Eternauta”, basada en la icónica historieta escrita por Héctor Germán Oesterheld (1919-1978) e ilustrada por Francisco Solano López (1928-2011).

Dirigida por Bruno Stagnaro (reconocido por “Okupas”) y protagonizada por Ricardo Darín (referente internacional del cine argentino), en cuestión de días se convirtió en la serie de lengua no inglesa más vista en el mundo.

A raíz de esto, se reavivó el interés por la historieta original y el impacto cultural que ha tenido a lo largo de las últimas siete décadas en la Argentina. Igualmente, reactivó la denuncia por el trágico final que azotó a la familia Oesterheld bajo la última dictadura cívico-militar en dicho país (1976-1983).

Como suele suceder con los clásicos, la adaptación audiovisual de “El Eternauta” generó enormes expectativas entre sus lectores. Al momento de escribir esta nota, las evaluaciones de la serie tienden a ser positivas, aunque también hay polémicas sobre las modificaciones narrativas introducidas por el director.

A continuación, haremos una reconstrucción histórica y un análisis de esta novela gráfica. Luego, apuntaremos algunos datos sobre las (re) lecturas que la obra experimentó desde su publicación. Finalmente, expondremos nuestras impresiones sobre la serie de Netflix y su relación con el contexto actual[1].

Breve historia de una historieta

“El Eternauta” se publicó originalmente en la revista “Hora Cero”, mediante pequeñas entregas semanales que se extendieron desde 1957 hasta 1959.

Debido a este formato, la obra tuvo un desarrollo abierto que se construyó de forma paulatina. Oesterheld, en un pequeño prólogo para una edición posterior, apuntó que “EL ETERNAUTA se fue construyendo semana a semana” y, aunque tenía una idea general de la historia, “la realidad concreta de cada entrega lo modificaba constantemente”, dando como resultado el aparecimiento de situaciones y personajes que no tenía contemplados al inicio, como “el ‘mano’ y su muerte. O como el combate en River Plate”.

En 1961, la Editorial Ramírez lanzó la revista “El Eternauta” y concentró la obra en tres ediciones. Posteriormente, comenzaría a ser publicado como libro. Este cambio de formato incidió en la percepción del contenido. La historia dejó de estar dispersa en decenas folletines desechables y se transformó en una novela gráfica (la primera en lengua hispana). Así, ganó permanencia, pues se convirtió en un producto cultural que estaba presente en los estantes de las bibliotecas caseras, lo cual facilitó su transmisión de generación en generación.

Esta primera versión de la historieta es la más difundida y fue la que se utilizó para la adaptación de la serie de Netflix. Nos presenta a Juan Salvo, un hombre ordinario de clase media que está jugando al truco un viernes en la noche con tres amigos (Favalli, Lucas y Polsky). De pronto, se enteran por la radio que hubo una explosión atómica en el océano Pacífico y, pocos minutos después, sobrevino un corte generalizado de electricidad. Luego, al mirar por la ventana, se percatan de que una nevada cae sobre la ciudad y, al observar varios cadáveres sobre la calle, comprenden que provoca una muerte inmediata de quienes la tocan.

A partir de este punto comienza una odisea por la supervivencia. De acuerdo a Juan Sasturain, reconocido escritor y guionista de historietas argentino, la historia tiene dos momentos o fases.

El primero tiene como disparador narrativo lo que denomina como la “situación Robinson”: un grupo de personas que se encuentran aisladas e incomunicadas en una casa rodeada por la muerte. Esto es el escenario sobre el que se desarrolla una dinámica bastante teatral, con discusiones internas donde florecen sentimientos de egoísmo y combates miserables por la supervivencia. A su modo de ver, es uno de los “segmentos más brillantes de la narrativa argentina” (SASTURAIN, 2023, p. 8).

El mismo Oesterheld señaló su fascinación con el “Robinson Crusoe” (escrito por Daniel Defoe y publicado en 1719) y confesó que “EL ETERNAUTA era su versión de esa historia, aunque en su caso optó porque fuera un hombre más social, rodeado de su familia y amigos.

El segundo momento que apunta Sasturain es cuando empieza la resistencia colectiva. La muestra social se amplía, pues la historia incorpora a personajes de la clase obrera (como Franco el tornero) y, además, aparece el Ejército nacional como institución aglutinadora de la lucha contra los “Ellos”, denominación que dan al enemigo desconocido.

Más adelante, profundizaremos sobre el contexto histórico en que fue escrita la obra y las contradicciones metafóricas y sociales que la atraviesan. De momento, sólo queremos apuntar que es en esta parte cuando la trama toma una envergadura épica y se configura la noción del héroe colectivo, sentenciado en la frase de efecto “nadie se salva solo”. Además, los principales eventos se trasladan hacia las calles y lugares históricos de la ciudad de Buenos Aires.

Por otra parte, el contenido de la obra experimentó varias modificaciones en los años sucesivos, las cuales fueron producto de la radicalización política que atravesó el autor a partir de los años sesenta. La revolución cubana, la guerra en Vietnam y el Cordobazo, entre otros acontecimientos, enardecieron los deseos de cambio de la juventud y de sectores de la intelectualidad progresista de aquel entonces.

El caso de Oesterheld no fue la excepción, pues pasó de sostener posiciones moderadas a convertirse en un militante montonero en la década del setenta. De hecho, en 1968 publicó “Vida del Che”, una edición que comenzó a circular tres meses después del asesinato del guerrillero en Bolivia, pero que fue confiscada y destruida por el Ejército.

Al año siguiente, Oesterheld realizó una segunda versión de “El Eternauta” junto con Alberto Breccia, cuyos textos fueron modificados y expresaron un mayor peso político-ideológico.

Finalmente, en 1976 y estando en la clandestinidad, publicó “El Eternauta II” con ilustraciones de Solano López (GAGO, 2015).  En esta secuela, la historia se desarrolla en un futuro post apocalíptico y el autor expuso un enfoque bastante afín a las concepciones de los montoneros.

Este giro no estuvo exento de críticas. Hubo quienes consideraron que la secuela perdió la fuerza metafórica que caracterizó a la historieta original y señalaron que se tornó panfletaria.

De hecho, el ilustrador del libro, Francisco Solano López, fue uno de sus detractores, ya que desconocía el contenido del guion y discordaba con el enfoque de Oesterheld: “Héctor tomó El Eternauta como una herramienta de militancia. Yo cuestioné mucho esto, porque no me lo consultó. Vi que estaba haciendo propaganda por la lucha armada. Y yo no estaba de acuerdo. Tampoco estaba de acuerdo con los militares y los Montoneros”.

Por ejemplo, la nevada mortal es presentada como un ataque explícito del imperialismo. También, representó a Juan Salvo como un caudillo que se coloca al frente del pueblo para llevarlo a la victoria contra el invasor militar, el cual estaba dispuesto al sacrificio total con tal de conseguir la victoria.

Oesterheld: un autor rupturista y comprometido

Héctor Germán Oesterheld es considerado el principal guionista de historietas de la Argentina, cuyos aportes al género son reconocidos a nivel mundial.

Aunque estudió geología y trabajó para YPF, contaba con una amplia cultura literaria. Esto le permitió abandonar su carrera como científico y transformarse en escritor de cuentos infantiles a inicios de los años cincuenta, para después incursionar en el mundo de las historietas.

En 1955, fundó la Editorial Frontera y comenzó a publicar versiones noveladas de las historietas que produjo en su primera etapa como guionista, como Bull Rockett y el Sargento Kirk. El éxito que tuvo con estas ediciones le impulsaron a publicar las revistas Hora Cero y Frontera, dando paso a toda una nueva generación de historias y personajes, como “Ticonderoga” (1957), “Ernie Pike” (1957) y, por supuesto, “El Eternauta” (1957-1959).

Aportó una visión innovadora que revolucionó la “literatura dibujada” en español[2]. Inauguró un nuevo campo para las historietas al dotarlas de un mayor dramatismo, con lo cual las tramas ganaron profundidad y atrajeron la atención del público adulto.

Sus historias rompen con los estereotipos del modelo hegemónico del “comic” estadounidense de la época, caracterizado por la presencia estelar de súper héroes exitosos. En contraposición a esa narrativa, Oesterheld siempre resaltó “el protagonismo grupal, la profundidad psicológica de los personajes, una mirada entre escéptica y crítica sobre la humanidad y los finales no siempre ‘felices’” (GAGO, 2015, p. 134).

Lo anterior es muy perceptible en El Eternauta, tal como lo expuso el mismo autor: “El héroe verdadero de EL ETERNAUTA es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el héroe válido es el héroe ‘en grupo’, nunca el héroe individual, el héroe solo”.

Asimismo, el Eternauta es un tipo ordinario, distante de la noción de un hombre infalible e invencible. Esto es patente desde las primeras páginas de la historieta, cuando se aparece ante el guionista de historietas y, demostrando angustia en su voz, le pregunta a su anfitrión: “¿Me darás un lugar, verdad? No necesito otra cosa que un rincón para reponerme… porque estoy cansado, terriblemente cansado. Y necesito descansar, para poder seguir buscando” (OESTERHELD, 2023, p. 15).

Como se mencionó previamente, Oesterheld atravesó un proceso de radicalización política a partir de la década de los sesenta, lo que empezó a ser cada vez más evidente en el contenido de sus historietas.

A criterio de los analistas, su obra guarda un paralelo con el estilo de Rodolfo Walsh, dado que ambos escribían de acuerdo a como pensaban y vivían. Por ello, su visión del mundo es muy perceptible en sus historietas. En su obra más temprana, sus críticas sociales son más sutiles, pero se tornan más explícitas conforme avanza su radicalización.

En este sentido, su obra “tardía” puede abordarse desde la noción del compromiso que postuló Sartre, para quien el escritor debía comprender la realidad de su época y estar consciente de que cada palabra y cada silencio tenía consecuencias. Para el filósofo francés, los escritores tenían el deber de intentar cambiar el mundo capitalista occidental y concebía a la literatura como “la subjetividad de una sociedad en revolución permanente” (Citado en AMAURI, 2021).

Oesterheld, sin duda, se tornó un escritor comprometido. La revolución cubana (1959), la guerra de independencia de Argelia (1954-1962), la lucha de Vietnam contra la invasión del imperialismo estadounidense (1963-1975), el Mayo francés (1968), o el Cordobazo (1969), fueron algunos de los eventos de la época que contribuyeron para eso.

En los años setenta ingresó a militar en Montoneros y, el 27 de abril de 1977, fue secuestrado por efectivos de las fuerzas armadas en La Plata. Las investigaciones posteriores revelaron que estuvo en dos centros clandestinos, en Vesubio y el Sheraton (una sección de una comisaría en La Matanza).

Fue asesinado en 1978 y todavía no se encontraron sus restos. Sus cuatro hijas, Diana (24), Beatriz (19), Estela (25) y Marina (18), también eran montoneras y corrieron el mismo destino fatídico que su padre.

Daniel Rafecas, el juez que encabezó la investigación sobre la desaparición de la familia Oesterheld y de sus cuatro hijas, considera que la tragedia que abatió a esta familia es un símbolo de la brutal violencia que caracterizó a la última dictadura militar: “La desaparición de Oesterheld es uno de los casos más dramáticos que hemos investigado. Y no es el único. Hubo muchas familias completamente devastadas por el plan sistemático de exterminio de la dictadura. Pero sin duda este es uno de los más connotados”.

El Eternauta, su época y sus metáforas

Indudablemente, “El Eternauta” tiene valor propio como obra literaria. Basta comenzar a leer la historia para quedar atrapado en su trama. Con justa razón, ya conquistó el estatus de clásico de la narrativa de ciencia ficción en español.

Por otra parte, también es cierto que la obra contiene muchas metáforas que dialogan (consciente o inconscientemente) con el contexto histórico durante la que fue escrita. En eso influyeron dos factores; primero, el perfil de Oesterheld como un escritor comprometido que reflejaba su visión del mundo en sus trabajos; segundo, la escritura semanal de la historieta que, como expuso el autor, incidió en la configuración de la historia.

Lo anterior es crucial tenerlo presente para hacer una interpretación crítica de las metáforas políticas y sociales presentes en “El Eternauta”. En otras palabras, saber apreciar los aspectos progresivos que contiene, como la resistencia ante la adversidad y la solidaridad desde abajo; pero también diferenciarse de las concepciones “desarrollistas” o filo-peronistas que postula (aunque sea de forma inconsciente).

Comencemos señalando que la historieta fue escrita en los años posteriores al golpe militar de 1955, cuando Perón fue derrocado y comenzó su largo exilio de 18 años en España. En este contexto, se desarrolló la resistencia peronista que luchó por el retorno del general y por la defensa de las conquistas sociales obtenidas en los años anteriores.

De acuerdo a Martín Oesterheld, nieto del artista y consultor creativo de la serie de Netflix, todo esto fue fundamental para que su abuelo escribiera la obra:

“Yo siempre pensé que El Eternauta no habría existido si no hubieran bombardeado la Plaza de Mayo en el ’55. El bombardeo genera una relación diferente entre la ciudad y la periferia. Y es, sobre todo, un hecho histórico muy negado. Ese bombardeo marcó la pérdida de la inocencia de lo que era la ciudad. Y por otro lado, la historia tiene una especie de voluntad documental que está en el desarrollo a través del tiempo. Se publicó entre 1957 y 1959 y, en términos artísticos, va documentando lateralmente lo político. En el 58, por ejemplo, se ve esa pintada furtiva de ‘Vote a Frondizi’, que se inscribe en el pacto Perón-Frondizi.”

Nos parece muy sugerente lo expuesto en la cita anterior. La “pérdida de inocencia de lo que era la ciudad” explica uno de los aspectos más interesantes de la historia, a saber, que conceptualiza las calles y lugares icónicos de Buenos Aires como espacios donde podían acontecer hechos históricos.

La muerte que contrajo la invasión extraterrestre que llegó por medio de bolas de fuego, estuvo precedida por la violencia política del golpe militar de 1955 y el brutal bombardeo sobre Plaza de Mayo. La nevada tóxica, por su parte, suele interpretarse como el poder que ejerce su dominación por medio de la represión y la muerte, una característica que está asociada a las dictaduras militares.

Junto con esto, es innegable que la historieta documenta “lateralmente lo político”, particularmente en lo que se refiere a la resistencia peronista. Fue un movimiento que surgió desde abajo y, a diferencia del peronismo actual, era bastante radical en sus métodos de lucha.

Su composición social fue muy heterogénea, algo comprensible porque se desarrolló a partir de un movimiento nacionalista burgués que reunía en su base a varias clases y capas sociales. El peronismo contaba el apoyo de una amplia mayoría de la clase obrera, de sectores de la juventud radicalizada e incluso de facciones dentro de las fuerzas armadas.

En razón de esto, la resistencia peronista fue un proceso muy variopinto. Por ejemplo, incluye el levantamiento del general Juan José Valle del 09 de julio de 1956, un militar peronista que impulsó un “contra-golpe” para derrocar a la dictadura encabezada por el general Pedro Eugenio Aramburu. Una secuela del levantamiento fueron los fusilamientos en los basurales de José León Suarez, un hecho documentado magistralmente por Rodolfo Walsh en el clásico “Operación Masacre”.

Por otra parte, la resistencia también incluyó a sectores de la juventud que se radicalizaron. John William Cooke fue uno de los principales referentes e ideólogos de la izquierda peronista, el cual intentó dotar a la resistencia de una “ideología de la liberación”, pero con la enorme contradicción de que nunca asumió romper con el peronismo. Por ello, aunque se radicalizó con la revolución cubana (1959) y enarboló la lucha por el “socialismo nacional”, al mismo tiempo mantuvo la pretensión de ser un peronista “independiente” de Perón.

Esto condujo a la izquierda peronista a un callejón sin salida estratégica, tal como se evidenció en la masacre de Ezeiza en 1973, o cuando el mismo Perón pasó de considerarlos la “juventud maravillosa” por su papel en la resistencia a llamarlos de “jóvenes imberbes” durante el acto del Primero de Mayo de 1974.

El carácter contradictorio de la resistencia peronista está contenido en las metáforas de El Eternauta. Por un lado, el héroe colectivo es una forma figurada de referirse a la resistencia desde abajo y las redes de solidaridad humana forjadas en la lucha. También, es destacable la idea de que la sociedad tiene la capacidad de reponerse ante la adversidad, incluso de la violencia que se cobró la vida de muchísimas personas.

Pero, junto con estos valores de resistencia, en la historia también vemos como se articula una especie de “alianza” policlasista de liberación nacional contra los “Ellos”, replicando la ambivalencia estratégica de la resistencia peronista.

Por ejemplo, el ejército nacional aparece como la institución alrededor de la cual se articula la sociedad civil que, hasta entonces, estaba dispersa y asustada por la invasión[3]. Retomando el análisis de Sasturain, la “situación Robinson” se supera cuando los militares arriban a la vivienda de Juan Salvo y anuncian que están reclutando hombres para unirse a la resistencia.

Esto último coincide con la reivindicación que hacía el peronismo de las fuerzas armadas. De acuerdo a Milcíades Peña, el general reconocía que contaba con el apoyo de la clase obrera, pero también alardeaba de que se apoyaba en la fortaleza de las columnas del orden, es decir, el ejército, la policía y la iglesia.

Sumado a lo anterior, las relaciones políticas en “El Eternauta” se ajustan a la visión de los movimientos de liberación nacional y su búsqueda de una supuesta “burguesía nacional”. Ante la ausencia de la misma, el papel dirigente fue desempeñado por la pequeña burguesía “ilustrada”.

En la historieta, por ejemplo, Oesterheld coloca como principales protagonistas a individuos pertenecientes a las clases medias. Es el caso de Favalli, un profesor de física que posee una gran destreza a la hora de planear estrategias de combate. Sus conocimientos son vitales para enfrentar a los invasores alienígenas y, por ende, es un referente en la dirección de la resistencia.

En contraposición, la clase obrera no tiene un papel protagónico en la conducción de la lucha. Figura como un sujeto que resiste, pero que no piensa por sí misma. Franco, un obrero tornero, es retratado como un hombre de acción que no tiene miedo de actuar ante el peligro, pero no expresa ideas propias, sino que se limita a seguir los planes que vienen desde arriba.

Por último, es importante señalar que Oesterheld simpatizaba con el gobierno desarrollista de Arturo Frondizi (mayo 1958-marzo 1962). Es más, solía practicar tenis con Roberto Alemann, quien se desempeñó por un tiempo como ministro de economía de dicha administración. Aunado a esto, es innegable que la cara de Favalli es una versión caricaturizada de la de Rogelio Frigerio, uno de los principales ideólogos del desarrollismo y articulador del pacto con Perón[4].

En conclusión, “El Eternauta” es una obra literaria maravillosa y repleta de metáforas magníficas sobre la resistencia, la solidaridad social y la capacidad de sobreponerse ante la adversidad. En este sentido, es muy progresiva y eso explica su transformación en un clásico de la ciencia ficción.

Pero no hay que leerla de forma acrítica o romántica, porque su representación de las relaciones políticas entre las clases sociales coincide con las concepciones desarrollistas y peronistas. Debido a esto, no visualiza el peso real que tiene la clase obrera en la historia argentina y su protagonismo en diversos momentos de la historia.

Relecturas de la obra[5]

Tras el fin de la última dictadura militar, “El Eternauta” fue sometido a diversas relecturas políticas y creció su prestigio como obra literaria. Además, creció la reivindicación de justicia por la desaparición de Héctor Germán Oesterheld.

A finales de 1983, todavía en tiempos de la dictadura, la revista Feriado Nacional publicó el famoso póster elaborado por Félix Saborido, donde retrató a todos los personajes del escritor y que estaba encabezado con la frase “¿Dónde está Oesterheld?”.

Posteriormente, en los años inmediatamente posteriores al retorno de la democracia burguesa, la obra comenzó a ser interpretada como una premonición del terrorismo de Estado que azotó al país durante los “años de plomo”. En este sentido, “El Eternauta” no fue leído como una fábula esperanzadora (al menos no fue la lectura principal o primaria), sino como una especie de auto profecía cumplida sobre la muerte de decenas de miles de personas, incluida la del propio autor.

Otro momento significativo tuvo lugar en el año 2000, cuando “El Eternauta” fue incluido en la colección La Biblioteca Argentina Serie Clásicos, elaborada por el diario El Clarín. Este fue un paso importante para la reivindicación artística de la obra, pues compartió el catálogo con otros autores y libros clásicos de la literatura argentina, como Martín Fierro (Hernández), Operación Masacre (Walsh) y Rayuela (Cortázar).

En 2007, el Ministerio de Educación incluyó a la historieta dentro de una lista de lecturas sugeridas para estudiantes de secundaria, ampliando su difusión entre las nuevas generaciones. Además, coincidiendo con los cincuenta años de la publicación de “El Eternauta”, se instituyó el 4 de septiembre como el “Día de la Historieta” en Argentina.

Por otra parte, desde setiembre de 2010 la historieta comenzó a ser instrumentalizada por sectores vinculados al gobierno de Néstor Kirchner. La Cámpora, por ejemplo, desarrolló una campaña de afiches y stencil donde representaban al presidente como El Eternauta. Igualmente, sus organizaciones juveniles se apropiaron del nombre en algunas secundarias y centros universitarios.

Esto fue el preludio para algo más grave. Nos referimos a una reivindicación de la figura de Oesterheld como un intelectual desaparecido, pero ocultando su pasado militante. Por ello, se suele rescatar culturalmente la figura que tuvo el guionista en los años cincuenta, pero se omite su posterior radicalización política.

Por ejemplo, así lo retrató La Nación en una reciente nota:

“Más allá de su trama de ciencia ficción, El Eternauta es una obra con una importante carga simbólica y política. Su autor, Héctor G. Oesterheld, fue desaparecido durante la última dictadura militar, y su figura está íntimamente ligada a la historia reciente de la Argentina. Por su narrativa compleja y emocional, la historieta fue considerada durante décadas como ‘inadaptable».

A pesar de las grandes diferencias de estrategia y de métodos de lucha que tenemos con la guerrilla de los Montoneros, desde nuestra parte reivindicamos el carácter militante y el sacrificio que realizaron miles de jóvenes, obreros e intelectuales en la resistencia peronista y, posteriormente, en el enfrentamiento contra la dictadura. Nos parece un irrespeto vaciar la memoria de una luchadora o un luchador que fue torturado o perdió su vida a manos de los militares, como fue el caso de Oesterheld.

El Eternauta versión Netflix

Ahora es momento de exponer nuestras impresiones sobre la serie de Netflix. Partamos de establecer que trasladar una obra literaria al plano audiovisual no es una tarea sencilla. El papel y la pantalla utilizan lenguajes diferentes.

En otras palabras, una adaptación es una traducción y, como tal, es un ejercicio de recreación que “de modo alguno puede prescindir de la invención” (SCHNAIDERMAN, 2017, p. 30).

Aunado a esto, agreguemos que la serie en cuestión es una adaptación libre, por lo cual el director se tomó la licencia de realizar cambios narrativos, aunque apostando a preservar la esencia de la historia.

Lo anterior nos parece acertado por varios motivos. Por ejemplo, actualmente es inviable hacer una serie donde se represente al ejército argentino como aglutinador de un movimiento de liberación nacional ante una invasión externa.

Eso era más fácil de hacer en la época en que se escribió la historieta (no decimos que fuera correcto o lo compartamos, pero sí que había margen político). Pero es imposible de realizarlo después de la sangrienta dictadura militar y el desprestigio que tienen las fuerzas armadas hasta la actualidad. Es más, sería inviable hasta por la derrota en la guerra de Malvinas, donde los militares cometieron incontables abusos contra los soldados rasos y, detalle importante, porque la Junta Militar ni siquiera se animó a tomar medidas elementales contra el imperialismo inglés, como expropiar los bienes que tenía en el país.

En vista de eso, en la serie el ejército es presentado de forma diferente a la historieta, donde aparecía como parte de la lucha por la liberación nacional. Ahora, Juan Salvo es un veterano de la guerra de Malvinas, por lo cual carga con traumas psicológicos y desconfía del ejército. De hecho, en varias partes expresa que no quiere ir a Campo de Mayo y, además, fue el maquinista de tren (un trabajador, no un militar) quien lo convenció de sumarse a la expedición para mandar el mensaje de radio desde el centro de la ciudad.

Igualmente, es notable que en la serie los militares dan un trato grosero a los civiles que se suman a la resistencia, lo cual genera varios roces con algunos personajes.

Queda por ver como se desarrollará la relación con el ejército en la segunda temporada, pero vemos difícil que el director se decante por armonizar el trato entre militares y civiles, lo cual sería un crimen político contra la memoria de Oesterheld. Además, implicaría embellecer a las fuerzas armadas y ubicarse en el campo de la extrema derecha negacionista de Milei y Villaruel.

Por otra parte, en la serie persiste la representación de la clase media como el motor de la historia. Este nos parece el principal déficit de la trama. Los personajes principales viven en amplias casas ubicadas en los barrios acomodados de zona norte, mientras que la clase obrera prácticamente no aparece.

Lo anterior nos parece absurdo, con más razón tratándose de la Argentina, un país donde la clase obrera cuenta con una riquísima tradición de lucha. La semana trágica, el Cordobazo y las fábricas recuperadas, son algunos de los episodios que dan cuenta del peso que tiene el movimiento obrero en la lucha de clases del país.

A pesar de lo anterior, la serie presenta una novedad de clase importante: incorpora en la trama a una repartidora venezolana. Así, visualiza a los trabajadores de plataformas digitales que, sin duda alguna, figuran entre los sectores más precarizados de la nueva clase obrera del siglo XXI. Por si fuera poco, se trata de una mujer migrante venezolana, lo que redobla su condición de explotada y oprimida.

También, es llamativa la forma en que Inga salvó su vida: cuando empezó a caer la nieve tóxica, se encontraba reparando su bicicleta en un rincón de una cochera. Una escena que retrata las adversidades que enfrentan miles de repartidores a diario, dado que salen a las calles sin ningún respaldo por parte de las empresas de plataforma y tienen que arreglárselas para reparar sus bicicletas o recargar sus teléfonos para continuar trabajando[6].

Por lo visto en el capítulo seis, parece que el maquinista de tren va desempeñar el papel de Franco el tornero en la segunda temporada. Este personaje se mostró como un trabajador decidido y valiente, que voluntariamente decidió acompañar a Juan Salvo para para adentrarse en la ciudad y espiar lo que estaban haciendo los invasores.

Otro aspecto que nos llamó la atención es la escena con que inicia la serie. Juan Salvo, el Ruso y Omar se dirigen a la casa de Favalli para jugar al truco, pero en el camino se topan con un piquete. En ese momento, Omar dice una frase que ilustra a la perfección la “anormalidad” del país: «Argentina, que país. Me fui con cacerolazos, vuelvo veinte años después y me reciben con cacerolazos”.

Además de retratar los constante cortes energía que afectan a la ciudad en el verano, también muestra que el país está bajo un constante estado de movilización social y, en consecuencia, la “plaza” constantemente se enfrenta al “palacio”.

Junto con esto, notamos algunas diferencias en cuanto al papel que desempeñan las mujeres en la serie. En la historieta no tienen ninguna relevancia en la narración, con la excepción de la esposa e hija de Juan Salvo, cuyo papel es funcionar de vínculo emocional que genera preocupación a dicho personaje.

Con respecto a la serie, aunque continúan siendo personajes secundarios en la trama, en esta ocasión ganaron un poco más de perfil. Ya nos referimos al caso de Inga, la cual es parte activa del elenco. Pero también podemos mencionar a Helena (esposa de Juan) que, en esta versión, tiene más peso en la toma de decisiones. Además, aparecen Ana (esposa de Favalli) y Marta (hija de Juan Salvo y Helena), aunque su participación es menor.

A nuestro modo de ver, consideramos que el director y los guionistas pudieron hacer muchísimo más para visualizar a la mujeres en la trama, sobre todo porque realizaron una adaptación libre de la obra e introdujeron muchos cambios con relación a la historia original. Además, es algo políticamente necesario tratándose del país de la Marea Verde, donde el movimiento de mujeres constituye uno de los principales actores de la resistencia social contra los sectores reaccionarios y conservadores.

Por otra parte, la serie presentó un cambio narrativo bastante abrupto, el cual consideramos que le restó fuerza a la historia: ¡nos referimos a la ausencia del Eternauta!

La historieta destaca porque tiene dos planos narrativos paralelos. Por un lado, está la narración lineal de las aventuras que enfrenta Juan Salvo; por el otro, está el viaje metafísico y circular que lo transforma en el Eternauta, esto es, un náufrago del tiempo que vaga por la eternidad en busca de su familia. De hecho, la historia empieza con la corporización del Eternauta en la casa del guionista de historietas.

Sin embargo, el Eternauta no aparece explícitamente en la primera temporada de la serie y, por tanto, solamente nos presenta la historia lineal de Juan Salvo. Nos surge la duda de si eso irá a cambiar en la segunda temporada, pues es una ausencia que se hace sentir y, agregaríamos, le resta profundidad psicológica y humana a la serie[7]. Al final del capítulo seis, Salvo le dice al maquinista de tren que él ya había presenciado lo que estaba pasando, un comentario que deja entrever que viajó por el tiempo. Posiblemente, esa sea la forma en que se manifieste el “viajero de la eternidad” en la serie.

Para finalizar, queremos anotar una contradicción de la producción. Tratándose de una obra de culto de la literatura de ciencia ficción argentina, es necesario problematizar que su adaptación audiovisual fuera realizada por una compañía de streaming extranjera y de un país imperialista.

No queremos hacer ideología localista sobre la producción cultural. Por el contrario, consideramos que el arte se enriquece con los intercambios internacionales y adoptando un punto de vista universal.

No obstante, en el caso de “El Eternauta” hubo varios intentos por llevarla a las pantallas y todos se vinieron abajo. Incluso, hubo una oportunidad de realizar una película bajo la dirección de Lucrecia Martel en 2008, pero el proyecto se estancó y, finalmente, fue cancelado.

Todo lo anterior ejemplifica las dificultades de realizar cine (o cualquier otra disciplina artística) en países dependientes; una situación que, para el caso de la Argentina, tiende a agravarse bajo los ataques a la cultura que encabeza el gobierno de extrema derecha de Milei.

A pesar de los señalamientos críticos que le tenemos, también es cierto que la serie entretiene y rescata aspectos importantes de la historia original. En la primera temporada, la trama se concentró en desarrollar la “situación Robinson” y, fue hasta los últimos capítulos, cuando comenzó a girar hacia el inicio de la resistencia, cuyo desarrollo y desenlace esperamos disfrutar en la segunda temporada.

En todo caso, la serie actualizó el espíritu de resistencia de «El Eternauta». “Nadie se salva solo” es una frase que va a contramano de la lógica del “sálvese quien pueda” y los discursos meritocráticos que imperan en el capitalismo salvaje del siglo XXI. También, “lo viejo funciona” ya comenzó a utilizarse como consigna de resistencia en las protestas de los jubilados contra Milei.

Fuentes

AMAURI, Osbaldo.  Compromiso intelectual, de Sartre a Chomsky, y su influencia en América Latina. Espiral, vol. 28, no.81, Guadalajara mayo/agosto 2021,  Epub 15-Nov-2021. En https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-05652021000200043#aff1 (Consultado el 09 de mayo de 2025).

El Eternauta y la memoria: la búsqueda inconclusa de Héctor Oesterheld. En https://www.enorsai.com.ar/sociedad/42493-el-eternauta-y-la-memoria–la-busqueda-inconclusa-de-hector-oesterheld.html (Consultada el 08 de mayo de 2025).

GAGO, Sebastián Horacio. La lectura de Oesterheld antes y después del retorno democrático. La Trama de la Comunicación, v. 19, p. 131 a 149, enero/diciembre de 2015. En https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5609904.pdf  (Consultado el 08 de mayo de 2025).

OESTERHELD, Héctor Germán y SOLANO López, Fancisco. El Eternauta. Editorial Planeta: Buenos Aires, Argentina, 2023.

PEÑA, Milcíades. Perón: El Gobierno Del «Como Si» (1946-55). En https://izquierdaweb.com/peron-el-gobierno-del-como-si-1946-55/  (Consultada el 08 de mayo de 2025).

Redacción de Izquierda Web. De lealtades y traiciones en la historia del peronismo. En https://izquierdaweb.com/de-lealtades-y-traiciones-en-la-historia-del-peronismo/  (Consultada el 08 de mayo de 2025).

Redacción de Izquierda Web. John William Cooke y el peronismo. En https://izquierdaweb.com/john-william-cooke-y-el-peronismo/  (Consultada el 08 de mayo de 2025).

SASTURANI, Juan. Acción y pasión de aventurar. En: OESTERHELD, Héctor Germán y SOLANO López, Fancisco. El Eternauta. 1° Edición. Editorial Planeta: Buenos Aires, Argentina, 2023.

SCHNAIDERMAN, Boris. Maiakóvski: evolução e unidade. En: Maiakóvski: poemas. Editora Perspectiva: São Paulo, 2017.

[1] Dado que escribimos desde fuera de la Argentina, es posible que se nos escapen ciertos detalles puntuales sobre la lectura de la historieta y de la serie. Para sopesarlo analizamos varios artículos, reportajes y documentales sobre “El Eternauta”, su autor y la época. Además, contamos con la colaboración de Roberto Sáenz, Federico Deterbaue, Ludmila Gullone y de Cecilia Caivano, camaradas del Nuevo MAS que nos compartieron valiosos reflejos sobre el contexto histórico y la apreciación literaria de la obra.

[2] Este término fue acuñado por el semiólogo Oscar Masotta (1930-1979) que, entre noviembre de 1968 y enero de 1969, publicó la revista “Literatura Dibujada” (LD). En el primer número de la revista se indica que su “objetivo básico consistirá en proponer un cambio en la relación del público con las historietas: lo que antes era un consumo irreflexivo deberá ser ahora, y cada vez más, el motivo de una apropiación lúcida e inteligente”.

[3] Esto es así en la edición original de la historieta, que es la que fue utilizada para la serie y es la que leímos. Desconocemos si esto varió en la edición de 1969 o en la secuela que publicó en 1976.

[4] Frondizi suscribió un acuerdo con Perón, donde establecieron que los partidarios del caudillo respaldarían al primero en las elecciones presidenciales, a cambio de que anulara las leyes que proscribían al partido Justicialista en caso de llegar a la Casa Rosada. Finalmente, Frondizi no cumplió el acuerdo por presión de los militares y los continuos intentos de golpe de estado que afrontó durante su mandato.

[5] Este acápite lo realizamos con información extraída de La lectura de Oesterheld antes y después del retorno democrático de Sebastián Gago.

[6] Al mirar esa escena, se nos vino a la mente el enorme trabajo que realizan los compañeros y compañeras del SITRAREPA por organizar a este nuevo sector de la clase trabajadora. En particular, recordamos las paradas solidarias, pensadas para habilitar espacios donde los repartidores puedan socializar, intercambiar experiencias, reparar sus bicicletas o recargar sus teléfonos. Un esfuerzo sumamente valioso, porque denota un esfuerzo para construir un diálogo con la nueva clase obrera del siglo XXI, tarea de la cual desistieron -o es rechazada sectariamente- el resto de las corrientes de izquierda.

[7] En nuestro caso, desde hace tres años somos migrantes. Por este motivo, cuando leímos la historieta en diciembre de 2024, de inmediato nos identificamos con la sensación de extrañeza que transmite el personaje del Eternauta, el cual vaga por diferentes dimensiones temporales, pero nunca se siente en casa. Además, no deja de pensar en su familia que está extraviada en otro lugar, con quienes se espera reencontrar algún día. Estos sentimientos hacen parte de la vida cotidiana de toda persona migrante.

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