Ricardo Iorio: del Padre del metal criollo al simpatizante de la ultraderecha

Ricardo Iorio es sin duda el padre del metal en Argentina. En medio de la dictadura del ‘76 comenzó a dar sus primeros pasos en el mundo de la música y, con lo poco que llegaba desde el norte del mundo, dio forma a algo que aun aparecía de manera embrionaria en otras bandas como Riff.

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Algo que para muchos resulta común en la conjunción de ser “del palo” y de izquierda es que tal vez el primer acercamiento hacia lo que uno puede considerar como “ideas de izquierda” no fue tanto por parte de Marx o Lenin, sino por un hombre nacido en Ciudadela. Dedicó gran parte de su letras a los humildes, a los de abajo, pero hasta hoy lo veíamos con recelo. Aquel que cantaba contra el imperio y por los originarios, hace años se transformó en un ultraconservador simpatizante de las peores ideas de la ultraderecha racista, clasista y anti feminista.

Ricardo Iorio es sin duda el padre del metal en Argentina. En medio de la dictadura del ‘76 comenzó a dar sus primeros pasos en el mundo de la música y, con lo poco que llegaba desde el norte del mundo, dio forma a algo que aun aparecía de manera embrionaria en otras bandas como Riff.

Liderados por Iorio es que cuatro jóvenes provenientes de la clase trabajadora y bien lejos de los conservatorios musicales encendieron el motor de un fenómeno cultural que se arraigó de manera profunda entre los trabajadores y las barriadas populares.

Es V8 la primera banda que en medio de una dictadura ya en retirada y con el advenimiento de la democracia comienza a denunciar a la dictadura, al oscurantismo y se posiciona contra el pacifismo de un movimiento hippie tardío. Denunciaron de manera certera las condiciones de vida de los trabajadores como en “Brigadas metálicas”, “Muy cansado estoy”, “Cautivos del sistema” y tantas otras.

Esos primeros himnos empezaron a movilizar a los jóvenes que, provenientes de los barrios obreros, nacidos y criados en dictadura, comienzan a sentirse movilizados por V8 -y luego Hermética- que ya era un fenómeno frente a una realidad cada vez más cruda por la situación económica y la aún tambaleante democracia burguesa.

Con el devenir de los años, el motor comenzó a desgastarse y explotó, dando nacimiento al árbol genealógico de muchas de las otras bandas pioneras de la escena. Entre ellas la más importante fue sin duda Hermética.

Nuevamente lideraba por Iorio, subió la apuesta con un sonido más crudo y hacía una denuncia aún más clara que pintó de cuerpo completo la vida bajo el menemato. Desde el relato de la odisea de un laburante en busca de trabajo, del joven colimba que se ve obligado a prestar el servicio militar obligatorio, pasando por la descomposición social producto de la desocupación de masas y las privatizaciones, la denuncia a la destrucción ambiental, las guerras, hasta las libertas fantasías de robar un auto para escaparse de la realidad opresiva.

Con Hermética no solo logró el éxito comercial y musical que le permitió ser telonero de los principales exponentes de la música pesada a nivel internacional, también lo consagró como el padre del metal.

En medio de una crisis por abuso de sustancias y varias tragedias (como la muerte de un fan producto de la desidia que reinaba en los lugares donde tocaban y la muerte temprana de su compañera) disuelve Hermética. Calzándose el poncho no solo como líder “espiritual” sino también como frontman de la banda da nacimiento a Almafuerte que, con características más “gauchescas”, comienza a dar su giró cada vez más conservador.

Aun en estos primeros años es posible verlo elogiando a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en un homenaje donde les recita el poema “Piu Avanti”, vociferando letras del calibre de “Delirios del defacto” como una denuncia explicita al rol genocida de la dictadura y “Pibe Tigre” donde relata como la policía detiene y mata a pibes por portación de rostro.

Paradójicamente y a contracorriente de lo que se vivía en las calles con el comienzo del nuevo siglo, en el mayor momento de ebullición social que ha vivido el país en las últimas cuatro décadas, Iorio -que había sido una suerte de abanderado de los desposeídos- comienza a elogiar a los Seineldin y a los carapintadas. Son cada vez mas habituales sus “desbarranques” en notas o en declaraciones en medio de recitales, cada vez más el personaje se come al autor, mientras que la juventud se comenzaba a rebelar hartos del consenso neoliberal reinante. Muchos tomaron sus letras combativas, sus denuncias y las hicieron propias.

Tal es el caso de Darío Santillán, militante popular, al cual no era raro verlo con una casaca de Hermética o Malón durante las reuniones en su casa y también en las movilizaciones a puente Pueyrredón. Así fue inmortalizado, con la cara de Iorio como un ídolo en su pecho, en las fotos del día de su asesinato en manos de la maldita Bonaerense comandada por Duhalde.

Y es que Iorio supo ser un cantautor de los humildes, que cantaba a obreros, a las barriadas populares, contra la policía que hostiga a los pibes de los barrios, contra los genocidas. uno de los pocos que en medio de la dictadura cantaba contra ella, contra las «parcas sangrientas».

Su mérito es haber dado entidad e identidad a ese sentimiento de hartazgo postdictadura que buscaba respuestas, y que siguió bajo Alfonsín, Menem, De la Rúa y un largo etc. Aun a pesar de que él comenzaba cada vez más a rodearse de los sectores más retrógrados, al punto que expresaba una abierta simpatía por figuras de extrema derecha como Biondini y más recientemente a la pro genocida Victoria Villaruel.

Nunca sabremos que llevó a tal giro ideológico de Iorio, o si siempre fue eso y luego se “destapo”. Sin ser un “progresista”, rescataba una sensibilidad que no era para nada común en el “mainstream” de la música local. Pasó de la defensa abierta a la causa de los pueblos originarios a llamarlos terroristas y usurpadores. Pasó de tocar para gente privada de su libertad en penales canciones como “Robo un auto” –y provocar un poco al servicio penitenciario presente-, a gritar por TV “la yuta existe por ustedes”, en referencia a la juventud de los barrios que ahora él tildaba de “cumbias” y “chorritos”.

Aun cuando hoy pesa la muerte física de Iorio, la gente “del palo” y que nos reclamamos de izquierda hace años vivimos simbólicamente “la muerte del padre”. Porque nos rebelamos a él repudiando cada una de sus posturas contra los DDHH, a los originarios, a las mujeres y diversidades- Porque va en clara contradicción a lo que lo hizo Ricardo Iorio, a lo que formó como músico, a lo que movilizó durante tantos años en la juventud harta de este sistema de explotación, a lo que lo coronó como padre del metal junto a Hermética.

Quedarse con su última deriva sería un error, como también romantizar lo que alguna vez fue. Hoy Iorio trasciende por su obra que seguimos levantando evitando el ablande.

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