
A un mes de la asunción de Massa como superministro, la obsesión económica del oficialismo sigue siendo la misma: paliar la sangría de dólares en las arcas del BCRA. Ayer domingo, el tercer socio del Frente de Todos anunció mediante DNU la actualización del «dólar soja» para intentar acelerar el ingreso de divisas. Con la creación del «Programa de Incremento Exportador» el gobierno le cede nuevos privilegios a los patrones del campo.
Las exportaciones de soja y sus subproductos (harina y aceite) contarán con un «contravalor» de $200 por dólar durante septiembre. Es decir que por cada dólar liquidado, los agroexportadores no recibirán ya la cotización oficial ($137) sino $200. Un «plus» del 50% del valor en pesos de cada dólar exportado, que saldrá de las ya menguadas arcas del BCRA e irá a parar a los abultados bolsillos de la burguesía agraria. Además, aquellas firmas que exporten al menos el 85% del valor exportado en la cosecha anterior recibirán beneficios fiscales.
Débil con los poderosos, fuerte con los débiles
La medida venía siendo reclamada a viva voz por las federaciones sojeras. Hace 15 días, la Mesa de Enlace dejó un mensaje muy claro: o nos dan un dólar más caro en pesos, o no exportamos ni un sólo grano. Así, los agroexportadores daban por el suelo con las expectativas del oficialismo en torno al esquema del «dólar soja» original. La medida inicialmente impulsada por Batakis y Scioli contemplaba la posibilidad de «convertir» el 30% del valor en pesos de las exportaciones al dólar ahorro, así como beneficios que protegían los pesos de los sojeros frente a la inflación mediante bonos del Estado.
Pero no fue suficiente con eso para tentar a los patrones del campo. Es sabido que este sector no se caracteriza por su flexibilidad a la hora de negociar con ningún gobierno. Ahora, Massa optó por entregarles todo lo que pedían: una suerte de devaluación selectiva.
En lo inmediato, el privilegio brindado a los sojeros contrasta con las condiciones en las que vive la inmensa mayoría de la población argentina. Mientras al sector más rico del país se le da su propia cotización de la divisa norteamericana, hace sólo una semana se recortó para millones de trabajadores la mínima posibilidad de cuidar sus ahorros frente a la inflación. Al parecer, el «pragmatismo» que predica el superministro hizo olvidar al peronismo sus viejos discursos, esos que criticaban a quienes eran «débiles con los poderosos, y fuertes con los débiles».
El fantasma de la devaluación y el estallido social
Pero ¿cual es la pragmática razón por la cual el oficialismo privilegia a los sojeros?
De entre todas las contradicciones que marcan la economía argentina de estos días, la que más preocupa a la coalición gobernante es la posibilidad de una devaluación abrupta. Es innegable que la sequía de divisas y la crisis energética presionan al peso hacia la depreciación. Pero devaluar abruptamente la moneda llevaría a una caída brutal del poder adquisitivo y, probablemente, a una hiperinflación.
Ese escenario dejaría al oficialismo virtualmente fuera de carrera de cara a las elecciones del 2023. Pero, más allá del problema electoral (que obviamente preocupa al peronismo) está el problema social. Una hiperinflación podría hacer estallar la ya colmada paciencia de millones de trabajadores.
Con la pobreza en torno al 50%, salarios que no alcanzan para la canasta básica y, como si esto fuera poco, una creciente caída en la popularidad de los principales partidos del establishment, el riesgo de un estallido social no le hace gracia a ningún sector del gobierno.
«El proyecto» es pro – sojero
Esa es la razón por la cual tanto Batakis como Massa declinaron la posibilidad de convalidar una devaluación en toda regla. Pero esto no significa que el peso no vaya a debilitarse igualmente si no ingresan dólares. Ni tampoco que el ingreso de divisas vaya a resolver la enorme caída del poder adquisitivo que se vive en toda la Argentina.
El oficialismo espera obtener 5.000 millones de dólares a partir de la liquidación de exportaciones durante septiembre. Vale la pena mencionar que la cifra es repetida: es el mismo monto que esperaba recaudar Batakis con el «dólar soja original» y luego también Massa con el «dólar soja 2.0». Pero la recaudación fue nula en ambos casos.
Además, hay que tener en cuenta que se trata de una parte todavía menor de la enorme reserva de divisas que permanece en las silobolsas. Se calcula que los agroexportadores están reteniendo entre 15.000 y 20.000 millones de dólares en granos. Alberto Fernández había dado esta última cifra cuando se quejó de «los que especulan mientras los argentinos sufren». Tal parece que decidió dejar las quejas de lado y premiar a los «especuladores».
Es cierto que, de concretarse un ingreso de divisas por la cifra que promete el oficialismo, la presión devaluatoria sobre el peso se alivianaría. Pero dicho alivio solo podrá ser momentáneo en la medida que las tendencias que empujan hacia una devaluación no desaparezcan. En lo inmediato, el principal problema es el alza internacional del precio de la energía. De fondo, el problema general es el atraso histórico de la estructura productiva argentina.
En última instancia, el ingreso de divisas traerá cierta calma macroeconómica. Pero el mayor precio en pesos de las exportaciones agrícolas podría empujar (y lo hará seguramente) el precio de los productos básicos en el mercado interno. Esto en momentos en que los patrones molineros ya presionan para barrer el impotente Fideicomiso del trigo y tener absoluta libertad para aumentar los precios de los panificados.
Al mismo tiempo, el Estado perderá en términos monetarios frente a los sojeros. Literalmente estará «transfiriendo valor» de las arcas del BCRA a los bolsillos campestres.
Por esta razón es que el DNU emitido anoche por Massa prevé la emisión de letras en dólares por parte del ministerio de Economía «por hasta un monto tal que cubra la diferencia patrimonial por las operaciones del presente Decreto acaecidas al Banco Central de la República Argentina, las que devengarán una tasa de interés igual a la que devenguen las reservas internacionales del BCRA por el mismo período». Dicho en criollo: el Estado emitirá bonos de deuda para recuperar lo perdido por el dólar soja.
La flagrante irracionalidad de la operación sólo es posible bajo el capitalismo. El Estado emite un decreto mediante el cual pierden los trabajadores y pierde el propio Estado, para que gane esa ínfima minoría de la población que maneja el 90% de los dólares del país. Para decorar el gesto, el gobierno tiene además que pedirle por favor a los sojeros que acepten la ofrenda.
En todo caso, resta ver cuál será la reacción de los patrones del campo frente al «dólar soja renovado». En caso de un nuevo rechazo, la gestión Massa deberá replantearse más de una promesa hecha al momento de la asunción.
En caso de una respuesta «positiva», los sojeros acrecentarán exponencialmente sus ganancias a costas del Estado y de millones de trabajadores argentinos. Massa podría lograr estabilizar la economía durante algunas semanas o algunos meses, pero eso no borrará del horizonte el fantasma del descontento social. Por el contrario, podría acercarlo cada vez más.