Un saludo afectuoso a sus familiares, amigos y seguidores. Gracias por todo.
Con la noticia me asaltan recuerdos de mi juventud, cuando tenía apenas 14 años escuché un grupo que cantaba de la Avellaneda obrera e industrial donde yo vivía, de mis calles y mis vías, me «voló» la cabeza.
La importancia de Manal radica no sólo en su innovación sonora sino también en su capacidad para reflejar y cuestionar la sociedad de su tiempo.
Todas sus letras llenas de poesía urbana, interpelaban no sólo mi condición de pibe de barrio y familia obrera, sino también la búsqueda por «explicar mi existencia humana».
Javier, junto Alejandro y Claudio formaron Manal en los últimos años de los años 60, pioneros del blues y el rock cantado en castellano y maestros (junto a otros como Moris, Spinetta y Pappo) de todos los que siguieron.
Fueron emergente musical de una época, protagonistas cabales de un proceso más grande, que se desarrollaba en Argentina y en todo el mundo: el surgimiento de una «juventud rebelde» sensible y solidaria, que se expresaba rompiendo los límites establecidos, dando nacimiento no sólo a nuevas expresiones culturales, sino que también se expresó en una radicalización juvenil que cuestionaba el orden capitalista y sus consecuencias, de hambre, miseria, explotación y dictaduras que traían guerras sangrientas como Vietnam, todo en nombre del sostenimiento del «American way of life».
Un proceso mundial que parió inmensos movimientos político sociales a izquierda como el Mayo Francés, la movilización antiguerra que precipitó la derrota del imperialismo yanki en Vietnam o el Cordobazo en la Argentina.
En ese caldo de cultivo y ya siendo un rockero consumado, con 16 años laburaba y estudiaba de noche en el colegio industrial ENET N°6 de Avellaneda, justamente fue ahí donde a causa de una medida de recorte y desguace de la educación técnica que impulsaba el gobierno militar de esa época (año 72 Gral Lanusse) explotó un conflicto extraordinario que por su combatividad y masividad hizo archivar todo intento de cambio.
Esa experiencia me marcó a «fuego» y fue junto a la música y obvio los libros que devoraba, decisiva para entender que la «vida es lucha» que hay que involucrarse y organizarse para cambiar el mundo.
A partir de ahí abracé (como tantos otros de mi generación) la causa de la revolución socialista, por un mundo más humano libre de opresión y explotación.
La noche es triste pero viendo lo que pasa en el mundo, donde una nueva generación emergente comienza el camino de la «rebelión» no puedo ser más optimista, porque en todo cambio revolucionario la juventud estudiantil y trabajadora está llamada a decir presente! porque no tiene la mochila del pasado y es la más interesada en construir un futuro que merezca ser vivido por todas y todos en pie de igualdad.
Sigue sonando por los parlantes «Avellaneda blues», «No pibe» (extraordinaria), «Jugo de tomate frío», «Para ser un hombre más» y tantas otras canciones, la alegría comienza a vencer la tristeza a medida que pienso y me veo reflejado en la nueva generación militante con «sangre caliente» que después de años de esfuerzos, se suma a luchar y construir el partido.
Hay futuro, juntos en el camino de la revolución. Los quiero a todes.
En algún lugar Javier dijo: “No éramos gente que tuviera gran acceso a consumos culturales, pero teníamos una cultura intrínseca. Creo que era producto del humanismo que heredamos como oposición a la que para mí es la peor tragedia de la historia: la Segunda Guerra Mundial”.