El descarrilamiento de una unidad del Tren Sarmiento en Liniers pone al desnudo las consecuencias de la desidia de estancamiento de los gobiernos anteriores y la destrucción decadente de la obra pública de Milei.
Con una economía acechada por la recesión internacional, el salvavidas de plomo del FMI y la miseria social, Milei insiste con la decadente fórmula de nula inversión en la obra pública. No se trata de un simple trámite fiscal: el recorte sostenido en este área significa enterrar cualquier posibilidad de recuperación real de la economía argentina, que ya cruje, y destruir sus posibilidades de salir de su crónico atraso y estancamiento.
Como siempre, el pueblo trabajador es la víctima de la desidia y falta de inversión de la Argentina capitalista. Son 20 los heridos en el descarrilamiento y hay protestas en la estación de Once por los atrasos.
El desarrollo de la infraestructura argentina, desde hace décadas, se basa pura y exclusivamente en proyectos de sectores extractivistas.
El fracaso del plan de obras para el soterramiento de la línea Sarmiento es un resumen perfecto del estancamiento permanente del capitalismo argentino bajo todos los «modelos» económicos. El progresismo kirchnerista adjudicó el megaproyecto y nunca la empezó, el macrismo la empezó y nunca la terminó, Milei destruye lo poco que hay con abandono total.
La obra podría haber mejorado drásticamente el funcionamiento del tránsito en la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano oeste, aliviando los puntos neurálgicos que se forman en las intersecciones de la traza del tren con las calles y avenidas, que son alrededor de 60 cruces.
No se trata de una cuestión de mera comodidad de los transeúntes. La agilización de todos los movimientos de personas en una ciudad de semejante tamaño implicaba la posibilidad de darle un empuje a la productividad total de Buenos Aires.




