El derecho a la vida y la propiedad

Por alguna razón (por muchas y escalofriantes razones en realidad), alguien logró convencernos de que tener acceso a unos cuantos metros de tierra para sobrevivir sobre ellos es una especie de lujo casi inaccesible.

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En “La Patagonia Rebelde”, Osvaldo Bayer nos relata las masacres de peones y obreros que familias como los Braun, Menendez y Nogueira llevaron adelante para garantizar su sagrado derecho a la propiedad privada. Para que pudieran hacer esto, el hombre que mira serio desde los billetes de 100 pesos había gentilmente desalojado de sus territorios a todos los pueblos nativos que no tenían escrituras con que demostrar propiedad alguna. El derecho a la propiedad privada se sostiene en nuestro país sobre siglos de genocidio y hambrunas.

Por alguna razón (por muchas y escalofriantes razones en realidad), alguien logró convencernos de que tener acceso a unos cuantos metros de tierra para sobrevivir sobre ellos es una especie de lujo casi inaccesible. En un país con 2,78 millones de kilómetros cuadrados de tierra, naturalizamos que poder vivir en algunos de esos metros es algo por lo cual tenemos que pagar toda nuestra vida alquileres de más de la mitad de nuestro sueldo o, si tenemos suerte, darnos el lujo de endeudarnos por dos generaciones y comprarlos. Quien en la desesperación se atreve a intentar vivir sobre un cacho de tierra que no pagó, es un peligroso criminal que no puede ser tolerado.

Mientras mil familias terratenientes tienen para sí el 35% del territorio argentino, Sergio Berni nos dice que “El derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad privada son innegociables”. Ofuscado por el olor a pólvora y la sangre en sus manos, el ministro habrá equivocado la palabra. Quizás quiso decir “El derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad privada son incompatibles”. La lucha por los derechos humanos y los Sergio Berni de este mundo también son incompatibles.

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EL DERECHO A LA VIDA Y LA PROPIEDAD Por Marian Busch En “La Patagonia Rebelde”, Osvaldo Bayer nos relata las masacres de peones y obreros que familias como los Braun, Menendez y Nogueira llevaron adelante para garantizar su sagrado derecho a la propiedad privada. Para que pudieran hacer esto, el hombre que mira serio desde los billetes de 100 pesos había gentilmente desalojado de sus territorios a todos los pueblos nativos que no tenían escrituras con que demostrar propiedad alguna. El derecho a la propiedad privada se sostiene en nuestro país sobre siglos de genocidio y hambrunas. Por alguna razón (por muchas y escalofriantes razones en realidad), alguien logró convencernos de que tener acceso a unos cuantos metros de tierra para sobrevivir sobre ellos es una especie de lujo casi inaccesible. En un país con 2,78 millones de kilómetros cuadrados de tierra, naturalizamos que poder vivir en algunos de esos metros es algo por lo cual tenemos que pagar toda nuestra vida alquileres de más de la mitad de nuestro sueldo o, si tenemos suerte, darnos el lujo de endeudarnos por dos generaciones y comprarlos. Quien en la desesperación se atreve a intentar vivir sobre un cacho de tierra que no pagó, es un peligroso criminal que no puede ser tolerado. Mientras mil familias terratenientes tienen para sí el 35% del territorio argentino, Sergio Berni nos dice que “El derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad privada son innegociables”. Ofuscado por el olor a pólvora y la sangre en sus manos, el ministro habrá equivocado la palabra. Quizás quiso decir “El derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad privada son incompatibles”. La lucha por los derechos humanos y los Sergio Berni de este mundo también son incompatibles. #propiedadprivada #tomas #tomasdetierras #tierratechotrabajo #tierratechoytrabajo #sergioberni #fueraberni #fueraberni? #fueraberniya #vivienda #viviendapropia #noticias #noticia #buenosaires #buenosairesargentina

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